LA MUCAMA Y EL COCINERO - Parte 5

Lucio somete a su hermana, después a la mucama, se forma un trío, el cocinero se come a la patrona, el marido con una pareja gay, todos unidos por el sexo.

LA MUCAMA YEL COCINERO.

PARTE 5/12.-

El clima entre los hermanos estaba pasando por una tensa calma. Ambos recelaban del otro, no había confianza entre ellos.

Lucio estaba convencido que Alejandra le ocultaba algo, que no era franca para con él. Alejandra a su vez, mientras estaba con su hermano pensaba en Yolanda. Era el motivo que tenía para tratar de calmar el apetito sexual de Lucio. Ella estaba dispuesta a hacer lo que fuese necesario para que su hermano no sintiese deseos de tener sexo con Yolanda, porque esa mujer era para ella, no estaba dispuesta a compartirla con nadie y mucho menos con su hermano, que ya había mostrado con creces que era un degenerado.

Después que terminara de hacerle sexo oral a su hermano, trató de mostrarse cariñosa con él, para constatar si ya estaba satisfecho o todavía tenía deseos de hacer algo más.

-          Estuve bien Lucio? Te gustó como lo hice? – le preguntó mientras acariciaba las piernas de su hermano.

-          Si, estuviste bien, lo que me pone mal es tener que presionarte para que hagas lo que te pido. No quiero que me hagas enojar más, si te pido algo lo haces y punto, quieras o no. No consigues meter en tu cabeza que eres una perra, mi perra y que siempre que te pida lo que sea lo tienes que hacer.

-          Está bien Lucio, prometo no darte más trabajo, haré siempre lo que me pidas sin protestar.

-          Recuerda bien estas palabras que acabas de decir, porque te pondré a prueba permanentemente. Tal vez ahora no lo percibas, pero te aseguro que te haré pasar momentos de mucho placer. Eso te llegará cuando te sueltes, cuando abandones los prejuicios y cada vez que estés frente mío sientas que lo único que te da placer es servirme.

-          Lo recordaré Lucio.

Lucio le dijo a su hermana que lo ayudara a cambiarse de ropa ya que tenía que salir de la casa. Previo a eso Alejandra tuvo que acompañarlo hasta el baño, desvestirlo, bañarlo, secarlo, perfumarlo, peinarlo y vestirlo, haciendo el papel de una esclava, cosa que agradó a Lucio, el comportamiento de su hermana como su cierva.

Cuando estuvo dispuesto a salir, se hizo acompañar hasta la puerta de calle, abrir la puerta y despedir, quedando satisfecho por la labor desempeñada por su hermana, ya que notaba que asumía su prédica. Mientras caminaba hacia su destino, una sonrisa se dibujaba en su rostro, de solo imaginar todo lo que le haría hacer próximamente a su hermana.

Por supuesto que en esos pensamientos también entraba Yolanda, con ella tal vez fuera más exigente que con su hermana. A Yolanda la tenía que domesticar un poco más todavía, solo le había pedido sexo oral, ahora tendría que darle una buena cogida, probar todos sus agujeros y porque no hacerla tener sexo con su hermana. Eso les vendría bien a las dos, ya que a Alejandra la veía medio pacata, seguramente sería una buena prueba para verificar el nivel de sumisión que había alcanzado.

Lucio ni se imaginaba de la relación que había empezado a desarrollarse entre ellas. Y tampoco sospechaba lo que pasaba por los pensamientos de una y otra chica.

Alejandra dejó que Lucio se alejara unos pocos metros, cerró la puerta de la casa con llave y se fue hacia la cocina, quería picar algo y ver que ambiente había por ahí entre Yolanda y Tomás.

El cocinero estaba preparando los alimentos para la cena, mientras Yolanda hojeaba una revista de actualidad sentada en una banqueta. Esta levantó la vista cuando se abrió la puerta para saludar a Alejandra que ingresaba a la cocina buscándola.

-          Hola Yolanda, como estás Tomás? Que estás preparando de rico para la cena? – dijo Alejandra al ingresar a la cocina

-          La comida preferida de tu mamá, Ale, bah, creo que es la comida preferida de todos – le contestó el cocinero.

-          Hola Ale – dijo Yolanda, dejando la revista a un lado para mirar a su patrona.

-          Que bueno, quería comer algo, porque me entró un poquito de hambre, que puede ser?

-          Dulce o salado Ale?

-          Prefiero algo salado.

-          Enseguida te prepara un sándwich de jamón y tomate, con o sin mayonesa lo quieres?

-          Sin, lo prefiero sin mayonesa, hay que cuidar la línea Tom.

-          Ya te lo preparo.

-          Y tu Yolanda, podrás ayudarme a acomodar mi vestidor o quieres dejarlo para mañana?

-          Cuando tu prefieras Ale, tu mandas?

-          Ok, que sea luego del sándwich.

-          Bien Ale.

Cruzaron la casa hacia el cuarto de Alejandra, en silencio, pensando cada una en sus propias historias y preferencias.

Alejandra tenía en mente ingresar a su cuarto y tras cerrar la puerta, besar a Yolanda apasionadamente, deseaba abrazarla y tocarla. Quería recorrer todo su cuerpo con las manos y con la boca, lamerla, llenarla de saliva, aspirar muy fuerte su aroma corporal y amarla, quería arrancarle fuertes orgasmos, bien ricos e intensos, para que ella no pudiera olvidarla, siendo su mayor deseo que esa relación se volviera una adicción. Quería crearle dependencia, que no pudiera vivir sin sus caricias y besos, que estuviera todo el día añorando la hora de su llegada y que cada vez que ella llegara a la casa, la mucama se fuera corriendo a su cuarto para que ella la amara y la colmara de felicidad.

Para Yolanda el pensamiento pasaba por otra parte. Su meta, su mayor ambición era crecer, salir de la categoría social en la que estaba, se merecía algo más. Si bien vivir en una casa confortable, comer sin ningún tipo de privaciones, dormir en una cama cómoda sin tener que compartirla con nadie, no sufrir las inclemencias del clima, todo eso era una mejora en su calidad de vida. Pero debía ascender aún más, ya que a todo eso había llegado trabajando de mucama, lo que era una ocupación de baja categoría.

Necesitaba elevar más su nivel y eso tenía que ver con acceder a un trabajo mejor, a uno que le permitiera obtener mayores ingresos, como para poder tener su propia casa o mejor aún, un departamento, en un barrio digno, lejos de la periferia. Y para alcanzar sus objetivos haría lo que fuese necesario hacer, todo, para ella el fin justifica los medios.

-          Te diste cuenta que no hablamos una palabra desde la cocina hasta acá?

-          Si, es verdad, estaba pensando – respondió Yolanda a la pregunta de Alejandra, que tal como había pensado y planeado, luego de ingresar al cuarto cerró la puerta y se estrechó en un abrazo con la mucama, explorando con sus manos el cuerpo de la morena.

-          Mmm se puede saber en que pensabas hermosa? – Alejandra estaba muy caliente y lo demostraba aún sin quererlo. Tenía en su boca el sabor del sándwich que le había preparado Tomás, con lo que había podido quitarse el gusto a semen y verga de su hermano.

-          Pensaba en ti, en muchas cosas, como seguirá nuestra relación, la podremos continuar sin que nos descubran, esas cosas – nada más lejos de la verdad, Yolanda no podía confesarle a Alejandra sus verdaderos pensamientos, que eran subir, crecer, trepar a cualquier costo, de cualquier manera.

-          Muack splash mmm que rica que estás amor – las lenguas se entrelazaban, la saliva se intercambiaba de una boca a la otra, las manos no descansaban, iban por sobre la ropa y por bajo de ella, llegando hasta la carne – no te preocupes, yo me las arreglaré para que esto funcione, tengo algunas ideas y haré todo lo que sea necesario y más, mucho más, mmm muack splash.

-          Como estás Ale, te noto muy caliente, me equivoco, mmm ahhh.

A Yolanda no le disgustaba la franela que le estaba dando Alejandra, era una mujer muy sensual y no tenía límites, ni prejuicios. En cambio Alejandra si tenía prejuicios y límites y le costaba superar todo ello. Esto tenía relación directa con la crianza y la educación de una y de la otra.

A Alejandra la criaron entre algodones, cuidando que nada le sucediera, llevándola a buenas escuelas, con profesores y médicos particulares y todo tipo de asistencia necesaria por parte de la familia.

Yolanda en cambio, provenía de un hogar extremadamente humilde, pero a su vez promiscuo. Vivían en una casa de madera y chapa, con agujeros en paredes y techo, careciente de todos los elementos de confort que existían. Además el lugar era muy pequeño, teniendo que cohabitar todos los integrantes de la familia en un mismo cuarto, que oficiaba de cocina, comedor, dormitorio y carecía de baño, por lo que las necesidades fisiológicas había que evacuarlas en el exterior de la casucha.

En esa casa vivían Yolanda, sus padres y tres hermanos, durmiendo los padres y los dos hermanos menores en la cama y los dos mayores en el piso, sobre unos cartones. A la hora de tener sexo los padres lo hacían como si estuviesen solos, los chicos lo interpretaban como un juego de adultos.

Así se acostumbraron a ver a sus padres desnudos, uno sobre el otro, realizando las más diversas prácticas sexuales frente a ellos. Incluso el padre de Yolanda, en ausencia de la madre, llevaba vecinas o conocidas a la única cama que había en la casa y amenazaba a sus hijos con darles una paliza si le contaban a la madre.

Así los niños comenzaron a ver la vida desde otro ángulo, viviendo en la promiscuidad de sus padres y de sus relaciones, mientras descubrían por la televisión que existía otra vida más agradable, lo que los hacía crecer con resentimiento por la suerte que les había tocado en vida.

-          Sabes que Yoli, siento algo muy fuerte contigo, me estoy enamorando de ti o ya lo estoy, uf, no lo puedo manejar – le confesó Alejandra a su chica.

-          Yo también siento algo por ti, Ale – le contestó Yolanda, lo que era una verdadera mentira, pero que servía a sus propósitos.

-          Entonces abrázame fuerte y dame muchos besos, te estoy necesitando amor – Alejandra se puso con su máxima energía a besar, abrazar y acariciar a quien ella consideraba desde ya, su pareja.

Se fueron trasladando hasta la cama, en donde se desvistieron, la una a la otra, a la par de las caricias y besos, cada vez más intensos y calientes.

Alejandra se encontró con las tetas de Yolanda en sus manos, las palpaba y amasaba con verdadera pasión, para más tarde besarlas una y otra vez, hasta sentir endurecer los pezones. Pasaba su lengua por toda la superficie de las tetas, mordisqueando los pezones y lamiendo el espacio que se forma entre ellas. Yolanda tenía extrema sensibilidad en los pechos, así que disfrutó mucho esos mimos dados con tanta sensualidad y amor verdadero.

Una de las manos de Alejandra, fue bajando por el cuerpo de Yolanda, hasta alcanzar la zona caliente, a donde ingresó desde atrás, acariciando la cola, separando las nalgas, pasando el dedo mayor por toda la raya y jugueteando en el orto, para seguir camino hasta la concha que derramaba flujo a chorros.

La otra mano bajó por la parte de adelante, hasta el ombligo, acariciando en círculos la pancita lisa y firme de Yolanda y deteniéndose para juguetear con dos dedos en el clítoris, presionándolo, con suavidad, con firmeza y aprovechando para humedecer los dedos en el flujo vaginal, llevándole algo de esa humedad al botoncito que es fuente de placer en las mujeres.

Alejandra llevó su mano más impregnada en flujo a su nariz, para oler el perfume que emanaba de esa concha caliente y luego metió los dedos en la boca para saborear los mismos. Acto seguido, se bajó hasta la zona caliente, besando todo el cuerpo de Yolanda al pasar con la lengua desparramando saliva, hasta llegar al clítoris, al que chupó con todo esmero, aplastando su cara contra la concha, metiendo su lengua en punta dentro del canal vaginal, saliendo y mordiendo los labios y el clítoris y pasando la lengua de arriba abajo, hasta alcanzar el orto y volver al punto de partida, hasta que la muchacha dueña de ese cuerpo de maravillas comenzó a soltar grandes cantidades de flujo, arqueando su cuerpo, con fuerte temblores en sus piernas y gritando como si nadie estuviera en la casa, que hizo que la propia Alejandra se asustara.

Yolanda había tenido dos, tres o más orgasmos seguidos, muy fuertes, no fue simulación, fue real lo mucho que gozó, aunque lo de ella era meramente sexual, no había amor en lo que a ella concernía. En cambio para Alejandra, fue tocar el cielo con las manos, había hecho gozar como a una yegua a su chica, ya la tenía más cerca de si, según ella consideraba.

En seguida Yolanda, le propuso cambiar de posición y acomodarse para un clásico 69, en donde las dos tendrían la posibilidad de mimarse al mismo tiempo.

-          Si, desde ya que quiero hacerlo – le contestó Alejandra, ven, date la vuelta.

-          Te voy a chupar la concha como nadie lo habrá hecho en tu vida, Ale.

-          Mmm te deseo amor, te amo, te voy a hacer muy feliz, tanto como tú me estás haciendo a mí.

-          Splash mmm – Yolanda comenzó a mamar esa concha tierna y casi virginal, de forma tal que Alejandra era ahora la que saltaba y gritaba.

En esta oportunidad Yolanda puso toda su pasión para devolver a Alejandra todo lo mucho que ella la había hecho gozar, minutos antes. Tal es así, que por fuerza de los orgasmos que estaba teniendo, se le soltaron jadeos, gemidos y gritos de perra salvaje, sintiéndose como nunca en su vida se había sentido.

Alejandra estaba descubriendo en esa oportunidad el amor verdadero, lo que no había sentido con nadie antes jamás y mientras se relajaba en la cama abrazada a su chica, se puso a pensar si ella sería en realidad lesbiana.

No se atrevió a consultar esa inquietud con Yolanda, por miedo a que se pudiera asustar, ya que la tenía catalogada como heterosexual, a pesar de estar en ese momento acostada con ella.

No podía apartar de su mente cuando la vio a Yolanda mamar la verga de su hermano, lo había hecho como una verdadera profesional, recordaba como agarraba esa verga con una mano y con la otra como sopesaba los huevos.

Como jugaba con sus labios y lengua con el tronco de su hermano, recorriendo toda su extensión, para darle pequeños chuponcitos en la cabeza y tragarla y sacarla fuera de la boca y después hacerle el mete y saca, bajando hasta meter bien dentro de la boca la verga, para finalmente tragarla por completo, haciendo pasar la cabeza de la verga hasta la garganta, aguantando o reprimiendo las arcadas. No podía dejar de recordar, cuando notó que su hermano estaba por acabar y ella se acomodó para recibir la leche. La había recibido gustosa, con alegría, mirando a los ojos a su hermano como preguntándole si estaba bien lo que hacía.

En la parte final, cuando terminó de tragar toda la leche, le mostró a su hermano la boca bien abierta para que él mismo constatase que se la había tragado toda y después de eso, tuvo fuerzas y deseos para seguir chupándosela, en realidad para dejársela bien limpia. Era evidente que no era la primera vez que lo hacía, tenía razón su hermano cuando le comentó: “si te habrás tragado vergas” o algo parecido.

-          Estás bien Ale – le preguntó Yolanda, sacándola de sus pensamientos.

-          Si, mi amor, no sabes todo lo feliz que me has hecho, esto no lo voy a olvidar y tú quiero que sepas que me tienes a mi para lo que sea.

-          Cuento contigo Ale y desde ya te agradezco. Yo también la pasé bien.

En el momento que salía Yolanda de su habitación, venía caminando por el pasillo en sentido opuesto, Luciana, la madre de Alejandra, que observó el cabello desarreglado de su empleada, lo que le llamó la atención. Yolanda se perdió en el área de servicio, notando como su patrona la había mirado. Mientras se arreglaba frente al espejo, ella misma trataba de calmarse pensando que si la descubrían, seguramente la echarían, pero contaba con poder manejar a ambos hermanos.

Luciana entró al cuarto de su hija, golpeando la puerta, sin esperar el clásico “adelante”. Sorprendió a Alejandra totalmente desnuda en su cama, con las piernas abiertas, una de sus manos sobre las tetas y la otra acariciando su entrepierna, jugando con su sexo. Al sentir la puerta que se abría, ni se imaginó que podría ser su madre, pensó en Lucio, pero cuando descubrió que era su madre pegó un salto buscando algo con que taparse y un pequeño grito por la sorpresa que le dio.

-          Pero mamá, como entras así a mi cuarto? – trató de ponerse ella en la ofensiva, pero no le sirvió para mucho.

-          Y tu que haces desnuda, no te da vergüenza estar así? Mejor que tengas una buena explicación.

-          Mamá, por si no te diste cuenta, estoy en mi cuarto, en mi intimidad.

-          También quiero que me expliques, ya que estás en tu intimidad, que hacía Yolanda en tu cuarto, dentro de tu intimidad, como tu misma dices, la vi salir de acá recién? – Luciana se estaba poniendo más enérgica y Alejandra se percató de eso, al ver las mejillas enrojecidas por el desconcierto que le generaba esta situación.

-          Yo-olanda?

-          Si, Yolanda, la mucama, que hacía en esta habitación, dame una explicación, tú desnuda y ella saliendo toda despeinada, arreglando su ropa. Cuando me vio, como si hubiera visto al diablo, salió disparada.

-          Estábamos arreglando el vestidor, mamá.

-          Tú desnuda y ella a medio vestir?

-          Yo estaba en ropa interior y ella me ayudó con las cajas, a correr una cosa, la otra. Pero que piensas tú, mamá?

-          Mmm me huelo raro y si acá hay algo raro, mejor lo hablas conmigo.

-          Nada raro mamá, es lo que te dije.

-          Y porque estás desnuda en la cama?

-          Porque estoy descansando en mi habitación, se supone que no debe entrar nadie, es mi lugar, a partir de ahora pondré llave para que no vuelva a suceder esto. Por si no lo sabes, me relaja mucho estar desnuda.

-          A ver, muévete de la cama – le dijo Luciana a su hija.

Alejandra, inocente, despreocupada, presintiendo que todo se había aclarado,  se levantó de la cama y se fue al vestidor a buscar algo para ponerse. Su madre, que sabía que había pasado algo en ese cuarto, se acercó hasta la cama y acuclillada en el piso, olió la superficie de la cama cual un perro sabueso. Descubrió inequívocamente, que el cubrecama se encontraba humedecido a la altura del sexo de su hija y no le cabían dudas acerca de lo que había pasado momentos antes ahí.

Se fue hacía el vestidor en donde se estaba arropando su hija y se plantó frente a ella, exigiéndole que le dijese la verdad.

-          Mira Alejandra, conmigo puedes contar, dime la verdad de lo que ha ocurrido acá y sea lo que sea, lo podremos resolver entre nosotras.

-          Ya te conté lo que estuve haciendo con Yolanda, mamá, eso es todo.

-          Ok, te dejo, quiero que sepas que no te creo.

Para Luciana había pasado algo entre las chicas, pero no sabía hasta donde pudieron haber llegado. Tal vez la humedad que ella notó se debía al flujo de su propia hija, luego de que se hubiera masturbado, esa era una posibilidad.

Y otra alternativa era que hubieran tenido sexo entre ellas, tal vez fuesen lesbianas, era algo que no sabía, pero a partir de ese momento se juramentó que vigilaría a su hija para saber lo que ella hacía con su vida.

El tema lo habló con su marido, quien no estuvo de acuerdo en espiar a la chica. El plan que había elaborado Luciana, era poner cámaras de vigilancia en toda la casa, en los sitios que estaban los censores del sistema de alarma, lo que pasaría inadvertido por todos, ya que podrían contratar a una empresa que se dedicara a eso y hacerles creer a sus hijos y al personal de servicio, que estaban renovando la seguridad de la casa.

Para Francisco, eso era meterse con la intimidad de las personas y él no consentía ese tipo de situación, por lo que dio por terminada la conversación.

Luciana era una mujer obstinada, si algo se le ocurría, se aferraba a ello y seguía hasta el fin, cuando algo tenía que dilucidar. En este caso se le había ocurrido que entre su hija y la mucama, había alguna suerte de relación oculta, al ser consultado su marido, desechó la idea que tenía ella de vigilar con cámaras de seguridad la intimidad de su hija.

Luciana no se iba a quedar así, ella iba a seguir hasta las últimas consecuencias. Debía buscar ayuda y en este caso que mejor que recurrir a quien ya le había prestado años atrás el más preciado servicio, que fue salvarla de una violación segura. Es Tomás el hombre indicado para colaborar en esto conmigo, se dijo y se encaminó a la cocina para plantearle sus dudas.

Días después de este episodio, Luciana apareció en la cocina y encontró a Tomás haciendo sus tareas y a Yolanda ayudándole, que reaccionó al verla, como si nuevamente se le hubiera presentado el diablo.

-          Como están? Como han pasado el día? – les preguntó amistosamente Luciana, mirando a ambos ocupantes de la cocina.

-          Bi-bien Señora – contestó Yolanda, sin poder percibir si había sido descubierta o no, ella algo intuía.

-          Muy bien Señora, acá estamos, trabajando –contestó Tomás. A Luciana la trataba como un empleado más, no la tuteaba y jamás se había mostrado confianzudo, ni aún estando solos.

-          Me alegro – les contestó Luciana y mirando hacia donde estaba la chica le dijo – Yolanda quiero que vayas al escritorio de mi marido y repases un poco, estuve recién y lo encontré un poco desordenado.

-          Si Señora, ya mismo me encargo – y Yolanda desapareció de la cocina y quedaron Luciana con su cocinero y amigo de la infancia Tomás, a solas, para charlar un tema que a ella le preocupaba mucho.

-          Mira Tomás, quiero que me ayudes en algo muy personal – le dijo al cocinero, ni bien la muchacha cerró la puerta y quedó a solas con él.

En la casa no estaban ni sus hijos, ni el marido, por lo que la situación era por demás propicia para la charla que ella quería tener con su amigo. Le comentó en voz baja, para no ser escuchada lo que ella había visto con sus propios ojos, sus sospechas, lo que había hablado con su hija y más tarde con su marido y el comportamiento por demás preocupado que mostraba Yolanda cada vez que le tocaba cruzarse con ella.

-          Me gustaría saber que opinión tienes de lo que acabo de contarte, Tomás. Y fundamentalmente si sabes algo más que yo o la chica te ha comentado algo, lo que sea me puede ayudar.

-          La verdad que no me esperaba un comentario tuyo de este tipo. Con Yolanda estoy a cada momento, todos los días. No se que decirte, voy a tratar de hablar con ella, es como si fuera mi hija y tú sabes que contigo estamos unidos por un lazo de años y que quiero a esta familia, como si fuera la mía propia.

-          Lo se, Tomás y tu sabes cuanto te quiero yo a ti, por eso me animo a hacerte esta confesión y a pedirte ayuda. Solo se la he pedido a mi marido y ahora a ti, con nadie más he hablado este tema.

-          Coincido con tu marido que no es bueno meterse en la intimidad de los demás, pero tratándose de un hijo, no se, me quedan dudas de cómo actuar.

-          Es verdad, me pasa lo mismo.

-          De todos modos, Luciana, supongo que lo que te mata es la ansiedad de saber que pasó, si es que pasó algo. Porque en el caso que algo hubiera pasado, no es un hecho grave, ni delictivo, ni nada, solo puede haberse dado una relación entre dos chicas jóvenes, que creo que todavía no tienen claro lo que verdaderamente es la vida o lo que quieren.

-          Trato de trasladarme yo a los años de mi hija y era tan ingenua a esa edad.

-          Exacto, a eso voy, no creo que valga la pena dramatizar demasiado este acontecimiento.

-          Me dejas más tranquila, estuve acertada al consultarte, eres mi amigo del alma y tú sabes cuanto te quiero.

-          Ey, cuida lo que dices, porque me estás dando ilusiones.

-          Es verdad que te quiero y también estoy acertada en que lo sabes.

-          Claro que lo se, es algo que tengo muy guardado y que vive dentro de mi.

-          Tomás no me estarás diciendo que tu en algún momento abrigaste alguna esperanza acerca de que tu y yo . . .

-          Luciana, te repito es algo que está guardado en mi interior, descuida.

-          Entonces tengo que dar crédito a lo que muchas veces me ha dicho Francisco.

-          Que te ha dicho tu marido? Algo de mi?

-          Si, que me miras de una manera muy rara.

-          Siempre te he mirado respetuosamente, eso está claro.

-          Eres un ángel Tomás, por eso te quiero, siempre me he sentido cuidada, segura y ahora se porque, porque tu presencia me da tranquilidad.

-          Al menos recibes algo de mí, me siento un poco más cerca.

Luciana y Tomás estaban manteniendo esa charla muy juntos el uno al otro, ya que la conversación se daba en un volumen de voz extremadamente bajo, casi un susurro. A medida que el diálogo se fue dando, Luciana se relajaba más y bajaba sus defensas y por el contrario Tomás se encendía por el giro que estaba dando la entrevista entre dos personas que mantenían un secreto de décadas.

Sin saber como, Tomás la tomó a Luciana de los brazos, para mirarla fijamente a los ojos y decirle que él se haría cargo del asunto, hablando con Yolanda y que cuidaría a su hija, como si fuera propia.

Luciana se enterneció ante la franqueza de su viejo amigo y se aflojó del todo, lo que dio lugar a un abrazo sincero, que potenció toda la ilusión y cariño guardado durante más de veinte años por Tomás.

-          Tomás – le dijo Luciana, al sentirse abrazada con vigor por el hombre, que no pudo ocultar la erección que abultaba su pantalón.

-          Disculpa Luciana, me dejé llevar por la emoción de tenerte cerca, no volverá a suceder – Tomás soltó inmediatamente a su amiga y tratando de esconder su bulto, dobló como pudo su cuerpo, sacando la cola para afuera y empujando el abdomen hacia abajo.

En ese preciso instante que se separaban del abrazo, entró a la cocina Yolanda, quien al ver a su Señora pegada a su compañero de trabajo y a éste ligeramente agachado, sospechó de inmediato que algo más estaba pasando en la casa.

Volvió a mirar a su patrona, ahora estaba colorada ella, arreglándose el cabello y alisando la ropa que llevaba puesta, en señal inequívoca de estar en infracción y nuevamente observó a Tomás, pero ahora descubriendo el terrible bulto que tenía en su pantalón.

Yolanda miró alternadamente a su patrona y a Tomás y ellos le devolvieron la mirada, al principio avergonzados, luego a medida que corrían los segundos la situación fue variando.

Luciana se separó de Tomás y éste se paró tras la mesa, para ocultar su indisimulable erección.

-          Se puede saber que miras tanto, jovencita? Acaso has visto algo que te llamó la atención? – le dijo Luciana a Yolanda, mientras continuaba alisando su ropa, en voz alta y enérgica, casi gritando.

-          Señora, disculpe, pero no lo puedo creer. Entro a la cocina y Usted se está abrazando con Tomás, no le parece que es como para sorprenderse al menos? – le contestó Yolanda muy rápido y en un tono de voz calmo.

-          Que insinúas, que acaso Tomás y yo estábamos . . .

-          Señora yo no insinúo nada, solo los vi y me sorprendí. El resto a mi no me incumbe, es un asunto de Ustedes.

-          No te conocía así Yolanda, como te atreves a contestarme de esa forma?

-          Señora, disculpe, solo contesto lo que me está preguntando y lo hago en voz baja, es Usted la que está nerviosa, me está gritando.

-          Señora, ella tiene razón, permítame que hable con ella – interpuso Tomás, queriendo poner algo de calma a una situación que cada vez se descomponía más.

-          Tu no te metas en esto, es que ella piensa que me estaba abrazando contigo, no te das cuenta lo que está suponiendo? – le contestó Luciana.

-          Señora yo no supongo nada, la vi a Usted abrazada a Tomás y a él en un estado, digamos impresentable – Yolanda estaba cada vez más envalentonada, ya que su patrona perdía terreno en la disputa que estaban teniendo.

-          Mira, mejor te vas de acá, antes de que pierda la paciencia, después veré que hago contigo – Luciana quiso con esta frase cortar la conversación, señalando con su brazo extendido la ubicación de la puerta que la llevaba a la habitación de servicio.

-          Me está echando de la cocina o de la casa, Señora? – preguntó con el rostro enrojecido Yolanda.

-          Por ahora de la cocina, debo pensar si te echo de mi casa, así que fuera de acá – Luciana buscó una silla para sentarse y le pidió a Tomás que le preparara un té, para calmar su estado nervioso.

-          Bien Señora, lo que Usted diga – y Yolanda se retiró de la cocina, dejando solos a su patrona con el cocinero.

En su cuarto, Yolanda, se puso a repasar los acontecimientos. Se recostó en la cama, con sus brazos tras la cabeza, sus piernas cruzadas, mirando el blanco cielorraso. Trató de imaginar los primeros instantes cuando ingresó a la cocina. Su patrona estaba pegada al cuerpo de Tomás, éste tenía sus brazos apoyados en los de ella, sus cabezas estaban muy juntas, lo más seguro es que hayan estado besándose, pero ella eso no lo vio, solo lo puede imaginar.

Algo que le llamó mucho la atención, era el terrible bulto que había visto en el pantalón de Tomás. Ella sabía que esos bultos no crecen así porque si en las personas mayores y Tomás tenía algo más de cincuenta años.

Lo más difícil de creer es que ella lo único que había hecho era entrar a la cocina y descubrirlos en la posición que los vio, en eso consistía su falta. O sea que si la había tratado mal su patrona, solo había sido para tapar o tratar de tapar una acción fuera de lugar de ella. De ella con su cocinero, que increíble y en su propia casa.

Yolanda pensó que tal vez la quisiera despedir y a partir de ahí empezaría una nueva vida para ella. Tal vez debería volver a la villa, eso seguro que no, haría cualquier cosa antes que volver a habitar esa casucha de porquería donde su familia seguía viviendo. Pero despedirla porque? Que había hecho de malo?

Meditó también que elementos tenía a su favor, de donde agarrarse en caso de que fuera despedida.

En primer lugar estaba Alejandra, esta pendeja estaba muy caliente con ella y eso era bueno, ya que a la hora de dejar la casa, si ese fuera su destino, tendría a quien recurrir para que le prestara ayuda para no volver a la villa.

En segundo lugar estaba Lucio, con él la relación estaba latente también, solo que no habían vuelto a juntarse por que no le coincidían los horarios.

Cuando él venía a la casa, estaban los padres y no se podía hacer nada, solo se daban entre ellos, algunos manoseos al cruzarse en pasillos o distintos sectores de la casa y promesas al oído de hacer algo caliente en breve, pero hasta el momento, nada había sucedido después de aquel único encuentro que habían tenido con la presencia de Alejandra.

Eso tenía a su favor, contaba con los hijos de la Señora, ahora deberían jugarse por ella, cuando llegara el momento, estaba segura de que la ayudarían. Cerró los ojos y trató de descansar.

En la cocina, seguían conversando Luciana y Tomás. Hablaban de todo lo sucedido y como encontrarle una solución a este lío sin que nadie salga perjudicado.

-          Yo creo que la chica está un poco sensible, porque se siente asediada por ti, desde que la sorprendiste saliendo del cuarto de Alejandra y estalló cuando nos vio abrazados, pensando quien sabe que cosa – le dijo Tomás.

-          No estábamos haciendo nada – respondió Luciana, muy acongojada.

-          Nos estábamos abrazando Luciana, tú eres la señora de la casa y yo el cocinero, imagina un poco esa situación y debes darle la razón a la chica.

-          Está bien, pero no estábamos haciendo nada, eso es lo malo.

-          Bueno eso lo podemos solucionar fácil, hagamos algo y listo, jajaja.

-          Tomás, mira el estado en que me encuentro y tú haciendo chistes.

-          No es ningún chiste Luciana, sabes que te amo desde siempre.

-          Que estás diciendo, insensato.

-          Que muero por vos – Tomás se pegó a Luciana y ahora la abrazaba con vehemencia, aferrándola y apoyándola contra su cuerpo, manteniendo la erección que tenía o tal vez aumentándola.

-          Por favor Tomás, somos grandes – tímidamente Luciana lo quiso apartar, pero los brazos del cocinero eran más fuertes que sus propios deseos.

-          Justamente por eso, somos grandes, si alguien se tiene que ir de esta casa, seré yo, si no soy correspondido. No soporto más verte y no tenerte – dicho esto, comenzó a besar el cuello de Luciana con su boca abierta, desplegando su lengua húmeda hasta llegar a los lóbulos de las orejas, que alcanzó a morderlos y chuparlos, para luego recorrer los contornos de la oreja con lengua, saliva y aliento caliente.

A Luciana se le aflojaron las piernas, Tomás la estaba abrazando y besando con mucha pasión, situación ésta que venía deseando desde muchos años atrás. Además estaba esa fantasía acerca del tamaño del miembro de Tomás, que muchas veces había encendido su imaginación. Luciana se dejó llevar por un momento y comenzó a devolver las caricias, recorriendo con sus manos la espalda y la nuca de Tomás, sintió sobre su vientre la fuerte erección del cocinero e instintivamente rodeó con su pierna la del hombre, con lo cual pudo sentir mucho mejor esa verga anhelante.

Si algo no imaginaban ni Luciana, ni Tomás, era que la puerta de la cocina iba a volver a abrirse y por ella se asomaría nuevamente Yolanda.

Esa situación se dio, ya que la discusión que había tenido la muchacha con su patrona, le había producido un fuerte dolor de cabeza, para aliviar esa situación decidió ir a la cocina en busca de una aspirina y volvió a encontrarse con lo que antes había visto, pero que ahora estaba aumentado.

-          Ahh pero que mierda quieres ahora? – le gritó Luciana, fuera de sí, con el rostro enrojecido por la franela que estaba teniendo y por la rabia de ser sorprendida nuevamente por la muchacha de la casa.

-          Señora? Seguro que ahora quiere que vaya a un oculista, verdad?

-          Eres una mocosa atrevida – le gritó Luciana, tratando de buscar palabras que no encontraba, para suavizar lo que estaba pasando.

-          Señora, yo vine a buscar una aspirina porque me duele mucho la cabeza, busco una y me retiro. Prometo no volver más a la cocina. Los dejo solos y no los interrumpo más.

-          Espera Yolanda – dijo Tomás – no te vayas.

-          No, deja que se vaya, yo después hablaré con ella – lo contradijo Luciana – vuelve a tu cuarto, después te llamo.

-          Si Señora – y Yolanda se marchó luego de tomar su aspirina.

-          Estamos cada vez peor – dijo Luciana – tendré que ofrecerle algo para que cierre su boca. Tendré que pensar como soluciono esto.

-          Mira Luciana, me siento responsable de haberte llevado a esto, déjame que hable con ella, tal vez le interese saber porque llegamos a abrazarnos como dos adolescentes – le dijo Tomás.

-          Está bien, intenta hablar tú y después me cuentas como te fue, quiero que sepas que no me arrepiento de lo que hicimos. Pero esto aquí termina – sentenció Luciana.

-          Si aquí termina, entonces vamos a hacerlo terminar bien y nos olvidamos del asunto, te parece?

-          A que te refieres?

-          A esto – Tomás volvió a tomarla, pero ahora besaba los labios de Luciana y ésta devolvía con su lengua las caricias que el hombre le daba.

Tomás apretó con fuerza la cintura de Luciana y la levantó del piso, llevándola aprisionada contra su cuerpo hasta la mesa, en donde la sentó colocándose él entre las piernas que tuvo que separarle, levantándole la pollera que llevaba puesta. Se juntó más y más a Luciana, hasta sentir el sexo de ella junto al suyo y ahí con su mano acarició la entrepierna, los muslos, llegando hasta la bombacha que sintió totalmente humedecida, lo que le daba la señal de que estaba a punto de ebullición.

Mientras continuaba con sus besos, abrazándola con amor y mucha calentura acumulada, Luciana le ofrendó sus tetas, levantando el suéter que llevaba puesto. Tomás se agachó para tomarlas con su boca, lamerlas y morderlas, provocando gemidos intensos en Luciana, la empujó después para que apoyara la espalda en la mesa, quedando las piernas colgando de ella. En esa posición con una de sus manos enganchó el elástico de la bombacha, para correrla hacia un costado, notando que estaba completamente empapada en flujos, el clítoris endurecido que invitaba a ser lamido previo a la penetración.

Tomás no se pudo resistir y se acuclilló en el piso, para lamerle y chuparle la concha a su amada Luciana, fue breve en la lamida, ya que su verga le pedía contacto con esa mujer o acabaría dentro del pantalón. Desprendió como pudo su ropa y extrajo la terrible pija que había sido la sensación de todas las mujeres de su barrio, Luciana sabía de esa historia que se contaba de Tomás, ya que era algo que corría de boca en boca y ahora ella, la tenía para si, la disfrutaría y después cortaría la relación con él, no iba a poner en juego su matrimonio solo por una verga grande.

Luciana estaba muy equivocada, la poronga de Tomás no era grande, era inmensa, del tamaño de un palo de amasar, le dio esa impresión cuando la sentía rozar sus piernas camino a penetrarla, no quiso mirarla, tendría tiempo después del acto amoroso. Trató de relajarse, lo estaba logrando hasta que sintió la cabeza de la verga apoyada en sus labios vaginales, le dio la impresión que era un puño, se sobresaltó y Tomás la tranquilizó.

-          Shhh tranquila, no te pongas tensa, relájate y verás como te entra, vamos de a poco amor – Tomás le apoyó la cabeza, previamente la había untado con manteca que tenía sobre la mesada de mármol, a un paso de donde ellos se encontraban y eso hizo que se deslizara hacia adentro, ejerciendo presión pero con suavidad.

-          Ahh es muy grande, no me va a entrar, métela despacio si puedes, ahhh.

-          Shhh relájate, te entrará toda, ya lo verás, déjate coger, tienes que gozar la pija que te estás tragando, si?

-          Mmm es demasiado grande, pero si, ya va entrando, ahhh mmm.

-          Ya la tienes adentro Lu, goza la verga que te estás comiendo, vamos puta, te gusta? – Tomás apenas le había metido la mitad y no podía aguantar tanta calentura reprimida, tenía fuertes deseos de acabar, pero no sabía si podía hacerlo adentro de la mujer.

-          Ay Tomás, estoy sintiendo algo muy fuerte, me viene un orgasmo, no aguanto más, mmm ahhh – la penetración que le estaba haciendo Tomás, había llevado a Luciana a dilatar como nunca a su estrecha concha y eso de por si, le hizo sacar un orgasmo como pocos pudo haber tenido a lo largo de su vida.

-          Acaba amor, yo también te voy a acabar, no puedo más yo tampoco, ahhh mmm que calentura mmm.

-          Acaba adentro, ya no quedo más embarazada, ahhh mmm.

Tomás permaneció semiacostado sobre el cuerpo de Luciana, que permanecía con la espalda sobre la mesa y las piernas entrelazadas con las del macho que la estuvo cogiendo. Este apoyó su torso sobre el de Luciana, sin sacar la pija de adentro del cuerpo, disfrutando los espasmos vaginales que actuaban como caricias sobre la verga. Para mayor comodidad, en esos momentos de relajación, Tomás desprendió su pantalón, que cayó hasta el suelo, hasta la altura de los tobillos, adonde empujó el boxer, levantando su camisa, para poder sentir en su vientre la piel de la mujer.

MARCELA ( marce459@live.com.ar )