La mujer de la foto 1

Curioseando por internet me encuentro la foto de una mujer desnuda que me suena su mirada.

I.

El día pretendía ser como otro cualquiera. Sin otra tentación que dejarlo pasar me dispuse a salir a la calle. Es verdad que hacía mucho calor, pero para ir al trabajo no podía más que vestir con el traje. Ya me hubiese gustado ir con una de mis bermudas para dejar pasar algo de aire por mi cuerpo.

Nada más llegar a la editorial me puse con el papeleo y las facturas. Mi trabajo era de lo más tedioso por no ser que podía navegar por internet, virtudes de ser el jefe del negocio. Así que, en lugar de aburrirme, me dispuse a ver un poco de porno, algo de bondage, videos o fotos. Llevaba poco tiempo viendo imágenes cuando vi una de una mujer desnuda atada de los tobillos a las manos por la espalda, además de llevar una mordaza en la boca. No se le veía bien la cara, pero yo diría que esa mirada me sonaba de algo. Empecé a pensar porque es cierto que la conocía, pero no recordaba de dónde. Ya no pude trabajar en toda la jornada. Sabía quien era, hasta estaba seguro que había hablado con ella en algún momento. Dejé la foto abierta mientras intentaba volver a las tareas. A cada instante mis ojos se iban a ella: su cabello rubio, sus pechos, su mirada... esa mirada que conocía.

Era casi la hora de volver para casa cuando una de mis empleadas llamó a la puerta y entró para entregarme unos informes. Yo seguía con la ventana de internet abierta, aunque ella desde su posición no podía llegar a verla. Le di las gracias por traérmelos con tanta celeridad y en el momento que iba a salir por la puerta la llamé. Estaban mal. Muy mal. Se lo dije y le ordené que tenía que quedarse a terminarlos correctamente. Ella me miró con terror diciéndome que casi era la hora de salir. Lo hizo casi llorando con una mirada que ya había visto antes, durante todo el día. ¡Era la mujer de la foto! Así que le comenté que era cierto, que la jornada estaba a punto de acabar y que fuese a hacer lo posible hasta esa hora. Supuse que aguantaría todo lo posible y sus demás compañeros se marcharían antes. Tenía muy pocos minutos para pensar.

En el mismo momento que dio la hora de salir yo caminé hasta la entrada de mi despacho y la llamé. Los dos nos despedimos de los otros trabajadores y la invité a sentarse mientras pasaba para justo después hacerlo yo en mi silla. Se me quedó mirando en silencio a la vez que yo hacía doble clic en la foto para maximizar y fue cuando ella me aseguró que al día siguiente estaría listo el informe, que no me preocupase. Y con un movimiento muy lento de monitor la dejé que viera esa foto de la mujer desnuda atada. Ella. Paró de hablar. Se quedó blanca. Abrió la boca para decir algo, pero no pudo. Yo sólo guardaba silencio y la observaba. Al rato me dijo casi tartamudeando que me lo podía explicar, que no era lo que yo creía. Le contesté que no quería ninguna explicación, que no la necesitaba para lo que iba a hacer. Se puso casi a llorar, le temblaban las piernas y no paraba de mover las manos. Y en ese momento fue cuando me dijo que no lo dijese a nadie, ni siquiera a su marido, que lo hacía para sacar un poco de dinero extra porque con sus sueldos no les daba para llegar a fin de mes. Yo seguía en silencio. Todo mi trabajo lo estaba haciendo ella misma. Me rogó que no la despidiese por inmoralidad y me lo pidió por favor, por favor, por favor. Mi gesto continuaba impasible. Pensaba. Lentamente saqué su contrato y un bolígrafo. Me dijo que no, por favor, que no; que haría todo lo que quisiese. Listo. Trabajo hecho sin mucho esfuerzo. ¿Todo? Le pregunté. Todo, respondió. Le dije que podía irse a casa, que al día siguiente nos veríamos. Se levantó y salió rápido del despacho. Reaccioné tan veloz como ella y la seguí su camino para decirle en el momento que salía de la editorial que no perdiese de vista su movil esa tarde. Me quedó mirando con sorpresa y se fue. La verdad, estaba muy buena.

II.

Durante todo el viaje de vuelta a casa estuve pensando en lo que le podía pedir. Tenía el mundo en mis manos. La podía atar, eso nunca lo había hecho con nadie. Le podía decir que hiciese trabajos extra en la editorial. Directamente me podía acostar con ella. Sí, acoso, pero ella saldría perdiendo, saldría perdiendo su matrimonio. Aunque también podría jugar con ella un poco. De esta manera el placer sería mayor.

Nada más anochecer agarré mi teléfono. Podía escribir de manera educada o no. Y creí que esto último sería lo mejor para mis planes. Le puse: "Mañana ven sin ropa interior a trabajar" y lo envié. Me salió de lo más profundo. Ya estaba hecho. Ahora sólo quedaba esperar al día siguiente.

III.

No pude dormir. Tenía demasiados pensamientos en la cabeza como para poder hacerlo. Así que me levanté de la cama y me di una ducha lo suficientemente larga. Un desayuno igual de largo y fui al despacho un par de horas antes. Internet. Porno. Un poco de voyerismo y exhibiccionismo. Me estaba poniendo muy nervioso.

Y de esta forma pasó el tiempo hasta que empezaron a llegar los empleados. Uno a uno se fueron sentando en sus sitios, pero ella no llegaba aún. Y fue en el momento en el que ya iba a cerrar la puerta cuando entró rápidamente, pidiendo perdón sin mirarme a los ojos y corriendo a su sitio. Le puse mala cara, aunque por dentro estaba contento de que hubiese venido. No estaba muy seguro de que fuese a hacerlo, la verdad. Y regresé a mi despacho. Estuve tonteando con el móvil. Miraba porla ventana. Me puse en el umbral del despacho e hice una panorámica de toda la editorial. No sé si se notó o no, pero lo que en verdad quería era verla a ella. Había entrado tan rápido que apenas pude ver qué llevaba puesto. Pantalón vaquero y camisa. Mierda. Se me olvidó decirla que trajese falda. No importa. Me volví a mi silla y cogí el móvil. La mandé un mensaje que ponía que viniese donde yo estaba con alguna excusa del trabajo. Tardó un poco, pero inmediatamente se levantó y trajo consigo unos papeles. Entró y fue a cerrar la puerta, pero le dije que no cerrase. Normalmente no lo hago. Hubiese resultado demasiado sospechoso. Se quedó callada. Mal comenzamos, proseguí, encima llegas tarde a trabajar. Parece que quieres que todo el mundo sepa tu secreto. Parecía que se iba a poner a llorar y le paré. Tranquila, dije. Demuéstrame que has hecho caso al mensaje que te envié ayer. Su mirada mostró pánico. ¿Aquí? ¿Ahora? Sí, respondí, impasible. Así es que puso las manos en su camisa y estiró hacia abajo, marcando su cuerpo sobre ella y demostrando que efectivamente no llevaba sujetador. Umm. No era lo que yo había pensado, aunque  estaba claro que había seguido mis instrucciones al pie de la letra . Está bien, le dije. Puedes seguir trabajando y una cosa, sigue atenta al teléfono y bajo ninguna circunstancia borres los mensajes. Me dijo que entonces su marido podría verlos y yo le constesté que eso me daba igual.

Esa jornada de trabajo acabó, y yo me encontraba casi peor que el primer día.

IV.

"Está bien. Mañana vendrás sin ropa interior y con una falda por encima de las rodillas". No pude más y esa noche tuve que ponerme una película X para poder dejar de pensar en ella.