La moto de mi vecino 2

Quedamos en vernos por la noche y le enseñé la piscina que tiene mi hermano en su finca.

LA MOTO DE MI VECINO (2)

Hola de nuevo a tod@s. Antes de nada os doy las gracias a los que me habéis mandado comentarios sobre mi anterior relato. Yo me animo bastante cuando veo que el tiempo que paso haciendo algo sirve para que otras personas disfruten y se lo pasen bien, o sea, que espero que eso se haya producido.

En mi historia anterior os comentaba que volvimos a casa en la moto y ….

Quedamos para tomar algo por la noche. Alberto tenía que trabajar por la tarde y resulta que su mujer y sus hijas estaban pasando unos días en la playa pues, según me explicó, las vacaciones de ellos dos no les habían coincidido este año y por eso, decidieron que antes de que comenzase el colegio ella se iría cinco o seis días con las niñas a la playa. Esta nueva información me había producido una gran ilusión, pues todavía quedaban cuatro días en los que lo tendría a ratos para mí solito. Él también me lo contaba con muchas ganas, así que, como os decía, quedamos por la noche para tomarnos unas copas.

Pasé la tarde organizando tareas que tenía pendientes y cada poco estaba con la mente perdida en..., bueno, ya sabéis, en Alberto. Me costaba concentrarme en otra COSA. Notaba un nerviosismo interior que me hacía estar todo el tiempo con medio empalme. Tienes que calmarte. - me dije,- Tienes toda la noche para disfrutar y ya tendrás tiempo para pensar qué es lo que quieres: por ahora, vive el momento y tu momento es Alberto. Y vaya si lo era.

A las diez y cuarto de la noche me sonó el móvil y su nombre apareció en la pantalla. Quedamos en vernos a las diez y media para cenar algo. Nos fuimos a un pequeño restaurante que había cerca de casa. Allí disfrutamos de la comida simplemente porque estábamos nosotros, realmente no me acuerdo ni qué comimos. Era el típico restaurante donde las mesas están separadas unas de otras por tabiques de madera, lo que le da a cada hueco un ambiente muy acogedor además de permitirte bastante intimidad. Durante la cena, Alberto se pasó todo el tiempo con su pie entre mis piernas: es una sensación fantásticas el pensar que te pueden pillar en cualquier momento. Lo malo es que al levantarnos noté un dolor en mis bolas que, evidentemente, era producto de sus jueguecitos. Después de la cena, estuvimos tomando unas copas en una de las zonas de movida de la ciudad.

Al cabo de dos horas, decidimos marcharnos a casa. Mi hermano tiene una casa en un pueblo cerca la ciudad y tiene una finca con piscina preciosa. Como mi hermano no está habitualmente en la casa, ya que trabaja en Madrid, le propuse a Alberto ir a darnos un baño.

-A las dos de la mañana, tú estás loco.- me dijo, sin embargo al ver que yo lo decía en serio, se lo pensó mejor y aceptó.

La finca, iluminada por la noche, está preciosa. Además tiene una iluminación que te ofrece intimidad. Además está cerrada y yo sabía que nadie nos molestaría. Entramos, le enseñé la casa, la cual le impresionó mucho, ya que era muy confortable, en una sola planta y con todas las comodidades. Le encantó la habitación de mi hermano porque era distinta a todo lo que había visto hasta ese momento en habitaciones: la pared donde se apoyaba la cama era un espejo entero. Me imagino lo que pasó por su mente en aquel preciso instante, pero eso no viene a cuento ahora.

Primero nos dimos un baño; nos quitamos la ropa y desnudos nos lanzamos a la piscina. Tenía las típicas luces indirectas que te relajan al instante, además el agua estaba caliente, ya que lleva todo el verano dándole el sol y por la noche, con el fresco, se notaba más caliente que el exterior.

Estuvimos una hora en la piscina. Nos besamos, nos abrazamos y nos sobamos todo el cuerpo poniéndonos a cien. Alberto salió de la piscina de un salto y se sentó en la orilla, en las baldosas, con los pies dentro del agua. Yo nadé hacia donde estaba él y me limité a besar sus piernas: me encantaba y me encendía su tatuaje de la pierna, era como un dragón alargado que se estiraba desde el tobillo hasta casi la rodilla. Su erección comenzó a ser notable sin que ni siquiera le hubiera rozado. Poco a poco fui subiendo por sus muslos hasta llegar a su rabo, el cual estaba reclamando a voces mi trabajo. Sin embargo, ni siquiera se lo toqué, tiré de sus piernas hacia arriba y cayó de espaldas, dejándome ver su estrecho y arrugado ano, que hacia unas horas había sido mío. Comencé mi trabajo en aquellas latitudes. Con las piernas flexionadas, le trabajé el ano primero a lametazos , comiéndomelo entero, para poco después ir concentrándome en el centro del placer. Ya con la punta de mi lengua le repasaba todo el contorno y le proporcionaba pequeñas penetraciones hasta donde mi lengua y su culo me dejaban. Lamí con fruición su perineo y le pasé mi barbilla por él, lo que le provocó un espasmo al notar algo tan duro en aquella zona.

Yo, aunque estaba dentro del agua tenía un empalme de cuidado, así que cuando me pidió que se la metiese no dudé un momento. Salí como un resorte de la piscina y me coloqué entre sus piernas. Se las puse sobre mis hombros y le enterré mi rabo de un solo golpe. Sabía que podía hacerlo ya que se había tragado tres de mis dedos hacía sólo unos segundos, así que estaba perfectamente lubricado. Lo estuve follando en aquella postura varios minutos hasta que me pidió que cambiásemos de posición, así que, sin sacársela, me tiré hacia atrás y él quedó sentado sobre mí, al igual que ya hiciera por la mañana. Sin embargo, rotó alrededor de mi polla y me dio la espalda. La perspectiva que yo tenía desde allí me hizo perder los nervios y le di rabo con la fuerza de mis caderas lo más fuerte que pude. Al cabo de un rato él mismo se dio la vuelta y me dijo que estaba a punto de correrse, así que aceleré mis movimientos y se la pelé lo más rápido que pude. Al momento noté como mi polla era succionada por su esfinter anal, lo que me indicaba que ya se estaba corriendo, lo cual sentí al momento en mi cara. El primer trallazo me dio en los labios, y así fueron bajando los siguientes por todo mi pecho. El orgasmo anal es para mí, con mucho, el mejor orgasmo que se puede tener; demostrado quedó con la potencia con la que los trallazos de Alberto me salpicaron.

Con los movimientos que su culo me estaba produciendo en el pene, me corrí como si llevase semanas sin hacerlo. Él lo notó y se levantó de golpe, sintiendo mis últimos trallazos en sus piernas. La sensación de correrte mientras que no te toca nadie es una pasada, y ahí sigues, echando y echando leche sin parar.

Después de recomponernos, nos fuimos a la ducha de la habitación. Era una ducha con las paredes y la puerta de cristal que llegaba desde el suelo hasta el techo, vamos, muy erótica. Entramos los dos juntos y nos dedicamos por un rato a enjabonarnos todo el cuerpo, entreteniéndonos en las zonas más placenteras. Mientras el me enjabonaba las piernas, empezó a subir hacia mi culo y entre el jabón y lo cachondo que yo estaba, varios dedos suyos entraron en mi, produciéndome una sensación fantástica cuando tocaron mi próstata. El gozaba viéndome suspirar y metía sus dedos (ya había perdido la cuenta de cuántos me había metido) lentamente, comprobando de qué manera me producía un mayor placer. Al cabo de un rato me puse de rodillas y le pedí que me follara duro, así que de rodillas, me folló a lo salvaje: se puso las manos detrás de la nuca y sólo empujaba con las caderas, también es verdad que yo empujaba hacia atrás todo el rato.

Yo me masturbaba, ya que me encanta hacerlo mientras me penetran, y le pedí que me fuera diciendo cómo iba. A mí me quedaba muy poco y quería que terminásemos corriéndonos juntos. Le rogué que me diera un azote y me empezó a dar cachetes, primero despacio y después más fuerte. Noté que aquello le excitó pues cada vez me daba más fuerte (yo a esas alturas ya no intentaba nada, simplemente estaba en éxtasis – ¿será el síndrome de Stendhal?- y no podía albergar más placer en mi interior) lo que le llevó a decirme que le quedaban unos segundos. Yo aceleré más el ritmo de mi paja y me comencé a correrme y las palpitaciones de mi ano en su polla hicieron que finalmente él se fundiera con sus fluidos en mis intestinos. Se derrumbó encima de mí y los dos caímos al suelo de la ducha, mientras el agua tibia seguí cayendo sobre nosotros.

Al cabo de un rato nos levantamos como pudimos y después de aclararnos, nos secamos y nos fuimos a la cama. Creo que antes de que nuestras cabezas tocasen la almohada, estábamos ya roncando los dos. Dormí, creo que él también por su sonrisa al despertar, como un niño pequeño. Por la mañana, cuando la habitación estaba completamente invadida por los rayos del sol, comenzamos a levantar los párpados, aunque nos pesaban una tonelada. Al momento, oímos la puerta de la casa cerrarse con un golpe seco. La tonelada desapareció en un momento y saltamos los dos de la cama como si tuviésemos muelles. En pelotas y corriendo por la habitación nos encontró mi hermano que con la boca abierta nos miraba desde la puerta de "SU" habitación.

Espero que os haya gustado la continuación. Yo todavía sigo excitado. Mandadme vuestros comentarios y sugerencias.

Un saludo a tod@s.