La moto de mi hermano.

Presiono mi cadera hacia delante, oprimiendo mi intimidad, doy al acelerador, y el rugir de la moto entra por mi entrepierna, extendiéndose en mis entrañas.

-¡Hey! Oye, ¿Me haces un favor?- Me habló mi hermano zalamero.

-No.- Le respondí. Estaba viendo la tele.

-Oye, no seas así hermanita.- Me acarició la cabeza- Tú sabes que siempre que puedo, estoy allí.

Lo miré de reojo resignada.

-OK. ¿Qué quieres?

-Lávame la moto, porfa.- Sonriéndome, siguió jugueteando con mi cabello.

-¿Me dejarás montarla?- Le pregunté con ilusión. Dios ¡Amo su moto! Algún día tendré a un novio con motocicleta, que me lleve sujeta a su espalda envuelta en una chaqueta de cuero.

Hizo un mohín.

-¿Por qué siempre pides algo a cambio?

-¿Quieres que te lave la moto sí o no?- Le arrinconé.

-Vale, pero sólo le darás una vuelta a la manzana.- Me advirtió.- La quiero lavada y encerada, y pobre de ti que tenga algún rayón.

Oh Dios, podré montar su moto. No puedo ocultar mi sonrisa.

-Da la vuelta antes de que lleguen nuestros papás, o sino no te dejarán conducirla.

-Vale. ¿Dónde vas?

-Tengo que ir a matricularme y hoy en la tarde tengo las carreras. No tendré tiempo de limpiarla.- Rebuscó en sus bolsillos y me entregó las llaves.-Toma.

Antes de dejarlas caer en mi palma, se detiene y me frunce le ceño- Cuídala.

-Con mi vida.- Le contesté con sinceridad. Me sonríe y me las pasa. Besa la coronilla de mi frente y se dispone a dejar la casa.

Esto merece toda mi concentración. Llevo mi pequeño equipo al garaje para que la música me haga compañía mientras lavo a la preciosa Harley, si viéndola tan solo de me paraliza el corazón.

Mi hermano participa en las carreras clandestinas, esas que se hacen en la costanera. Sólo yo sé su secreto, mi madre le corta los testículos si llega a enterarse. Se hace un buen dinero participando en ellas. Antes me llevaba, ahora ya no, porque la última vez que fuimos, oímos la alarma de un tipo gritando que los “pacos” se acercaban. Con el apuro, tuve que subirme a cualquier moto, de cualquier tipo. No pude ver a mi hermano hasta un día después del incidente. Tenía los pelos de punta, no sabía donde mierda estaba. Por suerte, mi hermano tenía un nombre respetable entre el gremio y el tipo se comportó respetablemente. Como castigo, nunca más me llevó.

Pero no importa, ahora, frente a mis ojos, tengo a la gloriosa “Harley Davidson V-rod”  plateada. Si no me equivoco una de las mejores máquinas de arrastre.Tiene lodo en la llantas, los costados, he incluso algo dentro de la carcasa, cerca del estribo y el regulador de la compresión. La estabilizo sobre unos pedestales especiales para que las ruedas no toquen el suelo, y voy en busca de un balde y un paño. Me esmeraré por este cacharro de los dioses.

En el equipo, colocó W.A.S.P; “Wild child” para ser más exactos. Esa canción me hace sentir salvaje.

Aseguro la puerta de la cochera que da a la casa, así nadie me interrumpe en mi trabajo, y también el portón automático. Completamente a oscuras, iluminada por el tubo fluorescente me pongo a trabajar. La limpio con delicadeza, casi con devoción. Mientras lo hago, no puedo evitar que mi pollera se moje un tanto  en mis pechos y mis shorts de mezclilla.

Cuando ya la tengo completamente limpia, esparzo la cera y comienzo a pulirla. El esfuerzo es agotador, y al tener todo cerrado no entra ni una pizca de aire. Me amarro el cabello y por un segundo sopeso la posibilidad de sacarme la polera para quedar en sostenes… ¿Y si llegan mis padres? Mejor no. Como es bastante holgada, me la amarro a la cintura, dejando que mi vientre respire.

¡¡Uf!! Por fin. Terminado.

Me inclino sobre la motocicleta, apoyando los codos en ella. De pronto, de reojo, veo mi reflejo en el retrovisor. Wow, no creía que podía verme tan… sexy. Tengo unos mechones pegados a mi rostro por el sudor. Mi polera, húmeda en mis senos, no dejan mucho a la imaginación. Se transparenta el color de mi sostén deportivo- el más cómodo que hay, por cierto- y unos puntos duros. Me los toco y me doy cuenta de que son mis pezones. Me siento extraña al tocarlos. Nunca antes me los había acariciado. Rozado sí, pero ahora, al saber que estaba sola, me sentí con la libertad de palparlos de verdad. Me los apreté con fuerza, comprobando su dureza. Ay, duele.

Y en ese mismo instante, recuerdo un episodio que vi una vez, “Golden Boy” si no me equivoco. Un chico descubre a una tipa frotando su pelvis contra su moto en marcha, masturbándose. ¿Es posible? Nunca me he masturbado. Vuelvo a inclinarme para verme en el espejo e instintivamente aprieto uno de mis pezones. ¡Ah! Ya no me duele, es más bien un pellizco soportable, un dolor soportable.

Vacilo un poco. ¿Debo?

Me monto en la moto, confiada de que los postes soporten mi peso. Apoyo mis pies en los bordes, y ambos- Harley y yo- quedamos en el aire. Llevo la llave al switch y doy contacto. El motor ruge con un ruido sordo debajo de mi, haciendo vibrar todo mi cuerpo. Me inclino hacia delante, cogiendo las manillas, doy al cambio hasta dejarlo en punto puerto.

Vuelvo a verme en los espejos, dándome cuenta de cómo luce mi culo con estos shorts. ¿Cómo no me di cuenta antes? Llevo una de mis manos a mi culo y comienzo a acariciarlo. Lo contorneo y sin querer me descubro pasando mis dedos por le hendidura que separa mis nalgas, hasta llegar al inicio de mi vagina. Me siento tan lasciva, y azuzada por el tema que estaba sonando (“Rocket queen”) Me bajo de la moto y me quito mis pantaloncillos, quedando sólo con mis bragas. Vuelvo a subirme y siento la calidez del cuero entibiado por mi cuerpo y la vibración de la moto. Oh.

Doblándome hacia delante, alcanzó de nuevo las manillas, sujetándome. Nunca he hecho esto, como que mi conciencia trata de impedírmelo, pero la imagen de ese anime me incita a hacerlo, la curiosidad. Muevo mis caderas, restregando mi vagina con fuerza contra el asiento y una extraña cosquilla aparece en mi entrepierna, haciendo que instintivamente trate de cerrar mis piernas, que rico. Lo repito, moviendo mi pelvis hacia atrás y hacia delante dos veces. Una ola de placer me recorre el estómago, es como si mi vagina necesitase ser presionada contra la moto. Presiono mi cadera hacia delante, oprimiendo mi intimidad, doy al acelerador, y el rugir de la moto entra por mi entrepierna, extendiéndose en mis entrañas. ¡Oh si! Acelero nuevamente y percibo la humedad de mi ropa interior.

Sin alzarme, dejo que las sacudidas de la moto sigan masturbándome; meto uno de mis manos, permitiéndole que indague en mi vagina. Entro en contacto con un líquido pegajoso y cálido. Antes lo había tocado, pero ahora parece salir a borbotones. Me pica la curiosidad. Unto un tanto en mis dedos y me los llevo a los labios. No tiene color, es denso y viscoso. Paso mi lengua, relamiendo mi índice. Mmm… que salado. Es como cuando te comes los resquicios del maní salado. Me gusta. Introduzco los dos dedos en mi boca y los chupo con fuerza.

En eso alzo mi vista y mis ojos se encuentran en el retrovisor. Tengo el culo alzado, casi desnudo y abierto, succionando mis dedos como si fueran una paleta. Que erótico, me caliento sólo con verme. Llevo la mano a mi trasero y vuelvo a recorrer mis nalgas sin dejar de observarme. Mis dedos inquietos llegan a los labios de mi vagina por arriba de mis bragas, y mi cadera se mueve en respuesta, como queriendo recibirla. Al mecerme, una nueva oleada de placer me ataca y un jadeo escapa de mi boca.

¿Y si me meto mano? No creo que pase algo. ¿Perderé mi virginidad con mis propios dedos? Nah, no lo creo. Pero como tengo miedo, me limito a tirar de mi ropa interior hacia arriba, como un calzón chino por delante.

-Ah.- Gimo sin poder evitarlo. Wow, gemí.

Tiro de mis bragas nuevamente, incrustándolas en mi vagina, a la vez que me mezo sobre la moto titilante. Y repito el proceso. Tiro con fuerza y restriego mi pelvis contra la moto, recibiendo cada convulsión del motor  en mi vagina abierta, húmeda e ignorante. ¡Qué rico! La mano que sigue enganchada a la manecilla, acelera. ¡Ah! Todo mi cuerpo tirita, siento como mis senos se mecen dentro de su corpiño.

Me miro en el retrovisor y mi imagen me excita. ¿Cómo se verán  mis pechos? Con torpeza, me quito la polera y el deportivo. Tenía razón. Me inclino y observo como mis senos oscilan de un lado para otro, con los pezones alzados y duros. Me suelto el cabellos e imagino que soy la tipa del anime.

Axl canta:                                                                            “I’m a sexual innuendo

in this burned out paradise.

If you turn me on to anythinf

you better turn me on tonight.

Here I’am,

and you’re a rocket queen…”

Fricciono mi vagina una y otra vez, acelerando cada vez más, a un ritmo convulso. Me miro y gimo con placer. Deliciosa la forma en que abro la boca y me quejo de mi masturbación.

No lo soporto. Tengo un placer constante, pero parece haber llegado a un tope, yo quiero más.

Perdiendo las reservas que me quedan. Me penetro con el índice y el del medio juntos. Con un poco de precaución, los introduzco lentamente sin dejar de mecerme. Me siento como si cabalgara un caballo. Como no sé hacerlo bien, voy probando, haciendo círculos dentro de mi intimidad, hasta que chocan con la pared frontal de mi vagina, o más bien la cúspide, y una ráfaga de satisfacción recorre toda mi cadera de lado a lado. Sí, ahí es. Los muevo ahora con más confianza y produzco el mismo efecto. Mis dedos parecen resbalar dentro de mi. El fruto de mi excitación parece esparcirse por mis dedos, llegando a mi palma, ensuciando a los otros. No me importa.

Ahora me masturbo, me restriego contra el encuerado asiento, acelero y me contemplo en el espejo retrovisor, encorvada y gimiendo, con los senos moviéndose en cualquier dirección. ¡¡Dios!! ¿Esto es placer? Y como si alcanzara un estado de inconciencia, deseo que entre cualquier hombre por esa puerta y me penetre, nunca creí que lo pensaría, quiero un pene de verdad.

Advierto de una extraña sensación en mi interior. Todo mi bajo vientre se contrae, apretándose terriblemente, y luego, un escalofrío recorre mi espina dorsal, haciendo que me derrita y explote en un ¿orgasmo? Percibo como acabo con mi mano aún introducida en mi entrepierna. Como si nunca hubiera hecho ejercicio en mi vida, me siento exhausta y me dejo caer encima de la moto, soltando la manecilla; dejando que vibre en punto muerto.

No me di cuenta de como mi agitación iba en aumento hasta ahora, que me falta el aire. Ah. Si así se siente una masturbación, no quiero ni imaginarme el sexo de verdad. Por primera vez siento la necesidad imperiosa de tener novio. Sí, me buscaré uno en la prepa.

Rehabilitándome de mi inesperada “corrida”. Me alzo, divisándome de reojo en los espejos. No sé por qué ahora tengo vergüenza. Apago la Harley, sacando las llaves. Busco mis ropas, ahora preocupada de que alguien venga. Me visto con rapidez.

Apago el equipo, sin embargo, antes de irme, me doy cuenta de una suculenta mancha esparcida por la moto. Mi humedad ensombrece aún más el cuero ennegrecido. Menos mal que me di cuenta. Tomo el pañito de la cubeta y lo paso, limpiándolo. Le rocío un poco de desodorante ambiental, con la esperanza de que no guarde olor alguno. Ahora sí; pero nuevamente, antes de irme, no sé por qué me dan ganas de besar a la moto. Me acerco y con ternura deposito un beso en ella, le sonrío estúpidamente y salgo, llevando las cosas conmigo.

Sin duda, amo las motos.

'N.