La Misión (1)

La selva del Amazonas. Un voluntario inglés. Un guía Paraguayo. Una misión.

La Misión, parte 1

Como si un huracán se acercara, el sonido de cientos de aves inundó la selva amazónica en aquel día soleado mientras Cody observaba asombrado como los animales volaban en la dirección contraria a la que él se encontraba. Abrió sus grandes ojos pardos mientras levantaba su sombrero de paja para no perder detalle.

"¡Mario, Mario… mira a esos pájaros!"- le gritó a su compañero de viaje sin quitar su mirada de las aves multicolores.

Mario, sentado en la balsa que surcaba el río marrón, volvió a ver instintivamente hacia donde su acompañante le señalaba.

"Nos han escuchado…no quieren que lleguemos cerca…"- explicó bajando la cabeza y tomando su brújula.

"Entonces debemos estar cerca"- concluyó Cory sentándose frente a Mario.

"Si… estamos muy cerca"- le contestó Mario tomando un lápiz mientras observaba su brújula con atención. Hizo una rápida anotación en un pequeño cuaderno guardándolo de inmediato en su mochila.

"¿Cuánto más?"- preguntó ansioso Cory mientras miraba directamente a los ojos azabache de Mario.

"No más de una hora"- le contestó el nativo sonriéndole. Sus alineados y blancos dientes le ayudaban a dibujar una sonrisa extremadamente sexy entre las facciones indias de su rostro. Su cabello, lacio, negro, era azotado por la brisa que producía el zurcar de la balsa sobre el Amazonas.

Cory, recién graduado de la Universidad de Oxford había llegado hasta el Paraguay hacía una semana. Iba como voluntario a una misión enmedio de la selva donde los guaraníes eran reyes. Mario, una mezcla de indio con español, era su acompañante. Era un hombre fuerte, acostumbrado a la selva. Desde que lo había visto, Cory había tenido más de un sueño mojado con él. Verlo con su pectoral descubierto, sus tetillas negras paradas, su pelo lacio cayéndole sobre los hombres, era más de lo que el inglés podia soportar, o disimular.

Y ahora se acercaban finalmente a su destino. Habían estado solos durante los últimos dos días con sus noches y no había pasado nada. En la mente de Cory, sin embargo, se había acostado con su guía en más de una occasion, y lo había besado hasta que su lengua se había quedado seca. Pero eso, solo había sucedido en su mente.

"¡Allí está!"- le dijo Mario poniéndose en pie y señalándole un pequeño muelle de madera.

Arriba, sobre una colina, se distinguía claramente una cruz de madera que coronaba una capilla enmedio de un claro de la selva.

"Es… hermoso…"- comentó Cory quitándose su sombrero.

Una puñada de guaraníes se acercaron a la balsa tan pronto ésta atracó en el muelle. Mario los saludó en su lengua bajándose rápidamente. Tiró la cuerda sobre el poste para sostener la balsa y en un gesto que sorprendió a Cory le tendió la mano par ayudarlo a bajar. Era la primera vez que lo tocaba. Era una mano tosca, fuerte, grande. La de todo un hombre en el apogeo de su virilidad.

"Aquí viene el padre Rodrigo"- le dijo mientras Cory levantaba su vista hacia la figura que se acercaba.

"Bienvenidos a la misión"- dijo el padre Rodrigo extendiendo sus brazos mientras abrazaba a Mario –"¿Te cortaste el pelo?"

"Sólo un poco padre"- le contestó Mario mientras se hundían en un abrazo. "¿Tenía el pelo más largo?" , pensó Cory, "debió verse aun más sexy".

"Y tú debes ser Mr. O’Malley"- le dijo el padre mientras extendía su mano hacia él.

"Si padre Rodrigo…es un honor conocerle"- le contestó Cory mientras su mano estrechaba la de aquel español, hombre joven, talentoso, valiente y muy afamado por sus obras en el Amazonas.

"Bienvenido al Paraguay"- le dijo el padre mientras se agachaba para ayudar con las maletas de los visitantes. Un crucifijo refulgente a la luz de la tarde apareció enmedio del pecho desnudo y levemente velludo del sacerdote que vestía un camisa negra desabonotada hasta casi el ombligo. Un camino de vellos rubios iban desde allí hasta donde el crucifijo llegaba.

"Ha construído una gran obra aquí, padre"- comentó Cory observando los diferentes edificios de madera y adobe que no dejaban de asombrarlo.

"Ha costado trabajo…mucho esfuerzo… pero ha valido la pena"- le contestó el padre viéndolo a los ojos. Los del padre eran unos ojos profundamente azules y extremedamente expresivos.

"¿Y el padre Juan?"- preguntó Mario que se mantenía un paso atrás.

"Tuvo que ir a Asunción… regresa hasta la próxima semana…"- contestó el padre mientras Cory observaba un dejo de complicidad en las palabras de Rodrigo. Mario se sonrió levemente. "Esta es la cabaña de los huéspedes"- le dijo abriendo la puerta pesada que daba a una cabaña con una cama ancha, un par de sillas, una mesa.

"Gracias padre"- le dijo Cory.

"Sólo tengo un problema… la otra cabaña está siendo reparada…tal vez pueden compartir esta…"

"¿Compartir la cabaña? ¡Yo comparto mi cama!"- pensó Cory.

"Bueno, no me gustaría incomodar a Cory…"- dijo Mario quedándose en el dintel.

"¿Incomodarme? ¡Tonterías! Ya nos las arreglaremos"- dijo finalmente Cory sabiendo que aquella oportunidad de dormir tan cerca con Mario sería única.

"Entonces Mario, me imagino que quieren darse un baño… tú sabes donde… ¿puedes llevar a Cory?"

"Claro…"- contestó Mario.

Menos de media hora después, los dos habían llegado a una poza cristalina en las afueras de la misión. Mario se desnudó sin ningún pudor frente a Cory que avergozado, esquivó la mirada directa de su acompañante.

"Aquí estamos acostumbrados a desnudarnos uno frente al otro"- le dijo Mario mientras se mantenía de pie frente a Cory. Su verga, flácida, prieta, le colgaba frente a un par de testículos que caían libremente enmedio de dos piernas fuertes, pobladas por sólo unos cuantos vellos. "Vamos, vente a meter al agua"- le dijo acercándose a Cory que permanecía vestido frente a él. El europeo podia sentir como su corazón palpitaba rápidamente mientras sentía la mano del indio que se posaba sobre la suya. "Tenemos que bañarnos… para estar limpios esta noche…"

Esa última frase sonó claramente a una insinuación; pero Cory no respondió sino prefirió comenzar a desvestirse. Se quitó primero sus botas y calcetines, quedándose descalso. Luego se quitó su sombrero, sus lentes oblícuos, su camisa, su pantalón. Se quedó solo con su boxer blanco.

"Tienes un cuerpo bien formado"- le dijo Mario que entraba en ese momento al agua y se detenía dándose media vuelta.

"No, estoy muy flaco"- le recriminó Cory mientras se bajaba lentamente el boxer.

"Para nada…y… te manejas un buen paquete también"- indicó Mario.

"Pero no como el tuyo"- le respondió el europeo caminando hacia el agua.

Mario no respondió y se sumergió rápidamente en el agua. Los próximos treinta minutos ambos muchachos se bañaron disfrutando de aquella poza… y viéndose los cuerpos desnudos al sol poniente de la selva.

Al regresar a la misión, Francisco, un indio guaraní que trabaja muy de cerca al padre Rodrigo los esperaba con la cena lista.

"El padre me dijo que él se retiraría a descansar para dejarlos solos a ustedes…pues deben estar cansados por el viaje"- indicó sin mirarlos a la cara. A pesar de la "civilización", Francisco solo vestía un pantalón corto que no dejaban mucho a la imaginación libidinosa de Cory.

"Gracias Francisco"- le dijo éste mientras se acomodaba a comer.

"Buenas noches"- les dijo cerrando la puerta tras sí.

Comieron casi en silencio, y afuera, los grillos no eran los únicos que se cortejaban.

"Oh… ese jugo de papaya me ha hecho que casi me orine…"- dijo Mario levantándose –"Tengo que salir a orinar"- agregó.

"Oh… a mi también me ha dado ganas…"- dijo Cory yendo detrás.

"¿Ganas de qué?"- le preguntó Mario mientras lo miraba directamente a los ojos. El ingles trató de buscar la Mirada del interlocutor, pero la noche no estaba lo suficientemente estrellada.

"Bueno…"

"No digas nada Cory… sé que me has deseado desde que te encontré en Asunción…"

Las palabras cayeron como un rayo en la cabeza de Cory.

"Si quieres puedes probar mi verga… ¿o no es eso lo que quieres?"

Cory, efectivamente, no dijo nada. Su mano temblorosa buscó la verga aun húmeda de Mario. La rozó y luego la sobó suavemente. "¡Qué rica está!" , pensó mientras se agachaba rechinando las hojas secas que estaban debajo de él. Se puso en cuclillas y se la tragó por completo.

"¡Creí que habías comido bien! Pero veo que te quedaste con hambre…"- Mario soltó una carcajada que resonó en la selva.

Mario sintió como aquel pedazo de carne entraba en su boca y pegaba contra la campanilla en su garganta. La disfrutó lentamente mientras crecía. Luego la sacó y le besó el glande, la cabeza prieta de aquella verga que había ganado grosor y estaba ahora erecta, lista para ser disfrutada.

"Ven… regresemos adentro…"- le dijo Mario mientras lo tomaba suavemente del cabello rubio.

Entraron a la habitación sigilosamente, como no queriendo hacer ningún ruido que delatara lo que estaban haciendo, a pesar que la cabaña más cercana estaba a unos 20 metros de ellos.

La luz del candil alumbraba la piel morena de Mario mientras se bajaba el pantalón.

"Tú también me gustas Cory"- le dijo Mario mientras lo atraía nuevamente hacia él.

Cory volvió a agacharse contemplando la verga que tenía delante de él. La besó lentamente, disfrutando cada centímetro con su lengua húmeda para luego tragársela poco a poco. Bajó por el pedazo de carne firme hasta llegar a los testículos llenos de vellitos. Los besó, los lamió, los chupó.

"Ah…ahh…"- decía Mario mientras se quitaba su camisa quedándose completamente desnudo.

Cory se levantó y comenzó a quitarse su camisa.

"Déjame que yo lo haga"- le dijo Mario acercándose al europeo.

"¿Estás seguro sobre esto?"- preguntó Cory mientras allá en la distancia se escuchaba el sonido del trueno previniendo una tormenta.

"¿Tú que crees?"- fue la respuesta mientras los labios delgados del indio se posaban sobre el hombro blanco de Cory. "Ahora que te ví bañándote, me dieron ganas de cogerte…"

"Yo no sabía que pensar…"- dijo Cory sintiendo como su piel se estremecía de placer al sentir los labios de Mario que se paseaban por sus hombros, y luego por su espalda. "Verte allí desnudo…fue demasiado para mí".

"Pues esta es la noche en que debes disfrutarme…porque yo pienso disfrutarte a ti…"- le dijo Mario bajando lentamente hasta su cintura.

"Si, hazme tuyo…"- le dijo Cory mientras Mario tomaba el cinto desabrochándole el pantalón que cayó al suelo polvoriento de la cabaña.

Ahora los dos estaban desnudos, listos para disfrutarse.

Mario continuó besando la espalda de Cory hasta llegar a sus nalgas blancas. Primero las besó y luego las comenzó a lamer hasta abrírselas. El inglés se inclinó sobre la mesa para poder abrir las piernas y se estremeció al sentir la lengua húmeda de Mario que bailaba por sobre su esfínter.

"¿Te agrada? Un Argentino me dijo que esto vuelve loco a los putitos"- le comentó deteniéndose por un instante.

"Me vuelve loco"- fue la respuesta de Cory mientras sentía como su verga se paraba de inmediato.

Mario introdujo nuevamente su lengua en el culo limpio de Cory lamiéndole como si fuera un chocolate suizo que nunca se acabaría. Su saliva ahora le inundaba todo el esfínter y su lengua entraba aun al recto. Estaba totalmente lubricado.

Los 15 centímetros de verga de Cory topaban contra la mesa mientras el movimiento del beso negro en su culo se hacía más y más constante.

"Hazme tuyo Mario, hazme tuyo"- le rogó mientras un trueno más cercano le robaba sus palabras.

Mario se incorporó. Su verga, de unos 17 centímetros, estaba lista para el ataque. Cabezona, tuvo un poco de dificultad al colocarla en el culo del muchacho, pero debido a la lubricación extrema a la que lo había sujetado, un minuto después pudo introducirla lentamente.

"¡Ahhh!"

"¿Te gusta así?"- le preguntó apretando los dientes mientras le hundía su palo.

"¡Oh… qué ricooooo…!"

Mario finalmente lo penetró hasta que sus huevos topaban en las piernas del europeo. Lo ensartó con premura mientras lo cogía con las manos por las caderas delgadas, casi femeninas del muchacho.

Y en ese momento se escuchó un toquido en la puerta.

Cory volvió a ver a Mario que lo ensartaba mientras éste se detenía repentinamente de su afán. Le hizo un gesto de silencio.

"¿Quién es?"

La puerta se abrió pues no tenía cerrojo.

"Soy yo"- dijo Francisco mientras entraba con un candil en su mano. Se quedó parado en el dintel sin decir una sola palabra más.

"A…"- Cory no sabía que hacer.

"Francisco…¡cierra la puerta!"- le dijo Mario retirándose rápidamente del cuerpo desnudo de Cory mientras su verga permanecía rígida en dirección al indio.

(Continuará)

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