La mirona

Soy una mirona, me gusta mirar, como a todos, pero creo que he descubierto una nueva aficion... que me miren.

La mirona

Siempre me ha gustado mirar, desde pequeñita, y no mirar cualquier cosa, bueno casi todo, pero hay cosas que me gustan más que otras. Por ejemplo uno de mis primeros recuerdos es estar a la puerta del cuarto de mis padres, medio a oscuras intuir como mi padre se follaba a mi madre, el culo de mi padre moviéndose arriba y abajo, cubierto por la sabana, creo que me marco para toda la vida. Les vi varias veces hasta que en una ocasión, mi madre, excepcionalmente estaba ella montando a mi padre, se dio cuenta de mi presencia. Ella se levantó muy suavemente y me acompaño medio desnuda a mi cama, mientras mi progenitor farfullaba imprecaciones, les debí joder bien el polvo.

En el colegio, tengo otros recuerdos similares, por ejemplo, me acuerdo de unos niños algo mayores que yo a los cuales pille en flagrante masturbación en uno de los descampados que había camino de la escuela, me dio tiempo a ver, oculta detrás de unos escombros, como aquellos dos chicos, se enseñaban las pollas, y un poco temerosamente empezaban a restregárselas al principio cada uno la suya, y luego a tocárselas mutuamente. En el gimnasio ver a mis compañeras, las que estaban madurando antes, ver sus pechos ya desarrollados en contraste con los míos, como impúdica e inocentemente comparábamos los sostenes y hacíamos al tiempo comentarios sobre los compañeros de clase, me ponía muy nerviosa pero al mismo tiempo disfrutaba de esa sensación.

Incluso hubo un hecho muy comentado que aunque no me pasó a mi, nos sirvió de conversación durante bastantes semanas. En otra clase, creo que del nivel inmediatamente superior, uno de los profesores, de conducta intachable hasta ese momento, se había bajado la bragueta en clase y entre el general asombro de todos y todas se había cascado una paja. El hombre, un hombre joven recién licenciado, resulto que estaba desequilibrado y fue dado de baja, pero no por ello dejaron de producirse nuestras risitas y chistes al respecto, yo hubiera querido estar allí y ver aquella cosa asomando por el pantalón, y la cara del individuo al ver a su estupefacto alumnado. Todo lo morboso ya no solo me interesaba, sino que me excitaba. Observaba a mis compañeras cuando en el parque cercano al instituto los chicos les metían mano, creían que yo era una estrecha, pero no sospechaban que estaba disfrutando más que ellos. Luego en casa, me metía en la bañera, y placidamente rememoraba las imágenes y me acariciaba, me acariciaba

Fui creciendo, tuve amigos y me acosté con ellos, me gustaba, no estaba mal, pero lo que más me excitaba era mirarles fijamente mientras me jodían, ellos a veces se cortaban y apagaban la luz. Una vez a uno de ellos como estaba tan nervioso por la situación le tape los ojos, y lo violé con la vista y con el coño, fue uno de los mejores polvos de mi vida, y de él, según me confeso, aunque creo que había follado poco ese tío.

En otra ocasión tras una noche de juerga, me desperté al amanecer en una cama ajena, el individuo desconocido con el que había dormido estaba desnudo encima de la cama, tendido placidamente con la conciencia tranquila y su polla aún más, me duché, y cuando iba ya a vestirme, la visión de aquel miembro fláccido, indefenso, saber que con una mano podría coger aquellos testículos y apretarlos, pero que no lo iba a hacer, me puso a tono otra vez, me baje de nuevo las bragas, que ya me había puesto, hasta la rodilla, metí los dedos en mi entrepierna y delante de aquel hombre me masturbe obscenamente, como si fuera una poseída, la boca se me llenaba de saliva,que me caia por la barbilla y el cuello, al final cuando agotada me corrí, con cuidado, sin tocar la piel del bello durmiente, deje caer mi baba sobre su polla, él ni se dio cuenta, siguió roncando y yo nunca más volví a saber de él.

Ahora ya tengo casi treinta años, un trabajo y una casa, soy una mujer respetable, que vive independiente, todo un logro. Las ventanas de mi piso dan a una plazuela, con árboles y bancos , durante la tarde hay niños, pero por la noche siempre alguna pareja se pone allí a hablar. Desde la oscuridad de mi cuarto espero a que pasen a más, seguro que están deseando tocarse, follárse, abrirse de de piernas y mezclar sus secreciones, pero la mayoría de las veces no pasan de algún beso, seguro que lo único que hacen es planificar como pagan la hipoteca.¡estúpidos!

Las casas del oto lado de la plazoleta son más interesantes, puedes ver escenas de la vida cotidiana, y a veces por la madrugada cuando la luz de un cuarto no se apaga, intuyes que alguien puede estar viendo una película pornográfica, y estará recostado en el sofá con el pantalón desabrochado y aferrando un pene tieso. Ya solo con pensar eso a veces ya se me moja la braga. Estoy esperando que llegue el calor

Por fin ha llegado el verano, la gente duerme con las ventanas abiertas. Tengo las casas controladas, se cual puede ser prometedora o cual corresponde a una rutinaria familia tomando la cena, aunque hay veces que te puedes llevar sorpresas. El otro día divise a un respetable señor tendiendo la ropa, cuando se retiro a coger más del montón que debía tener, pude ver su peludo culo. Aquel individuo solo llevaba puesta una camiseta, la fugaz hizo que me tumbará en la cama, y mis dedos buscaran mi clítoris. Desde entonces muchas vécese tendido la ropa solo vestida con la camisa, sola la camisa, sin sujetador siquiera, ver a la gente pasando y pensar que mi coño esta casi al alcance de sus miradas, hace que los pezones se me pongan de punta, ¿Lo notaría alguien desde la calle?

El otro día estaba apacentando mi rebaño de ventanas, estaba descaradamente asomada a la ventana con la luz encendida, no pasaba nada, solo era una persona buscando más aliviar la sofocante noche, pero yo ya intuía donde podría estar mi presa, unas noches antes había visto a un individuo tocando una guitarra, medio desnudo, sentado en la cama. Apague la luz, acerque la silla al alfeizar, así estaría más cómoda, yo solo llevaba puesta una camiseta vieja y medio rota, anhelaba ver a ese bohemio desnudo con su bajo vientre cubierto por el cuerpo de la guitarra, para amenizar la espera empecé a mesarme el vello de mi pubis.

De repente de un piso superior de la casa de enfrente de mi, de la misma casa que yo estaba acechando, me pareció ver que se apagaba una ventana, no estaba observando esa ventana, pero tuve la certeza de que allí había habido una silueta y que esa silueta seguía allí.

El cazador cazado, esa era yo, alguien estaría intentando adivinar mis formas, mis acciones, mis pensamientos iluminados por la tenue luz nocturna. Me sentí violada, humillada, pero al tiempo un pequeño regusto de placer me recorrió la espalda. Permanecí allí, el espectáculo de hippie con guitarra no apareció, pero no me importo, me sentía importante, alguien tal vez estaba corriéndose allí arriba, y estaba pensando en mi.

Pasaron los días, yo seguía colocándome allí a oscuras, las demás ventanas perdieron interés para mi, solo aquella, que siempre permanecía oscura, pero yo sabía que estaba allí, jadeante, tocándose. Me movía por la casa a oscuras intentando tenderle una trampa desde otro observatorio, pero aquella ventana entreabierta siempre permanecía oscura, el muy cabrón era astuto. Un día deje de sentarme en la penumbra y encendí la luz, moví la cama hasta que quedo pegada al tabique exterior, me acosté y allí desnuda, recorrí mi cuerpo perezosamente, mis manos parecían explorarlo por primera vez, los pezones se irguieron al ser pellizcados, redescubrí la textura de mi monte de Venus, y la calidez de los interiores de mi vulva, y hasta mi esfínter anal recibió la visita de mis dedos. Yo sabía que el estaría excitado, que se estaría apretando el pene, tenía que ser un tío, no creo que haya muchas tías que se exciten simplemente mirando, como es mi caso. Estaría gruñendo quedamente, y luego cuando al final eyaculará se iría a dormir pensando en que nunca me podría follar. No le ponía cara al individuo, para que, podía ser cualquiera, todos los día veía tíos que me hubieran bajado la dura bragueta de los pantalones vaqueros y habrían metido allí sus manos, hombres que me hubieran sorbido las tetas hasta irritarme los pezones, tíos que habrían metido su polla hasta los cojones en ni culo. Daba igual y yo además me corría muy a gusto sin tener que personalizar.

Así pasaron varias semana, el verano, yo montaba el numerito y ambos disfrutábamos. Cuando llego el otoño, ya estar desnuda en la cama con la ventana abierta me daba algo de frío, y aunque me calentaba al menearme delante de mi mirón, intuí que esto tenía que acabar.

Una amiga del trabajo me ha dicho que ha alquilado un apartamento enfrente de mi casa, que esta muy bien de precio, que solo quedaban disponibles el que ha cogido, el que ha cogido y también uno del quinto, el que tiene en el balcón un toldo, que ambos están libres desde antes del verano. No le he dicho nada, pero esta equivocada, ese piso, el del quinto, esta ocupado, que mi amante esta siempre ocupándose de mi, que me vigila y sabe todo lo que me pasa. Se que mi cuerpo hace que el suyo se estremezca, que hace que su glande escupa chorros de semen que caen en el vacío delante de él. No me importa que haga frío, que llueva, que venga el invierno, seguiré exponiéndome ante él, es lo único que me da placer.