La mirada felina
Otra forma de ver las cosas, irónica, curiosa, diferente.
¡Qué placer sentir sus largos y finos dedos deslizándose por mi espalda! ¡Cómo sabe ella acariciarme para que goce! Hunde sus dedos en mi pelo y yo giro mi cabeza para que pueda rascarme en el cuello y detrás de las orejas, que es donde más me gusta... Sólo puedo expresarle mi satisfacción con un suave e ininterrumpido ronroneo.
rrrrrrrrrrrr...
¡Pero qué guapo es mi gatito! me dice ella con esa voz tan agradable que tiene y que tanto me gusta oír, aunque sea para decirme todas esas encantadoras cursilerías que, por alguna razón, los gatos os inspiramos a los humanos.
Mi humana y yo vivimos solos, pero la verdad es que así estamos muy bien; aunque no estaría mal tener una gatita en casa... Ella es veterinaria y le encantan los animales, especialmente yo y más que ningún otro. Le gusta llevarme a su consulta, sabe que soy muy tranquilo, y así puedo observar a los muchísimos animales que atiende, aunque los dueños son a veces más interesantes.
Ella se llama Inés, por cierto, y es una humana muy hermosa. Ya he dicho lo mucho que me gustan su voz y sus manos, también me agrada su hermoso pelaje rubio (no me desagradaría teñírmelo como ella), pero tiene otras cualidades tanto o más interesantes para los machos de vuestra especie. Esto lo sé muy bien por la forma en que la miran algunos: al ojo del gato no se le escapa nada. Aprovechan cuando ella está observando al animal enfermo para fijarse en sus nalgas o para tratar de descubrir algo de esos pechos que no se ven detrás de la bata pero que abultan. Estoy de acuerdo en que son muy suaves y en que es muy agradable descansar la cabeza sobre ellos, pero tampoco comprendo la obsesión que producen a algunos... En fin, humanos, ¿quién puede comprenderlos?
Aunque ya he dicho que vivimos solos, ella suele relacionarse con numerosos machos y alguna que otra vez se ha atraído a algún espécimen de ésos a casa. Es sorprendente la frecuencia de estas relaciones pero es que vosotros, los humanos, tenéis el celo durante todo el año. Sois unos verdaderos cachondos y luego no se os ocurre otra cosa que capar a vuestros animales (esto es algo que no puedo soportar y se me erizan los pelos del lomo el día que ella tiene que hacerlo; ese día no hay ronroneos para mi ama), cuando los enfermos sois vosotros. En fin, así está el mundo. Continuaré con mi historia.
El caso es que esa tarde estaba muy claro que mi humana volvía a estar en celo. Las señales eran inequívocas: estaba extrañamente contenta y me acariciaba y hablaba con más entusiasmo de lo habitual. Lo notaba en su tono.
- ¿Sabes? ¡Hoy tengo cita y es guapísimo! me dijo, por si no estaba claro.
Dejó de acariciarme para darse una ducha. Oyendo caer el agua, entré en el cuarto de baño y distinguí su perfil a través de la cortina de plástico. Cantaba mientras se duchaba, como si alguien pueda sentir placer echándose agua. Luego salió completamente desnuda.
- ¿Qué forma es ésa de mirarme? ¿A qué estoy buena...? me dijo en broma, como si yo no me enterara de nada.
La verdad es que la he visto desnuda muchas veces, pero siempre me produce curiosidad ver a un humano desnudo. Lo de ser bípedo ya es harto curioso, pero las piernas tan largas de mi humana, la piel suave y sin pelo salvo en la cabeza y el sexo, los pechos redondeados... todo esto me fascina. Aunque desde luego no me excita: no vayan a pensar ustedes que un servidor es un pervertido humanófilo como algunos degenerados de mi especie. A mí me da mucho reparo pensar en hacer cualquier indecencia con una humana por muy hermosa que resulte para los suyos. Seamos decentes, por favor.
Luego vinieron las dos o tres horas, o así me lo parecen, que tarda siempre en arreglarse. Una costumbre curiosa como también la de vestirse. No entiendo a qué viene tanto preocuparse por el vestido si he comprobado que al macho le gustaría mucho más sin nada encima y al final es lo que trata siempre de hacer... ¡Humanos, no hay quién os entienda!
Por fin terminó de vestirse y arreglarse. Me dejó algo de pienso para comer y se fue. Ya no esperaba verla hasta muy tarde y me di una buena comilona antes de echarme en el sofá para dormir la siesta de las seis de la tarde.
Desperté con el tintineo de las llaves. Debía ser muy de noche y mi humana había regresado, acompañada, como era de esperar. Los dos se reían y hablaban entre susurros cuando no estaban besándose. Se abrazaban y yo veía las manos del macho irse por su espalda y tratando de llegar a todos los sitios... También quería quitarle la ropa, como siempre. Ella se resistía un poquito porque no pensaba quitársela... hasta que llegaran al dormitorio.
Les vi desaparecer por el pasillo y dudé si echar otra siestecilla o ir a observar un poco. Como sólo hay un impulso más poderoso que la pereza en mi especie y es la curiosidad, me levanté y fui a la habitación. Los gatos somos unos auténticos voyeurs por naturaleza.
La puerta estaba abierta y ellos en plena faena, ya desnudos y él montándola. Para poder ver mejor el espectáculo, trepé a un armarito y me eché allí para observar con toda tranquilidad.
Es sorprendente lo perversos que podéis ser los humanos a la hora de practicar sexo. Siempre me han sorprendido las extrañas posturas que adoptáis. ¿Cómo puede gustar a un macho estar boca arriba mientras la hembra, sentada en él, sube y baja sobre sus caderas? Pero lo cierto es que los dos parecían pasarlo muy bien. Mi humana jadeaba de gusto mientras el macho no desaprovechaba ocasión para tocarle los pezones y lamerlos. Por el gusto con el que suelen chuparlos los machos, supongo que las hembras humanas tienen siempre leche disponible. La verdad es que esto me da mucha curiosidad pero no creo que sea prudente probarlo...
Hicieron una pequeña pausa y cambiaron de postura. Ahora ella se colocó a gastas sobre las sábanas y él... Abrí los ojos porque esto fue una sorpresa. Era la primera vez que veía a dos humanos haciendo sexo de manera natural: ella boca abajo mientras él se colocaba sobre ella. Supongo que los humanos os aburrís a veces de tanta perversión. También he sabido luego que a esto lo llamáis el estilo "perro", cosa que juzgo estúpida y de lo más ofensivo. ¿Los gatos practicamos el "perrito"? ¡Menudas idioteces se os ocurren a los humanos!
El caso es que ahora ella gemía con cada empujón suyo y a él no se le ocurría otra cosa que empujar más fuerte para que gimiera más. Un absoluto salvajismo pero fascinante. Yo me pasmaba viendo su pene saliendo y entrando entre sus piernas. Y él, nada, que no dejaba de sobarle las tetas mientras con ambas manos. Viendo la cara descompuesta de ella sólo podía preguntarme cómo podía gustarle eso... ¡Qué salvajes sois los humanos, de veras!
Los gemidos iban a más y por la fuerza de los empujes adivinaba que esto no podía durar mucho. El chaval no daba más de sí y le dijo que se iba a correr... El último gemido de mi humana fue sutilmente distinto y supongo que era la señal del orgasmo. Luego se corrió él, y así terminó la faena. Se dejaron caer sobre la cama.
Se tomaron una pausa para descansar antes de hablar. Ahora mi hembra estaba de lo más cariñosa mientras se besuqueaban un poco y le acariciaba el pecho. La verdad es que me hacía sentir algo celoso...
¿Tienes gato? le preguntó él, dándose cuenta por fin de que estaba allí.
Sí, ¿a que es precioso?
Ya sabes que a mí me gustan mucho los animales. Misi, misi... Por cierto que esto me recuerda a mi pastor alemán, que me está esperando en casa.
¿Pastor alemán?, ¿un perro?, pensé sin poder evitar que se me dilatasen las pupilas y las orejas se me pusieran rígidas. Aquel no era el tipo adecuado para mi humana y yo no iba a tolerar un perrazo en mi propia casa. Había que evitar cualquier riesgo de que mi humana se volviera monogámica con ese individuo.
Bajé rápidamente de la silla y fui al salón. Vi la chaqueta negra del macho y estiré las afiladas uñas antes de emplearme bien con ella: la rasgué de arriba a abajo con todas mis fuerzas. Luego marqué mi territorio para rematar la faena: no quería verle a él ni a mi perro en mi casa.
Los dos salían de la habitación, muy contentos y ya vestidos, abrazándose y besándose, cuando él se dio cuenta. ¡Menuda cara de gilipollas que puso! Yo maullé de la risa pero el tipo se puso furioso.
¡Mira lo que ha hecho! dijo furioso.
Lo siento mucho, no sé cómo ha podido hacer esto se disculpó mi humana.
¡Mierda de gato! ¡Mira lo que ha hecho el muy hijo de puta! ¡Me la ha arañado entera y encima se ha meado! ¡Qué peste! insistió.
¡No insultes a mi gato!
¿Que no le insulte? ¡Eso es un bicho!
¡Cómo te atreves a decir eso! ¡No quiero verte más! ¡Hemos terminado!
Él ni siquiera intentó disculparse, se largó, todo enfadado, por donde había venido. Habían roto como esperaba y me sentía feliz y también orgulloso por la manera en que mi humana me había defendido. Ronroneé de placer mientras me frotaba contra sus piernas. Luego me cogió en brazos y me besó en la frente.
- ¡Menudo imbécil! Mira que meterse contigo...
¡Cómo me hubiera gustado poder hablarle entonces! Yo era el "hombre" de su vida y ella lo sabía muy bien: ¿con quién iba a estar mejor que conmigo? Dejé caer mi cabecita sobre sus pechos y me dormí en ellos, extasiado por las caricias de sus suaves dedos sobre mi cuello.
El relato se lo dedico a mi gato, por supuesto.
Agradeceré y responderé vuestros comentarios.
Un saludo cordial. Solharis