La Misma Sangre (1)

César vivirá la pasión con una mujer prohibida...

Anunciaron el vuelo con destino a Barcelona, con pasos decididos camine hacia mi próximo destino.

Luego de soportar una charla de más de dos horas sobre política con uno de mis compañeros de asiento pude dormir un rato.

Comí vi una película y cuando menos lo espere anunciaron el tan anhelado aterrizaje al lugar que con tantas ansias deseaba llegar.

Paso un largo mes en la que contrate a una mujer para que limpiara la casa que pertenecía a mi familia, me hiciera de comer y se encargara de mis cosas.

A los dos días de mi llegada había hecho acto de presencia en la empresa de mi padre, surgió el revuelo que esperaba, todos querían saludar al nuevo jefe, y los que no parecían temer que los despidiera cosa que no sucedería.

Ahora me encontraba frente a una mujer bajita de pelo castaño que leía mis mensajes y reuniones del día.

—La directora de publicidad pasará en unos quince minutos señor...—informó mi secretaria.

—Hágala pasar en cuanto llegue.—sorbí un poco de café.—Puede retirarse gracias.

La mire un poco extrañado al ver que no se levantaba.

—Señor, los empleados quieren su consentimiento para realizar una pequeña fiesta en su honor el viernes por la noche.

Aquello me tomo por sorpresa, pero aún así decidí aceptar la invitación.

—Porsupuesto, confirme mi presencia.

Asintió sonriendo.

Leí, firme y corregí algunos informes. Mientras firmaba unos papeles oí la puerta del despecho abrirse y unos tacones dirigirse hacia mi escritorio.

—Buenos días, Señor.—susurro una voz suave y profunda.

—Tome asiento—dije sin mirar terminando de firmar.

Al levantar mi cabeza me lleve una gran sorpresa. Ante mi se encontraba una mujer preciosa de aproximadamente unos entre treinta y muchos y cuarenta años, era realmente preciosa. Su cabello caoba le caía en cascadas hasta la cintura, sus deliciosas y marcadas facciones embellecían su preciosa piel blanca como la nieve, y sus ojos de un chocolate tan impresionante como los míos me traspasaron, era tan bella que dolía.

—Buenos días...Usted es la directora de publicidad.—dije en mi tono profesional no confundiendo el deseo con lo laboral.

—Si señor, mi nombre es Adele Harrinson y como ha dicho soy la directora de publicidad de está empresa.

—Debemos dejarnos de formalidades si vamos a trabajar codo con codo.—sonreí al tiempo que extendía mi mano para estrechársela.

—Claro...César—estrecho la mano que le ofrecía.—Si deseas nos podemos poner al tanto del departamento que dirijo. He traído unos informes....

Y así empezamos a entablar una muy buena relación profesional, siempre basada en el respeto a nuestras opiniones y aportando ideas para mejorar la empresa.

El esperado viernes había llegado y era palpable ver que todos los empleados esperaban la hora de reunirse en el pequeño bar a unas dos calles del edificio donde se encontraba la empresa, todos parecían estar más contentos que lo normal y algunos ni fueran a almorzar por salir más temprano para tener tiempo de irse a cambiar.

La hora esperada llego y todos salieron como si una alarma de incendio hubiera sido encendida.

Espere paciente a que llegara la hora citada en el bar. Salí a eso de las siete de la noche, todas las oficinas tenían las luces apagadas, menos la oficina de publicidad. Al imaginarmela todavía trabajando una estúpida sonrisa se dibujo en mi rostro.

Toque la puerta la cual se encontraba entreabierta y asome mi cabeza, ella alzo su rostro de la pantalla del computador, para mostrarme una radiante sonrisa.

—Ya es muy tarde para que te encuentres aquí.

—Sólo termino un proyecto que pienso presentarte la próxima semana.—contestó poniéndose de pie y acercándose a mí.

—Deberías estar con tu familia si no es el caso, arreglandote para la fiesta.

—No tengo familia..., y sobre la fiesta no pensaba ir.—dijo pasando su peso de un tacón a otro.

—Así que no pensabas ir a mi fiesta de recibimiento que mal.—murmure con cara de ofendido.

—Lo siento jefe pero esto de fiesta nunca se me ha dado bien.

—Como digas, pero quisiera que fueras.

—No prometo nada.

—Hasta mañana Adele.

—Hasta mañana César.

El sonido, las luces y quiza la decoración del lugar le dieron a la fiesta un ambiente muy ameno.

Ciertos empleados ya se encontraban cantarines y pasados de copas, otros conversan y los demás bailábamos al ritmo del reggaeton. Sí me encontraba bailando y conversando con una diseñadora cuando unas palabras cambiarían mi vida para siempre......

—Elena me permites bailar con el jefe.

—Claro.—respondió esta.

—Pensé que no vendrías—pronuncie al tiempo que tomaba sus caderas para que se acoplara a mi ritmo.

—Cambie de opinión—dijo pegando su cuerpo al mío.

El cambio de género de música cayó de repente, un merengue un poco romántico nos hizo unirnos más si eso era posible.

—Es una cualquiera se ha acostado con la mitad de la empresa.—susurro con odio mirando a Elena.—Y tu eres su siguiente víctima.

—¿Y has venido a salvarme?

—No. . . he venido, no sé.

Sin esperarmelo se soltó de mi agarre y salio del local, en seguida la seguí y muy disimuladamente me despedi de mis empleados alegando un fuerte dolor de cabeza, esperaba que estuviera en la parada de autobuses ya que la curiosidad me había picado y averigüe sobre su rutina laboral más de lo permitido.

Encendí mi auto y como lo supuse se hallaba en la parada de autobuses, lo estacione al frente y baje. Rodeé el auto y abrí la puerta del copiloto mirándola para que entrara. Una mínima llovizna empezó a caer y ella subió al auto cerré la puerta y me metí también.

El camino hacia mi casa se caracterizo por un silencio cargo de tensión o sí la bendita y sagrada tensión sexual. Al llegar a nuestro destino la ayude a bajar del auto y la conduje a la casa. Ya dentro le ofrecía una copa de vino, pero cuando me dirigía al pequeño bar sentí sus pequeños brazos rodear mi cintura.

—Te deseo César— beso mi espalda con fervor.

Un rayo de deseo ardiente me atravesó y en segundos quede frente a ella besándola como si quisiera arrancarle los labios, que dulce sabía, era una mezcla de miel con vainilla tan exquisita.

Baje mis manos hasta sus caderas para poder alzar, rápidamente ella enredo sus piernas en mi cintura pasando sus brazos por mi cuello y besandonos llegamos a mi recámara.

Casi con rudeza la tire en mi cama, en segundos estaba desnudo acostado a su lado.

—Eres tan hermosa. . .

—Eso se lo dices a todas—susurro pasando sus dedos por mi pecho desnudo.

—Sólo a ti muñeca.

Con cuidado le quite su vestido dejando un camino de besos desde su cuello hasta su plano abdomen, saca cada prenda de su cuerpo con delicadeza dejándola desnuda. Fascinado por sus bonitas curvas y su piel de satín me coloque encima de ella besándola como loco, mi erección caliente golpeaba su vientre mientras ella gemía en mi boca.

Aparte mi boca de la suya y baje hasta el centro de su feminidad, su olor embriagante me encendió. Pase mi lengua por su coño chorreante, su sabor exquisito me volvió loco y empecé a lamer y chupar como un loco.

—Mierda—exclamó cuando toque su botón de placer, lo lamí deslizando mi lengua en círculos a su alrededor, era tan endemoniadamente grande su clítoris, mi falo estaba tan duro y caliente que temí acabar si tener contacto con su coño chorreante.

Pare cuando la oí gritar acercándose a tan anhelado orgasmo.

—Por favor. . .—suplicó.—No me dejes así.

—Necesito estar dentro de ti.—confesé posicionandome entre sus piernas. Si no entraba pronto en su cueva, moriría de dolor en mis bolas.

—Ten cuidado tengo años que no práctico relaciones sexuales—susurro en tono bajo.

La bese con ternura para que no se preocupara. Me incline sobre su cuerpo y adentre mi falo centímetro a centímetro, gritamos al unísono al entrar en contacto piel con piel.

Empecé a moverme con delicadeza sacando todo mi pene y volviendo a adentrarme en las profundidades de su coño ardiente que me apretaba como un guante.

—Eres tan estrecha, que rica.

—Y tu tan grande no sé como has podido caber todo.

La embestí con fuerza provocando que jadeara de placer y aumente la velocidad de mis estocadas, la manera en que sus paredes apretaban mi falo quemaba mis sentidos. Rodeó mis caderas con sus piernas apretándome en cada embestida.

—Me voy a correr.—dijo al tiempo que sentía a sus paredes tensarse para luego absorber a mi falo como si le perteneciera, su grito resonó en toda la casa y empuje con fuerza para después de cinco embestidas derramar mi semilla dentro de ella alcanzando así el mejor orgasmo de mi vida, bueno hasta ese momento.

Caí sobre su cuerpo sudoroso y jadeante, con las fuerzas que me quedaban rodeé llevando su cuerpo conmigo. Ella acomodo su cabeza sobre mi pecho, tratando de calmar su respiración.

En mis veinticinco años jamás había vivido una experiencia sexual tan poderosa como aquella, estaba anonado por las sensaciones vividas.

—¿Estás bien?—le pregunte acariciando su cabello.

—Sí, fue fantástico.

—Lo fue.

Beso mi pecho y cerro los ojos, pude sentir sus pestañas acariciando mi hombro. Recorrió con el dedo un lunar que se encontraba en mi cuello.

—Yo tengo un lunar casi idéntico al tuyo.

—Ah... está es una marca familiar.

—Hummm...entonces no puede ser igual.—Sonrió uniendo sus labios de cereza a los míos.

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¿Quién será Adele en la vida de César?

Besos a todos los que tomaron su tiempo para leer mi primer relato.