La MILF más Deseada [16].

Julián encuentra algo que podría cambiar la relación que existió entre sus padres, y decide mostrárselo a Diana.

Capítulo 16.

—1—

La confianza entre madre e hijo había aumentado mucho, y Julián era consciente de eso. Después de pasar la noche mirando un video de cómo se cogían a su madre, mientras ella le chupaba la verga, supuso que no debía dar demasiadas explicaciones cuando se le acercó por detrás.

Diana estaba barriendo el piso y tenía puesta solamente una vieja remera que le llegaba hasta la mitad de las nalgas. Julián vio esos gajos vaginales, asomándose, y no pudo resistirse. Sacó la pija y arrimó a su madre por detrás, al mismo tiempo que la envolvía con sus brazos y le agarraba las tetas con firmeza. La rubia no dijo nada, sostuvo la escoba y cerró los ojos, las caricias en sus tetas le hicieron vibrar todo el cuerpo y lo mejor fue sentir esa dura verga encajándose entre sus labios vaginales.

—Estaba pensando —le dijo Julián al oído— que puedo hacer una edición del video que grabaste anoche, y vendérselo a la empresa alemana. Estoy seguro de que nos van a pagar muy bien.

—Esa es una idea excelente; pero no hay apuro. Mejor lo dejamos como una reserva, para cuando no sepamos qué mandarles. ¡Uy, qué traviesa está esa pija!

El glande se había encajado en el centro de su vulva y amenazaba con meterse dentro del agujero. Ella se meneó lentamente de un lado a otro, desafiando al peligro. Dejó la escoba apoyada en el borde de una mesa y permitió que su hijo le quitara la remera, dejándola completamente desnuda.

Julián y su madre bailaron al ritmo de una melodía inexistente. No había música que los acompañara, lo que los impulsaba a moverse era el morbo insostenible que crecía en ellos.

Julián estaba convencido de que su madre se arrepentiría en cualquier momento y se apartaría de él, o bien que le pidiera que fuera en busca de la cámara de fotos. Eso último no era tan mala idea. Estuvo por sugerirla él mismo; tal vez podrían seguir disfrutando del momento si lo disfrazaban con la excusa de una sesión fotográfica.

Pero esto no fue necesario, por alguna razón Diana comenzó a inclinarse hacia delante permitiendo que la verga de su hijo se colocara justo en la entrada de su concha, y retrocedió.

La penetración fue lenta y suave, como si la rubia estuviera tanteando el terreno. Julián no tenía idea de cuán lejos pretendía llegar su madre, tenía la verga tan dura como el deseo de meterla completa de una vez; pero por miedo a que todo terminara abruptamente, prefirió quedarse tan quieto como una estatua y permitir que Diana dirigiera todo. Lo único que hizo el muchacho fue amasar las grandes tetas de su madre, con devoción.

A Diana le agradaba que los  hombres no se olvidaran de sus tetas, ella solía atraer las primeras miradas gracias a los pechos; pero en cuanto estaba desnuda la mayoría de sus amantes prefería centrarse en lo que tiene entre las piernas. Le encantaba que jugaran con sus melones; sus pechos eran muy sensibles y despertaban en ella un fuerte orgullo femenino.

Decidió recompensar a su hijo por este buen trato, balanceó su cuerpo de atrás hacia adelante, permitiendo que la verga saliera casi completa de su concha, para volver a clavarse. Julián estaba en la gloria, la humedad y la tibieza de la concha de Diana hacían vibrar cada uno de sus músculos; pero se mantuvo firme. No quería moverse ni un milímetro, ya que tenía miedo que cualquier movimiento abrupto asustara a su madre. El problema fue justamente que ella no dejó de moverse, lo hizo con una sensualidad asombrosa. Julián había estado pajeándose pocos segundos antes de abrazar a su madre y su verga ya pedía a gritos terminar con todo el asunto, aunque él no quisiera. Luchó para contener todo; pero no estaba acostumbrado a penetrar a bombas sexuales como Diana, que meneaba el culo con maestría.

La rubia se asustó al sentir el primer chorro de semen dentro de su concha. Su hijo le había acabado en la cara, o encima del cuerpo, incluso en la concha, pero por fuera; nunca había eyaculado en medio de una penetración. Notó que Julián se ponía tenso, como si quisiera detener el flujo de semen que escapaba de su verga. Sintió pena por él, había sido un acto involuntario, no podía enojarse. Estuvieron jugando con fuego y ella lo permitió, ahora se estaban quemando y Diana debía admitir que gran parte de la culpa era suya, por permitir que la verga de Julián entrara en su concha, y por moverse de una manera tan provocativa.

En lugar de apartarse, Diana retrocedió, provocando que la verga se clavara completa en su concha. Hasta el fondo. Los chorros de semen siguieron llenándola y ella podía sentir el tibio líquido acumulándose en su interior. Mientras esto ocurría, además de sentir un morbo inmenso, pensó en qué podía decirle a su hijo para que él no se sintiera mal. Tenía que ser algo bueno, algo que le hiciera notar que ella no estaba enojada y que, tal vez, hasta había sido bueno que él acabara de esa manera.

Se le ocurrió la excusa perfecta.

—Julián… cuando saques la verga, andá corriendo a buscar la cámara. Así me podés sacar unas buenas fotos con la concha chorreando leche. ¿Qué te parece?

—Es una excelente idea —aseguró él, aún aferrado a esas grandes tetas—. Pero voy a tener que hacerlo rápido.

—Sí, porque la leche va a empezar a salir… pero yo me voy a tapar la concha, a ver si la aguanto un poquito… pero apurate. Tenemos la chance de sacar fotos muy morbosas, a la web alemana le van a encantar.

—Está bien… a la una… a las dos… y las… tres.

Diana tapó el agujero de su concha al instante y cerró las piernas, manteniéndolas bien apretadas, como si estuviera aguantando las ganas de orinar. Julián corrió hasta su cuarto, con la pija aún dura, se sintió como un mono corriendo en la jungla, la situación era tan divertida como excitante. Le había acabado dentro de la concha a su madre y ella no se había enojado ni un poquito. Al contrario, parecía estar contenta con el asunto.

Por suerte él siempre dejaba una cámara lista para ser usada. Estaba junto al teclado de su computadora. La agarró y corrió de regreso hacia su madre.

—Listo, acá estoy… ¿Vos estás lista?

—Sí, ya no lo aguanto más adentro… voy a abrir las piernas y voy a dejar que chorree naturalmente… después tal vez pueda pujar un poquito, para que salga más.

Diana hizo exactamente lo que había dicho. Cuando separó sus piernas tuvo la consideración de levantar la cola e inclinarse hacia delante. Su concha dilatada ocupó un primer plano en la cámara y Julián comenzó a sacar una foto detrás de otra, retratando para la posteridad su propio semen manando de la concha de su madre.

Tal y como había predicho Diana, pudo capturar varias imágenes muy morbosas, que seguramente se venderían muy bien en la web alemana. La combinaría con otras que tenía guardadas, y las ofrecería como parte de un pack.

—2—

Julián se sentó frente a la computadora, con una taza de té en la mano, y se dispuso a revisar el disco rígido que su padre había dejado guardado en el placard. En las primeras carpetas encontró fotos viejas que habían sido escaneadas, algunas eran del casamiento de sus padres, otras retrataban la infancia de Julián.

Todo parecía de lo más normal, hasta que se topó con una carpeta llamada: “Diana (Perversiones)”. Al ver esas palabras estuvo a punto de escupir el té contra el monitor.

Con la mano temblorosa agarró el mouse, lo dirigió hacia la carpeta e hizo doble clic. No tenía idea de qué encontraría allí dentro, pero presentía que no sería algo agradable.

Encontró varias carpetas más, pero hubo una que inmediatamente captó su atención, se llamaba “Para Diana”. La abrió de inmediato y encontró un montón de archivos de video, prolijamente numerados, desde el uno en adelante. Reprodujo el primero y se quedó paralizado frente al monitor, mirando a los ojos de Eduardo, su padre.

Desde la pantalla, Eduardo le sonrió y saludó tímidamente con una mano, luego dijo:

—Hola, Diana… mi amor. Si estás viendo esto es porque soy un cobarde, y no me animé a decirte estas cosas de frente…

Julián presionó la barra espaciadora, deteniendo el video al instante. Dejó la taza de té sobre el escritorio, ya no le apetecía tomarla. Salió de su cuarto, con paso rápido. Encontró a Diana hojeando una revista, en el living.

—Mamá, tenés que ver esto… vení…

—¿Pasó algo malo? —Preguntó la rubia, preocupada.

—No, malo no… al contrario, creo que es algo muy bueno. Pero… te vas a poner mal.

—¿De qué carajo estás hablando, Julián?

—En serio, vení… tenés que verlo, yo no te lo puedo contar. Traé una silla.

Sin comprender nada, Diana obedeció a su hijo, lo acompañó hasta su cuarto, cargando una silla. Se sentó junto a él y Julián reprodujo el video desde el inicio.

Una vez más Eduardo saludó y dijo:

—Hola, Diana… mi amor. Si estás viendo esto es porque soy un cobarde, y no me animé a decirte estas cosas de frente. Sos el amor de mi vida. —Diana se tapó la boca con una mano y las lágrimas brotaron de sus ojos.

—¡Ay, no, no… paralo, paralo! —Exclamó la rubia, rompiendo a llorar—. ¿Qué es esto? No puedo ver esto… no puedo. —Ella intentó ponerse de pie, pero su hijo la detuvo.

—Mamá, no te pongas así. Miralo como algo positivo. No sé por qué, pero papá decidió grabar mensajes para vos. Está bien, es triste, porque lo extrañamos mucho —los ojos de Julián estaban vidriosos—. Pero a mí me pone super contento escucharlo hablar otra vez. ¿A vos no?

—Me pone muy triste, lo extraño mucho y…

—Y esta es una forma que tenés de reencontrarte con él. Esto es algo bueno, mamá. Puede que te pongas un poco triste la primera vez, pero después vas a agradecer haber encontrado estos videos. Los grabó para vos, con mucho cariño. Creo que lo mínimo que podrías hacer es mirarlos.

—Pero… voy a terminar llorando como una boluda…

—Llorá todo lo que quieras, si lo necesitás. Eso te va ayudar a sacarte toda la tristeza que tenés adentro. A mí me gustaría que recuerdes a papá con alegría, él siempre fue un tipo simpático y alegre. Estoy seguro de que a él le encantaría que te rieras al ver estos videos.

—Eso es muy cierto, a él siempre le gustaba verme feliz. Decía que no soportaba verme triste.

—A mí tampoco me gusta verte triste, mamá. No tenés que ponerte así, papá murió hace más de un año… pero encontró una forma de volver… tenés la chance de escuchar sus palabras una vez más, y es obvio que quiere decir algo que nunca se animó a decirte.

—Sí… tenés razón.

—Entonces, ¿sigo reproduciendo el video?

—No, esperá… dame unos minutos, para digerir la noticia. Esto es muy fuerte.

—Pero… ¿estás contenta?

—Sí, estoy super contenta. —Ella sonrió, a pesar de las lágrimas—. De verdad, me pone super feliz ver a Eduardo otra vez. Voy a esforzarme para tomarlo como algo positivo, pero estoy segura de que voy a llorar… y mucho.

—Tal vez si mirás estos videos muchas veces, dejen de causarte tanta tristeza.

—Puede ser… no sé. Ya vengo, necesito lavarme la cara, para refrescarme un poco.

Diana fue al baño, abrió la canilla y empezó a tirarse agua en la cara, estaba fría y eso la ayudó mucho a tranquilizarse. La pérdida de su marido fue el mayor golpe que recibió en su vida, cuando el médico la llamó para decirle que ya no podían hacer nada por Eduardo y que solo restaba esperar, ella conservó la fe. Tenía la esperanza de que su marido sería lo suficientemente fuerte como para soportar un infarto… pero luego vino otro, y éste terminó con su vida. Ni siquiera pudo despedirse de él. No de la forma en que le hubiera gustado hacerlo. Eduardo había dejado de existir y ella tenía que seguir adelante con su vida, más por su hijo que por ella misma. Durante las primeras noches de duelo suplicó por tener al menos una última oportunidad para hablar con Eduardo, una última oportunidad de escuchar su voz y verlo sonreír. Contra todo pronóstico, ahora eso era una realidad. Si bien ella no podría responder a las palabras de su marido, podía verlo y escucharlo… él le estaba hablando directamente a ella, utilizando un recurso tan simple como un video.

Podía hacerlo. Tenía que hacerlo.

“Julián tiene razón  —pensó, mirando sus ojos irritados en el espejo—, al principio va a doler mucho; pero esto es una bendición. Voy a poder escuchar las palabras de Eduardo una vez más”.

La alegría comenzó a florecer en su interior, como una débil llama en una casa fría. De a poco la calidez la fue reconfortando. Sonrió, con genuina felicidad.

—Puedo hacerlo —dijo en voz alta.

Se secó con una toalla y se miró al espejo una última vez. No estaba ni remotamente sexy, en su opinión; pero había recibido un golpe bajo, tenía derecho a estar así. Respiró hondo y sin dejar de mirar sus ojos a través de su reflejo, se dijo: “Vamos, Diana, vos podés hacer esto. Es tu marido, deberías estar feliz de verle la cara otra vez… de escuchar su voz. Muchas viudas matarían por tener esta oportunidad. No seas llorona”.

Regresó a cuarto de su hijo y volvió a sentarse a su lado.

—Estoy lista —aseguró.

—Bien, si en algún momento querés que ponga pausa, decime.

—Ok.

El video continuó su reproducción desde el punto en el que lo había dejado Julián.

—Tuvimos nuestros malos momentos —dijo Eduardo, desde la pantalla—; pero siempre encontramos la forma de convivir en armonía. Fuimos felices durante muchos años —Diana sonrió, una vez más sus ojos se humedecieron—. Quiero que sepas que, a pesar de todo lo que te voy a decir en estos videos, siempre te amé y te sigo amando. Sos la mujer más linda del mundo, lo digo en todo sentido. Nunca entendí por qué te casaste conmigo…

—Yo tampoco —dijo Julián.

Diana pausó el video, dándole un golpe a la barra espaciadora.

—Che, no digas eso de tu padre.

—Pero mamá, seamos honestos. Nunca entendí cómo una mujer tan hermosa como vos, terminó casada con un tipo como papá.

—Me casé con él porque lo amaba mucho, para mí eso fue suficiente.

Reanudó el video y Eduardo dijo:

—Nunca entendí cómo una mujer tan hermosa como vos, terminó casada con un tipo como yo —Julián empezó a reírse.

—¿Ves? Hasta él mismo lo admitía. —Tenía un nudo en la garganta que le provocaba un dolor agudo; pero estaba feliz de ver a su padre otra vez. No quería llorar, eso arruinaría el momento… y haría que su madre se pusiera aún más triste.

—Me dijo muchas veces eso mismo —aseguró Diana—. Pero siempre le di la misma respuesta que te di a vos.

—Pero por algún milagro del cielo, terminamos juntos —continuó diciendo Eduardo—. Y me diste los años más felices de mi vida. Lo que quiero decirte tal vez te resulte chocante, incluso cabe la posibilidad de que no me creas; pero es la verdad. Todo es la pura verdad. Diana —hizo una breve pausa—, nunca te fui infiel. Ni una sola vez.

—¡Ay, no! —Diana volvió a pausar el video.

—¿Qué pasa, mamá? ¡Esa es una buena noticia! ¿Acaso no le creés?

—El problema es que sí le creo. Lo está diciendo con toda la sinceridad del mundo.

—¿Entonces? ¿Por qué te ponés así?

—Porque ahora me siento como una mierda de persona, por haberle puesto los cuernos con el Tano… y tantas veces.

—Pero… pero… ¿acaso papá no te dijo que te había engañado? ¿No te contó él sobre todo ese asunto?

—Es cierto. Por eso no entiendo por qué ahora dice esto. Él mismo me confesó que me había sido infiel… ¿por qué lo hizo, si era mentira?

—No sé… pero tal vez lo explique. Dale play al video… ¿podemos seguir viendo? —Esperó por la respuesta de su madre, pero ella había quedado paralizada, mirando la pantalla—. ¡Mamá! ¿Seguimos mirando?

—S… sí… dale…

—Tal vez no me creas —continuó diciendo Eduardo—. Estás en todo tu derecho a dudar de mí, después de todo fui yo mismo quien te contó de esa infidelidad. Esa fue la única vez en mi vida que te mentí, y me sentí como una mierda. Cuando vi la mirada de desilusión en tu cara… te juro que casi me muero de la angustia. Fue horrible. Sé que te sentiste traicionada… me dijiste que jamás hubieras pensado que yo llegaría a hacer una cosa así, que creías que yo era el hombre más bueno del mundo. Pero no lo soy. Es decir, es cierto que nunca te fui infiel. Pero sí te mentí y te lastimé… y lo hice por una absurda idea que se me metió en la cabeza. ¿Nunca te pasó que pensaras en algo con tanta intensidad que duele? Hablo de algo que sabés que no está, que no es ético… o moral… —Lo primero que llegó a la mente de Diana fue la verga de Julián. Durante muchas horas al día no podía dejar de pensar en el enfermizo morbo que le causaba chupar esa verga… o incluso permitir que su hijo la penetrara. Terminaba tan excitada que debía masturbarse como una posesa. Sabía que estaba mal y que tenía como excusa el asunto de las fotos porno. Pero también sabía que ella había abusado de esa excusa y que había permitido que las cosas entre ella y Julián llegaran demasiado lejos—. Eso es exactamente lo que me pasó a mí —continuó diciendo Eduardo—. Me obsesioné con una idea y la única forma de llevarla a cabo era inventándome esa mentira de la infidelidad. Perdón, Diana. Fui un imbécil, te lastimé, solo para poder cumplir una loca fantasía. Pero te juro que no lo hice pensando solamente en mí. Sabía que a vos también te haría feliz, aunque tuvieras que sufrir durante un tiempo.

—No estoy entendiendo nada —dijo Julián, pausando el video—. ¿Su fantasía era serte infiel? ¿Acaso eso lo hacía sentir más importante?

—No sé… tu papá nunca fue un tipo egocéntrico.

—Tal vez lo era, en secreto. Es decir, alguna vez habrá alardeado de la hermosa esposa que tenía… por ahí pensó que si todo el mundo se enteraba que él te había sido infiel, eso lo reafirmaría como hombre.

—No me parece propio de tu padre. Nunca fue un tipo machista, bueno, un poco sí, porque no le agradaba que yo trabajara. Él quería ser el sustento económico de la familia. Pero eso es porque fue criado con conceptos que hoy en día ya no tienen sentido. Eduardo nunca se sintió un “macho”, de esos que se la pasan alardeando de todas las mujeres con las que se acostaron. Ni siquiera alardeaba de mí. Al contrario. Cada vez que me presentaba con un conocido, se ponía mal, porque nadie podía creer que yo estuviera casa con él. Sufría mucho. Incluso hubo gente que pensó que yo era una prostituta contratada para simular ser su esposa.

—Esa sí me la hubiera creído.

—¡Tarado! —lo retó Diana, dándole un golpe en la mano—. Tu papá era el sustento económico de la casa, pero nunca me pagó por sexo.

—¿Ni una sola vez? ¿Ni siquiera como un juego?

—¿Un juego?

—Qué se yo… escuché que hay hombres a los que les gusta fantasear con que su mujer es una prostituta, y les pagan para tener sexo con ellas. Como un juego sexual.

—No sabía de eso. Y no, tu padre nunca hizo una cosa así. Jamás insinuó que yo pudiera parecer una prostituta.

—Aunque sí lo parecés.

—¡Tarado! —Una vez más ella le golpeó la mano y él comenzó a reírse a carcajadas—. Bien que a vos no te gustaría que tu mamá se dejara coger por plata.

—¡Ey, eso fue un golpe bajo! ¿A qué hijo le gustaría que su madre se prostituya?

—Perdón, tenés razón. No lo dije con esa intención. Pero volviendo al asunto de tu papá… él jamás le dijo a nadie algo como “Miren que buenas tetas tiene mi mujer”, al contrario. Sufría cuando alguien me halagaba las tetas, o el culo… o lo que fuera. Se ponía muy tenso y empezaba a estrujarse los dedos, como si quisiera arrancarlos.

—¿Entonces vos tampoco entendés qué fantasía se refiere?

—No, pero imagino que lo explicará en algún momento. —Julián se quedo en silencio mirando a su madre—. ¿Pasa algo?

—Sí, estás sonriendo. Eso me agrada.

—Creo que me está haciendo bien volver a escuchar a Eduardo, además ahora estoy intrigada. Quiero saber qué más tiene para decir.

—Bueno, sigamos mirando.

El video siguió reproduciéndose.

—Esta fantasía que me invadió la cabeza durante tanto tiempo también es la mayor de mis debilidades. —Eduardo hablaba a la cámara, estrujándose los dedos de la misma manera que había descrito Diana segundos antes—. Creí que yo sería más fuerte, pero tengo que admitir que mis deseos lograron manipularme tanto como para mentirte… esa era la parte más difícil para mí; bueno, eso era lo que creía en ese momento. Después me di cuenta que había algo mucho más difícil de afrontar. Pero te lo voy a ir contando todo de a poco. No quiero agobiarte con tanta información de golpe. Sé que te estarás preguntando de qué va todo este asunto de la fantasía, pero ahora mismo no puedo contarlo. Necesito aclarar mis ideas. Te lo cuento en el próximo video. Te amo, Diana. Y perdón si alguna vez te hice sufrir, no lo hice con mala intención.

A pesar de que la sonrisa no se borró de la cara de Diana, un par de lágrimas rodaron por su mejilla.

—Bueno, imagino que tendremos que mirar el siguiente video —dijo Julián—, a menos que vos no quieras. No me gustaría tener que esperar unos días para sacarme la duda, pero tampoco voy a mirar los videos sin que vos estés presente. Es más, creo que yo no debería estar presente… al fin y al cabo te está hablando a vos, y es obvio que esto tiene que ver con las relaciones sexuales entre ustedes.

—Ay, pobrecito Julián, es muy chiquito para entender que su papi y su mami cogían —al decir esto Diana metió la mano dentro del pantalón de Julián y le agarró la verga. Estaba flácida pero comenzó a endurecerse ante el primer contacto con los dedos—. ¿Qué vas a pensar cuando te enteres que a tu mami le gusta la verga?

Julián empezó a reírse.

—Creo que eso ya lo sé muy bien.

—Vamos, Julián, no me jodas. ¿Qué podría decir tu padre que yo no quiera que escuches? Me viste mil veces desnuda, me viste chupando vergas, cogiendo… incluso tu pija estuvo dentro de mi boca un montón de veces… hasta me la metiste en la concha. Me parece que sí podés seguir mirando lo que tu padre diga. Ya tenemos confianza más que suficiente como para hablar sin filtros de cualquier tema sexual. Cualquiera. Hasta los más zarpados y morbosos. Como madres que le chupan la pija a sus hijos. Me imagino que yo no debo ser la única que lo hace… ¿pensás que por acá podría vivir otra madre que le coma la pija al hijo?

—Dudo mucho que haya otra madre que lo haga tan bien como vos…

—Gracias —dijo Diana, con una radiante sonrisa.

—Pero yo también pensé en ese asunto. Alguna debe haber. Esto antes me parecía una locura inaudita; pero ahora ya no me resulta algo tan extraño. Tal vez te hayas cruzado en el supermercado con alguna madre que le chupa la verga al hijo.

—Uy, eso me da mucho morbo —Diana apretó más fuerte la verga de Julián y la sacó del pantalón, empezó a masturbarlo lentamente—. Y sí, no te lo voy a negar… me da morbo chuparte la verga. Sé que está mal… y justamente por eso me da tanto morbo.

Julián miró a su madre a los ojos. Todo ese morbo del que ella hablaba ardió con furia en su interior. Guiado por su instinto masculino, se acercó a la rubia y la besó en la boca. Diana se quedó paralizada, esa no era la forma en la que un hijo besaría a su madre; ese era un beso entre amantes. Cuando él se apartó de ella dijo una sola palabra:

—Chupala.

Ella sonrió con picardía y todo el agobio producido por el reencuentro con su marido, se esfumó súbitamente. Se puso de rodillas delante de su hijo, se aferró a esa rígida verga con ambas manos, y comenzó a chuparla de la misma forma en que lo hacían las actrices porno. Tragó tanto como pudo y dejó que su saliva lubricara bien todo el tronco, cuando retrocedió, le dio un fuerte chupón al glande. Luego lo recorrió trazando círculos con la punta de la lengua. Repitió todo el proceso tres o cuatro veces y luego miró a su hijo a los ojos, sacó la pija de su boca y dijo:

—Cuando quieras que te chupe la verga, no tengas miedo en pedírmelo. Me gusta hacerlo… me calienta.

—¿Y también te calienta que te meta la verga en la concha?

—Mucho.

—¿Y te molestaría que te pidiera eso?

—No… molestarme no… siempre y cuando sea por poco tiempo. No quiero que mi hijo me coja… eso me parece demasiado; pero te puedo permitir meter la pija un ratito.

Diana se puso de pie y se quitó toda la ropa, quedando completamente desnuda. Se sentó sobre su hijo, mirándolo a la cara, y acomodó la verga para que entrara en su concha. Después empezó a bajar lentamente. Ella la tenía tan mojada que la penetración se produjo sin ningún esfuerzo, solo tuvo que bajar sin prisa y subir cuando fue necesario, para que la verga pudiera acomodarse mejor. Cuando entró toda abrazó a Julián y lo besó en la boca de la misma forma en que él la había besado.

No se quedó allí mucho tiempo, grabó en su mente la sensación de tener la pija rígida de su hijo metida en la concha y luego se levantó. Quería mostrarle cuáles eran sus límites. Esos segundos de penetración habían sido más que suficientes. Ahora ella podría retomar su tarea de chuparla, pero Julián tenía otra en mente.

—Tenemos que seguir viendo el video de papá.

—¿Estás seguro? ¿Ahora? ¿No querés que la siga chupando? —Ella se puso de rodillas y le lamió el glande.

—Es que me da mucha intriga… además me da la impresión de que él va a decir algo que te puede calentar todavía mucho más…

—¿Y vos pensás que si estoy más caliente voy a permitir que me metas la pija un poquito más? —Julián no respondió—. Está bien, no me voy a enojar con vos por eso. Sé que te debe encantar meter la pija en una concha, a mí también me gusta sentirla adentro. Bueno, sigamos mirando el video, a ver qué pasa. Después seguimos con esto, de todas maneras tu pija se para sin ningún esfuerzo. —Diana sintió un escalofrío, esa misma frase se la había dicho muchas veces al Tano, y no podía creer que ahora se la estuviera diciendo a su propio hijo.

Julián buscó el siguiente video en la lista, como estaban prolijamente numerados, era fácil saber con cuál debían seguir. Hizo doble click en el archivo y una vez más su padre apareció, ocupando toda la pantalla. Ahora vestía una remera mangas cortas color azul. A Julián le dio la impresión de que habían pasado varios días entre éste y el primer video.

—Hola de nuevo, mi amor —dijo Eduardo, desde la pantalla.

—Hola, querido —saludó Diana, con calidez. Ya no lloraba, su hijo le había levantado el ánimo y le alegraba mucho poder escuchar a Eduardo una vez más. Lo extrañaba mucho y ésta era la mejor forma en la que podía pasar tiempo con él.

—Estuve dándole vueltas a lo que te dije en el video pasado y si no sigo adelante, nada de eso va a tener sentido para vos. Por eso me obligué a ordenar mis ideas, para poder contarte todo. No sé cómo te vas a tomar esto, y eso es lo que me aterra. Pero quiero ser sincero, ya verás vos cómo lo manejás. Espero que puedas ponerte en mi lugar y entender al menos una parte de todo lo que voy a decirte.

—Cuántas vueltas que da —dijo Julián, impaciente.

—Sí, esa es una de las características de tu padre —aseguró Diana—. Siempre le costó ir al grano. Pero, shh… callate que ahí sigue…

—Bueno, mejor voy al grano porque no quiero dar muchas vueltas —al escuchar las palabras de su marido, Diana comenzó a reírse—. Te mentí al decir que te fui infiel porque quería que vos te animaras a serme infiel. —La risa de la rubia se detuvo en seco—. Sí, así como suena de loco. ¡Mirá, me tiemblan las manos al decir esto! —Eduardo acercó sus manos a la cámara para mostrar que, efectivamente, se sacudían como hojas secas en otoño—. Vas a pensar que soy un imbécil, pero siempre me imaginé que serías más feliz con otro hombre. Sos una mujer demasiado hermosa como para estar toda la vida atada a un mediocre como yo —El corazón de Diana latía a toda velocidad, sus manos también temblaban—. Vos te merecés más, mucho más. Quería que me fueras infiel, pero vos siempre te portabas bien. Apenas y si salías a bailar con tus amigas. Pero un día… un día cambió todo. ¿Te acordás cuando fuimos a ese hotel juntos, donde conociste a un tipo que te tiraba los galgos? —Diana recordaba perfectamente ese momento, incluso se lo había contado a su hijo—. Bueno, gracias a este tipo me enteré que vos sí podías llegar a serme infiel. Hablé con él, aunque vos no lo sepas. Me contó absolutamente todo lo que pasó en el baño… me contó cómo se la chupaste. —Diana se puso pálida y sintió todo su cuerpo frío—. A mí me puso muy mal saber eso, no te voy a mentir. Fue como una patada al hígado. Pero al mismo tiempo me alegré por vos, porque habías tenido una pequeña aventura sexual. Habías aprovechado tu increíble belleza para poder pasarla bien, y te felicito por eso. No estoy enojado con vos, ni un poquito.

—Necesito que hagamos una pausa —dijo Diana—. Urgente.

Julián detuvo el video de inmediato.

—¿Estás bien? —Le preguntó a su madre.

—No lo sé… es mucha información junta. Necesito unos segundos para poder procesarla.

Su hijo aguardó en silencio durante un breve período de tiempo y luego dijo:

—Deberías ponerte contenta. Él supo desde el principio lo que hiciste con ese tipo en el baño del hotel, y no se enojó con vos. Al contrario.

—Sí… supongo que sí. Además lo está diciendo honestamente, se le nota. Hasta parece contento de que le haya chupado la pija a ese tipo.

—Es que… ya lo dijo él, siempre se sintió poco hombre para vos. Todo el mundo te lo dijo… hasta yo lo pienso. O sea, afectivamente papá fue el mejor tipo del mundo. Pero sexualmente… me da la impresión de que dejaba mucho que desear. ¿No es cierto?

—Sí…

—No parecés muy convencida.

—Es que…

—Tendrías que reconocerlo vos también, mamá. Así te va a ser más fácil ver las cosas desde el punto de vista de papá.

—Puede ser…

—Mirá que yo no me voy a ofender ni un poquito. Pienso igual que él. ¿Entonces? Eduardo era un buen tipo, pero… ¿era igual de bueno en la cama?

—No. No sabía coger —Diana lo admitió y todo su mundo interior comenzó a vibrar con ecos del pasado. No era la primera vez que decía esa frase, pero lo había dicho con tanta convicción que sintió miedo—. Siempre me dejaba con ganas de más. Yo quería un tipo que me cogiera fuerte, que me hiciera sentir como una puta… pero él era incapaz de lograr eso. Lo amé mucho… todavía lo amo… pero no sabía coger. Es la pura verdad.

—Bien —dijo Julián, con una amplia sonrisa. Tomó la mano de su madre—. Lo importante es que vos lo admitas, no te sientas culpable por haberlo engañado. Él mismo te impulsó a hacerlo… así que no te pongas mal por nada de lo que diga. Él no quiere que te sientas mal.

—Eso es cierto.

—¿Seguimos mirando el video?

—Sí, ya estoy mejor. Gracias.

—Mi miedo —continuó diciendo Eduardo— era que no volvieras a repetirlo. Suena loco ¿no? La mayoría de los maridos rogarían para que sus esposas no los vuelvan a engañar… pero yo suplicaba pidiendo todo lo contrario. Quería que volvieras a hacerlo, que te animaras. Quería que pensaras más en vos, que fueras feliz.

—¿Ves? —dijo Julián—. Se nota que te amaba mucho… era capaz de sacrificar su propia felicidad, para que vos fueras feliz.

Diana no dijo nada, pero el frío interior de su cuerpo se desvaneció y fue reemplazado por una acogedora calidez.

—Pero sí te animaste —dijo Eduardo, y Diana se puso tensa—. Sé que encontraste un amante. No te asustes, amor, no lo digo con resentimiento. Me pone feliz que hayas encontrado a alguien que pueda satisfacerte sexualmente. Sí, me puse un poquito loco cuando me enteré, por los celos… es algo involuntario, no lo puedo evitar; sin embargo cuando superé esa etapa, solo me quedaron sensaciones positivas.

—Así que él sabía sobre el Tano —dijo Julián, pausando el video.

—Eso parece…

—No te veo tan impactada por la noticia.

—Es que… hubo veces en las que sospeché que él podría saberlo. Se podría decir que le di motivos para sospechar. Pero nunca se enojó conmigo. Ahora que estoy segura de que lo sabía, me sorprende que se lo haya tomado tan bien.

—Como dijo, a él le hacía feliz verte feliz. Estoy seguro de que vos quedabas muy contenta después de ver al Tano.

—Sí, super contenta. Con el Tano me sentía joven y linda otra vez, y con él podía sentirme una puta por un rato. Eso al principio me daba mucha culpa; pero después aprendí a manejarlo mejor. Al parecer a Eduardo le gustaba que yo tuviera la oportunidad de sentirme así.

—¿Él sabía que a vos te gustaba sentirte como una puta?

—Emm… mejor sigamos mirando el video. Quiero escuchar qué más tiene para decir.

—Lo que te voy a contar te va a parecer una locura —continuó Eduardo—. Es una locura, lo admito. Pero esta fantasía ya estaba muy metida en mi cabeza, no había forma de sacarla, y vos ya habías dado el primer gran paso. Cuando empecé a sospechar que me estabas engañando, empecé a comprar cámaras de fotos, filmadoras y otras cosas, con la excusa de que yo estaba interesado en eso. Esta parte no es del todo mentira, me gusta la fotografía y me encanta que Julián haya desarrollado un gusto por esa afición —Diana dio una palmadita en la rodilla de su hijo, él sonrió—. La mentira vino después. ¿Te acordás que hice conectar cámaras de seguridad? Te dije que solamente se iban a activar si sonaba la alarma. Ahora ya no tenemos ni cámaras ni alarmas, porque tus aventuras terminaron y ya no son necesarias. Me da un poco de pena que se hayan terminado, pero tampoco te quiero presionar a que sigas adelante con eso. Tal vez para vos fue solo una experiencia pasajera y ya te sacaste las ganas.

—¿Te sacaste las ganas? —Preguntó Julián, pausando el video.

—Sí, pero no del todo. Es decir, si hubiera sabido que tu padre estaba de acuerdo con que lo engañara, entonces hubiera seguido con mis “aventuras”. Te juro que lo hubiera hecho, porque me encanta coger. Pero me sentí muy culpable, yo pensaba que estaba lastimando a tu padre, y no quise seguir haciéndolo.

—Eso quiere decir que no sos tan egoísta. Vos también sacrificaste tu felicidad por él.

—Puede ser…

—Aunque, si hubieran tenido una mejor comunicación entre ustedes, no hubiera sido necesario. Al parecer él estaba muy orgulloso de sus cuernos. Quiero saber para qué puso las cámaras, aunque ya me lo imagino.

—Esa es la parte que más miedo me dio. Cuando mencionó las cámaras, casi se me viene el mundo abajo. Porque… bueno, ya te vas a enterar por qué lo digo.

Intrigado, Julián volvió a reproducir el video y su padre siguió hablando.

—Las cámaras nunca fueron pensadas para que sirvieran junto con la alarma, ni siquiera estaban conectadas al circuito de seguridad. Estaban conectadas a mi computadora, la portátil. Yo podía prenderlas y apagarlas cuando se me diera la gana. No fue casualidad que las haya puesto en el living, el comedor y en nuestro cuarto.

—Yo no quería la cámara en el cuarto —dijo Diana, esta vez fue ella quien pausó el video—. Me hacía sentir incómoda y vigilada… aunque estuviera apagada. Pero tu papá me convenció de ponerla porque los ladrones suelen revisar los dormitorios. Ahora que lo pienso, fue una suerte que nunca nos hayan robado, porque de lo contrario las cámaras no hubieran servido para una mierda.

—Y papá hubiera tenido que dar muchas explicaciones a la policía.

—Así es. Bueno, quiero ver qué dice tu padre ahora pero… me parece que lo vamos a tener que dejar por hoy.

—Pero… yo quiero seguir viendo. Ahora viene la mejor parte.

—Sí, la mejor parte para vos… pero para mí viene lo peor. Me hago una idea de las cosas que tu padre va a contar, y me da miedo que pienses mal de mí.

—Pero si yo ya sé lo que pasó.

—No sabés todo. Vos solo sabés lo que yo te conté; pero no te dije más nada porque cada vez que te quería contar algo, vos te ponías super mal. Te enojabas conmigo.

—Perdón, tenés razón. Pero te prometo que no me voy a enojar con vos, ahora nos llevamos mejor. Ahora te conozco un poco mejor. De verdad, mamá. No me voy a enojar.

—Te vas a enojar. Además, Julián, acabo de enterarme que mi marido me dejó grabaciones, que me mintió con lo de su infidelidad, que sabía que yo lo engañaba, que puso cámaras por toda la casa, para espiarme… es demasiada información junta. El cerebro me va a explotar. Necesito descansar un poco.

—Está bien, entiendo… y yo prometí que voy a mirar esto solo si vos estás conmigo. Así que si lo dejamos acá, no voy a mirar nada.

—Bien, así me gusta. Te prometo que en cuanto yo me sienta un poco mejor, vamos a seguir mirando. Antes necesito acomodar las ideas, como dijo tu papá.

—Bueno.

—Me voy a la cama. Que descanses.

Diana se levantó y se fue de la habitación. Julián aún tenía la pija dura y estuvo a punto de decirle a su madre que ella le había prometido seguir con “el asunto”, pero se dio cuenta de que no era el mejor momento para insistir con ese tema. Si su madre se había ido, entonces no quería seguir con “el asunto”. Presionarla sería un error y solo conseguiría hacerla enojar. Estaba logrando grandes avances en la relación con su madre, pero aún debía ser cauteloso. Un paso en falso podría arruinar todo.