LA MUCAMA Y EL COCINERO -Parte 8

Lucio somete a su hermana, después a la mucama, se forma un trío, el cocinero se come a la patrona, el marido con una pareja gay, todos unidos por el sexo.

LA MUCAMA YEL COCINERO.

PARTE 8/12.-

Luciana se sentía satisfecha, llevando a Yolanda con ella y su marido, teniéndola separada de Lucio no habría lugar para preocupaciones. Esa misma tarde se lo iba a decir, descontaba que la chica se pondría muy contenta de acompañarlos. También tendría que hablar también con Tomás, para pedirle que vigilara de cerca de los chicos, entre ellos no había discusiones ni disputas de ningún tipo, solo que desconfiaba de la gente que pudieran llevar a su casa en ausencia de ellos. Tomás tendría que tomar nota de todos los movimientos, para que a su regreso, Luciana estuviera al tanto de todo.

Cuando Lucio se enteró que sus padres se ausentaban el próximo fin de semana largo, pensó que tendría a su disposición a sus dos sometidas, para disfrutarlas al máximo. A su hermanita la tenía bastante abandonada y pensaba que en esos tres días libres se encerraría en su casa para hacerla suya por todos los sitios posibles, ya que lo máximo que había obtenido hasta el presente era un mísero sexo oral.

En cambio a la otra puta, la negra Yolanda, al menos la había podido gozar un poco más. Ahora, a la vista de todo lo sucedido, le daría un tratamiento más suave, usaría otros métodos para someterla, ya se había dado cuenta que por las buenas le podía hacer cualquier cosa y que por las malas la morocha se encabritaba mucho y él no quería volver a tener problemas ni con ella, ni con su madre. Pero llegado el caso, si había que ponerse duro, no dudaría en hacerlo, al fin y al cabo, después de todo lo que le había hecho, la seguía teniendo a su lado y más que eso, a sus pies y a él nadie le había tocado un pelo.

Lo único que ignoraba Lucio era que no contaría con Yolanda, por lo que tendría que conformarse solo con su hermanita.

Por la mente de Alejandra también pasaba el fin de semana largo, si sus padres se iban a la costa, cosa que era lo más factible, tendría que ingeniarse para llevarse a Yolanda a su dormitorio para pasar la noche juntas, haciendo el amor, la una a la otra. El único escollo era su hermano, si siquiera sospechara esto lo arruinaría todo, no permitiría que hagan nada sin estar él presente y ahí se acabaría toda la magia, la relación era entre ellas, sin nadie más.

Tampoco pensaba Alejandra que sus padres, en realidad su madre, ya había tomado la decisión de llevarse a Yolanda con ellos y que ella iba a quedar a merced de los caprichos sexuales de su hermano.

Yolanda en cambio estaba en su mundo, no tenía pensamientos respecto del fin de semana que se avecinaba. No imaginaba que iba a ir a conocer la costa, el departamento que tenían sus patrones y algo de lo que ahí pasaba cuando ellos se iban, que los devolvía a la ciudad radiantes de felicidad.

Ella ya había vivido muchos fines de semana largos en esa familia y era común en esos días, que mirara mucha televisión, que saliera a pasear o a tomar algo en una confitería del centro, en donde podía mirar a la gente a la cual quería parecerse. A veces se aburría y volvía a la casa de mal humor, en otras ocasiones había tenido mejor suerte.

Recordaba una ocasión que se le ocurrió ir a un cine y conoció a la salida a un muchacho que la invitó a tomar una gaseosa, luego se ofreció para llevarla en su auto, hasta la casa de sus patrones. Como esta persona le había caído muy simpática, ella aceptó, cuando quiso acordarse se habían alejado de la ciudad, el muchacho le había ofrecido dar un paseo por las afueras, se detuvo finalmente en un lugar en donde no se veía más que árboles y animales pastando. Levantó el volumen de la música que sonaba en su radio y se acercó a Yolanda con intención de besarla, a lo que ella se opuso, le pareció que era muy pronto para eso y que este muchacho tenía un comportamiento bastante atrevido.

Sin embargo tuvo que acceder a darle ese beso que le había pedido, porque caso contrario no la llevaría de vuelta hasta su casa. Y esa tarde se convirtió en noche y el auto seguía detenido con el muchacho pidiendo cada vez más cosas que ella tuvo que seguir concediendo. Que lo tocara ahí, que le acariciara acá, que quería tocar sus tetas, que se las quería chupar, que las sacara afuera de la ropa y así siguió. Yolanda fue accediendo a todo lo que le exigía ese muchacho hasta que llegó a pedirle la parte más caliente de su cuerpo. Si no hubiera sido porque estaba indispuesta, cosa que el muchacho constató, la hubiera sometido en forma total, de esta forma se tuvo que contentar con una buena mamada, que fue lo que posibilitó que pudiera volver a su casa. Pero eso le serviría de lección, para el futuro.

Le sorprendió cuando Luciana la invitó para viajar con ella y su marido, al departamento de la costa. Era en realidad una invitación que había que tomar con pinzas, porque el fin de semana largo era para descansar y reponer energías y en el caso de ella, no descansaría, no repondría energías y por el contrario lo más probable es que trabajara como una burra, a la par de su patrona.

En realidad no fue tan así, ya que después se enteró que lo que verdaderamente perseguía Luciana, era separarla de las garras de su hijo.

Además de eso el viaje le sirvió a Yolanda para dar un nuevo paso en su carrera hacia un futuro mejor, porque conoció otra faceta de sus patrones que no soñaba que pudiera existir.


El viaje pasó rapidísimo, algo más de dos horas y conoció el refugio de sus jefes en la cosa. El departamento era increíble. Se encontraba en un piso diez y seis, rodeado de otros edificios igualmente altos, con vista al mar desde el living y también desde el dormitorio de la pareja. Los ambientes eran amplios y luminosos, la decoración era de estilo moderno, con mucho blanco y acero inoxidable y al estar a más de cincuenta metros de altura las ventanas permanecían cerradas herméticamente, por la fuerte brisa que se daba máxime estando frente al mar. Desde los distintos ambientes se podía ver con nitidez la playa y no le gustó a Yolanda salir al balcón, por la sensación de vértigo y el viento fuerte de la costa del mar.

Ni bien llegaron, Francisco les dijo que las dejaba solas y que se iba a visitar a unos amigos que tenía, que Yolanda supo más tarde que eran Eduardo y Ariel. Ella con Luciana, se pusieron a repasar la higiene del departamento, lo que hicieron de una manera muy liviana y enseguida se pusieron a charlar de distintas cuestiones, hasta que el tema de la conversación fue derivando en cuestiones más personales.

-          Me encanta su departamento Señora, es muy lindo, ahora me doy cuenta porque no se pierden un solo fin de semana largo.

-          Es que además que cambiamos de aires, también cambiamos un poco los amigos, los de acá son distintos a los de ciudad y te diré que algunos hábitos también hemos cambiado. Algo de eso te voy a proponer a ti a ver como te resulta, desde ya sin compromisos.

-          Lo que Usted me pida lo haré Señora, cuente conmigo.

-          Bien, cuento contigo, lo primero que te voy a pedir y esto ya lo conversé con Francisco, es que mientras estamos en la costa cambiemos nuestra forma de tratarnos, te parece?

-          Lo que diga Señora, Usted me pide y yo lo hago.

-          Bien, acá no quiero ser tu Señora, solo seré Luciana, tu amiga Luciana y por supuesto quiero que me tutees y también a Francisco. Debes tratarnos con confianza, si?

-           Me va a costar, pero bueno, trataré de ser tu amiga Luciana, está bien así?

-          Perfecto. Esto es mientras estemos acá, cuando volvamos a la ciudad, retomamos nuestras costumbres, aunque cuando estemos las dos solas, podemos tratarnos como lo amigas que vamos a ser.

-          Me encanta eso Luciana, incluso si me permites, puedo llamarte Lu.

-          Te permito eso y que a Francisco lo llames Fran, si así te sientes más cómoda.

-          Uy, me está gustando haber venido Lu, tenía miedo de que tuviera que trabajar mucho y me aburriera o cansara.

-          Todo lo contrario, este fin de semana, te vamos a abrir una puerta de nuestra intimidad, pero esto que vivamos acá, para nosotros es muy nuestro, es lo que nos provoca hacer la estadía en la costa. De vuelta en la ciudad, somos la gente que tu ya conoces, al menos hasta ahora.

-          Bueno, yo te sigo Lu, lo que esté bien para ti, lo estará para mi.

-          Ojalá que así sea.

-          Descuida, será todo como tú lo digas. Sabes que me cuesta un poco tutearte, pero al mismo tiempo me siento más cerca de ti y eso para mi es estar protegida.

-          Desde ya que estás bajo nuestra protección, eso dalo por hecho. Bueno, te cuento otra de nuestras costumbres de estar acá en la costa.

-          Si, estoy ansiosa por saber todo lo que tienes para decirme Lu.

-          Nosotros somos nudistas, Francisco y yo practicamos el nudismo, sabes que es eso verdad?

-          Si, por supuesto, van a playas nudistas.

-          Exacto, pero no solo nos gusta concurrir a playas nudistas, nos encanta estar desnudos a toda hora, siempre que podamos.

-          Y tu quieres que yo vaya con Ustedes a la misma playa?

-          Nos encantaría, lo quieres hacer?

-          Es raro para mi, pero . . .

-          Tu dijiste que harías lo mismo que yo – la interrumpió Luciana y mientras le hablaba comenzó a quitarse la ropa hasta quedar totalmente desnuda, en ese momento llevaba puesto un vestido de entre casa y ojotas, sin ropa interior – así desnuda como me ves es como me gusta moverme en mi casa de acá.

-          Y seguro que quieres que haga lo mismo? – le preguntó Yolanda, indecisa, tímida.

-          Me encantaría ver tu hermoso cuerpo desnudo, eres muy bella y joven. Pero tienes que saber que pronto vendrá Francisco y debes también estar preparada no solo para que él te vea, sino para que tú lo veas a él.

-          Creo que no tengo muchas opciones o si?

-          Tienes dos opciones, elige tranquila, no te sientas presionada.

-          Elijo la vida de Ustedes, Lu, si tu y tu marido lo hacen, debe ser bueno.

Y Yolanda se desnudó ante Luciana y una vez que las dos estuvieron desnudas, guardaron su ropa en un placard y siguieron con las tareas domésticas hasta que retornó Francisco, que aplaudió al ver a las dos mujeres sin ropa.

-          Te felicito principalmente a ti, Yolanda, conozco los gustos de mi mujer, pero tenía dudas acerca de los tuyos. Cuando te acostumbres a estar sin ropa, te va a parecer un fastidio cada vez que la tengas que usar.

-          Lo hice porque quiero mucho a Luciana y si ella dice que esto es bueno, para mí está bien.

-          Con permiso – dijo Francisco y se retiró para volver al rato como Dios lo trajo al mundo – así estoy más cómodo – cuando Yolanda lo vio a Francisco sin ropa, no pudo dejar de mirar, aunque disimuladamente, el pene del hombre, se lo veía majestuoso, de un hermoso tamaño.

-          Estuve en casa de Eduardo y Ariel – le dijo Francisco a su mujer y luego dirigiéndose a Yolanda, agregó – son dos de nuestros amigos de la costa. Los vas a conocer más tarde, te van a caer bien, ellos también practican el nudismo, pero no te vayas a hacer ilusiones porque son gay.

-          Está claro, espero poder comportarme delante de más gente – dijo Yolanda.

-          Lo harás, si has podido desnudarte delante nuestro, podrás hacerlo ante perfectos desconocidos – la tranquilizó Francisco.

-          Los muchachos vienen para acá o vamos nosotros a su casa? – preguntó Luciana.

-          Nos encontramos todos en la quinta de Candela y Donato, es después de cenar la reunión, así que comemos algo y nos vamos para allá.

-          Regio, te va a encantar Yoli, es una casa quinta hermosa, un chalet estilo inglés tan grande que adentro te pierdes y afuera tiene un parque hermoso, con pileta de natación climatizada y se llena de gente.

-          Uy y quieren que yo los acompañe? Me da un poco de vergüenza, no conozco a nadie y no . . .

-          De eso se trata, se llena de gente y muy pocas personas se conocen, el resto son todos desconocidos, entonces puedes hacer lo que te plazca, lo que te de la gana, sin importarte nada, ni de nadie. Todo bien, te das cuenta que bueno.

-          Mmm si, algo voy entendiendo, pero yo al principio me puedo quedar cerca de Ustedes o al menos cerquita tuyo – le dijo Yolanda dirigiéndose más a Luciana que a Francisco.

-          Yo te cuido, Yoli, descuida.

-          Además con la ropa que vas a llevar esta noche, mmm seguro tendrás más de un pretendiente – agregó Francisco.

-          Pero no es nudista el evento? – volvió a preguntar Yolanda confundida.

-          Por eso – le contestó Francisco – mírate al espejo, estás infernal Yoli.

-          Ah, era eso – se tranquilizó Yolanda.

-          Vas a ver gente que lleva la ropa arrugada, pero igual es feliz y la pasa bien – agregó Luciana

-          Si, seguro, no todos serán jóvenes, habrá gente mayor – dijo Yolanda.

Esa noche al llegar a la quinta la Candela y Donato, luego de que la presentaran, Yolanda quedó impresionada, ya que esa pareja debía estar cerca de los setenta años y se los veía muy joviales. La pareja dueña de casa, recibía a sus invitados en un ambiente muy agradable ubicado en el ingreso del chalet y luego los invitaban a pasar a un cuarto cercano al que se llegaba por un pasillo, en donde los recién llegados, podían dejar la ropa cómodamente doblada y guardada y desde ese mismo ambiente pasaban a una sala principal en donde ya había un número importante de invitados.

Yolanda, Luciana y Francisco, ingresaron a ese cuarto y se despojaron de sus ropas para integrarse al resto de la gente. Yolanda caminaba tras la pareja, como escondiéndose y de a poco se fue soltando, al notar que nadie la estaba mirando fijamente a ella para ver su desnudez.

Conoció en seguida a Eduardo y Ariel, que estaban esperándolos a sus patrones para conocerla a ella, lo que la hizo sentir muy bien, sobre todo tranquila de saber que esa pareja de muchachos apenas mayores que ella, eran gays y además gente en quien poder confiar.

Yolanda pensó que estando con ellos no corría peligro, pero eso no era tan así, ya que los muchachos les convenía estar junto a una mujer tan hermosa como ella, porque eso los hacía estar en la mira de muchos hombres.

Al poco tiempo de estar en esa reunión tan extravagante, en donde toda la gente estaba desnuda, Yolanda ya se había separado de sus patrones y se movilizaba con la pareja gay que la tenían tomada uno de cada brazo y se pavoneaban con ella por todas partes buscando atraer algo interesante para ellos.

Candela era una mujer sesentona que todavía conservaba un hermoso cuerpo, a base de siliconas, cirugías, implantes y demás y lo que mejor tenía era su gusto refinado por las mujeres. Ella puso el ojo en Yolanda cuando la recibió en el ingreso a su casa y ahora que ya se había desnudado e integrado a la reunión, se dedicó incansablemente a buscar a la chica hasta que la encontró, del brazo de la parejita gay. Por supuesto que no le costó nada, separarla de esos muchachos, que entendiendo lo que pretendía la anfitriona, se la mandaron como si fuera un paquete.

-          Yolanda, ve con Candela, que te está invitando a compartir un brindis con ella –le dijo Ariel, mientras le señalaba la ubicación de Candela y le daba un pequeño empujoncito, como diciéndole: la suerte está echada.

-          Que vaya con la Señora? – dijo Yolanda incrédula – me espera a mi?

-          Si, a ti y no le digas Señora, dile Candela, acá todos somos amigos, si?

-          Ven preciosa, te estaba buscando – que gustas tomar?

-          Estaba tomando gaseosa Can-Candela.

-          Si, ese es mi nombre, no prefieres champagne?

-          Bueno, puedo probar un poco – le dijo Yolanda.

-          Ven, sígueme, que te mostraré mi casa, tu no la conoces verdad?

-          No Señora.

-          Candela es mi nombre.

-          Perdón, Candela.

Candela la separó de la reunión y la hizo pasar por distintos ambientes hasta llevarla a una pileta climatizada, cubierta además y que estaba separada de la zona en donde estaban los invitados a la reunión, el ambiente estaba rodeado de plantas y muebles de playa, acolchados, ideales para reposar relajadamente.

Le invitó a darse un baño, aprovechando la temperatura ideal del agua, porque lograría una relajación total, es más le dijo que estaba dispuesta a meterse con ella, por si no quería hacerlo sola. Finalmente se dio un chapuzón y cuando salió, le confirmó a Candela, que se sentía estupendamente, que la sensación de nadar desnuda es única.

Candela la hizo sentar en una reposera al borde de la pileta y tomó un toallón y comenzó a secarle la espalda, las piernas y todo su cuerpo. Claro que en determinadas partes del cuerpo, las manos de Candela hacían estragos y arrancaban pequeños jadeos a la morocha, que se sentía como cuando estuvo con Alejandra. Solo que ahora, quien la estaba acariciando era más grande que su mamá, pero tenía unas manos deliciosas y sabía hacer unas caricias que le resultaban soñadas.

-          Cierra los ojos y relájate chiquita, deja que mamá Candela se encargue de secar todo tu cuerpo – le dijo Candela.

-          Si, mmm, sécame toda, mmm, lo haces tan bien, mi Dios, tu sabes lo que haces, sigue Candela, sigue mmm.

-          Splash mmm te gusta, eres mi perrita, splash mmm – Candela había amasado las tetas, pellizcado y besado pezones, el cuello, mordiendo los lóbulos de las orejas y besando los labios en busca de la lengua de Yolanda.

Todo lo hacía con paciencia y dedicación, con extremada delicadeza, como solo una mujer es capaz de tratar a otra mujer. Había recorrido todo el pecho, el cuello, la cara y ahora bajaba con su lengua hasta el vientre y Yolanda enloquecía y no podía contener los jadeos y pequeños grititos que salían involuntariamente de su cuerpo. Temblaba, sus piernas se movían y de su vagina brotaba un flujo caliente que mojaban sus piernas.

Con sus manos se pellizcaba las piernas, su parte lateral, su contorno, como preguntándose si era cierto lo que le estaba pasando y se desesperó cuando sintió el aliento caliente de Candela sobre su clítoris, se lo mordía y se lo chupaba y con sus labios lo estiraba y le abría los labios de la concha, para pasar la lengua y recorrerla en  toda su profundidad y adyacencias. La cara de Candela estaba empapada, por el torrente de flujo que salía de la cueva de la morocha y ésta comenzó a saltar, porque no podía contener el orgasmo que estaba saliendo de su cuerpo.

Candela tapó los gritos de Yolanda estampándole su concha sobre la cara a la muchacha, con las piernas abiertas y lubricada en extremo, la chica le separó más las piernas y se la comió, le mordía el clítoris y bajaba hasta la concha y estirando su lengua le llegaba hasta el culo, lo tenía tan caliente y abierto, que lo podía penetrar con su lengua sin problemas y cuando la lengua bajaba hasta la concha, los dedos de Yolanda entraban en ese hermoso orto. Candela tampoco aguantó mucho y acabó como una yegua y quedaron tiradas una sobre la otra, hasta que les fue posible levantarse y volvieron a besarse largamente en la boca.

Cuando al fin se recuperaron, se incorporaron y se unieron a la gente que comía, bebía, bailaba y se amaba, sin prejuicios, con total libertad. Yolanda volvió a ver a su patrona, ahora su amiga, con otro hombre, miró mejor para cerciorarse, pero si, era Luciana y estaba con un joven que podría ser de la edad de Lucio.

Yolanda dio un pequeño rodeo para poder acercarse más hasta la ubicación de Luciana, sin ser vista por su amiga. Quería estar completamente segura de lo que estaba viendo, de lo que estaba haciendo su amiga con ese joven.

Cuando estuvo a centímetros de ella, se le dio por recordar lo que había visto aquella tarde en la cocina, a su patrona tirada sobre la mesa en donde se preparaban las comidas y al cocinero sobre ella, penetrándola como a una yegua en celo.

Se repetía la escena, ahora con otro amante, a su juicio su patrona, su amiga mientras estuvieran en la costa o a solas, se comportaba como una verdadera puta. O en todo caso, para entenderlo mejor, se comportaba como su cuerpo se lo pedía, le estaba dando de comer al cuerpo y también al alma, porque se la veía gozar, plena, sin prejuicio alguno, liberada, relajada, como si estuviera sola entre medio de más de cincuenta personas.

Decidió dejarla y se puso a husmear por ahí a ver que más veía, mientras ella caminaba, mucha gente que la observaba sola le hacía invitaciones, distinto tipo de invitaciones, para tomar una copa, para probar un bocado o para coger, estas proposiciones venían de hombres, mujeres e incluso de parejas. Pero a ella ninguna de estas personas le había provocado nada, por lo cual decidió seguir dando vueltas entre la gente hasta ubicar a Francisco o a la parejita gay.

Primero encontró a la parejita gay, se fue nuevamente a su lado, para servirles de carnada para levantar tipos. Ariel se lo dijo ni bien la vio y de una manera por demás directa y sin medias palabras.

-          Yolanda, al fin te encontramos, te secuestro Candela, no? – se sonrió con picardía y continuó diciéndole – ella es así, seguro que cuando llegaste a su casa te vio y quedó flechada. Bueno amiga, quédate con nosotros que no levantamos nada y la noche ya está avanzada.

-          Quieren que los acompañe? No seré un estorbo yo para Ustedes, porque si están de levante y los ven conmigo, no se que puedan pensar los demás hombres.

-          Tu atraes las miradas masculinas, Yolanda, te das cuenta lo que te pedimos? – le dijo Eduardo metiéndose en la conversación.

-          Ok, por mi no hay problema, los acompaño y Ustedes a mi.

-          Bien, escucha lo que te voy a decir, si algún tipo te mira, tu tienes que sonreír, te tienen que ver como que estás con ganas de conocer gente, me entiendes?

-          Si y si el tipo me gusta a mi?

-          Es para ti y si nos gusta a nosotros, te lo haremos saber apretándote el brazo o haciéndote alguna seña, descuida, te darás cuenta.

-          Ok, salgamos a levantar algo – dijo Yolanda y se volvieron a colocar Eduardo y Ariel, uno de cada brazo de la hermosa morocha.

Esa noche no pasó nada que sea digno de importancia, a no ser lo que vivieron Yolanda y Luciana, cada una por su lado. Cuando decidieron emprender el regreso, Francisco invitó a la parejita gay a terminar la noche en el departamento de ellos y estos aceptaron. A Yolanda esta invitación no le llamó la atención, por lo buena gente que se mostraba esta pareja de muchachos, teniendo en cuenta además, que en el departamento de Luciana y Francisco había comodidades para que todos pasaran una linda noche.

Al llegar al departamento, Luciana y Yolanda, se fueron a la cocina a preparar café y los tres hombres quedaron en el living buscando una película para ver antes de dormir. Luciana y Yolanda conversaban acerca del evento del que habían participado, charlando de aspectos triviales del encuentro, sin contar ninguna de las dos, lo que habían vivido. Luciana estaba enterada de los gustos de Candela y cuando ella se enteró por la parejita gay que Yolanda tuvo una caminata a solas con Candela, no le costó mucho esfuerzo imaginar que pudo haber pasado entre ellas. A su vez Yolanda descubría por segunda vez a su patrona y amiga en una situación de entrega sexual y no con su marido.

Pero ninguna de las dos quiso aclaran su situación o mejor dicho, lo vivido esa noche, decidieron mantenerlo para sus adentros, al menos hasta ese momento.

Una vez que el café estuvo preparado, se dispuso en una bandeja unos pocillos, cucharitas, azúcar, crema y unos pastelitos dulces y se fueron ambas para el living en donde esperaban los hombres para la degustación de lo que ellas habían preparado.

Para Luciana encontrar a los tres hombres como los tenía frente a sus narices, no era ninguna novedad, pero si lo fue para Yolanda, que tenía una sorpresa tras otra.

Francisco se encontraba acostado sobre el sillón principal, con las piernas bien abiertas, Ariel se había acomodado entre esas piernas y tenía dentro de su boca la verga del marido de Luciana, mientras con una mano le acariciaba los huevos. Eduardo, se había instalado a la altura de la cara de Francisco, acercando su pija para que el hombre que recibía la mamada de Ariel, hiciera lo mismo con la suya. Así que Francisco disfrutaba doblemente, por un lado la mamada que Ariel le estaba haciendo con masaje de huevos incluido y por el otro se deleitaba chupándole la verga a Eduardo, haciéndole temblar las piernas y obligándolo a mantenerse agarrado al mueble que los sostenía para no caer al piso.

Yolanda creyó que Luciana iba a pegar el grito en el cielo, incluso pensó que iba a tirar la bandeja con todo lo que habían preparado, pero no, solo les llamó la atención, para que detuviesen lo que estaban haciendo y se juntaran con ellas para consumir lo que prepararon.

-          Vamos chicos, a portarse bien – les dijo Luciana, tan tranquila como si nada raro hubiese visto.

-          Mmm, si ya estamos contigo Luciana – dijo Eduardo, retirando su verga de la boca de Francisco.

-          No pudieron llegar en momento más inoportuno – dijo alegremente Ariel, que se limpiaba la comisura de sus labios, dejando la verga de Francisco colorada y dura, latiendo como una bomba a punto de estallar.

-          Ya estoy amor – dijo Francisco, como si nada, cuando el hombre le estaba chupando la pija a un muchacho apenas más grande que su hijo.

Yolanda no supo que decir, tomó el café, comió un par de pastelitos y se puso a conversar con Luciana de asuntos intrascendentes, solo para quitar de su mente lo que había visto en ese living, donde los tres hombres se la estaban dando entre ellos y eso para ella no era algo de todos los día y la ponía muy nerviosa.

Yolanda se encontraba además de nerviosa, muy incómoda, no sabía para donde mirar, porque desde adonde ella estaba sentada, le quedaban los tres hombres a su frente, por lo que debía desviar la mirada para no verlos en el estado que estaban. Por eso se paró y se puso a mirar por el ventanal que daba al mar, aprovechando que había luna llena y eso hacía que se pudiera ver el horizonte todo iluminado.

Los hombres se habían incorporado y acomodado un poco como para degustar el café preparado. Francisco no podía bajar su erección, a pesar de que estaba su esposa y Yolanda en el mismo ambiente que ellos, que podrían haberlo sacado de su concentración en lo que estaba haciendo. Eduardo, al igual que Francisco, también estaba muy excitado, pero a él su erección le había disminuido en gran parte y Ariel, estaba normal, solo un poco acalorado por la tarea que venía desarrollando, pero no avergonzado, ni nada que se le pareciese.

Terminado el café, Luciana y Yolanda se retiraron a descansar, dejando a los hombres solos, para que continuaran con lo que venían haciendo, ya que fueron interrumpidos por las mujeres de la casa.

-          Bueno, nosotras nos vamos a descansar, fue una noche larga y estamos rendidas, verdad Yoli – dijo Luciana.

-          Si, yo también estoy rendida.

-          Yo me quedo con los muchachos – dijo Francisco – vamos a ver unas películas, no tenemos sueño.

-          Buenas noches hermosas – les dijo Eduardo, muy amable.

-          Que descansen – agregó Ariel.

-          Las quiero chicas – dijo Francisco, al tiempo que llamaba a Eduardo y Ariel a su lado, para abrazarse los tres juntos.

Luciana empujó desde el brazo a Yolanda hacia el pasillo que llevaba a los dormitorios y la chica caminó obedientemente delante de la ella, hasta que la tironeó para que entrara a su propio dormitorio.

-          Ven – le dijo y cerró la puerta – esta noche quédate a dormir conmigo, no me gusta dormir sola y ya veo que Francisco por hoy se olvidará de mi.

-          Está bien, yo estoy acostumbrada a dormir sola – dijo Yolanda – pero me encantará dormir contigo.

-          Y hablaremos hasta quedarnos dormidas, te gusta eso?

-          Me encanta hablar, sobre todo con una persona como lo eres tú, de la cual puedo aprender.

-          Bien, a mi me gusta dormir tapada, bien tapada y a ti?

-          Si, a mi igual, a veces tengo miedo y meto la cabeza bajo las frazadas.

-          Bueno, quien agarra a quien? Porque a mi me gusta dormir agarrada.

-          Quieres que yo te agarre a ti?

-          Mmm si, dale – Luciana se dio vuelta y se colocó como para que Yolanda se abrazara en la típica posición cucharita.

-          Uy, estoy sintiendo tus tetitas en mi espalda, me las estás clavando, jajaja – le dijo Luciana, divertida.

-          Tú me dijiste que te abrazara y lo hice.

-          Si, me encanta, estás excitada verdad?

-          Como te diste cuenta Lu?

-          Porque tienes los pezones duros y los siento nítidamente en la espalda.

-          Es verdad, eso no lo puedo manejar.

-          No hay problema, es lindo estar excitada.

-          Es que hoy fue una noche larga y de muchas cosas nuevas para mí.

-          Una noche y un día, el viaje, lo que hablamos, el nudismo, el evento, si es mucho para un solo día.

-          Es verdad, pero bueno, me gustó la experiencia.

-          Estuviste con Candela, verdad? – le preguntó Luciana.

-          Sh-si, te lo dijo ella? – Yolanda se puso roja de vergüenza, pero se tranquilizó al recordar que la habitación estaba a oscuras y además ella se encontraba abrazada a la espalda de Luciana, por lo que no podía ser vista.

-          No, pero me lo imaginé. Cuando entramos a la casa de ellos, yo vi como te miró Candela y supuse que en cuanto se liberara de recibir a sus invitados, saldría a buscarte y acerté por lo que veo.

-          No se puede tener secretos, eh Lu?

-          No, entre nosotras. Acá en la costa, practicamos el nudismo no solo físico, sino que también del alma. Sacamos todo lo que llevamos muy dentro al exterior.

-          Entiendo, ahora puedo preguntar yo, Lu?

-          Por supuesto, lo que quieras.

-          Tu tampoco la pasaste mal, verdad?

-          Ah, pillina, me viste con el gordito pelado, es eso?

-          Noo, te descubrí teniendo sexo con un chico joven y muy lindo. Entonces estuviste con más de uno?

-          Uy, me pisé solita. Si, es verdad, estuve con dos chicos, el primero era un gordito, con la cabeza afeitada, sabes? Los peladitos me excitan, por eso me fui con él. Me llevó hasta el parque, nos sentamos en un banco de plaza y me pidió que le hiciera sexo oral, pero sabes que? Por más que me esforcé no pude hacérsela parar, después me dijo que tenía problemas para relacionarse y que por eso se trataba con un sicólogo. Lo dejé a este peladito y enseguida me encontré con el otro chico, que debe ser con quien me viste. Con él si, la pasé muy bien.

-          Si, te vi muy entusiasmada con el chico ese. Me acordé cuando te vi en la cocina con Tomás y me pasaron tantas cosas en la cabeza, que no podría contártelas.

-          Ves Yoli, acá soy una mujer y allá otra. Puedes entenderlo?

-          Si, claro que si, te entiendo. Quieres contarme algo de tu marido?

-          No tengo inconveniente, que quieres saber?

-          Como te sientes de ver lo que él hace con los muchachos esos?

-          Bien, normal, así me siento. No me preocupa. El está pasándola bien, lo mismo que yo. Cuando salimos de este lugar, volvemos a ser las personas serias y recatadas que somos. Y espero que tu actúes de igual forma que nosotros, si Yoli?

-          Así lo haré Lu. Entonces no te molesta que Francisco le pueda chupar la verga a otro tipo?

-          Para nada, además seguro que también le dan por el culo y tampoco me molesta.

-          Es posible que pase eso también, si.

-          Tu habías percibido algo en mi marido durante el tiempo que estuviste en casa?

-          Jamás podría haber dicho que Francisco era capaz de hacer algo parecido.

-          Y sin embargo lo hace y es un tipo normal. O acaso tú no te acuestas con mujeres y no por eso te consideras lesbiana o mala persona. Solo le das de comer a tu cuerpito.

-          Es verdad, no es más que eso.

-          El resto son prejuicios que nos han metido desde nuestra crianza.

-          Ay, Lu, te das cuenta porque me gusta estar contigo y digo que a tu lado puedo aprender muchas cosas?

-          No olvides que te llevo algunos años, chiquita.

MARCELA ( marce459@live.com.ar )