La mudita

Una jovencita, muda, recibe una carta erótica y busca que le hagan lo que le dicen que le harán después de secuestrarla.

En una boda coincidimos en la misma mesa mi amigo Javier, su esposa, su herma, su sobrina Abi, yo y algunas personas más.

Abi era una jovencita, muda, morena, de ojos azules, alta y guapa. Llevaba puesta una falda gris que le llegaba hasta los pies con una abertura lateral que casi dejaba ver el color de sus bragas, y una camiseta blanca en la que se le marcaban los pezones de sus redondas y medianas tetas. Es obvio que era el centro de atención de los hombres y de las miradas de reprobación de las mujeres de su familia.

Ana, su madre, que era viuda, no podía con ella, y antes de que se le fuese de casa dejaba que vistiese cómo le viniese en gana.

Mientras Abi se mandaba un trago de Acuarius, una de sus tías, le dijo:

-Te hace falta un novio, Abi.

Abí, leía los labios, y se comunica por gestos. Su madre traducía y respondía por ella.

-Dice que no lo necesita para nada

-Sí que lo necesitas, vas pidiendo guerra.

-Dice que tú que sabrás lo que pide ella, mal pensada.

-Un buen carallo (un buen pene), eso es lo que necesitas.

-Dice que le llega un dedo.

La tía se escandalizó.

-¡¿Qué dijo qué?!

-Olvídalo.

Cambiaron de tema, pero Javier se quedó con ganas de echarle un polvo que le quitase las ganas de hacerse un dedo, Bueno, Javier, yo y alguno más... Y quien dice un polvo dice media docena.

Unos días más tarde, Javier, me convenció para que le escribiese una carta que la calentase. Yo accedí, con la condición de que si ella se prestaba al juego, yo miraría.

Esto fue lo que escribí:

De un admirador para la chica más bonita de la ciudad.

Amada Abi, sueño contigo y no me canso de manchar las sábanas de mi cama. Folló con mi mujer y estoy imaginando que follo contigo... Eres mi sueño erótico. Eres la dueña de mis suspiros... Una noche te voy a esperar, te voy a dormir, te voy a meter en una furgoneta y te voy a llevar a esa cabaña abandonada en el monte a la que solías ir a jugar con tu hermano. Allí te voy a atar a la cama, te voy a vendar los ojos y te voy a comer las tetas, el coño, el culo... Voy a recorrer cada rincón de tu cuerpo. Te vas a correr tantas veces conmigo que acabarás por desearme tanto cómo yo te deseo a ti.

Abí leyó la carta en su habitación en compañía de su prima Rosa, una mujer recién casada que esa noche escapara de casa porque su marido llegara borracho y le quisiera ir a la cara. Las dos vestían pijamas de raso de color blanco con rayas verticales de color azul, le dijo Rosa a Abi:

-¿Quién será tu admirador secreto?

Abi cogió un bolígrafo en la mesita de noche, y apoyándo el papel en ella, iba a escribir las respuestas en la misma carta.

-Un listillo.

-¿Vas a ir al cuartel a denunciarlo?

-No, me gustaría que me secuestrara y me hiciera esas cosas

-Eres bien puta.

-¿Tú no?

-Vamos a dormir.

Media hora más tarde, Rosa, pensando que Abí ya se había dormido, se puso boca arriba, metió la mano derecha dentro de las bragas y comenzó a hacerse un dedo. Al rato, acalorada,  se quitó la sábana de encima, se bajó el pantalón del pijama y las bragas y siguió tocándose. Se puso tan cachonda que desabotonó la chaqueta del pijama y al tener sus grandes tetas al aire se las magreó.

Abí estaba despierta oyendo los dedos de su prima entrar y salir del coño. Tenía una mano de canto tocando su coño. Sus piernas estaban cerradas. Apretaba el culo y las piernas sin hacer ninguna clase de ruido. Abi tenía que follarse el coño con sus dedos o reventaba.. Encendió la luz, y vio semi desnuda a su prima. Rosa, le dijo:

-Yo también soy muy puta.

Abí le comió la boca, luego, contempló las grandes tetas de su prima con areolas casi negras y pezones grandes y erectos, y no se pudo resistir. Mientras se tocaba le lamió un pezón, chupó la teta derecha, después hizo lo mismo con la izquierda... Poco más tarde, Rosa, ya estaba perra perdida. Cogió a Abi por los pelos y le llevó la cabeza a su coño, Abi le metió la lengua en él... En nada, Rosa, moviendo la pelvis, soltó un chorro de jugos que le dejó la cara perdida a su prima..

Rosa, al acabar, cómo si fuera una perra, le lamió la corrida de la cara a la Mudita, luego le comió la boca, las tetas... Cuando su lengua lamió el coño de su prima, Abi, con el morbo que sintió, sin necesitar más que una lamida, se corrió sacudiéndose cómo si le estuvieran dando una descarga eléctrica. Rosa lamió sus jugos blancos como la leche, jugos con sabor agridulce.

Abi, desde ese día, se daba un paseo por la noche por calles poco transitadas. Al cuarto día sintió un auto parar detrás de ella. La Mudita se detuvo y se agachó para subir un calcetín. Javier no la durmió, solo le vendó los ojos. Ni un momento giró la cabeza Abi par ver quien la secuestraba.

Unos veinte minutos más tarde, Javier, la cogía en brazos en la furgoneta... Poco después la echaba sobre una cama. Sonando música de Amaral en su teléfono móvil le ató las muñecas a los barrotes. Le levantó la camiseta y le quitó los pantalones y las bragas. Se echó a lo largo de la cama y metió su cabeza entre sus piernas. Estirando los brazos le acarició las tetas... Metió su coño en la boca, y la lengua dentro de él. Abi, con las rodillas flexionadas, comenzó a gruñir. Javier acariciaba sus tetas y cada vez que apretaba sus pezones le daba un pequeño mordisquito en el clítoris, después volvía a lamer todo el coño y regresaba al clítoris para lamerlo de abajo arriba, hacia los lados y alrededor. A los diez o quince minutos, Abí, empapada y con su coño latiendo, echó la cabeza hacia atrás, arqueó su cuerpo, y se corrió en la boca de Javier gruñiendo cómo un cerda.

Yo, sentado en una silla, con la polla fuera, me hacía una paja.

Javier se desnudó. Estaba empalmado, pero aún no era su hora. Cogió en la cómoda un enchufe anal, un vibrador grande, un huevo vibrador, y aceite con olor a avellanas. Le echó aceite al enchufe anal y se lo metió en el ano despacito, muy despacito, luego le metió el vibrador en el coño y con el huevo acariciando el capuchón del clítoris, el otro vibrador follando su coño y el enchufe dentro de su culo, le mamó las tetas. Poco después, Abí, encendida, abrió las piernas de par en par. Sus pezones ya estaban duros como piedras y su coño estaba encharcado... Se retorcía, gruñía, mordía el labio inferior y quería romper las cintas con las que estaba atada. Me calenté tanto que fui a su lado y le puse la polla en los labios, Abi, apartó la cabeza. Seguí meneándola.

Javier notó que el lado derecho de su capuchón era su lado débil, pasando el huevo por él y dándole más potencia al vibrador vaginal se lo metió y sacó hasta que Abi, arqueándose, gruñendo y temblando de nuevo, se volvió a correr con una fuerza brutal.

Al acabar de correrse la soltó, le quitó el enchufe anal, el vibrador y la camiseta, la puso en sus rodillas y la nalgueó. Luego la echó sobre la cama y quiso besarla, Abi, en un acto de rebeldía, le hizo la cobra. Al no poder besarla, le lamió chupó y mamó las tetas. Luego quiso besarla de nuevo y Abi volvió a apartar su boca. Bajó y le volvió a comer el coño. Cuando ya gruñía de nuevo le metió la polla en su coño peludo. Entró con suavidad. Unos minutos más tarde, Javier, sintió que se iba a correr. Salió de la cama y con la cabeza me indicó que la follara. Apoyé las manos en la cama y comencé a meter y a sacar. Abí, pasado un tiempo, me echó los brazos al cuello, me atrajo hacia ella y me comió la boca. Después de un largo mete y saca, puse a Abi encima de mí. La Mudita me cabalgó y buscó el orgasmo. No tardó en llegar. Al correrse sentí cómo sus jugos me mojaban los pantalones. Su coño apretaba y soltaba mi polla. A duras penas aguanté, pero lo hice.

Al rato Abí estaba de lado, su tío, le daba caña. Al tener las piernas cerrada la polla le entraba más apretada. Le levantó una pierna y la polla ya entró con holgura.

Abi giró la cabeza, le echó la mano a la nuca y lo besó mientras la polla entraba y salía de su coño.

Poco después se apartó, le cogió la polla y le hizo una deliciosa mamada. Yo la meneaba viendo cómo a Abi le caían las babas de la boca mientras mamaba.

Me olí los sobacos. El desodorante me había abandonado, supuse que también abandonara a Javier... En ese momento caí en la cuenta de que nuestros olores corporales eran diferentes. Abí sabía que la estábamos follando dos hombres. Me acerqué a la cama, Javier me dijo con gestos que me alejara, no lo hice, le puse la polla en los labios, la cogió y lamió las dos pollas, luego las mamó por separado, y las meneó con ganas atrasadas.

Al dejar de mamar, lo que hizo Javier fue ponerla a cuatro patas, le comió el culo, y después le folló el coño y le magreó las tetas hasta que sintió que Abi se iba a correr. En ese momento, sacó la polla del coño, y engrasadita, se la metió en el culo. Abi se quejó... Javier le folló el culo hasta que los quejidos dieron paso a los gruñidos de placer... Luego, Javier, se echó sobre la cama con Abí encima de él dándole la espalda. La Mudita abrió las piernas. Esperaba la otra polla. No la hice esperar mucho. Me desnudé y se la metí. La follamos con mucho cuidado. Cuando una polla entraba la otra salía... Y entrando y saliendo se corrió dos veces más. La ultima cuando Javier le llenó el culo de leche. Yo me corrí sobre sus tetas.

Dos horas más tarde, cuando ya no podíamos dar más, dejamos de follar. La Mudita nos había dejado secos.

La dejamos cerca de su casa. Cuando se quitó la venda de los ojos no giró la cabeza para nada.

¿Lo repetiríamos? ¿Tú que crees?

Quique.