La motora de mis fantasias

Relato real. La pena es que nunca se llevó a cabo.

Yo existo, el amante existe y la maldita motora esa también. Lo triste fue que ese amante nunca se atrevió a hacer lo que aquí escribo por más que se lo pedí. Tal vez este relato recreo lo que me hubiese gustado que él fuera. Son bien recibidos todos los comentarios.

Hola. Mi nombre es Luna. Soy una mujer de 30 años. Blanca, pelo castaño lacio. Mido 5 pies y 2 pulgadas. Mi cuerpo tiene la forma exacta de una guitarra, mis caderas resaltan en mahones apretados. De adolescente tenía complejo por esto, pero tan pronto aprendí a mover mis caderas en el vaivén apasionado de una penetración profunda… vi las ventajas de tener unas caderas así. Soy normal excepto en dos cosas: mi coeficiente intelectual, que está mucho mas allá del promedio, y que soy voraz, insaciable, lo mas puta que hay en la cama. Mi obsesión particular es el sexo oral. Me lo vivo. No entiendo como hay mujeres que no lo hacen. Me envicia mamar y tragar leche, en cualquier lado, a cualquier hora. Es… intenso. Quiero grabarme para ver si es verdad que mi cara de bellaca es un poema cuando mamo. También me gusta que me sometan y me azoten. No hay nada mejor que dos buenas bofetadas para ponerme a tono. Soy profesora universitaria y a la vez termino otro doctorado. Les cuento algo que quise que ocurriera y nunca ocurrió… en una motora. Una motora que compró uno de mis amantes.

Estaba en la cama. Desnuda. Estaba cansada. Mi cabeza estaba en su hombro y tenia una mano en su pecho. Su olor, ese olor me gusta tanto. Por fin se cumplió lo de la motora. Desde que la vi no dejaba de pensar en eso y hoy se me dio. Nos imaginaba a los dos teniendo sexo sobre ella. Nada fácil, pero posible. Y hoy se dio. Recordándolo lo vivía otra vez y ganas no me faltaban para despertarlo de nuevo. Que me habrá hecho este hombre… es el único que tiene el poder de calentarme así. Nadie en este mundo tiene ese poder. Eso es lo mejor y lo peor: nadie más tiene ese poder.

Salimos temprano en la noche a dar una vuelta. Me daba un poco de miedo, pero era algo muy aventurero. Lo malo era que no podíamos conversar en el camino. Hacia frío. La tortura más grande: tenia que ir abrazada a él todo el camino. La mente me iba a mil millas por minuto. ¿Qué pasaría si en vez de dejar las manos en la cintura se las ponía en la bragueta? ¿Podría excitarlo mientras iba corriendo la motora? ¿Seria posible hacer el amor sobre la motora metidos en algún rincón oscuro en la playa?

Es bastante difícil aparentar la mayor frialdad del mundo hablando de la velocidad de la motora, de los pistones, de las gomas, mientras solo quería tirarme encima de él y desnudarlo. Pero bueno… traté. Me porté muy dama, muy atenta. Si solo él supiera. Tal vez estábamos a unos 40 minutos de mi casa cuando me animé.

Saqué la camisa por fuera y oí un grito pidiéndome que no lo hiciera. Metí las manos bajo la camisa, toqué sus tetillas. Acariciaba suavemente la piel del pecho, mientras lo besaba en el cuello. No es fácil con tanto viento. Tampoco quería distraerlo tanto como para estrellarnos. Bajé hasta la correa y se la abrí. Se movía incómodo y le grité que se estuviera quieto. Traté de bajar la bragueta. Eso estaba más difícil hasta que el se echó un poco hacia atrás y pude hacerlo. Apretaba un poco su pene, apenas podía rozar la punta y me incomodaba tener las manos en esa posición. Pero mi gran recompensa fue cuando lo sentí duro. Yo más caliente no podía estar. Estaba mojada, lo sentía en mis panties. Iba llenándome la mente de imágenes: tenerlo en mi boca, ver como salía la leche y me llenaba la cara, sentirlo dentro de mi cuerpo, agarrarlo con mis manos y sentir la firmeza y el calor. Estaba desquiciada en plena autopista a casi 90 km por hora en una motora. Que se joda. El se quedo quieto mientras yo seguí tocándolo. Estábamos cerca de mi casa.

Saqué mis manos del pantalón y lo tapé con la camisa. Esa área tenía algún tráfico, pero ya eran las 2:00 a.m. así que a lo mejor no estaba tan llena. Cogimos el semáforo y llegamos a casa. Una de dos: o se molestaba y me decía que estaba loca o me seguía el juego. Creo que cuando se quitara el casco me diría loca, pero ni modo. Le gustaban las motoras… a lo mejor algún día había pensado tener sexo en una. Metió la motora a la marquesina. Mi carro estaba afuera. Se quitó el casco y lo puso sobre el retrovisor. Yo hice lo mismo. Ninguno se movió. Lo abracé y lo besé en el cuello.

Estas loca – sabía que diría eso.

Estoy loca por hacerte el amor. No pude aguantar la tentación. Desde que vi la motora quería hacerlo.

Chica, pero en la autopista a velocidad esta cabrón.

Esta bien… déjalo ahí. Esa no era mi idea precisamente.

Me bajé, molesta, frustrada y caliente. Muy mala combinación. El se quedó afuera, montado en la motora. Me quite la ropa y me puse la bata de salir del baño. Salí a la marquesina de nuevo y lo miré. Se había quitado la camisa y fumaba un cigarrillo. Seguía montado en la motora.

¿Qué tienes debajo de eso? – me miraba fijo.

¿De verdad quieres saber?

Sí – abrí la bata. Tenía puesta la ropa interior: un sostén negro y unos panties negros, de los que le gustaban, tipo pantaloncito.

Ven acá – camine lentamente con la bata abierta. Mi calentura subió a mil grados. Lo miraba de arriba abajo. No hay nada más sexy en el mundo que este hombre montado en una motora, sin camisa y con el pantalón abierto.- Yo no dije que no, solo dije que en la autopista estaba cabrón.

Me pegué a él. Su pierna estaba entre las mías. Botó el cigarrillo y me agarró por el pelo. Me besó. Sentí la lengua de él acariciando la mía. Me mordió los labios. Sus manos tiraron la bata al suelo. Por lo menos era de noche y los vecinos dormían. Me estrujó los senos. Quería restregarme contra él, sentirlo duro. Ese roce me pone bien caliente, sentir una pinga bien dura bajo un pantalón es morboso. Me empujó un poco hacia atrás para pasar la pierna por encima. Le puso el soporte a la motora y se quedo recostado de ella. Tenía la mente a millón.

Ven acá, entre mis piernas – sonrió – Se lo que estabas pensando.

No podía decir nada. Me acomodé entre sus piernas y por fin lo sentí contra mis nalgas. Hacía frío, bueno yo tenía frío… estaba en ropa interior en la marquesina. Sentí sus labios en mi cuello y sus manos en mis senos. Mis pezones estaban duros. Yo solo suspiraba mientras movía mis nalgas para rozarme con él. Me gustaba tanto sentirlo detrás de mí. Me mordió el cuello.

Márcame, muérdeme duro.

Sí, pero ahí no – me volteo y hundió la cara entre mis senos. Sentí sus dientes mordiéndome duro – Aquí, donde solo lo vea yo. Estas mojada ¿Verdad puta?

¿Qué tu crees? Estoy ardiendo. Dime puta otra vez.

Aja… deja ver – Bajo su mano derecha hacia mis panties, acariciándome sobre la tela – Si, estas mojadita, como me gusta. ¿Qué te diga puta? Pídelo otra vez, suplícalo

Dime puta por favor… quiero que me digas puta.

Echó el mi ropa interior a un lado y me acarició con su dedo. Yo metí la cara en su cuello y lo besaba mientras gemía suavecito en su oído. Sentí uno, dos, tres dedos dentro de mí. Me temblaban las rodillas.

¿Te gusta puta? – me gustaba oírlo preguntarme eso cuando el sabia que me tenia en sus manos – Contéstame.

Si, tu sabes que si. Coño… tu sabes que si.

Me gusta oírte mientras gimes y dices suciedades. – yo me mordía los labios para no gritar del gusto que estaba sintiendo. Saco sus dedos. Me sentí vacía. Se puso de pie y se abrió la bragueta del pantalón completa – Toma, mama. Arrodíllate, quiero que te arrodilles.

Me ofreció su sexo duro, caliente. Si el tuviera una idea de cómo me pone cuando lo veo así: dominante, bellaco, sin vergüenza, con ganas de joder, muy macho. Me arrodillé y me pegué a mamar con un gusto cabrón. Tenía un sabor salado. El me acariciaba el pelo. Le pasaba la lengua de abajo hasta arriba. Luego me lo metí completo en mi boca. El me sostuvo así. Luego me dejó moverme. Me movía lento, acariciándolo con la lengua como si fuera una paleta. Quería, necesitaba que me clavara. Si no lo sentía me iba a morir. Me sacó la pinga de la boca y me agarró duro por el pelo… me abofeteó. Sentí la piel ardiendo.

Por favor… clávame. Por favor, métemelo – lo dije muy suave, mientras seguía arrodillada, con el rostro rojo de la bofetada.

¿Qué? ¿Qué quieres?– yo lo mire fijamente. Me haló el pelo muy fuerte para ver mi rostro.

Clávame, métemelo, jódeme. Estoy con esta bellaquera hace días. Hace días que llevo imaginándome esto. Me lo vivido día tras día y… ¡Y no aguanto mas puñeta!

Como desees. Querías joder en la motora, pues te voy a joder en la motora.

El me tomó de las manos y me levantó. Cuando quedé de pie, agarró el pedazo de tela húmedo que había entre mis piernas y lo rompió. Volvió a sentarse en la motora como si fuera a prenderla, pero se echo un poco hacia atrás. Había espacio para yo montarme quedando de frente a él. Yo quedaba recostada del guía. De ahí me agarré para hacer equilibrio. Mis pies se sostenían de los muslos de él. Estaba abierta, totalmente abierta. El apunto su sexo a la entrada de mi cuerpo. Y yo fui resbalando poco a poco hasta lo último.

Quédate quieta. Es mi motora y te voy a joder a mi modo – yo eché mi cabeza hacia atrás, mientras lo sentía moverse. Me mordía los labios para no gritar – ¿así querías? No hay mujer más bellaca que tú. So puta… ¿así te gusta que te joda?

Si, tú lo sabes. Te deseo. Sigue clavándome, hasta lo último, haz que me duela y que lo goce.

Era incómodo por supuesto, pero todo se perdía en el placer de hacer una fantasía hecha realidad. Los brazos de él sostenían mis muslos y sus manos agarraban el manubrio, dejándome acorralada. Mi cuerpo quedaba sobre el tanque de gasolina. El se detuvo un momento. Yo alcé mi cabeza, mirándolo con los ojos semicerrados.

No pares. Sigue – sentí sus dedos sobre mi clítoris masajeándolo. El sabía que eso me aceleraba hasta el borde del orgasmo. Yo susurraba mil suciedades. Le pedía que siguiera jodiendome, que me llenara de leche, que le tenía ganas. Mi cuerpo ya no era mío – Ya estoy a punto, sigue puñeta.

Te voy a llenar de leche. Quien te ve… tan arrogante, tan educada y tan puta, tan bellaca. Como te gusta coger duro por esa chocha, como te embarras en leche y pides más.

Volvió a sostener mi muslo en su brazo derecho. Ahora sus movimientos eran fuertes, no pausados. Sin embargo, mantenía el equilibrio. Oí su respiración agitada. Sacó su sexo duro, firme y mojado y empezó a rozar mi clítoris. Levanté mi cabeza por que estaba a punto de venirme y quería verlo. Al mirarlo, volé en pedazos. Su rostro estaba muy cerca del mío, sentía su aliento. Veía las venas de su cuello. Todos sus músculos estaban en tensión, brillosos de sudor. Y veía su sexo rozando el mío. Susurré muy suave que me venia, que llegaba, que me iba a correr. Lo miré a los ojos. Y sentí el temblor. Mi fantasía… el cuerpo me temblaba, mientras yo le pedía más y mas. Oí que susurraba cerca de mi cuello: "Ahora". De un empujón me clavó, mi vagina latía salvajemente, todavía sentía los temblores de mi orgasmo. Veia su pinga entrar y salir de mi sexo. El susurró "Puta". Solo decía eso y respiraba mas agitado cuando se venia. En un segundo se salió de mi y me baño de leche. Sentí las gotas de su semen cayendo en mi piel. Estaba tibio, era espeso. Me miro y cerró los ojos, mientras se vaciaba en mi vientre y mis senos. Poco a poco recuperamos el ritmo de la respiración. El fue bajando mis piernas hasta que toque el piso, enganchada todavía en la motora. Quedamos frente a frente y lo besé. Mas que con pasión, con ternura. Me volvía loca el hombre este. Le acaricié el rostro y lo abrace. El pasó su mano por mis senos y me embarró más con su semen. Me dio sus dedos para que los chupara. Teníamos el corazón agitado todavía.

Tu fantasía… ¿Te gustó?

Mmmmm… sí.

Valió la pena. Eso sí es un polvo coño, pero

¿Pero que?...

Ahora me toca a mí y lo que quiero es comerte el culo so puta. Eso es lo que quiero.

Me bajé y el también. Entramos en la casa. Nos bañamos juntos para avanzar. Sudamos a montón. Y ahí estaba yo en la cama recordándolo todo otra vez, con mi culo adolorido por una sesión salvaje de sexo anal sin lubricante, con algunas gotas de sangre manchando la sábana, con olor a semen y sexo en mi cuerpo. Tal vez algún día se repetiría en una playa o un monte. Valió la pena… escribirlo es como vivirlo una y otra vez. Solo eso me pone más que caliente. Tal vez algún día pase otra vez y otra y otra.