La mujer de Carlos
Cuando Carlos me presentó a su bella y ardiente esposa, quedé prendado de ella. Nos la acabamos follando los dos a la vez, dejándola literalmente empapada de leche.
Cuando Carlos me presentó a su bella y agradable esposa, quedé prendado de ella; estaba buenísima. Era alta, esbelta, escultural. Su cabello rubio y rizado y un lindo rostro con unos grandes ojos verdes y penetrantes. Y una sensual boca que debía haber comido innumerables veces el gordo rabo de su marido. Iba exquisitamente maquillada con aquellos sensuales coloretes, sus carnosos labios pintados de rojo y aquella sombra de ojos oscura que realzaba su expresiva y profunda mirada. Además, iba vestida de una forma muy sexy, con un vestido rojo que realzaba sus curvas perfectas, con un fantástico escote. Se me fueron los ojos ahí precisamente, pero desvié la mirada enseguida intentando disimular. La mujercita tenía una voz suave, cálida y sensual que me estaba acabando de poner como una moto. Al cabo de un rato la bella señora se fue a preparar el café. Carlos se quedó mirándome unos momentos con una sonrisita en su cara y entonces preguntó:
-Qué te parece mi mujer? -y al ver que yo no le respondía, insistió-.: Está bien, verdad?
-Sí... es guapa -contesté tímidamente.
Carlos lanzó una carcajada.
-Solo guapa? Es que no la has visto bien? Está como un tren!
Me quedé nuevamente sin saber que decir. Al cabo de un rato volvió la hermosa mujer con el café y se sentó en el sofá junto a su marido. De vez en cuando dirigía su mirada hacia mi, y me miraba fijamente, cosa que me puso muy nervioso. Unos minutos más tarde, Carlos dejó su taza vacia sobre la mesita y se dirigió a su esposa:
-Querida, esta noche como casi todas tendré que darte el biberón. Pero como sé que eres insaciable y siempre te quedas con ganas de tomar un poquito más de leche calentita, he pensado que mi amigo te podría dar también una buena ración. Que te parece, cariño?
La mujer me miró unos instantes con una sonrisa picarona, clavando sus expresivos ojazos en mí.
-Si a él le parece bien, entonces estupendo.
-Estoy seguro que sí.
-Acércate -me dijo ella con un tono de voz muy sensual sin dejar de mirarme fijamente.
Me aproximé tímidamente hacia la mujercita jamona. Un bulto se empezó a formar en mi entrepierna sin que pudiera evitarlo. No podía creer que aquello estubiera pasándome a mí. Era como una fantasía sexual echa realidad.
-Mira, Carlitos! Parece que ya está contento! -dijo ella con tono inocente, mirando descaradamente mi abultado paquete con una sonrisa de oreja a oreja.
Creo que me puse rojo como un tomate. Las mejillas me ardian. Aquella situación me sobrepasaba.
-Qué mala eres, Paula. Mira como se la has puesto! Parece una butifarra! -exclamó Carlos bromeando y participando de aquel juego que se tenían entre los dos.
-Veo que ya estás preparado para darme biberón -me dijo Paula devorándome con la mirada-. Me puedo servir yo misma?
Hice que sí con la cabeza, incapaz de articular palabra alguna. Estaba excitadísimo con aquella situación del todo inesperada. Tragué saliva. Estaba tenso y nervioso.
La mujercita ninfómana me desabrochó el cinturón y bajó la cremallera del pantalón. Me los bajó con ansia y metió una mano en el calzoncillo. Me agarró el pollón tieso y empezó a masturbarlo. Tenía un tacto exquisito, una mano suave y cálida con unos dedos inquietos y juguetones.
-Hay que agitar bien el biberón para que salga toda la leche calentita -dijo ella sacándome todo el miembro del calzoncillo continuando pajeándome con su mano prodigiosa.
Paula me miraba con deseo, ansiosa de meterse en su boquita húmeda y viciosa mi goloso miembro y lamerlo hasta extraer de él toda la leche que almacenaba en mis testículos duros y gordos.
-Te gusta como prepara la comidita mi señora? -me preguntó Carlos interesado.
-Sí, lo hace muy bien -contesté entre muecas y jadeos.
-Bueno, parece que ya está listo -dijo la señora golfa observando vorazmente mis cojones revolucionados.
-Sí; están completamente hinchados -concretó su marido.
Paula se introdujo lentamente mi miembro en su boquita húmeda y viciosa, y chupó mi capullo hinchado con su lengua cachonda y juguetona. Sentí un placer indescriptible; aquella ninfómana come-pollas sabía como practicar una buena felación. Aquella mala puta debía haber mamado más pollas que una actriz porno. Era toda una experta en la materia. Movía la lengua con gran agilidad poniéndome a tono, con una expresión de zorra que era de caerse de espaldas.
-Por la cara que haces, deduzco que te gusta dar biberón a mi sedienta mujer -comentó Carlos.
Hice que sí con la cabeza, incapaz de articular una palabra en aquellos momentos. Volví a tragar saliva. Carlos se sacó también la polla dura y la ofreció a su mujercita perversa para que la masturbara. La atractiva señora, agitadora de hormonas profesional, ya se había apoderado de nuestros rabos y disponía de ellos para su completo uso y disfrute.
-Eres una putita -le recriminó Carlos observando como me la mamaba-. No te importa estar casada conmigo, te tienes que beneficiar de todos mis amigos provocándoles con tus modelitos de zorra calientapollas.
-Solo quiero que me den biberón -contestó ella con tono inocente sacándose de la boca mi polla en erección empapada de babas y fluído pre-seminal.
-Eres una glotona, cariño. Esta vez te vas a empachar de leche calentita. Ten cuidado de no atragantarte.
-Lo tendré, cielo -contestó la perra depravada con sorna.
Paula se introdujo sendas pollas en la boca agarrándolas fuertemente. Nos lamía el capullo con devoción y gemía como una gatita en celo. Me encantó su expresión de placer, de sentirse mujer
-No hables con la boca llena, maleducada. Come y calla, zorra!
Carlos le propinó una suave torta en la mejilla.
-Eso por puta y por zorra! Ahora te vamos a follar entre los dos y no vas a rechistar. Te vamos a empalar!
-Lo estoy deseando! Quiero probar la polla de nuestro invitado. Me palpita la babosa -contestó la muy zorrenda rascándose el coño por encima del vestido.
-Te gusta el marisco? -me preguntó Carlos señalando la entrepierna de su mujercita calientapollas.
-Sí -contesté-. Pero me gustaría que me diera el pecho antes.
-No eres tonto tú, no.
Paula se quitó el vestido de una forma muy sexy y pude ver su perfecta figura en todo su esplendor. Estaba que se salía.
-Ahora mamá te dará el pecho.
Se sacó una de sus grandes y golosas tetorras del sujetador y me la ofreció para que se la lamiera. Me amorré a su pecho y lo chupé con fuertes lenguetazos. Paula reaccionaba bien a la comida, a juzgar por sus gemidos de gatita en celo. Me agarraba del cuello empujándome hacia ella para que no dejara de comerle la teta. Carlos le sacó la otra teta y también la chupó a base de bien.
-Que glotones que soys, hijitos míos! -exclamó Paula retorciéndose de gusto encantada-. Me vais a dejar las tetillas secas.
-Y tú nos vas a dejar secas las pelotas cuando nos corramos! -espetó su “marío”.
Después le comimos el coño y el culo, y me parecieron realmente apetitosos. Aquella mujer tenía un chochito tierno, cálido, húmedo y profundo que hacía que se me hiciera la boca agua por metérsela hasta el fondo. Desprendía un fuerte e intenso aroma de hembra en celo que quitaba el sentido.
-Qué rica que está tu mujer, Carlos! -exclamé ya más deshinibido, totalmente entregado a aquella orgía perversa y cachonda.
-Eh, qué son esas confianzas? Tú tenías que hacer el papel de novato, que te queda muy bien.
-Ven aquí, cómeme los morros, cariño -me suplicó ella relamiéndose de gusto. Al parecer le había gustado mi comentario.
Me acerqué a su lindo rostro y nos pegamos un morreo de campeonato. Le metí la lengua hasta la campanilla. Carlos nos observaba masturbándose.
-Eres una cerda, te das el lote con un desconocido delante de mis narices. Ahora vas a ver.
Carlos le metió el miembro en el chocho sin contemplaciones y comenzó a penetrarla de forma salvaje. Yo me seguía besando con ella y le magreaba sus grandes tetas. Poco después pude metérsela en el coño y me encantó. La acabamos empalando en una doble penetración brutal. Paula parecía sentirse como pez en el agua viéndose emparedada por dos machos en celo. Gemía de placer y lucía una carita de guarrita de caerse de espaldas. Yo estaba debajo follando su cálido coño mientras su marido se la incrustaba por detrás con salvajes embestidas. Notaba sus gordas tetas aplastadas sobre mi pecho. La abrazaba fuertemete apretándola hacia mí.
-Oh, sí! Estoy en la gloria! Me encantan vuestras pollas, queridos! Soys unos amantes formidables!
-Y tú eres una putita insaciable, cariño -replicó Carlos-. Ahora vas a tener una verdadera doble ración de polla. Prepárate.
Se la sacó del culo y la introdució lentamente en su conejito, que ya estaba ocupado con mi miembro.
-Te gusta tener dos pichas en tu coño, cielo?
-Oh, sí; me encanta! Empujad, empujad!
Acabé descargando todas mis reservas de semen sobre el lindo rostro de aquella damisela depravada, en un baño de leche memorable. Creo que nunca me había salido tanta leche de los cojones.
-Vaya cara que se te ha quedado, deberías de verte -se burló Carlos señalándome-. ¿A qué nunca te habías follado a una mujer tan guapa y cachonda como la mía?