La mirona y el Capitán

El deseo irremediable impulsa a una chica a espiar al Capitán del quipo de football de su instituto.

La mirona y el Capitán.

Llegó ese punto en el que comprendes que estás locamente enamorada... obsesionada, ¿qué diferencia hay? Cada vez que lo veía por los pasillos del instituto mi cuerpo ardía y mi mente echaba a volar; yo siempre había sido muy imaginativa. Braden, el capitán del equipo de football, era corpulento, masculino y se caía de guapo ¿Como no iba a tener novia? la más puta de las animadoras: Chelsea Lewis se llamaba la afortunada y la odiaba y envidiaba a partes iguales. Siendo yo tan tímida y ella tan "popular" di la batalla por perdida, sin embargo, al tiempo, comencé a urdir un plan en otro sentido. Me llevó todo el invierno hacerlo, pero al llegar la primavera, uno de los viernes se convirtió en el día perfecto. Entrenaba el equipo, hacía calor, aún no habían arreglado la iluminación y Braden, después de perder un partido siempre se quedaba hasta tarde entrenando... él sólo.

Durante esos días de frio invierno encontré un sitio perfecto para apostarme, era una antigua caseta contigua al terreno de juego que había servido de vestuarios a primeros de siglo, pero que ahora se encontraba ruinosa. Apenas subía un metro el muro frontal, pero para mí era suficiente, desde allí controlaría cualquier punto del campo de entrenamiento. Aún con todo tenía un inconveniente: una de las farolas del nuevo alumbrado del campus estaba plantada justo en medio de la caseta e iluminaba mucho del alrededor, tanto como si fuese medio día. La semana anterior puse solución a esto, una noche le abrí el cajetín y corté los cables de dentro que chisporrotearon, días más tarde no había parecido importarle a nadie esa farola apagada. Al anochecer de aquel viernes, me vestí de sport con ropa oscura, me eché a la espalda la mochila con todos los aparejos y fui a mi escondite frente al campo de football.

Sonreí al ver a Braden allí, sólo en el campo, como había planeado. Pateaba el balón una y otra vez practicando pases largos. Saqué en silencio, amparada por ese muro de un metro y la oscuridad, mi equipo fotográfico de dos mil dólares y que hacía apenas un año apenas hubiera sabido usar. Después de un curso y mucha práctica, lo tenía montado en menos de cinco minutos y "mi Adonis" estaba justo en el centro del objetivo dispuesto a ser inmortalizado. Comencé a tirarle fotos, le hice cientos, de todas las posturas y él estaba del todo ajeno a mi presencia, era imposible que me viera; el teleobjetivo que había comprado capturaba la luz increíblemente desde tan lejos. Fue una sensación poderosa la que sentí al contemplarlo, como la de un titiritero manejando a su marioneta. Miré las fotos que estaba haciendo y me detuve en una para resoplar, estaba tan guapo, en plenitud... Sin embargo, su expresión era dura, parecía querer cargar con el mundo entero, seguramente no parara de acordarse de la última derrota. De todas formas, el fuego comenzó a arder en mi interior ante tal portentosa estampa, temblé y las últimas fotos se me movieron, no podía parar de escudriñarle los bíceps... y esas manazas. Imaginé que me agarraba el pecho tan fuerte como lo hacía con el balón y empecé a comprender que tendría que alterar el plan, ya que originalmente sólo contemplaba la sesión fotográfica y no la onanística; esta que tan impulsivamente me había comenzado a reclamar el cuerpo. Al poco fue incluso más grave, cuando se quitó la camiseta y las hombreras protectoras. ¡Menudos pectorales! ¡Qué planta y qué abdominales! ¡Madre mía, el empotrador definitivo! Agachada como estaba e inconscientemente, mis muslos comenzaron a rozarse apretándome la entrepierna. Fue entonces cuando agarró una botella y bebió agua sin cuidado ninguno y terminó por derramársela por el torso. Mi mano derecha urgía en otro lugar y la aparté del disparador de la cámara para serpentear con ella entre mis leggins y bragas.

Sin quitarle ojo de encima me froté el clítoris en húmedos círculos: suaves, pegajosos e intensos. Me lo imaginé agarrándome, aprisionándome por detrás con esos brazos hercúleos, besándome por el cuello, debajo de la oreja, y... poniéndome el paquete en la espalda para que supiera lo gorda que la tenía. Braden y la yema de mi dedo corazón me hicieron volar, mi mente deseó que me arrancara la ropa con rudos tirones, siempre manteniéndome bajo su control asida por las muñecas y en el momento más inesperado, ¡zas! me la metía de un tirón, rompiéndome las bragas. A mí me dolía tanto como gustaba sintiendo los desgarros y el golpetazo en lo más profundo... Empalada por el placer. Me metí irremediablemente el anular y el corazón en la vagina para disfrutar de aquellas vistas tan únicas... arrodillada frente al muro y oculta entre las sombras.

Fue entonces cuando emergió lo sucio que escondía mi alma. Deseé que me insultara azotándome las nalgas: "¡¿Te gusta puta?!", que me agarrara fuertemente del pelo obligándome a meterme toda su polla en la boca, hasta la garganta, hasta provocarme arcadas. Soñé que me escupía el culo y me lo reventaba a cuatro patas mientras yo jadeaba y le pedía que me diera más fuerte. Quise que me dejara los dedos marcados en las tetas a causa de la fuerza con la que me las agarraba, que me chupara y follara salvajemente todos los agujeros del cuerpo... que me tratara como a la puta más grande del mundo abofeteándome antes de correrse en mi rostro suplicante.

Imaginaba esto cuando mis piernas comenzaron a temblar y sentí que me orinaba, me tapé la boca con la zurda para poder correrme implotando en silencio. Poco cayó al suelo ya que la mayor parte de los flujos mojaron mi pantalón elástico. Volví a mirarle a través del teleobjetivo, debió haber escuchado algo ya que miraba hacia mi escondite. Contuve la respiración, recogí todo tan rápido como pude y me marché de allí a la carrera, sin mirar atrás.

Aparte de las fotos Braden y un orgasmo increíble, con aquella incursión comencé a descubrir lo oscuras que estaban empezando a ser mis fantasías.