La muerte nos sienta tan bien... 2

Miré hacia la otra cama mientras Néstor me embestía en profundidad, convencido de que eso sí que habría despertado a Juan. En efecto. Juan parpadeó varias veces, acostumbrando sus bonitos ojos a la luz. Después miró a Néstor y puso cara de vete a follar a tu habitación, cabrón, y luego me vio a mí

La muerte nos sienta tan bien… II

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Así que Lían aún sentía algo por Néstor. Y al mismo tiempo yo le gustaba (físicamente, intelectualmente y quizá hasta para enamorarse de mí). Me pregunté si Lían no estaba buscando desesperadamente alguien a quien amar. Y me alegré de no haberle dicho que él también me gustaba. No deseaba darle esperanzas. Había enterrado a mi novio hacía diez horas y había conocido, quién iba a decirlo, a ocho chicos tremendamente guapos, siete de ellos hacía solo unos minutos. No necesitaba comprometerme a nada por el momento.

  • ¿Qué me dices? ¿Quieres formar parte de nuestro exclusivo club? - me preguntó Lían, ajeno a mis pensamientos.

  • ¿Me estás pidiendo que me venga a vivir contigo?

  • No, Rafa. Eso es cosa tuya. Pero sí te pido que te quedes a dormir esta noche.

  • Vale.

  • Tendrás que dormir en la habitación de Juan Al Cubo y Pedro.

  • Creí que me pedirías que me quedara en tu habitación.

  • Yo duermo solo.

  • Vale...

Nos acostamos sobre las tres de la mañana. Los amigos de Lían estaban muy excitados con mi presencia y me acribillaron a preguntas a las que contesté lo mejor que pude. Tanto tío bueno me turbaba. Cuando por fin me tiré sobre el colchón que me prepararon en la habitación de Juan Al Cubo y Pedro me quedé roque al instante. Había sido un día duro y había tenido un final extraño.

No estoy habituado a dormir en cama ajena y me desperté como una hora más tarde. La luz de la habitación estaba encendida y las camas de Juan Carne de Gimnasio y de Pedro estaban vacías. Pensé que eran poco considerados con las visitas. Ya podían haber apagado la luz. A no ser... que quisieran que me despertara. Quizá querían que los pillara, no sé... ¿follando?

Tenía ganas de mear, así que me aventuré por el pasillo.

La habitación que estaba junto a la que me habían dejado tenía también la luz encendida. La puerta estaba abierta de par en par. Era imposible pasar por delante sin mirar adentro. Además, la curiosidad me pudo.

Pedro y Juan Al Cubo estaban allí, junto con Gerardo (el que me recordaba a un vampiro), Néstor (algo así como el exnovio de Lían) y Carlos, que de todos era el que más daba el perfil de modelo publicitario. Pedro, en cambio, era más del tipo papá adorable. En fin, cuatro de ellos estaban bastante ocupados.

Gerardo, el que más. Juan Al Cubo se lo estaba follando a base de bien, metiéndole pollazos por el ojete sin compasión. Pedro le llenaba la boca con una polla tan enorme que daba miedo verla. Carlos de momento se contentaba con que el muy ocupado de Gerardo le hiciera un pajote y Néstor se ve que acababa de unirse a la fiesta porque se estaba quitando el pijama. Fue él quien me descubrió en la puerta.

  • Chicos, tenemos compañía.

Al parecer bastaba con practicar sexo como en una peli porno para contagiarse y hablar como un actor de película porno.

Y la cosa no quedó ahí. Néstor se comportó como tal cuando se me acercó y me metió mano en el paquete sin avisar, al tiempo que me besaba el cuello. Yo me dejé hacer. Al fin y al cabo me acababa de despertar.

Cuando ya me había puesto la polla bien dura a base de atenciones me cogió en volandas y me llevó a una tercera habitación. Ésta tenía dos camas. Una estaba vacía, y es donde me depositó Néstor con suma delicadeza. En la otra, Juan A Secas (de momento, de los ocho, el que más me atraía físicamente) dormía a pierna suelta. De todas formas supuse que no tardaría en despertarse porque Néstor siguió con la política de luces encendidas.

El ex de Lían me dio la vuelta (me puso boca abajo) me bajó el slip y sin perder tiempo arrimó su boca a mi trasero, me separó con sus fuertes manos las cachas del culo, y me regó el ojete de saliva. Yo me retorcí entre las sábanas, totalmente empalmado. El tío era todo un experto. Me regaló una comida de culo que me hizo temblar de placer. Mientras me lengüeaba a gusto me dije que aquello no le haría ni pizca de gracia a Lían, pero levanté un poco las caderas para facilitarle el trabajo a Néstor. En un determinado momento la experta lengua de Néstor se paseó por los costados de mis cojones y solté un gemido. Juan A Secas se removió en su cama pero no se despertó. Consciente de que si hacía ruido aquel osezno que tanto me gustaba se despertaría, empecé a gemir cada vez más fuerte. Néstor interpretó que lo estaba haciendo de maravilla (cosa que era cierta) y se entretuvo un poco más comiéndome los huevos.

Acababa de suspirar con todas mis fuerzas cuando Néstor me pidió que no me moviera y salió disparado de la habitación, dejándome allí en la cama con el culo en pompa. Rogué por que Juan A Secas no se despertara ahora. Me sería más sencillo explicarle mi postura si había un tío con la boca pegada a mi trasero.

Néstor volvió enseguida con condones y gel lubrificante.

  • ¿Es que piensas follarme? -le pregunté, nervioso.

  • Solo si tú quieres –contestó, mientras me llenaba el orto de gel.

  • Pues la verdad, no sé…

Se puso el condón a velocidad de vértigo para que no me diera tiempo a negarme y antes de decidirme por un

sí, fóllame,

o por un

no, mejor me comes la polla

, me taladró vivo.

Quizá Néstor no estuviera demasiado bien armado, o quizá el gel que usaba era muy bueno. La cuestión es que no me dolió en absoluto. Y después de un poco de fricción empecé a disfrutar como un condenado. Además, aquel mete y saca inesperado me daba la oportunidad de gemir con más ahínco.

Los estoques de Néstor ganaron velocidad. Yo escuchaba el flop-flop que producía su verga, entrando y saliendo de mi agujero y me retorcía de gusto. El cabrón de Néstor sabía lo que se hacía. Juan Osezno se removió en la cama de al lado y yo empujé el culo hacia atrás para que Néstor me llegara más adentro y poder gemir más fuerte sin levantar sospechas. Lo cierto es que todos los demás eran bastante silenciosos, pese a dejarse todas las luces encendidas, y lo único que se oía en la noche eran mis bramidos de regodeo.

Néstor me acariciaba por todas partes mientras me daba caña, su polla me taladraba con un ritmo endiablado y tuve que hacer verdaderos esfuerzos para no correrme en la cama. Seguía emperrado en reservarme para Juan.

  • ¡Oh, Dios, Dioooooos, me voy a correr! –gritó de pronto Néstor.

Miré hacia la otra cama mientras Néstor me embestía en profundidad, convencido de que eso sí que habría despertado a Juan. En efecto. Juan parpadeó varias veces, acostumbrando sus bonitos ojos a la luz. Después miró a Néstor y puso cara de vete a follar a tu habitación, cabrón, y luego me vio a mí, recibiendo los embates de Néstor y con el rostro desencajado por el placer, y le cambió la cara. No sé en qué extraño cuento erótico o en qué película porno sin argumento creía que me encontraba para haber esperado que Juan Osezno se alegrara de verme así al despertar. La mirada que me dedicó me hizo sentir una verdadera mierda. Después se levantó y salió de la habitación soltando pestes en voz baja.

Néstor se corrió montando bastante jaleo, seguramente animado por mis bufidos anteriores, ajeno a que a mí se me había cortado el rollo de mala manera. Lo peor es que tras correrse se dejó caer encima de mí y tuve que permanecer casi diez minutos recibiendo su aliento en la oreja. Cuando ya hacía rato que no se movía le di un codazo para que no se quedara encima dormido.

  • Uy, tú no te has corrido –dijo.

  • Da igual. Déjame salir, por favor. Me estoy ahogando.

  • Espera.

Néstor se incorporó un poco y sacó con cuidado la polla y el condón de mi trasero. Yo me sentía sucio y quería salir cuanto antes de aquella casa. Pero lo peor que podía ocurrir, ocurrió.

Lían se encontraba en el vano de la puerta. Parecía que llevaba un rato allí, observando como me quitaba a Néstor de encima y todas esas cosas desagradables de presenciar por terceros después de una corrida en tu trasero. Su cara era un poema. No solo me había acostado con otro después de decirme que yo le gustaba. Encima, me había tenido que acostar precisamente con Néstor.

Continuará… (si sobrevivo a esto)

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