La Mexicana: Flashback

Continúa la serie “La Mexicana”. Relato de uno de mis mejores polvos. Un ascensor, ella y yo

NOTA: A modo de introducción a la historia, es importante leer los relatos anteriores:

http://www.todorelatos.com/perfil/790735/

Prólogo: La Mexicana.

LA MEXICANA: FLASHBACK

Luego de instalar en mi casa a Sweetkitty, quien me visitará por una semana, y cuyo nombre real aun desconozco, habiéndonos conocido por Chat y durante las ultimas dos horas personalmente (muy personalmente, diría yo) tomamos un baño juntos y nos preparamos para el tour por Barranquilla.

Se viste con un ajustado trajecito rosado, con una minifalda que llega hasta medio muslo, tanga brasilera negra al igual que las botas que le llegan a la rodilla. Su cabello castaño oscuro, como la corteza del roble que nace en el jardín frontal de mi casa, peinado y suelto.

Yo llevo un Jean con proceso de desgastado, que no se nota si es de fábrica o de uso. Una camisa blanca manga larga, con las mangas recogidas a tres cuartos de brazo. El cabello sin peinar, húmedo y desordenado como me gusta llevarlo. Zapatos de gamuza caqui.

Salimos y tomamos un taxi. Abro la puerta para dejarla subir. Me siento a su lado y le digo al conductor:

-Viejo, nos llevas a Flashback.

-¿Donde queda eso?- Pregunta el taxista (al parecer no sueno costeño al nombrar el lugar al que vamos)

-En el centro comercial Hábitat, al lado de la Olímpica de la 84.

-Sobre la 51B.-Confirma el taxista.

-Sobre la 51B.-Puntualizo.

En el camino, no logro despegar mi mirada de ella. Ese vestido me gusta mucho. Pero me gusta mucho más cómo lo lleva puesto. Sus piernas cruzadas. Sus botas de cuero negro, brillando a la luz de la luna que atraviesa la ventana del taxi. También ilumina Su rostro. No había notado antes que sus ojos brillan a la luz de la luna como los ojos de los hombres lobo en las películas de ciencia ficción. Su cabello baila en la oscura y fresca brisa nocturna, como la última flor rosada en un árbol de matarratón. Se que no debería, dadas las circunstancias, pero me estoy enamorando de ella. Me mira la cara de tonto que traigo y me ataca:

-¿Que pasó wey? ¿Tengo algo raro? ¿Qué me miras?

-Yo no te miro. Te admiro.- Contesto embelesado y de pronto el aire en el ambiente se torna sutilmente tibio. Su olor contamina mi espacio. No tengo defensa contra su intoxicante fragancia, y la beso.

Llegamos al lugar. Pago la carrera al taxista y nos bajamos. Caminamos por el pasillo del centro comercial rumbo al elevador. Ya en el elevador, marco el piso numero 2 y las puertas se cierran, encarcelándonos en tan confinado retén. El escote de su traje se ajusta a sus pechos, redondos y trigueños. Aun así, algo capta mi atención: Un botón.

Música incidental diegénica: Nirvana-The man who sold the world

En el panel del elevador hay un botón de frenado. No puedo creer mi suerte. Como sacado de algún film con Sharon Stone. Si se da el caso (y es muy probable que se de esta noche) con solo pulsarlo, este ascensor se convertiría en una cabina privada. Despejo mi mente. Hay música proveniente del otro lado del elevador.

El elevador se detiene en el segundo piso y caminamos al local con luces de neón que dice: "Flashback: All 70’s 80’s & 90’s Rock Café Bar"

Al entrar, el ambiente lleno de un olor a humo de cigarrillo, Caicedonia y otros vicios mas, que viaja en una brisa fresca de aire acondicionado central a más no poder, el sereno de dicho aire sabe a cerveza. El lugar está lleno. Hoy es noche de rock setentero en vivo. Un tipo en la tarima, sentado en un banquillo con una guitarra interpreta un cover de "The man who sold the world" acompañado por dos muchachas tocando la batería y un bajo. El público en las mesas, bebiendo y fumando repiten y tararean la canción, mientras tomando su mano le llevo a una mesa remota, bajo ninguna luz artificial, en la esquina del antro.

Sentados, escuchando la interpretación, intercambiamos miradas mientras una mesera enciende una vela en el centro de la mesa. Finalizado el servicio, se detiene a un lado y dice:

-José Molina. Mesa habitual. Una vela y un argyle con esencias de manzana verde, cardamomo y canela. Que disfruten.

-Muchas gracias.- Contesto.-Nos traes por favor dos cervezas Club Colombia del barril. Micheladas (Con limón y sal en los bordes del vaso).

-Listo.- Confirma la mesera.

-Que lugar tan pintoresco. Te recuerdan ya. ¿Eres cliente habitual?- Pregunta ella.

-Algo por el estilo, además reservé esta mesa para esta noche. Alguien va a tocar una canción que sé que te gustará.

La mesa está situada frente al escenario y podemos ver el show mientras charlamos. Pero solo nos miramos el uno al otro. Se ve hermosa. La luz de la vela hace brillar con destellos robados sus tersos hombros. Su piel del color del heno. Su pelo. Mi debilidad por las morenas. Y de nuevo, el olor. Su piel exuda la frescura de la grama al sereno de las 4am.

Por debajo de la mesa, mi mano busca su rodilla, conquistando terrenos cálidos en sus muslos. Nos besamos. En un instante de telenovela, la música llega a su clímax, al igual que nuestro beso. Entonces la mesera aparece con nuestras cervezas. Las sirve en la mesa, sin inmutarse de nuestro propio show.

Termina la canción y se retiran los intérpretes del cover, mientras suben cinco tipos. Llevan en sus manos una guitarra, un bajo y un teclado. Se posicionan y charlan entre ellos.

Música incidental diegénica: The Doors-Light my fire

Empiezan a tocar los reunidos en la tarima y la mesera trae nuestras cervezas.

-¡Órale! ¡Esa canción me gusta mucho!- Dice ella.

-Lo sé. Por eso te traje. Aunque todavía faltan más.

-Eres un amor.- Finaliza pellizcando mi cachete suavemente y tirándome un besito.

Tomo la pajilla del argyle y aspiro. Me mira asombrada y pregunta:

-¿Qué es eso? ¿Es alguna droga?- En su cara veo decepción.

-No, mi amor. Esto es un argyle. Una pipa árabe muy antigua en que se fumaba opio perfumado con hierbas y especias. Ahora, por supuesto, solo se fuman las esencias. Y no, no es narcótico, es como fumar un tabaco, aunque mucho menos dañino, y no deja mal olor. ¿Quieres probar?

-Me da miedito. Además, yo nunca he fumado.

-Es sencillo.- Digo acercando la manguera a su boca.- Solo debes chupar esta pajilla. Aspirar el aire hasta llenar media boca. Luego respirar, haciendo pasar el humo de la esencia con el aire que respiras por la boca.

-¿Seguro que no hace daño?-Pregunta con un dejo de desconfianza.

-Segurísimo. No voy a recomendarte algo que te vaya a matar, ¿o si?

Entonces aspira el humo del argyle. Sin atragantarse, muy lentamente. Acto seguido, abre la boca y deja escapar un poco de vapor mientras toma aire. Tose.

-No te precipites. Hazle suave.

La música sonando y nuestras bocas fusionándose nuevamente en un beso apoteósico, nuestros ojos cerrados, labios tensándose. Cerveza subiendo al cerebro. Sangre que baja del cerebro al corazón muy vertiginosamente.

Respiro y siento su aroma.

Y mi corazoncito late a mil

Come on baby light my fire, come on baby light my fireeeeee!!!!! Yeah!!!!

Te amo, extraña-cuyo-nombre-desconozco.

Y mis labios dejan escapar las palabras que siempre son difíciles de decir, aunque mucho más de escuchar.

Su reacción es sencillamente agachar la mirada mientras su corazón late a millón y su cabeza se pregunta si lo que escucha es cierto. Bueno, eso solo si ella siente lo mismo que yo.

Bebemos cerveza. El frío de la espumosa bebida congela nuestro cerebro, y digo nuestro pues en este momento ambas cabezas piensan lo mismo.

Entonces vuelve al ataque sobre el argyle. Aspira una bocanada del espeso humo. Yo la detengo y prevengo que lo expulse. Le beso y deja escapar el humo en mi boca mientras continuamos dejando que nuestros labios hagan toda la conversación.

El amor es un solo lenguaje con un solo dialecto.

Aquí en Colombia. Allá en México.

Es el fuego, mujer, que nos quema a ambos.

Entonces expulso el humo, que ya ha pasado por mis pulmones

No me aguanto y vuelvo a besarla, tratando de extraer de su boca el sabor a canela, manzana verde y cardamomo. Nuevamente la canción termina con nuestro beso.

Me pregunta:

-¿No quieres relajarte un poco?

-No puedo, mi amor, te deseo enormemente. Quiero estar contigo, solos. Ahora.

-¿Y por que no nos vamos?- Pregunta ella.

-Porque quiero que disfrutes el show.

-Entonces hagamos algo ahora y volvemos, ¿Te parece?

-Esta bien, pero ¿Donde?

-¿Que tal el elevador?- Pregunta pícaramente.- Yo también noté el botón.

-Vale.

Dejamos lo que queda de las cervezas en la mesa y le hago una seña a la mesera indicándole que pronto volveremos.

Nos levantamos de la mesa, dirigiéndonos a la salida. Va tratando de meter sus manos debajo de mi camisa. Yo llevo las mías en su cintura.

Llegamos al elevador. Presiona el botón de llamada.

Nunca han existido en la historia de la humanidad 3 segundos tan largos.

El ascensor sube del primer al segundo piso.

Mi corazón palpita muy rápido y mis manos tiemblan.

Huelo su cabello.

Mi pene está erecto

No lo había notado pero está fuera del bóxer y levanta mi pantalón como una carpa de circo.

Miro sus senos. Me mata el deseo de perderme en ellos.

Llega el ascensor y me empuja dentro intentando desabrochar mis jeans, pero tiemblan sus manos, así que tendré que ayudarle. Pulso el botón de cerrar puerta.

Afortunadamente, una desafortunada herida en mi brazo izquierdo está cubierta por gasa en un esparadrapo de buen tamaño, arranco el esparadrapo y pego el botón de parada al panel, asegurando así que el elevador no responderá a los llamados de los demás pisos (tal y como vi. en alguna película de acción).

Musica incidental diegénica: The Beatles-Hey Jude

Por fin ha logrado desabrochar mis jeans y ahora hala la correa. Mi pinga está fuera de mi bóxer, así que salta a su cara.

Empieza por lamérmela lentamente. Suavemente. Con su lengua de seda. Sitúo mis manos tras su cabeza y acaricio su cabello. Entonces engulle mi verga. Dura y erecta. Y su boca caliente y su respiración fuerte me ponen en el cielo nuevamente.

Le detengo. Quiero chupar y comerme su coño. La levanto del suelo por los brazos. Suelto las tiritas de su vestido, que cae al suelo. Está en su tanga brasilera negra. No lleva sujetador.

Me tumbo al suelo, me arrodillo y pongo sus muslos en mis hombros. Se recuesta contra la pared del ascensor. Muevo hacia un lado su hilo y disfruto verla retorcerse por la anticipación. Ambos estamos tan calientes que no hay más como atizar nuestro fuego sino dejándolo quemar el rancho.

Mi lengua acaricia sus labios vaginales y paladea los primeros jugos que hacen aparición revelando su arrechera. Su clítoris está erecto y juego con él chupando su concha a boca completa. Como un picaflor a una margarita, y su clítoris es el pistilo.

Detengo mi faena al sentirla tensar su carne. Entonces me acerco a ella y la rodeo con mis brazos. Mi verga se estremece al contacto con su vagina. No hacen falta manos para atinar. Estoy muy duro y ella esta muy lubricada.

Solo nos besamos mientras con mi falo me abro paso a través de su coño. Entra con mucha facilidad a pesar de su estrechez. Gime y me rodea con sus piernas. Retrocedo y vuelvo a penetrarle, esta vez con más suavidad. Entonces todo mi instrumento está dentro de ella y siento sus músculos vaginales contraerse.

Mi excitación es máxima. Un grito suyo y entiendo.

Sigo propinando el viejo mete-saca mete-saca, y siento la proximidad de mi orgasmo.

La canción, sus besos.

Su olor.

Cachondez en el aire.

Nuestras ropas en el piso.

Mientras, se muerde los labios, mirándome a los ojos, puedo sentir electricidad subiendo por sus piernas y su boca y su sabor a manzanas verdes, canela y cardamomo, al alcohol haciendo efecto en mi cerebro, todas imágenes mentales. Todas destellando juntas y por separado. Todas al tiempo y a destiempo, con y sin ritmo, ruidos saturados de silencio, animales, sexo en un ascensor. Todas.

Electricidad nace en su espina dorsal y toca la punta de mi verga, torbellino electromagnético nos sacude a ambos y...

Mi antena se estremece una vez más y termino en un torrente de esperma. Su coño se estrecha y acabamos juntos en un remolino de placer.

Borbotones de leche hirviendo.

La canción, ella y yo.

Terminamos juntos los tres.

¿Es posible experimentar un orgasmo triple?

Nos besamos y nos vestimos de nuevo. Retiro el esparadrapo del botón de parada y cubro mi herida nuevamente. Intercambiamos miradas en extremos opuestos del recinto.

-Te amo.- Digo con un hilo de voz.

No responde.

Silencios incómodos.

Llegamos al segundo piso y bajamos del ascensor. Caminamos de vuelta a nuestra mesa, solo para encontrar otra pareja besándose a la luz de la vela. Otros bohemios. Gente de bien. Qué decepción. La mesera les retira la vela y enciende una lámpara colgante sobre la cabeza de ella. Camina hacia nosotros.

-Lo siento señor, ustedes se tardaron mucho y ellos llegaron, y...- Intenta explicar.

-Está bien, danos la cuenta.-Dice Kitty.

Nos da la cuenta y yo sin entender porqué la prisa cancelo el total. Entonces me hala pasillo abajo y volvemos al ascensor; marca el botón de llamada y dice:

-¿Que te parece si continuamos por donde lo dejamos? Pero eso si, en tu casa

-Vale.

-Vale. Ah, por cierto. Mi nombre es Sandra.

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Agradecimientos especiales a Sweetkitty: Tuyos el personaje, la historia y la inspiración. Mío el placer de conocerte.