La monjita inocente 3
Las aventuras de un electricista y un amigo enchufado
Marianin el largo
El siguiente cliente fue un compañero de la obra donde trabajaba. Le llamábamos el Largo porque era un 'arao' más largo que un día sin pan.
Después de la frustración de la visita anterior que me quedé con las ganas de encular a la monja prefería, pese a poder perder las cinco mil extras, asegurarme de que ésta vez yo también iba a tener ración de culo y le pregunté francamente.
- Marianin, ¿tú que talla calzas?
No pareció extrañarle nada la pregunta y no me contestó que un cincuenta y dos que parecía lo lógico que me respondiera sino que dijo orgulloso.
- Larga, muy larga, tengo una polla la hostia de larga.
Me lo llevé animado para el colegio y tras el ritual de costumbre aparecimos los tres en el habitáculo que se había convertido en mi lupanar privado.
Sor Julia nos sorprendió apareciendo con otra monjita que aparentaba, así vestida, la misma edad que ella, unos cuarenta y tantos.
- No les importara a ustedes que venga con sor Francisca de las Nieves, es que ella también necesita unos arreglos y he pensado que era un buen momento para conocerles a ustedes.
El Marianin me miró mosqueado.
Pero yo no pagó más de lo estipulado, ¿eh?
Tu tranquilo, Marianin - le tranquilice - que como ésta es novata, no va a cobrar, que está de prácticas.
Joder con la novata, antes de acabar la frase y sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, ya tenía el largo pene de mi compañero metido hasta las bolas en su boca y cuando Marianin se describió de polla larga, sabía muy bien de lo que hablaba. Gruesa, era normal, pero larga, ¡me cago en la leche!, era larga como un expreso de transportes nocturno. Y sor Francisca trataba infructuosamente, introducírselo entero en la boca, pero era como intentar tragarse un sable de faquir, pero sin truco. La hermana se agitaba nerviosa en su intento. Sor Julia la disculpó:
Está muy necesitada, la pobre, hace mucho tiempo que no satisface sus instintos -e inclinándose sobre ella la despojó hábilmente del habito dejándola en pelota picada y aprovechó, inclinada como estaba en comerle las tetas con gran apasionamiento. Yo viéndola en esa postura la remangué el hábito hasta la cintura y comprobé que la muy puta venía sin ropa interior que estorbara.
Sor Julia, muy dispuesta viene usted hoy.
Si, hijo, es que no podemos desperdiciar el tiempo.
Para seguir sus sabios consejos me desprendí del mono de trabajo, ensalivé la punta de mi carajo, el agujero de su culo y se la endilgué por el ano con grandes suspiros de ella y lamentos míos porque mal lubricada como estaba me costó horrores llegar hasta el fondo de la cuestión.
Ya acomodado en su interior, volví a escupir en mi mano, le saqué la polla casi por completo, y embadurné de saliva el tronco con lo que la penetración se hizo algo más dócil.
El Marianin abrió los ojos y al verme follar a la monja, me preguntó curioso:
¿Se la estás metiendo por el culo?
Por donde sino, a sor Julia le encanta que le follen el culo, ¿no es verdad, hermana?
Si, hijo mío, es que me llena tanto...
El Marianin, celoso, me obligó a desalojar.
- Quita ¡cabrón!, que yo quiero probar. A ver puta, ábrete el culo.
Sor Julia se abrió con ambas manos las nalgas y se ofreció a la larga polla del Marianin que se enfiló en su ano apresuradamente.
Sor Francisca de las Nieves, abandonada a su suerte, se levantó presurosa y ella también se abrió las nalgas ofreciéndome el agujero de su culo a mi polla insatisfecha. Entré encantado en tan prieto habitáculo y Sor Francisca embestía mi polla como alma que lleva el diablo. Yo, con las manos en la caderas, me dejaba hacer y veía como la puta de la monja se empalaba hasta las bolas para luego, lentamente, dejar que la polla le saliera casi por completo y otra vez, de una culada, nuevamente hasta las bolas.
No eyacule usted - me decía - que yo le recibo en la boca.
Que fina es usted, madre, da gusto oírla hablar.
Déjate de hostias, cabrón, y métela hasta el mango.
Cuando estaba por correrme, le metí una hostia en la nalga.
- Póngase usted, que me corro.
La muy puta se sacó presurosa la polla del culo y, dándose la vuelta, se la comió con mierda y deleite. Yo estallé como un cohete de feria y le llené la boca de leche y chocolate que ella tragó como si fuera la cena. Sor Julia, sin dejar que la polla del Marianin se le saliera del culo, le comió la boca a la monja compartiendo mis jugos que se mezclaban con las babas de las hermanas que se friccionaban las tetas como buscando petróleo.
Mientras tanto, el Largo, ajeno a lo que ocurría a su alrededor, seguía embistiendo como un animal el culo de mi pupila y entre grandes alaridos anunció que se corría. Sor Francisca de las Nieves abandonó presurosa los tortilleos con su compañera de convento y se dirigió hacia el culo de ésta. Empujó a Marianin fuera de él y le lamió el ano con fruición y deleite. Marianin las observaba cabreado con la polla flácida tras el combate y sin previo aviso, dirigió la punta del carajo al ano de sor Julia lamido por sor Francisca y lanzó una larga meada que parecía interminable.
La de las Nieves, abrió cuanto pudo la boca intentando beber toda la orina que el muy cabrón les lanzaba. Le chorreaba por la cara y por el pelo, resbalando hasta sus tetas. Sor Julia presurosa aprovechaba lo que podía de lo que le resbalaba por las tetas a la puta de su compañera mientras ésta le gritaba:
- ¡Chúpame las tetas, putona, comete la meada del guarro éste! -Y sor Julia, educada en la educación cristiana, obedecía las órdenes con entusiasmo - baja, baja más, ¡cabrona de mierda!, cómeme el chocho que te voy a mear - Joder con la monja, que lenguaje más urbano.
Y mi pupila se arrodilló frente a la otra monja y con la lengua bajo su coño esperó pacientemente a que ésta orinara. No se hizo esperar mucho y lanzó un chorro a propulsión que chocaba en la boca, la nariz, en la lengua de la pobre monjita que sorbía todo lo que podía y tragaba todo lo que le llegaba a la boca. Cuando el chorro fue disminuyendo de intensidad hizo un esfuerzo con el vientre y salieron disparadas las últimas gotas, luego ahuecó el culo y lanzó un sonoro pedo que el Marianin olisqueó encantado.
¡Joder con la puta la monja! Madre está usted podrida del todo, huele a mierda que echa para atrás.
¿Mierda? Túmbate ahí, ¡cabrón! que vas a comer mierda de verdad.
Marianin me miró en busca de consejo pero yo estaba desencajado sin saber donde coño iba a parar todo esto. Joder con la compañera de mi pupila. No es que fuera la puta más grande que me había encontrado sino que era la puta más guarra que me había encontrado en toda mi puta vida.
Me encogí de hombros y le dije al Marianin.
- Tú mismo, lo que tu quieras...
El Marianin, dubitativo, se tumbó cuan largo era en el piso y sor Francisca tardó un segundo en ponerle el culo a la altura de la cara. Yo no esperaba que llegara tan lejos, pero cuando nos quisimos dar cuenta, la muy cabrona haciendo fuerza con el vientre le lanzó sobre el rostro, primero dos ventosidades y luego un largo, marrón oscuro, chorizo de mierda que cayó sobre el Marianin que se masturbaba enfermizo. Sor Francisca acompañaba tan agradable necesidad fisiológica con lindezas como -¡me cago en la leche!, que bien te quedas después de una buena cagada.
Y Marianin, ojos cerrados, aguantaba estoicamente la arremetida de mierda sobre su cara. Sor Julia retiró de la cara del pobre hombre el culo de su amiga y lo sustituyó por el suyo propio. Por un momento pensé que ella también le iba a cagar al Largo, las judías de la comida, pero no, simplemente se dedicó a restregarle la mierda por la cara con su culo, mientras con la lengua se comía el ano de sor Francisca de las Nieves que se abría las nalgas para facilitar la tarea.
Cuando se cansó de restregar el culo por la cara de mi amigo se puso de pie, con el culo en pompa y abriéndose ella también las nalgas se las ofreció a la cagona que encantada se dedicó a lavárselo con la lengua como si de unas suculentas natillas de chocolate se trataran.