LA MUCAMA Y EL COCINERO - Parte 10

Lucio somete a su hermana, después a la mucama, se forma un trío, el cocinero se come a la patrona, el marido con una pareja gay, todos unidos por el sexo.

LA MUCAMA YEL COCINERO.

PARTE 10/12.-

Al día siguiente, Lucio se levantó antes que su hermana y la despertó para que se fuera a su cuarto.

-          Tienes que ir a tu habitación, métete en la cama y seguir durmiendo si es que tienes sueño o si no quieres dormir más, la deshaces y listo, para que el servicio no note que dormimos juntos.

-          Tienes razón amo.

-          Ya basta con llamarme amo, ahora soy tu hermano nuevamente, puta.

-          Disculpa Lucio, ya me voy.

-          Antes que te vayas, como la pasaste anoche?

-          Bien Lucio, me quedé con un poquito de ganas, si quieres que te sea sincera, por suerte no me hiciste sufrir nada, eso te lo agradezco.

-          Para que veas como cumplo cuando te digo las cosas, ahora fuera.

Lucio se fue a bañar, desayunó y se dirigió a una zona marginal de la ciudad, adonde él solía concurrir en busca de putas. Allí se contactó con un conocido que tenía al que le comentó que tenía una chica y que la quería sacar a trabajar a la calle. El sujeto este le dijo que hacer trabajar a chicas en la calle, era un negocio con bastante riesgo, ya que tenía que tener contactos en la policía, en el juzgado y en la intendencia, eso en cuanto a lo que concernía el trato con la burocracia. Por otra parte estaban los riesgos propios del negocio, que consistía en tratar, eventualmente, con gente de la peor catadura, muchos de los cuales solían estar armados y a los sujetos que llevan armas, solo se le puede contestar con armas.

Todo esto le hizo pensar a Lucio, que no era tan sencillo lo que él venía pensando. Su conocido al ver la cara de preocupación y decaimiento de Lucio, se ofreció a colaborar con él en sus primeros pasos en el negocio, bajo determinadas condiciones.

Lo primero que le pedía era conocer a su chica, para ver que clase tenía y para que mercado podía ser apta. No todas las chicas pueden trabajar en los mejores sitios, como tampoco otras no durarían ni diez minutos revoleando la cartera en el puerto o en la estación de trenes. Por eso le pedía como primera medida que le trajera a su chica para que él la conociera y ni bien la viera, le diría que aptitud tiene y cuanto se le puede sacar de dinero trabajando en uno u otro sitio.

También le dijo el conocido a Lucio que si a la chica le veía algo de valor, se la podía comprar y de esa forma, él se podría desentender y solo tendría que dedicarse a buscar otras chicas para seguir vendiéndole.

A Lucio todo esto lo excitaba mucho, así que organizó un encuentro para esa misma tarde con este sujeto, diciéndole que le iba a llevar una chica para que le dijese cuanto podía darle por ella y que aptitudes le veía para el trabajo. En el pensamiento de Lucio no estaba entregar a su hermana bajo ninguna circunstancia, pero si jugar al cafiolo en principio con Alejandra y más tarde lo haría con Yolanda y algunas otras más que después se irían agregando.

Después de almorzar se fue al dormitorio de su hermana, diciéndole que debía salir con él, para lo cual le hizo vestir con una minifalda escandalosa, que apenas le tapaba una tanguita negra que se había puesto y que llevaba sin corpiño, tapando su pecho con una remera muy ajustada, que marcaban obscenamente las tetas, dejando bien dibujados la forma y tamaño de los pezones. Bajo la minifalda llevaba medias oscuras y calzaba zapatos de taco alto. Le pidió que se maquille tipo las putas y le colocó una peluca negra, estilo Cleopatra, que era el cierre perfecto para la caracterización que buscaba de su hermana.

Para no llamar la atención le hizo poner un impermeable, que tapaba la desnudez y el descaro del vestuario que llevaba puesto, subieron al auto estacionado en la cochera de la vivienda y salieron rumbo al domicilio del siniestro individuo conocido de Lucio.

-          Espero que vos sepas lo que estás haciendo, todo esto me da mucho miedo amo – le dijo Alejandra.

-          Tu descuida, que es lo que te da miedo, se puede saber? – le dijo Lucio.

-          Que me hagas salir a la calle vestida de puta y que ni siquiera me digas a donde me llevas.

-          No eres una puta tú acaso?

-          Si, pero para ti amo.

-          Para mí y para quien yo decida, no te olvides que me perteneces.

-          No me gusta esto amo.

-          Bueno, mejor cállate, no sabes lo que te espera.

-          Dime que me espera, estoy con mucho miedo.

-          No tienes que tener miedo, es solo sexo esto, yo te cuidaré.

-          Igual me da mucho miedo.

Alejandra temblaba como una hoja y estuvo en ese estado mientras duro el viaje hasta la casa del conocido de su hermano. Cuando estuvo el auto detenido en la casa del hombre éste, Alejandra tuvo más miedo aún, por lo feo del vecindario, era obvio que estaban en una zona marginal de lo peor. Lucio bajó del auto y le pidió que se quedase dentro hasta que él le hiciese señas para que descendiera.

Tocó el timbre en una casa toda despintada, una, dos, tres veces y cansado golpeó la puerta con su mano. Después de eso, salió una mujer madura a atenderlo y lo hizo pasar, Alejandra seguía todos sus movimientos con mucha preocupación. Al rato salió Lucio y le hizo señas para que bajara del auto, ella se avergonzó por la forma en que estaba vestida, incluso se arrepintió y de haber podido, se hubiera escapado corriendo de allí, pero era tarde. De ahí no podría alejarse más de dos o tres cuadras, porque se veía gente de muy feo aspecto, en grupos en casi todas las esquinas. Se decidió, tomó aire y bajó, su hermano ya se estaba impacientando.

-          Que te pasaba que no bajabas – le dijo Lucio, al tenerla a su lado.

-          Dudé en hacerlo, amo – Alejandra le contestó en voz muy baja, para no ser escuchada y agregó – como debo llamarte acá adentro?

-          No menciones mi nombre, a menos que sea necesario hacerlo, no saben como me llamo.

Adentro, había una mesa en donde estaba sentado el conocido de su hermano, junto a dos hombres, jugaban a las cartas,  tras la puerta seguía apoyada la mujer madura. Todos levantaron los ojos para mirar a Alejandra. Lucio la presentó como Ale, simplemente.

-          A ver, acércate morocha – le dijo el que llevaba la voz del grupo, Alejandra se acercó hasta ubicarse frente a este hombre, con el abrigo semiabierto, para que pudiera apreciar su hermoso y atrevido cuerpo.

-          Esta es Ale – le dijo Lucio con una media sonrisa.

-          Te dijo el pibe que vas a trabajar para mí – le dijo el hombre a Alejandra.

-          No me dijo mucho – respondió Ale a punto de largarse a llorar.

-          Te noto medio tristona, te pasa algo chiquita? – cuando el tipo le dijo eso, al mismo tiempo estiró su mano para tomarla del brazo y atraerla hacia él, a lo que Ale se resistió un poco, pero finalmente cedió.

-          Pórtate bien Ale, tenemos un trato recuerdas? – le dijo Lucio.

-          Shhh, cállate pibe, estoy hablando yo – a lo que Lucio no contestó una palabra – no es la primera perra a la que trato.

El hombre le pasó la mano por la cintura a Ale, con lo cual la tenía junto a él, casi apretada a su cuerpo, él sentado en la silla y ella parada a su lado. Le hizo sacar el impermeable, para poder sentirla mejor. Cuando Ale se quitó el abrigo que llevaba sobre su cuerpo, el hombre volvió a apoyar la mano abrazándola con más fuerza, a la altura de las caderas, la que no tardó en bajar para acariciar las nalgas y luego meterla bajo la minifalda para tocarle los cantos. La chica se sobresaltó y quiso tirarse hacia atrás, pero el hombre no se lo permitió y los otros dos se reían, festejando la ocurrencia de la chica de pretender negársele al jefe.

La situación que se estaba dando, Lucio no la tenía prevista, sabía que tenía que intervenir en defensa de su hermana o quien sabe lo que podría llegar a pasarle y él era el único responsable. Cuando notó que su conocido se estaba saliendo de cauce le dijo:

-          Ey, espera, esto no es lo convenido. Yo te la traje para que me des tu opinión de la chica, no más que eso.

-          Tú quédate en donde te encuentras y no te metas chiquito, porque si no habrá bronca contigo también – le dijo con la mayor tranquilidad el cretino que estaba manoseando a Ale.

-          Como que no me meta, si que me meto y me la llevo, nos vamos de aquí los dos, me equivoqué contigo – le dijo Lucio en un intento desesperado por salvar la situación de su hermana y la suya propia.

-          No me hagas enojar, chiquito, es la segunda vez que te lo digo – le repitió el hombre, siempre con tono calmo.

Lucio quedó paralizado por el miedo que la voz calma del hombre le había provocado. No supo que hacer, ni decir, mientras a su hermana la seguía manoseando por debajo de la minifalda y otro de los hombres que participaba del juego de cartas, se había sumado para recorrer a Ale con las manos.

Ale temblaba de miedo, se dejaba tocar a cuatro manos, entre dos de los hombres de la mesa, se sintió sola y no podía controlar a su cuerpo. Es que un hombre la apretaba contra su cuerpo con uno de sus brazos y con la otra mano recorría la parte superior de sus piernas y su cola.

Mientras el otro hombre, que estaba del otro lado de su cuerpo, había dejado las cartas con las que jugaba arriba de la mesa, para lanzarse a recorrer el cuerpo de Ale con total alevosía, buscaba sopesar el tamaño de las tetas, la contextura de ellas, pretendiendo meter sus manos por debajo de la remerita al igual que su amigo, para tocar la carne y recorrer su piel.

Lucio tomó coraje nuevamente, sacando fuerzas de donde no las tenía y le dijo a su hermana que se retiraban de ahí.

-          No, esto no lo soporto – dijo visiblemente enojado, pero incapaz de enfrentar a ninguno de esos hombres – vamos Ale, nos vamos de acá – y estiró el brazo para alcanzar a su hermana, pero el ahombre se lo impidió, corriendo a su hermana de donde estaba parada.

-          Te dije que te calmes, chiquito y no me estás haciendo caso, ven afuera conmigo, te voy a enseñar algo – el hombre dejó a Ale con su compañero de cartas y empujó a Lucio para salir del cuarto en donde se encontraban.

-          Esto no es lo que hablé contigo – le dijo Lucio, pálido y semiparalizado del pánico en que había entrado, tratando de encontrar en su conocido algo de sensatez para poder salir del lío en donde se había metido.

-          Escucha lo que voy a decirte, pibe, yo se bien como manejar a una puta y ésta que me has traído es muy tierna, está maquillada y vestida como las putas que ves en las películas. Están jugando a algo Ustedes? – el hombre le demostró que conocía como era el personal que trabajaba para él y Ale no encuadraba en ese tipo de gente.

-          No es ningún juego, tengo esta chica y la quiero hacer trabajar para mí y tú te ofreciste a ayudarme para iniciarme. Ahora no se si te arrepentiste o está pasando algo que no entiendo.

-          Delante de mi gente tu no puedes venir a ponerme condiciones, estamos? Si no quieres trato conmigo, toma a tu chica y desaparece de acá y no más problemas.

-          Yo no quería terminar mi relación así contigo.

-          Y que es lo que quieres de mi?

-          Que me enseñes como meterme en el negocio y más adelante podemos asociarnos.

-          Por ahora no, lleva a tu chica de acá, la veo muy verde, le falta mucho a esta niña.

Así terminó la conversación entre Lucio y el hombre que regenteaba a las putas de un barrio en donde la prostitución es la principal fuente de ingresos, de cualquier tipo, mujeres, travestis, gay, parejas, lo que sea.

La sorpresa se la llevaron cuando entraron al ambiente adonde había quedado  Ale. Esta se encontraba tirada de espaldas sobre la mesa, la minifalda levantada a la altura de la cintura, las piernas abrazando la cadera de uno de los hombres que visiblemente la tenía clavada, parado, empujando con su verga contra el sexo de Ale, dándole un mete y saca bien fuerte, que ella asimilaba y disfrutaba como lo que era, una puta.

El otro hombre, amasaba sus tetas, con su brazo estirado y con el otro, la tenía tomada de la cabeza, haciendo presión para que su verga le entrara todo lo posible en la boca.

La mujer, que los había recibido cuando llegaron a esa casa, estaba sentada mirando de lejos lo que los dos hombres le hacían a la chica y cuando vio entrar a Lucio y al jefe, los miró con sorna, como diciendo: “miren al angelito ese, que inocente que es”.

-          Te das cuenta pibe, vos te preocupabas tanto y mírala como se divierte, si ni siquiera los dejó jugar a las cartas.

-          Ale – dijo Lucio, sorprendido, porque la muy puta estaba gozando de nuevo como él ya la había visto en otras ocasiones – pensar que yo creí que . . .

-          Las minas estas son así, pibe, vos te preocupas por ellas y ellas lo único que quieren es que se las cojan.

-          Glup mmm ahh que pasa glup splash.

-          Déjala, cuando acaben los muchachos, te la llevas. No la quiero tener acá, es muy fina para esta zona. A ésta la tienes que llevar para la zona del centro, si quieres yo te digo a quien ver, para que te diga como y donde moverte.

-          Ok – y el hombre le pasó los datos de un colega suyo que tiene chicas en la zona del centro.

Después que los dos hombres acabaron, la siguieron tocando y se abrazaban con Ale y ella con ellos, como si fueran amigos o amantes de toda la vida. Era evidente que le gustó mucho lo que le hicieron, Lucio la tuvo que gritar para poder llevársela, la hizo subir al auto y puso rumbo nuevamente para la casa de ambos. En el camino le recriminó su comportamiento y ella le devolvió la gentileza.

-          Pero como te atreves a coger con esos dos malandras, no les viste la pinta que tenían – le dijo Lucio asombrado realmente por el comportamiento de su hermana.

-          Tú te fuiste afuera con el que me tenía al principio y me dejaste sola. Uno de los tipos ya me estaba manoseando desde que llegué, al principio lo hacía por debajo de la mesa y cuando el hombre se fue, me levantó la mini y me arrancó la tanguita, como piensas que podría haberme negado. No sabes como me apretaba con sus manos.

-          Pero estabas con los dos cuando yo volví de afuera.

-          Si, porque el bestia este, me dijo que se la chupara a su amigo. El tipo no quería saber nada, pero éste le insistió en que se la hiciera chupar por mí. No me quedó más remedio que hacerlo.

-          A mi me dio la impresión que no la estabas pasando más Ale.

-          Es que el tipo que me cogía tenía una pija impresionante de grande y eso me pone demasiado caliente. Sin querer, reprimiéndome los orgasmos como lo hice, acabé por lo menos tres veces, pero no se los hice saber, me contuve como pude.

-          Eres muy puta hermanita, es lo que siento de verdad.

-          De la misma forma que a ti te gusta someterme, rebajarme, tenerme a tus pies, a mi me gusta y me hace disfrutar mucho el tipo que la tiene bien grande, por lo menos aprende a conocerme y a respetar mis gustos.

-          Entonces conmigo no te pasa nada, ya que yo la tengo mucho más chica que la de estos tipos.

-          No, te equivocas, me pasan cosas contigo, gozo, acabo, la paso bien, me gusta como me tratas y las cosas que me haces hacer. No todo es el tamaño, desde ya que influye, pero no lo es todo.

-          Menos mal que me dices eso, porque sino no se que podría llegar a hacer contigo.

-          Y que más quieres hacer conmigo, ya lo has hecho todo, creo.

-          Todavía nos falta mucho hermanita, vamos a recorrer un largo camino Ale.

-          Vas a insistir con prostituirme verdad amo?

-          Si, quiero prostituirte, eso me da mucho morbo, me excita, me pone a full.

-          Por favor elige con quien, al menos tómate ese trabajo de seleccionar con quien, no me entregues a cualquiera, si amo?

-          Lo prometo, trataré, aunque no se. Veremos.

Llegaron a la casa, Alejandra bajo tapada en el impermeable que llevaba y se fue directo al baño a higienizarse, quería sacarse el olor de esos hombres, que lo tenía impregnado en el cuerpo y en la ropa.

Lucio se fue directo a la cocina, estaba hambriento, todo lo que había vivido le abrió el apetito, quería porbar algún bocado, menos mal que Tomás estaba siempre dispuesto a complacerlo con sus necesidades gastronómicas.

-          Como estás Tomás, que tienes de bueno para comer, estoy hambriento – le dijo Lucio al ingresar en la cocina, donde el hombre se encontraba sentado, en su lugar de trabajo, que era en donde le gustaba estar.

-          Tú sabes que te puedo preparar lo que desees, es mi especialidad, complacer a la gente que quiero – lo que Tomás decía, le salía directamente del corazón, él amaba a esa familia, comenzando por Luciana.

-          Lo que tengas a mano, Tom, cualquier cosa, prefiero algo salado.

-          Caliente o temperatura ambiente.

-          Prefiero algo que esté temperatura ambiente.

-          Bien, ya te preparo algo que te hará chupar los dedos.

-          Gracias Tom.

Lucio pensaba en ese hombre que tenía en frente suyo, no tenía familia, más que ellos. No salía jamás de vacaciones, tampoco de franco, porque no tenía adonde ir, seguramente. El era feliz dentro de esa casa y especialmente, dentro de las cuatro paredes de la cocina. Sus únicas salidas eran cuando iba al mercado de frutas y verduras o a los distintos supermercados en donde compraba los víveres para la manutención de la familia. Nadie sabía comprar esos productos como él y tampoco quería que nadie le quitase ese privilegio de hacer las compras, ya que ese era el único lazo que tenía con el exterior.

Lucio no sabía absolutamente nada de ese hombre que era tan amigable con todos ellos. Ni siquiera sabía cuanto tiempo hacía que estaba en su casa, él nació, creció y llegó hasta la edad que tenía, con Tomás trabajando en su casa.

Era alguien muy destacado en esa familia, tan importante que conocía a su madre antes que la conociera su propio padre y además había tenido la oportunidad de cogérsela en esa cocina, sobre la mesa en donde él estaba degustando la comida que le había preparado. Y de todo esto había sido testigo Yolanda. Yolanda estuvo esa tarde en la cocina y vio paso a paso como se desarrollaron los acontecimientos, hasta que finalmente descubrió a su patrona tirada sobre la mesa y a Tomás clavándole su terrible garcha hasta el fondo de sus entrañas.

Lucio disfrutó la comida que le había preparado el cocinero, mientras éste le hablaba de distintas cuestiones de actualidad que había escuchado en la radio o en la televisión. De pronto se le dio al muchacho por meterse un poco en la vida de ese buen hombre y le preguntó:

-          Dime Tomás, porque no sales nunca? No te da gana de mirar otras caras que no sean las nuestras?

-          Mi mundo está acá, Lucio, en esta casa. No tengo necesidad de mirar otra gente.

-          Nunca tuviste alguna novia? Si no quieres responderme la pregunta, no lo hagas, se me escapó, me siento un entrometido – le dijo Lucio.

-          Claro que he tenido algún amor, allá lejos, que todavía recuerdo – le contestó Tomás en obvia alusión a su propia madre, pero por supuesto que él no lo iba a enterar de esa cuestión tan personal.

-          Sabes que ha sido de esta mujer?

-          Por supuesto, de sobra lo se.

-          Y no te dan ganas de irte con ella o está casada?

-          Si, está casada y si me dan muchas ganas de estar con ella, pero uno aprende a vivir con eso.

A Lucio se le dio por pensar las terribles pajas que se haría el cocinero pensando en su amada novia de tiempo atrás, sin imaginar que esa mujer era su propia madre. De repente a Lucio se le dio por mirar un poco más a ese hombre que estaba a su lado contestando sus preguntas mientras él comía, entre bocado y bocado y notó algo extraño. Un bulto estaba creciendo en sus pantalones, a la altura de la verga, con lo cual especuló, que el solo recuerdo de esa mujer lo había excitado.

Este descubrimiento lo hizo accidentalmente, mirando hacia un costado, hacia donde estaba la puerta, que se abría en ese mismo instante, porque venía su hermana Alejandra. Al torcer la vista, vio la parte del pantalón como no la tenía minutos antes y de ahí en más se quedó unos minutos callado, dejando que Tomás atienda a su hermana y pensando en lo que había pasado. El cocinero se excitaba muy fácilmente a pesar de los años que tenía, aproximadamente cincuenta o más de eso. O acaso sería que tenía un miembro colosal y por eso se notaba tan grande.

De las dos opciones, Lucio se quedó con la última y decidió pensar de qué forma podía llegar a constatar lo que él había supuesto ver, que era que estaba ante un hombre de cuerpo diminuto, pero con una verga de caballo. La única forma posible era viéndolo desnudo, pero como haría para llegar a eso. Decidió explotar el estar solos, sin los padres en casa, para hacer el experimento, no le costaría mucho. Se trataba de hacer que Tomás se pusiera un pantalón de baño y se metiera en la pileta, había que convencerlo para eso, el plan estaba en marcha, pensó Lucio.

-          Tomás, te quiero hacer una propuesta, pero no acepto un no como respuesta, te animas a que te la haga? – le disparó Lucio mirando fijamente al cocinero a sus ojos.

-          Me sorprendes Lucio, no se lo que me vas a preguntar, pero debo contestar si? Pero que seguridad tengo que no me vas a pedir una locura?

-          Acaso no confías en mi? A ti te parece que podría pedirte algo que no me pudieras dar?

-          Bien, confío en ti, es verdad, te escucho – le contestó el cocinero al muchacho.

-          Quiero que me acompañes a la pileta, me quiero bañar y no lo quiero hacer solo.

-          Ah sinvergüenza, me pides algo que sabes que yo no hago. Nunca me metí en la pileta porque me da miedo el agua, no se nadar y tú lo sabes.

-          Es solo un chapuzón y lo haremos en la parte playa, solo jugamos un poco y no te jorobo más. Es que estoy solo y me aburro y se me ocurrió eso y como se que tu me quieres, seguro me vas a acompañar.

-          Bien, pero solo un chapuzón y nada más y no quiero que de esto se enteren tus padres, ok?

-          Hecho amigo.

Cuando Tomás apareció en traje de baño, el bulto que dejaba ver era mayor al que mostraba en la cocina. Lucio se dijo que estaba en lo cierto, el hombre disponía de una verga impresionante, era la persona justa que estaba buscando, se lo había mandado Dios, como pudo ser que estuviera en su propia casa y no lo había advertido, tantos años conviviendo y recién ahora se enteraba de la dotación del cocinero. Entraron a la pileta y salió enseguida, le dijo a Tomás que el agua no estaba a la temperatura que él esperaba y que últimamente estaba sufriendo mucho el frío. Pero esperó a que el cocinero saliera de la pileta, para mirarlo con la malla pegada al cuerpo, ya que quedaría más nítida la imagen que él quería observar.

Cuando constató todo lo que estaba buscando y había encontrado, buscó unos toallones para secarse lo mojado que estaba tanto y le ofreció una a Tomás para que hiciera lo propio. Quería estar bien cerca de él, para espiar todo lo que fuera posible, a ver si se le escapaba alguna puntita por debajo del pantalón o lo veía acomodándose el pedazo con la mano, ya que eso era muy común cuando los hombres están solos, el acomodar el paquete, para que no molesten los huevos. Por supuesto que tuvo que ser muy cauto, para que Tomás no se diera cuenta de adonde él dirigía sus ojos. Ya quería irse a su cuarto, para pensar como cerraba esto que se le estaba presentando de una manera armoniosa.

Tenía una idea dando vueltas por su cabeza, tenía que apurarse para pensar y antes que eso, debía ir a la habitación de su hermana, a contarle lo que había descubierto y charlar con ella al respecto, quería contarle la ocurrencia que tenía rondando en su mente lujuriosa y obscena.

-          Te das cuenta lo que descubrí perrita – le decía Lucio a su hermana – si lo que te cuento es la mitad de cierto, te aseguro que vas a gritar como una yegua cuando te coja.

-          Pero te volviste loco amo, que quieres, hacerme coger con el cocinero? No, amo, a eso si me niego – le dijo su hermana muy seria y decidida.

-          Tú eres tan puta que no te podrás resistir nunca a ninguna verga grande.

-          Tal vez a una verga grande no me pueda resistir, eso es cierto, pero a la que tenga Tomás si, me puedo resistir.

-          No hay caso, no quieres entender que vas a coger con el que yo te diga.

-          No amo, con Tomás no.

-          Déjame exponer el plan que se me está ocurriendo, por ahí entre los dos lo podemos mejorar.

-          No amo, pero te escucho, por las dudas y para que no te enojes.

-          Escucha bien esto, le voy a decir a Lucio que tú sales a bailar con tus amigas y que quedamos solos él y yo.

-          Bien, sigue.

-          Le voy a decir que voy a invitar a una putita para que venga a visitarme, ya que tu vendrás bien tarde, me sigues?

-          Si, continúa.

-          Le voy a pedir que no se vaya a dormir a su cuarto y en cambio se quede custodiando por si regresas tú.

-          Está bien, sigue.

-          Tú, por supuesto no vas a salir, te meterás en la cama mía, dejarás ropa perfumada sobre la silla, como que pertenece a la puta que vino a verme y apagaremos bien la luz. Además te pondrás una peluca, algún perfume que nunca uses, etc, para que él no te conozca.

-          Si y como lo haces venir a la habitación a él.

-          Muy simple, iré a la cocina y le diré: ve a la habitación mía que te están esperando, te metes, le echas un polvo y te vas, no le hables porque es sordo-muda, ni te molestes, solo disfrútala que es un regalo mío, le diré.

-          Aún así no quiero amo, le pido por favor que no, si él se entera que en vez de una puta soy yo, se romperá algo en esta familia.

-          Al contrario, cada vez seremos mejores personas, te lo aseguro, viviremos con un hermoso secreto, el de compartir nuestra sexualidad.

-          Amo, una pregunta, puedo?

-          Si perrita, lo que quieras, entre nosotros no hay secretos, ni cosas escondidas.

-          Mejor aún, más a mi favor. Pregunto: porque tienes tanto interés en que me encame con Tomás?

-          No lo se. Vi ese bulto y se me cruzó la idea de inmediato.

-          Puedo seguir preguntando amo.

-          Sigue preguntando todo lo que quieras, tienes mi permiso, putita.

-          Voy a ir a fondo, después no vayas a enojarte conmigo.

-          Adelante.

-          No será que tu también tienes algún tipo de interés en Tomás?

-          Noo, como se te ocurre?

-          Porque te enloqueciste con el tamaño de la verga de Tomás, estás más entusiasmado que yo. Además si te pasara algo con Tomás u otro tipo, desde ya que yo no te diría nada, es más te apoyaría. Bien podrías ser bisexual y no haberte dado cuenta.

-          Tal vez, pero no creo.

-          Si yo lo hago con Tomás, estaría cumpliendo mi parte verdad?

-          Si

-          A mi me gustaría poder someterte a ti, en alguna oportunidad, aunque sea jugando.

-          Tal vez podamos jugar y me deje someter por ti.

-          Me lo prometes amo?

-          Prometido.

Tal como fue planeado por Lucio, Alejandra fingió salir a bailar, se vistió, comió algo, saludó a su hermano y a Tomás y salió por la puerta principal, para volver a entrar inmediatamente e irse al dormitorio de su hermano, siguiendo lo acordado. Hizo todo tal cual el plan, dejó ropa de mujer por el dormitorio, la perfumó y ella misma se baño con esa misma fragancia que no solía usar y se metió en la cama a ver televisión y esperar a que su hermano haga su trabajo. Este continuó con su parte del plan, diciéndole a Tomás que no se fuera a dormir que vendría una putita a visitarlo y que la llevaría directo al dormitorio. Y después agregó una parte, que no estaba en el plan, para ver como podría llegar a reaccionar el cocinero.

-          Mira Tomás mi hermana sale, quedamos en la casa tú y yo, así que te pido que te quedes de guardia acá en el living por si vuelve mi hermana y como premio, te voy a dar la oportunidad de que te eches un buen polvo.

-          Como un buen polvo, de que hablas?

-          Dentro de un rato viene a visitarme una pendeja que está para el infarto y te la podrás comer de una, es más te quiere conocer.

-          Noo, ni se te ocurra que voy a hacer eso, estás loco Lucio.

-          No, no estoy loco. Se muy bien lo que te digo, esta mina es sorda-muda, está muy buena, es una pendeja que no llega a los veinte años y le gustan los tipos grandes y pijudos y tu reúnes las dos condiciones.

-          De todos modos, no acepto.

-          Vas a tener que aceptar, porque yo le dije a la mina, que la traía para presentarle un tipo bien pijudo, pero primero me tenía que dejar echarme un polvo a mí. Y sabes que me dijo?

-          No me imagino.

-          Primero quiero estar con el tipo y después te dejaré a ti, me podrás hacer lo que se te antoje.

-          Pero si la pendeja es sordo-muda, como pudiste charlar tanto?

-          Por la amiga de ella, que es lesbiana y siempre hace de traductora.

-          Verdad Lucio?

-          La pura verdad – Lucio había llevado una de sus manos tras su cuerpo y cruzado los dedos – me dijo que si no tenía sexo con un tipo bien armado, a mi no me iba a dejar arrimar.

-          No se que decirte Lucio.

-          Ya me lo estás diciendo, acabas de aceptar amigo.

Lucio estaba cada vez más loco, más ansioso, deseaba cada día un poco más someter a toda aquella persona que estuviera enfrente de él. Había empezado con su hermana, continuó con la mucama, ahora pretendía hacerlo con el cocinero, a quien ya le había hecho dar unos pasos en la ruta marcada por él.

Con Alejandra había hablado bastante bien, él le había prometido que se iba a comer la verga de su vida, que jamás había visto un paquete semejante, aunque no le fue posible visualizarla fuera del traje de baño, el tamaño estaba a la vista, ese hombre seguramente no se había puesto un relleno para impresionar al hijo del dueño de casa.

A Tomás, le había dicho que la pendeja le estaba esperando acostadita y lista para la consumación del acto sexual. Al ser la chica sordo-muda, no iban a poder comunicarse entre ellos, ni falta que lo hacía, solo sexualmente, además no quería que la viera, por lo que lo atendería con la luz apagada. Lucio le aseguró que le estaba dando para que se cogiera a una pendeja excelente, linda, joven y deseosa de probar a un hombre como él.

Alejandra, que era la chica que se haría pasar por sordo-muda para comerse al cocinero, le había hecho una pregunto muy incisiva a su hermano, ella quería saber porque estaba tan entusiasmado con lo que hacía. Si bien entendía que quisiera tener sexo con ella de todas las formas posibles, tenía dudas acerca de cual era su gozo o deseo o satisfacción en hacerla acostar con otras personas, en rebajarla hasta hacerla prostituir con gente de baja catadura y ahora con el propio cocinero de su casa. De ahí, de esa incertidumbre que tenía ella, nació la pregunta que le hizo a Lucio acerca de si era bisexual.

Sin embargo Lucio le negó a su hermana que a él le pudiesen gustar los hombres, lo que Alejandra tomó con pinzas, a lo mejor, más adelante el tiempo le daba la razón.

-          Tomás todo está en orden, anda, pasa a mi cuarto que te está esperando un bomboncito que ni te sueñas, disfrútalo amigo y después me cuentas – le dijo Lucio animando al cocinero a que fuera a cogerse a la chica que lo esperaba y que no era otra que Alejandra que simulaba ser sordo-muda.

-          Te juro Lucio que no me esperaba nunca una oferta así de ti, bueno, voy a ver que es esto, espero que no sea una broma, eh? – comenzaba a caminar el pasillo hacia el cuarto de Lucio, al tiempo que hablaba, no muy convencido de lo que iba a hacer e intrigado por lo que pudiera llegar a encontrar en el cuarto del muchacho.

-          Ve tranquilo, la vas a pasar genial, disfruta a esa perra y después hablamos. Ey, amigo, espera, algo más – le dijo Lucio.

-          Dime.

-          Entra sin llamar, ella te espera en la cama, desnuda, ansiosa por saborear lo que llevas entre tus piernas.

-          Ok, necesito un tiempito para levantar al muchacho, Lucio, me entiendes?

-          Que ella se haga cargo de esa tarea, tu solo muéstrale lo que tienes y verás como reacciona la perra.

Cada vez más abatido estaba el cocinero, se iba a encontrar con una hermosa pendeja, pero él no lo sabía. Estaba bastante incrédulo acerca de lo que iba a vivir esa noche. Los tres iban a dar un paso hacia delante, no solo él.

Tomás apoyó la mano sobre el picaporte todavía cavilando acerca de lo que le esperaba, sin embargo respiró hondo y se mandó, abrió la puerta de la habitación que estaba en completa penumbra, solo estaba encendida una luz de noche, que no alumbraba casi nada, solo servía para mostrar el recorrido hacia la cama y los contornos de los muebles que allí estaban plantados.

Se acercó temeroso hasta la cama y se agachó con las manos delante de su cuerpo, palpando, buscando que había sobre ella. Notó que bajo el cubrecama había un cuerpo, muy perfumado, perfume de mujer se dijo para si y no había reacción alguna de tipo hostil, sentía la respiración de la persona que estaba acostada y se dio cuenta que había percibido su presencia y sus manos.

Muy sigilosamente, tomándose todo el tiempo necesario, abrió sus brazos tratando de abarcar todo el cuerpo que yacía acostado, luego apoyó sus manos sobre el cubrecama que copiaba la forma de la mujer, que descansaba de espaldas, anhelante. Tomás con sus manos, comenzó a recorrer ese cuerpo siempre por fuera, pero ejerciendo cada vez más presión, para poder sentir de mejor forma lo que tocaba.

Este toqueteo comenzó a enviar señales a la verga de Tomás, que cobraba energías segundo tras segundo, creciendo apretada bajo la ropa. Y todo en conjunto hizo que el cocinero tomara coraje para meter una de sus manos bajo las frazadas, hasta tocar la piel de Alejandra. Esa mano transmitió una sensación inequívoca de que estaba tocando una mujer joven, de carne firme, caliente y temblorosa, por la calentura, por la excitación que provoca lo desconocido, el no saber quien es la persona que está a su lado invadiendo su intimidad.

En el caso de Alejandra, sabía que quien la tocaba era Tomás, el cocinero de la casa, que había caído en las redes de su hermano y que estaba ahí para tener sexo con ella. Sabía también que ella estaba para degustar una verga de tamaño colosal, según le había dicho su hermano, lo que la ponía muy ansiosa, ya que en eso consistía justamente su ignorancia, en saber que tan grande podía ser ese miembro.

Para Tomás la situación era parecida, porque él ignoraba quien era la persona que tenía el placer de recibir sus caricias. Hasta ahora con sus manos venía descubriendo que se trataba de una mujer joven, de buen cuerpo y piel suave y tersa.

Le costaba no poder hablar con esa persona, quisiera decirle cuanto le agradaba estar ahí con ella, que le gustaba el perfume que llevaba puesto y más que nada que le excitaba mucho su desnudez. Pero él no quería ser menos que ella y con la mano libre, la que tenía por encima del cubrecama, comenzó a desabotonar su ropa, a quitarse su calzado, sus medias hasta que en poco tiempo estuvo totalmente desnudo, con su miembro al aire libre, creciendo de a poco, cada vez más, a medida que conocía más a esa mujer que tenía a su lado.

Cuando Tomás quedó totalmente desnudo, se dijo que era el momento de tomar contacto con el cuerpo de la mujer, para lo cual, muy suavemente corrió la frazada que la cubría y se metió bajo ella, pegándose a ella. Esta se dio vuelta hacia el lado que él había entrado, de forma que quedaron frente a frente, sintió Tomás la rodilla de la mujer abriéndose paso entre sus piernas, buscando rozar  su verga, todavía morcillona. Después sintió como los brazos de la chica abrazaban su cuerpo, juntándose uno contra otro. Percibió los pechos de la chica, se dijo que estaba muy excitada, por la dureza de sus pezones y se bajó al instante a chupar esas tetas, mordiendo con suavidad y mucha dulzura los pezones, que parecían cargados de electricidad.

La sintió soltar pequeños gritos, jadeos, automáticamente una de sus manos bajó a acariciar la entrepierna de la chica, al tiempo que corría la cabeza que tenía a la altura del pecho, para besar los labios, un piquito le diría como estaba la muchacha. Al piquito le respondió con la lengua en punta, fuera de la boca, buscando la suya y tras eso surgió un beso ardiente, con mucha lengua, la chica le llenaba de saliva, que distribuía por la cara, le lamía el cuello, las orejas y él retribuía esas caricias.

La muchacha se fue bajando, besando todo el tórax, las tetillas, el ombligo, el vientre, con las manos buscando determinar el tamaño y la dureza de la verga, deslizándola hasta alcanzar los huevos y bajando más hasta lograr lamer esa pija, la más grande que había tenido en su poder. Quería hablar, quería manifestar eso, pero recordaba que Lucio le había prohibido hacerlo, se decidió a seguir gozando en silencia de semejante poronga. Y lo hizo, se la metió en la boca, solo le entraba la cabeza y un poco más, no llegaba a tragarse la mitad o tal vez solo eso y comenzó a dudar acerca de si sería capaz de recibirla dentro suyo.

Se estaba poniendo muy bueno el encuentro, para ambos, los dos estaban gozando y mucho. Para Alejandra era la posibilidad de degustar la verga más grande de todas cuantas había probado, estaba feliz y radiante por eso. El cocinero durante años no había tenido sexo, con nadie, solo con sus manos, vivía recordando tiempos mejores, cada vez que lograba excitarse se hacía una paja y eso lo calmaba por un tiempo. Ahora le estaba pasando algo especial, pocos días atrás había tenido sexo en la cocina con su patrona, Luciana, con la que tantas pajas se había hecho a lo largo de su vida y en esta oportunidad el hijo de su amada de la juventud, le había regalado la oportunidad de tener sexo con una chica muy joven y la estaba pasando de maravillas.

Los cuerpos se fueron acomodando, la calentura fue subiendo y la pija de Tomás ahora dentro de la boca de Alejandra, ya pedía algo más, quería penetrar ese cuerpo. La iba a dejar que siguiera jugando con su verga, solo que él se acomodaría para poder hacerle una buena chupada de concha, se la había tocado y estaba empapada y sabía tan rico, que no quería perdérsela. Maniobró dando vuelta su cuerpo a formar el 69 con la muchacha, el de espaldas en la cama y la chica, boca abajo, sobre su cuerpo.

Abrió bien las piernas de la chica y metió la lengua en esa hermosa cueva, estaba muy caliente y mojada, así que trató de tragar toda esa ricura de jugos que emanaba de la concha de Alejandra, al tiempo jugueteaba con uno de sus dedos abriendo la raya del culito, recorriendo todo su trayecto, jugando con el orto, metiéndole un dedito y bajando hasta donde podía, su lengua daba vueltas sorbiendo y chupando, su boca mordiendo y besando el interior de la concha, los labios vaginales y el clítoris, que se había desarrollado y endurecido como nunca. Alejandra estaba en un grito, bendito sea Lucio pensó, que bien que chupaba la concha este hombre y que pedazo de pija que tenía, los orgasmos se le venían pero no quería dejarlos salir, quería vivir muy a fondo este momento.

El cocinero había desarrollado al máximo su verga, en cuanto a dureza y tamaño, ya comenzaba a latirle, por la excelente mamada que le estaba haciendo la muchacha, no podía hablarle y eso lo incomodaba, aunque no era tan malo. Además al estar a oscuras ni siquiera podía verla, así que con sus manos fue separando la cara de la chica de su verga, haciéndole notar que quería cambiar de posición, ella entendió enseguida y ambos se acomodaron como para lo que seguía, que era la penetración.

Ella se puso de espaldas en la cama y abrió grande sus piernas, esperando a que el hombre se le fuera encima con su cuerpo. Sintió la verga caliente, mojada con su saliva y la mano del hombre, buscando descubrir la puerta de entrada de su concha y después la cabeza de la verga transitando el mismo camino, hasta que comenzó la puja por lograr meterla adentro.

-          Mmm ahh mmm – jadeaba y respiraba entrecortado Alejandra, tratando de soportar la entrada de la pija del cocinero, de esplendoroso tamaño.

-          Ahh tu no escuchas, pero sabes de esto, perra – decía el cocinero, al sentir como Alejandra para facilitar la penetración, levantaba y cruzaba sus piernas, sobre la cintura de su amante.

-          Ahh ajjj mmm – cada puja de Tomás enardecía de calentura a Alejandra, que al no poder aguantar más, dejó salir un fuerte orgasmo, que facilitó la penetración, por la cantidad de flujo que desprendía.

-          Supongo que te estará gustando esto, te noto tan puta y pareces una chica joven, bueno, toma, toma – el cocinero viendo que se le facilitaba la penetración pujaba cada vez más, por lo que ya prácticamente, la tenía toda adentro.

Alejandra seguía liberando orgasmos, uno tras otro, tenía deseos de pedirle a Tomás que fuera con todo, que estaba preparada para recibir a toda su pija adentro, que estaba muy caliente, que siguiera, que no se detuviera. Tomás siguió pujando hasta que notó que había logrado penetrarla a fondo y por la forma en que la chica lo abrazaba y besaba, él entendía que estaba disfrutando mucho, por lo que comenzó el mete y saca cada vez más fuerte, hasta que su cuerpo comenzó a temblar y supo que mucho no podría aguantar, quería decirle que la iba a llenar de leche, no sabía si debía acabarle adentro o no y decidió el menor de los males, le sacó la pija de adentro y se la puso a la altura de las tetas y allí largó toda su leche, que la muy perra recogía con sus dedos y llevaba a la boca para degustar.

Alejandra en una muestra por agradecer tan fabulosa cogida que le estaba dando el cocinero, tomó con una de sus manos la verga y la tironeó para que el hombre se la acercara hasta su boca, quería hacerle una chupada de despedida, con limpieza incluida, que el hombre le agradeció, con caricias que daba en sus mejillas y que ella supo interpretar de esa forma.

Terminada la cogida para ambos, se mostraron satisfechos los dos amantes, Tomás se sentó en la cama y comenzó a juntar en medio de la penumbra la ropa que había dejado desparramada por el piso. A medida que la fue encontrando se la fue colocando, hasta quedar vestido en situación de despedirse de la chica. Se acercó a la altura de la cara, la besó en los labios, tipo piquito, acarició su cabello y dándose vuelta se retiró, cerrando la puerta tras su paso.

Alejandra esperó en la cama hasta la llegada de Lucio, mientras hacía eso, se tocaba su concha que seguía latiendo, por el esfuerzo de la penetración y acariciaba sus tetas, todavía muy sensibles. La había pasado espléndidamente y por Dios, quería volver a estar con su cocinero, no sabía como, pero su hermano si sabría como lograrlo nuevamente. Esa verga era única, no se podía imaginar como un hombre con semejante pija, era soltero y vivía como Tomás lo hacía. Ignoraba, claro está, toda la historia que tenía, de la que participaba activamente su propia madre.

-          Ya estoy de vuelta Lucio – le dijo Tomás a Lucio que estaba concentrado viendo una película en la televisión, mientras lo esperaba a él.

-          Como te fue Tomás, la pasaste bien? Que tal la puta que te regalé?

-          La pasé increíblemente, lástima que la perra no pueda hablar ni escuchar, por lo demás te cuento. El cuerpo increíble, la piel excelente, buenas tetas, culo, piernas, todo muy bueno. Chupándola es una experta, si no se la saco de la boca, me hace terminarle ahí, es una viciosa, la turra. Y cogiendo debo decirte que se aguantó mi verga como si nada, te lo digo Lucio porque, bueno, tu sabes, tengo un tamaño que a muchas mujeres le asusta y otras, como esta perra, se la comen de una, la verdad me impresionó.

-          Me alegro Tomás, que la hayas pasado bien, seguramente podemos hacerlo de nuevo, bueno, digo, si quieres volver a hacerlo, me dices y yo te lo arreglo, que piensas amigo?

-          Me encantaría volver a cogerme a esta pendeja, supongo que es una pendeja, no creo que me equivoque, esas carnes son tiernas, muy jóvenes, yo se de carne, jajaja.

-          Te la vas a poder coger todas las veces que quieras, te lo aseguro amigo y más seguido de lo que piensas.

-          En serio me lo estás diciendo?

-          Te lo aseguro.

-          Bueno te dejo, ahora es tu turno, me quedo haciendo guardia por si viene Alejandra.

-          No, no es necesario, ve a dormir, me llamó al celular, me dijo que se queda a dormir en casa de su amiga Gimena.

-          Que bien, entonces me voy a mi cuarto, que la pases tan bien como la pasé yo, Lucio.

Lucio esperó que se retirara el cocinero y se fue al encuentro de su hermana, entró a su cuarto, cerró la puerta y se pusieron a conversar acerca de lo que había vivido con el cocinero.

-          Quiero que me cuentes como la pasaste, todo, quiero saber cada detalle, todo para mi es importante – le dijo Lucio a su hermana.

-          Mira, la pasé de primera, Tomás me cogió como no me lo esperaba, con energía, suavidad, hicimos un 69 genial, yo no sabría decirte cuantos orgasmos tuve y lo fuerte que fueron algunos, estoy rendida y por último me la puso, es algo fuera de serie, no me esperaba, ni siquiera lo soñaba, jamás podía imaginar que pudiera existir una pija tan grande, al menos treinta centímetros, Lucio y encima gruesa, solo me la iba poniendo y yo acababa, una y otra vez, jamás me pasó en la vida.

-          Entonces la pasaste súper, eres muy puta hermanita, lo sabes?

-          Si, lo se, descuida que lo se y voy a seguir siendo muy puta, me gusta, disfruto siéndolo.

-          Entonces me la chupas un poco?

-          Claro que te la chupo, esto es lo que me gusta hacer, glup splash mmm – y Alejandra le hizo una mamada a su hermano que no duró más de uno o dos minutos y Lucio le acabó en la boca, llenándola de su leche.

-          Ahh es que estaba muy caliente hermanita, que buena boca que tienes, ahh.

-          Es rica tu lechita, me gusta, mmm.

-          Mejor para ti, porque me vas a ordeñar muchas veces.

-          Las que quieras, solo me avisas, eh?

-          No sabes como se fue Tomás de contento y queriendo repetir, que tus tetas, que tu culito, que tu concha, que tu boca, que tu lengua, tus caricias, no hubo nada que dejara de gustarle.

-          Buenísimo, tienes que lograr que pueda volver a encamarme con él, muchas veces si es posible, amo.

-          Si, eso lo tengo que pensar un poco, pero descuida, lo voy a lograr porque él quedó muy caliente. Le voy a decir que tu también quedaste muy caliente con él, lo cual es cierto, pero además que tu quieres que te haga el culito, que te parece?

-          Noo, me va a matar por el culo, no se si voy a poder por el culo, amo.

-          Entonces está decidido, el próximo encuentro te hará el orto.

-          Noo, amo, te pido que lo pienses, el tipo la tiene tan grande que puedo terminar en el hospital.

-          Ya tomé la decisión, mejor ponte a hacer ejercicios con tu dilatador anal, prepara el terreno para cuanto te agarre Tomás.

-          Creo que no me queda alternativa, verdad?

-          Estás en lo cierto

MARCELA ( marce459@live.com.ar )