LA MUCAMA Y EL COCINERO - Parte 12 - Final
Lucio somete a su hermana, después a la mucama, se forma un trío, el cocinero se come a la patrona, el marido con una pareja gay, todos unidos por el sexo.
LA MUCAMA YEL COCINERO.
PARTE 12/12.-
Lucio o mejor dicho Lucía, no quiso devolverle la ropa interior a su hermana, porque la quería guardar como un recuerdo de lo que había hecho con su Ama, de su primera vez en ese rol femenino. A partir de esos dos días en los que su Ama le había hecho ver otra parte de la vida, se sentía distinto o distinta, ya no estaba muy seguro de lo que quería. Tal vez no sería malo probar algo nuevo, se decía. Por otra parte Yolanda, en cada oportunidad que se cruzaba con él, le clavaba los ojos de una forma que lo hacía enrojecer. Eso fue hasta que le prohibió que le sostuviera la vista, tal como lo hacía cuando estaban en la intimidad.
Yolanda le había puesto un freno al avance de Lucio, con ella se había detenido totalmente y estaba como un perrito esperando directivas de su Ama. Con Alejandra a veces conversaba, pero no había vuelto a pedirle ninguna actividad de tipo sexual, a la que la tenía acostumbrada. Y con Tomás se mostraba esquivo, porque el cocinero le requería cada vez con mayor insistencia, que lo vinculara con la chica sordo-muda, que al parecer era la única persona que había sido capaz de sacarle a Luciana de sus pensamientos.
Por otra parte estaba Alejandra, que le daba vueltas a Yolanda para poder llevarla a su cama, sin cesar en el empeño que tenía por la morocha. A su vez, Yolanda siempre tenía una excusa a flor de piel para darle, pero muy inteligente de su parte todas ellas, porque eran perfectamente creíbles.
Una noche, Yolanda estaba en su habitación descansando de la fatiga diaria, cuando de repente se le iluminó la mente y un pensamiento salió a la luz. Debía actuar con Alejandra de la misma manera que lo había hecho con Lucio, ahora Lucía para ella. Eran más de las once de la noche, se levantó, se colocó una bata, sus pantuflas y se fue hasta el dormitorio de Alejandra, lo cual era un riesgo porque debía atravesar toda la casa e ingresar en la parte íntima de la familia.
El riesgo valió la pena, Alejandra estaba acostada, leyendo una novela, cuando sintió unos tímidos golpecitos en su puerta, ya que pretendía que nadie más que ella pudiese escucharlos y estaba el cuarto de Lucía al lado y más allá el de los padres.
- Permiso Ale y disculpa la hora, por favor, quieres que charlemos? – le dijo Yolanda, en voz muy baja, que casi no pudo escuchar o entender Alejandra.
- Sii, claro que quiero hablar contigo, hace cuanto que espero la oportunidad para tenerte cerca y por una causa u otra no puedo.
- Bien, entonces llegó el momento, pero sabes que? Quiero que te llegues a mi cuarto, acá no quiero estar contigo, me da miedo no solo por tu hermano, sino también por tus padres.
- Quieres que yo vaya a tu habitación?
- Si, ahora si quieres.
- Bueno, como quieras, pero aquí podríamos estar más cómodas.
- Te equivocas, allá estaremos más cómodas, nadie nos escuchará.
- Podemos hablar en voz baja.
- Vienes o no, Ale?
- S-si, voy – Alejandra se sorprendió por el tono de la chica y cerró su boca para levantarse y seguirla.
- No, espera a que yo me vaya, deja pasar unos minutos y ve sin hacer ruido, que nadie te sienta.
- Está bien, Yoli.
Yolanda se retiró del cuarto de Alejandra con una sonrisa que iluminaba toda su cara, en minutos cuando la chica llegara y estuviera en frente suyo, la sometería al igual que hizo con su hermano y de esa forma, ya tendría en un puño a los dos hermanos, los manejaría a su antojo, los haría hacer lo que se le ocurriera.
Dejó la puerta entre abierta para escuchar cuando se acercara por el pasillo que la conducía a su habitación, hasta que la sintió venir.
- Ven, pasa, te estaba esperando.
- Yo tenía tantas ganas de estar contigo, Yoli, no sabes lo mucho que te he extrañado.
- Aquí me tienes, Ale, solo me he ido un fin de semana con tus padres, eso fue lo único que me separó de ti.
- Sin embargo yo siento que algo más nos está separando, aunque no puedo decir de que se trata, solo lo percibo.
- He estado pensando en nosotras Ale. Así no podemos seguir, tenemos que organizarnos.
- Claro, yo también pensé mucho en eso.
- Mira, a mi me gustas mucho, pero me harías más feliz si me dejaras llevar el rumbo de la relación.
- No te entiendo.
- Yo quiero ser la que decida lo que haremos, estoy cansada de hacer lo que me dicen los demás. Ya tengo bastante con el trabajo que tengo que hacer para vivir. Esa es una parte de mi vida, me mandan y obedezco. En la otra parte, la sentimental, quiero ser yo la que mande. Esa es mi propuesta, si quieres seguir conmigo, tendrás que hacer lo que te diga. Tendrás que someterte a mi voluntad. Sea lo que sea.
Alejandra la escuchaba impávida, apenas pestañeaba, solo movía la cabeza de arriba abajo, asintiendo todo lo que la mucama le decía. Era la única oportunidad que le estaba dando para seguir con ella, la relación si debía continuar sería a su manera, le había quedado muy claro, por supuesto que iba a aceptar. Demasiadas cosas le había hecho vivir su hermano, la había obligado a tener sexo con él de todas las formas posibles, la hizo presentar ante un tratante de mujeres que la toqueteó en todo el cuerpo y la dejó en manos de dos hombres cualquiera que se la habían cogido haciendo un trío con ella, la había hecho pasar por sordo-muda para entregarla al cocinero, que más podría perder sometiéndose a la voluntad de la persona que amaba.
Por otra parte Alejandra pensó muy fugazmente, que ésta era la segunda persona que se presentaba en su vida con la voluntad de someterla. El primero había sido Lucio, su hermano y ahora era Yolanda, su amor, la que tenía intenciones ciertas de someterla. Si había aceptado por imperio de la extorsión y de la fuerza, con su hermano, aceptar ahora, sería algo así como un acto de amor, se entregaría por amor hacia la persona que la pretendía.
- Por supuesto que acepto lo que sea, amor – le contestó a Yolanda.
- Entonces a partir de ahora te trataré como a mi me plazca, seré mucho más que tu amor.
- Lo que quieras decirme, acepto amor.
- A partir de este momento seré tu Ama.
- Acepto amor.
- Escucha estúpida, no soy tu amor, soy tu Ama.
- Porque me tratas así, yo solo trato de demostrarte lo mucho que te quiero y tú me insultas.
- Porque tú no eres nada para mi, si te dije estúpida, tómalo como un piropo, te diré cosas peores, entiendes puta?
- Me estás tratando mal – Alejandra estaba a punto de llorar, cuando Yolanda le impuso el máximo de su autoridad o el fin de la relación.
- Escucha, pedazo de tarada, me tratas de Ama o se acaba la relación en este mismo momento. Y además me tienes que pedir perdón por lo tonta que eres. Y no te atrevas a mirarme a los ojos, te paras frente a mí, con la vista hacia abajo, en cualquier lugar que estemos, tienes prohibido mirarme a la cara.
- Si Ama – y Alejandra se largó a llorar desconsoladamente.
- Te vas de mi cuarto, déjame dormir en paz, al final con tu hermano la paso mejor, lo empiezo a comprender y él a mi. Volvamos a nuestra anterior relación, no importa Ale, eres divina, te quiero y bueno, no funcionó – Yolanda la despidió, no soportaba el lloriqueo sin causa, no supo interpretar de que se trataba la relación que ella le proponía.
- No Ama, discúlpame que te contradiga, yo quiero ser tuya y tienes razón en todo lo que me dices, soy tuya aunque me rechaces.
- Bien, volvamos un paso atrás y esta es la última oportunidad que te doy. Quítame la ropa, toda y arrodíllate al pie de la cama.
- Si Ama – Alejandra apuró a secar sus lágrimas con el puño de su ropa y quiso al mismo tiempo desnudarse ella, pero fue sorprendida por Yolanda.
- Te das cuenta que no me equivoco, eres estúpida, tarada y mucho más, quien carajo te ha dicho que te desnudes?
- Perdón Ama.
- A mi me tienes que desnudar, perra inmunda y hazlo rápido.
- Si Ama, perdóneme – y se largó a llorar de nuevo.
- Y para de llorar o te vas de acá, no tolero que me lloren, ni siquiera cuando te castigue podrás llorar.
- Entendido Ama.
Una vez que Yolanda quedó desnuda, se acostó sobre su cama, apoyando su cola casi al pie de la misma. Ahí mismo la hizo arrodillar a Alejandra, adonde ella se estaba acomodando. Cuando Yolanda la vio a Alejandra tal como ella se lo había pedido, apoyó sus piernas sobre los hombros de la chica y le pidió que colocara sus manos abrazando cada una de sus piernas y agachara la cabeza hasta acomodarla frente a su sexo.
- Quiere que se la chupe Ama?
- Por supuesto perra, me vas a chupar la concha hasta que me canse de acabarte en la boca, te quiero llenar la boca con mi flujo, empieza a pasar esa lengua, que yo me acaricio los pezones, mmm, para calentarme más de lo que estoy.
Alejandra obedeció lo que su Ama le había ordenado, además para ella ese mandato era un placer, así que aplastó su cara contra el sexo de Yolanda y besó todo cuanto sus labios tocaban, sacó su lengua fuera de la boca para sorber el flujo vaginal. Abría su boca tratando de abarcar y abrasar con los labios los pliegues de la concha, mordisquear el clítoris, jugar un poco con él, chuparlo y soltarlo, metiendo la lengua dentro de la cueva para saborear los jugos que ya salían en cantidad. Yolanda presionaba con sus piernas la cabeza de su sumisa cada vez que se estremecía con un orgasmo, con sus manos se tomaba fuerte del colchón, tratando de contener los gemidos por la cercanía con el cuarto de Tomás.
Por esa causa reprimía sus manifestaciones de placer cada vez que alcanzaba un orgasmo, a pesar de todo lo que trató por pasar inadvertida, Tomás escuchó algún grito de la mucama y a partir de ahí se mantuvo muy alerta. El cocinero estaba pensando que en la habitación contigua a la suya estaba Lucio teniendo sexo con Yolanda. Había acertado en cuanto a que la mucama estaba teniendo sexo, pero no con quien lo estaba haciendo. Para escuchar mejor, Tomás había apoyado su oído contra la pared, tratando de rescatar algún murmullo o conversación, algo que le indicase lo que pasaba en esa habitación, pero no podía escuchar nada y lo poco que escuchaba no lo entendía, lo que al menos era índice que no se estaba ejerciendo violencia alguna.
Cuando Yolanda se hubo saciado de la chupada de concha que le estaba haciendo Alejandra, ahora como su sumisa, le pidió que se retirara un poco de su entrepierna, para que pueda reponerse de los polvos que se había echado.
- Bueno ya basta, sal de ahí perra, lo hiciste muy bien, eres buena chupando conchas, vas a seguir haciéndolo hasta que me canse, entiendes?
- Si Ama, me gustó chupársela.
- No me interesa si te gusta o no, solo sirve lo que me gusta a mí.
- Si Ama.
- A ver, desnúdate perra, que quiero verte.
- Si Ama – Alejandra se desnudó y dio vuelta alrededor de la cama, para exponerse ante su ama.
- Bien, te ves linda, eres muy bella. Levanta una pierna y ábrete bien el culo, para que lo pueda ver de cerca.
- Co-omo, si Ama.
- Date la vuelta tonta y agáchate, que quiero verte el orto, como lo tienes.
- Si Ama.
- Mmm, por acá anduvo gente, ya te han hecho la cola, perra?
- S-si Ama.
- Verdad que eres muy puta, perrita?
- Si Ama, si Usted lo dice.
- Nooo, no es lo que yo diga, es que te han cogido por todos hasta por la oreja, no te has privado de nada.
- Pe-pero no es tan así, Ama, solo he . . .
- Sssh cierra la boca, eres muy puta y está a la vista, de acuerdo?
- Si Ama, soy muy puta.
- Ya me he dado cuenta, ahora escucha, para la próxima vez que estemos juntas, quiero que te depiles bien la cachucha y el orto, no quiero ver un puto pendejo.
- Si Ama, mañana mismo iré a depilarme.
- Más te vale por que no pienso chupártela hasta que no hayas cumplido lo que te dije.
- Si Ama.
Alejandra mientras estuvo atendiendo a su Ama, contuvo la salida de varios orgasmos, ya que esperaba tenerlos en ocasión que Yolanda la chupase a ella, lo que no ocurrió. Todo esto le generó una frustración, se sentía mal por no haber podido acabar una sola vez, estaba muy caliente y deseaba poder tener aunque sea un solo orgasmo. A su vez Yolanda, su Ama, le pedía que se depilase, al tiempo que la echaba de su cuarto, satisfecha porque ella si había tenido varios y muy ricos orgasmos.
Alejandra además quería hablar con Yolanda, para decirle lo que a ella le estaba pasando con su hermano, para que supiese su Ama, que su hermano la obligaba a tener sexo con otras personas. Alejandra estaba sometida por dos personas al mismo tiempo y así no iba a poder seguir, quería continuar siendo sumisa, pero solo de una persona y prefería en todo caso, depender de Yolanda, obedecerle solo a ella.
- Ama antes de irme le puedo decir algo que es muy importante y tiene que saber de mi?
- Espero que sea algo realmente importante, porque si no te voy a castigar y debes aprender a que cuando te pegue, va a ser en serio, de acuerdo?
- Si, de acuerdo Ama.
- Habla de una vez que después de los polvos éstos, quedé rendida.
- Quería decirle que la misma relación que tengo con Usted, la tengo con mi hermano.
- Como? Me estás diciendo que eres sumisa de tu hermano también?
- Si Ama, él me somete y me obliga a hacer cosas que a veces no deseo o no me gustan.
- Por ejemplo que? Cuéntame.
Alejandra le contó todas las veces que Lucio la había obligado a tener sexo con él, de todas las formas posibles, le contó cuando la entregó a un tratante que la manoseó y como terminó aquella vez, haciendo un trío con dos perfectos desconocidos y por último cuando la obligó a simular ser una chica sordo-muda para que se encame con el cocinero. Yolanda se sorprendió del poder de sometimiento que demostraba tener Lucio y sonrió pensando que ahora ella lo tenía sometido a él y le haría pagar todo lo que hizo.
- No puedo creer lo que me cuentas, es sorprendente lo que te ha hecho hacer tu hermano.
- Tenía que estar enterada de esto, porque ahora Usted es mi Ama.
- Lo que me impactó que también te hayas cogido al cocinero.
- Así fue Ama, haciéndome pasar por sordo-muda.
- Y como la pasaste con él? Te cogió a fondo? O fue algo suavecito?
- A fondo Ama y gocé muchísimo.
- Yo le vi la verga a él y la tiene muy grande, tu dices que te la metió toda adentro?
- Si Ama. Y Usted como se la vio? Me lo puede decir?
- Por ahora no, digamos que lo espié, no tuve nada con él nunca, si eso es lo que quieres saber, pero se la vi y es muy grande, por eso me extraña que te haya entrado toda.
- Me gustaría hacerlo de nuevo con él, Ama.
- Ya veré como hago para que te vuelva a coger.
- Pero él no sabe que me ha cogido a mí, él piensa que es una putita que le trajo mi hermano.
- Está bien, esa parte ya me la dijiste.
- Lucio ahora me tiene amenazada con hacerme coger con Tomás por el culo y yo le dije que no me animaba, porque con ese tamaño, es probable que me desgarre, Ama.
- No estaría mal, me gustaría ver como te rompe el culito, déjame pensar como hacer esto.
- No Ama, yo no quiero por el culo.
- Pero a mi no me importa lo que tu quieras, puta. Vas a hacer lo que yo diga.
Alejandra no pudo dejar de pensar en lo que le había dicho Lucio, su hermano, cuando ella le hizo el mismo comentario, respecto a no querer entregarle el culito al cocinero, por la terrible verga que el hombre posee. Tanto Lucio en su carácter de dominante anterior, como Yolanda, su actual Ama, habían tenido como coincidencia no importarle un rábano la opinión de ella y además ambos parecía gozar de solo pensar lo que la harían sufrir a ella con ese penetración anal.
Alejandra abandonó el dormitorio de su Ama y retornó al suyo, contenta de haber tenido al menos un poco de sexo con esta mujer y al mismo tiempo un poco abatida, porque ella no había tenido un solo orgasmo y seguía estando caliente, tanto como cuando salió para encontrarse con la mucama.
Tomás al no escuchar más ruidos de ningún tipo y naturaleza, comprendió que lo que hubiera estado pasando en el cuarto de Yolanda, había concluido. Solo le intrigaba saber con quien había estado compartiendo esos gratos momentos, a juzgar por los gemidos o jadeos que él pudo escuchar.
No se sorprendió al notar que se trataba de Alejandra, la persona que salía de la habitación, ya que sabía por boca de su madre que ella había tenido una relación lésbica con la mucama.
Fue el destino el que hizo que Alejandra girase su cabeza porque se sentía observada y descubriese que la puerta de la habitación de Tomás estaba entre abierta. Se paró sobre sus pasos y suavemente pronunció el nombre del hombre.
- Tomás, estás ahí?
- Si Alejandra, tengo un poco de acidez, voy a tomar una pastilla a la cocina – también Tomás le contestó en el mismo tono a Alejandra, para que Yolanda no percibiese que él había visto salir a la chica de su dormitorio.
- Caminemos juntos – cada vez más silencioso el tono, con lo cual se daba por sentado una cierta complicidad – te extrañará verme salir del cuarto de Yoli, verdad?
- Como debo contestarte Ale? – le dijo Tomás una vez que estuvieron en la cocina.
- Con la verdad, no admito otra respuesta.
- No me extraña verte salir del cuarto de Yoli, si quieres saber la verdad.
- Tenía ganas de charlar con ella y vine a verla, eso es todo – le dijo Alejandra.
- No es justo, Ale, yo te hablo con la verdad, tú debes contestar de la misma forma.
- Que más quieres que te diga, Tomás? Acaso está mal que sea amiga de Yoli?
- Ale, a mi no me tienes que dar explicaciones. Te lo dije porque me despertaron ciertas exclamaciones de Yolanda, por decirlo de alguna forma.
- Estuviste escuchándonos Tom?
- Si, las estuve escuchando, mi cuarto está al lado de donde estaban Ustedes, no fue mi intención, era imposible no hacerlo. Para no escucharlas debería haber sido sordo.
- Te pido por favor que no hagas comentarios, si?
- Seré una tumba, Ale, descuida. Se feliz y haz feliz a Yoli, ambas lo merecen, vivan su sexualidad como más la sientan, la vida es una sola.
- Gracias por las palabras Tom, tú sabes cuanto te quiero.
- Lo se.
Alejandra se abrazó al cocinero, lo hizo tiernamente, porque lo unía a este hombre un sentimiento muy grande, sin perjuicio de lo que su hermano la había obligado a hacer con él y de lo cual no estaba para nada arrepentida, por el contrario deseaba volver a tener un encuentro sexual con este hombre de miembro tan desarrollado.
De ese abrazo que Tomás generosamente devolvió, surgió una gran duda para este hombre. El tener entre sus brazos el cuerpo de Alejandra, produjo en su mente un fuerte estallido, sus terminales nerviosas se electrizaron y asociaron la sensación que este abrazo le producía con el recuerdo de la chica sordo-muda. La primera conclusión fue que ambas tenían el mismo cuerpo, las mismas medidas, según su percepción, lo que lo aventuró a explorar o averiguar algo más.
Se le dio por apretar sus brazos, para notar la consistencia carnal de esa mujer y ya no le quedaron muchas dudas. Además, minutos atrás cuando había pronunciado la palabra “sordo”, Alejandra hizo un extraño movimiento con sus ojos que puso en estado de alerta máxima al cocinero.
Invitó a Alejandra a tomar un té, con el fin de retenerla a su lado un tiempo más, necesario para que su mente elabore el dictamen final. Al aceptar la chica el convite, con bastante parcimonia y a fuego lento, preparó el té ofrecido. Mientras eso pasaba su mente pensaba en Lucio, éste era un manipulador nato, era muy capaz de haber obligado a su hermana a hacerse pasar por sordo-muda, para que tuviese sexo con él, quien sabe por que causa o motivo. Pero eso no le resultaba importante por el momento, si en cambio, determinar si la chica que tenía a su lado, era la que había tenido bajo su cuerpo.
Cuando ya no le quedaba mucho por pensar, tuvo que optar por arriesgarse o quedarse con la intriga y se decidió por la primera alternativa.
- Entonces Ale eres la chica sordo-muda, verdad?
Le salió del alma y se lo dijo como lo sintió. Tenía que ver como reaccionaba la muchacha a esa aseveración suya, para eso mantuvo la vista clavada en los ojos de ella. Si estuviera equivocado, podría decirle que solo una persona con dificultades auditivas, pudo haber estado en la habitación de Yolanda y pensar que no era escuchada por quien estaba pared de por medio.
La reacción de Alejandra fue una señal inequívoca de que estaba en lo cierto.
- Te lo dijo Lucio, verdad? – contestó Alejandra asintiendo el comentario hecho.
- No, de ninguna manera Ale, me di cuenta recién al abrazarte, eres tan sensual y me has impactado tanto la otra noche, que no podría confundirte, ni olvidarte nunca.
- Me da mucha vergüenza lo que voy a decirte, pero me hiciste muy feliz, Tom. Ahora disculpa, me quiero ir – Alejandra se levantó y Tomás lo hizo más rápido que ella para cortarle el paso.
- No te vayas Ale, a mi también me pasó algo muy profundo, se que tenemos mucha diferencia de edad, de educación y todo lo que vos quieras, pero me has hecho perder la cabeza y no sabes que daría por poder abrazarte de nuevo.
- No, Tom, déjame ir, por favor – y Alejandra comenzó a sentir como crecía el paquete del cocinero, que apoyaba sobre una de las piernas de ella.
- Creo que no quieres irte o me equivocó, estás libre y no te vas – el hombre mantenía su paquete morcillón apoyado sobre una de las piernas de Alejandra que había quedado paralizada, tal vez pensando en los orgasmos que este hombre le había arrancado y en los que Yolanda le había negado o impedido tener junto a ella.
- Tienes razón, yo también te deseo.
Tomás llevó a Alejandra a su dormitorio y lo único que le pidió es que se contuviera con sus expresiones verbales, incluyendo jadeos o gemidos. Alejandra asintió con movimientos verticales de su cabeza, porque estaba tan interesada como su hombre en no ser descubierta. Ni bien se cerró la puerta, se arrodilló en el piso para bajar el pantalón pijama que llevaba puesto Tomás bajo la bata, el hombre se sacó lo que aún llevaba puesto sobre su torso y lo arrojó sobre la silla. Cuando Alejandra se reencontró con el colosal miembro, ahora iluminado por la luz del velador, se relamió y lo cubrió con besos, para después pasar la lengua por toda su extensión y chuparlo, no pudo meter dentro de su boca mucho más que la cabeza, por la extraordinaria grosura que tenía.
Pero Tomás quería también besar a su chica, por lo que la llevó a la cama, sacándole el chupete de carne que tenía dentro de su boca, para acomodarse a besar los hermosos pechos con sus rosados pezones. Lamió a Alejandra de la cabeza a los pies, deteniéndose especialmente en la entrepierna, en donde aplastaba su cara buscando recibir en ella los jugos que salían de la concha, juntó las piernas de la chica a los costados de su cabeza, empujaba los muslos hacia delante para levantarla y chuparle el culo y de ahí con la lengua volver hasta la concha y chupetear muy suave y dando pequeños tirones el clítoris de Alejandra, que mordía la almohada para ahogar los gritos de placer que le daba el hombre.
Tomás estiró una de sus manos y apagó la luz, porque sintió que Alejandra se ponía tensa por el temor de ser descubierta. La oscuridad es cómplice muchas veces de situaciones no permitidas y ésta era una de ellas. Se dio cuenta que había hecho lo justo, porque la muchacha se soltó más y empezó a buscar lo que ella quería, que era su verga, se fue acomodando en la cama hasta que lo única posibilidad que cabía era la penetración. Tomás quería chuparla un poco más y Alejandra quería tenerla adentro, así que hubo que complacerla y la acomodó para lo que ella quería.
- Date vuelta, mamita, que te la voy a hacer sentir mejor que la otra noche.
- Por el culo no, Tom, por el culo no.
- Está bien, no pensaba hacerte el orto, relájate, solo quiero ponértela de atrás pero por adelante.
- Si, así me gusta, me va a entrar más que la otra noche.
- Seguro, vamos a poner una almohada debajo de tu cuerpo, para que la cola te quede bien levantada, si?
- Si Tom, como digas.
Tomás se la fue arrimando hasta la puerta y sin siquiera usar una gota de gel lubricante, se le fue metiendo, por la calentura que tenía, le entró un poco, un poco más y siguió sin parar hasta que Alejandra pegó un grito que le salió del fondo de su alma, un orgasmo de lo más intenso había salido de su cuerpo, al sentirse penetrada por ese palo de amasar. La respiración volvió a entrecortarse y sus jadeos salían sin control, por lo que el cocinero no tuvo más remedio que reprenderla o serían descubiertos.
- No grites así, nos va a escuchar Yolanda – le dijo Tomás.
- No lo pude contener, Tom, espero que no me haya escuchado – le contestó Alejandra.
- Si no te dominas, no voy a poder cogerte, amorcito, tápate la boca por favor – Tomás se había quedado paralizado por temor a ser escuchado, cuando Alejandra prometió contenerse, inició un tímido mete y saca.
- Mmm no puedo, mmm ahh mmm no puedo aguantar más.
- Si no te puedes sujetar, paro Ale, se nos va a venir Yolanda encima.
- Mmm no puedo, no aguanto más, ahh ajjj ahh mmm que bueno, sigue por favor Tom, sigue que me muero.
- Pero que chica putita y escandalosa que me ha tocado.
Tomás apenas se movía del miedo que tenía de ser descubierto por la mucama. Alejandra por el contrario, estaba en un estado de semiinconsciencia, al que había llegado por la calentura que tenía de estar encamada con ese hombre que poseía una verga tan grande y a la vez era tan tierno y considerado con ella.
El cocinero, a pesar de estar muy caliente, le pidió a Alejandra suspender lo que estaban haciendo y buscar un momento y un lugar propicio para hacerlo.
- Ale, no puedo seguir, me estoy poniendo nervioso, se va a despertar Yolanda y eso nos va a complicar las cosas.
- Si, tienes razón.
- Mejor hagámoslo cuando estemos solos en casa, tus padres y tu hermano, no están en casi todo el día, tenemos que hacerlo cuando Yolanda se va a hacer las compras, ella tarda entre dos y tres horas, es tiempo suficiente, no te parece?
- Si Tom, es lo mejor.
Esa noche el que no pudo acabar fue Tomás, cuando notó que Alejandra se estaba vistiendo como para irse, le pidió que no lo dejara así, mientras le exhibía su verga colorada y dura para que se la volviera a chupar, ya que no quería dormirse como estaba.
- Quieres que te la chupe Tomás? No te quieres quedar con la lechita adentro, verdad?
- Así es chiquita, vamos chúpala un poco que enseguida te acabo.
- Tranquilo, Tom, deja que te pajee un poco primero, mientras te beso los huevos, mmm que ricos, mmm splash mmm.
- Así Ale, sigue así, que te acabo, métela en tu boca y traga lo que puedas, ahh mmm ahh – Tomás acabó finalmente sosteniéndose de la cabeza de Alejandra, que se atragantaba con la cantidad de leche que entraba en su boca y algo directo a la garganta.
- Ajjj mmm ajjj, que bestia, mmm que de leche que largas amor, mmm.
Después de haberlo hecho acabar a su hombre, Alejandra se fue caminando en puntas de pie, sin hacer ruido, hasta su dormitorio, sin que nadie la descubriese. Alejandra llegó a su cuarto y tal como le pasó a Yolanda, apoyó la cabeza en la almohada y quedó dormida al instante. Ni siquiera esa noche, cepilló sus dientes, se quiso dormir con el sabor del semen de Tomás, mientras procuraba que le llegara el sueño, se relamía saboreando lo que le quedaba dentro de su boca.
Yolanda a consecuencia del cansancio que tenía quedó dormida profundamente enseguida que quedó sola, pero quiso el destino que le pasase lo mismo que a Tomás, mientras dormía sintió determinados ruidos u exclamaciones que no supo si era un sueño o una realidad. De pronto abrió sus ojos en la oscuridad de su cuarto y se concentró a escuchar que era lo que pasaba. Advirtió entonces que en el dormitorio de al lado había alguien que acompañaba a Tomás y además estaban teniendo sexo. Pensó primero que nada en Luciana, pero en seguida descartó esa posibilidad, ya que su esposo estaba en la casa.
Para salir de dudas, se fue hasta el cuarto de Alejandra y notó que estaba la cama vacía, al pasar por la cocina, vio dos tazas de té vacías, el resto se lo imaginó. Decidió quedarse de guardia hasta que observó como Alejandra salía y caminaba en puntas de pie hacia su dormitorio.
La situación en la casa se tornó con el tiempo más caliente y complicada de lo que estaba.
Yolanda siguió dominando a Lucio, a quien había convertido en Lucía y día tras día lo emputecía más. Lo vestía de mujer y lo sacaba a la calle para prostituirlo como él había hecho con su hermana. Lo llevaba a barrios marginales en donde lo entregaba a grupos de adolescentes para que lo violaran por todos sus agujeros, diciéndoles para motivarlos más, que era un abusador de niños, lo cual era una perfecta mentira, inventada por Yolanda para que los chicos de la calle se ensañaran más con su Lucía.
A su vez Alejandra, dejó a Yolanda por Tomás, quien se la cogía no solo todas las noches, sino que durante las horas del día en que la chica iba a la cocina, la acomodaba debajo de la mesa para que le chupara la verga, mientras él hacía sus tareas.
Luciana y Francisco, seguían con sus escapadas a la costa y allá cosechaban cada vez más amigos, con los que organizaban verdaderas maratones sexuales, fiestas y orgías de todo tipo, que a ellos les servían para liberarse de las tensiones de la ciudad. Sacando esta situación, cuando el matrimonio volvía a su rutina en la ciudad, tenía una conducta intachable, a punto que nadie podía endilgarle el más mínimo desliz.
MARCELA ( marce459@live.com.ar )