La Mexicana: Cartagena de Indias

Continuando con la serie, Sandra y yo empezamos el viaje. Relato de un polvo en la playa, delante de todos.

NOTA: A modo de introducción a la historia, es importante leer los relatos anteriores:

http://www.todorelatos.com/perfil/790735/

Prólogo: La Mexicana.

La Mexicana: FLASHBACK

Introducción

Abro Los ojos con un dejo de pereza. Muy lentamente la oscuridad se abre como el widescreen de una película de cine en formato 16:9. aun me fallan las fuerzas para incorporarme, pero estoy despierto. Un paneo de mis ojos me deja ver a una bella chica de cabello negro acurrucada junto a mi. Su nombre es Sandra.

No hace falta relatar nuestros numerosos encuentros sexuales una vez mas. Les diré que desde ayer por la tarde hemos tirado como conejos en primavera.

Producciones Absintio

PRESENTA:

LA MEXICANA: CARTAGENA DE INDIAS

I

¡¡RIIIIIINGG!! ¡¡RIIIIIINGG!!

Suena el timbre de mi casa.

Ha llegado nuestro transporte, que nos recoge para llevarnos a Cartagena, la Heroica.

Como parte de nuestro itinerario, hoy empezamos nuestro viaje conociendo las playas y murallas de la hija preferida de los españoles en Colombia. De paso, para complacerla a ella, visitaremos la mansión de Gabo, uno de sus escritores favoritos. En verdad es solo por ella que visitaré dicha casa, ya que García Márquez y su obra nunca me han seducido a mí. Llámenme como quieran pero cuando el colegio se encarga de hacerte leer un escritor en particular, mayormente terminas desarrollando fobia a su manera de escribir. Eso o un amor extremo por la misma. Una de dos. A mi me tocó la primera.

Ayudándola a abordar la camioneta, dejo caer el cigarrillo que fumo. Acto seguido me subo yo.

Ya en la carretera vía a Puerto Colombia y seguidamente a Cartagena, aprovecho para mostrarle el árido y desértico paisaje de las afueras de Barranquilla. Mi mano en su pierna. Mi dedo índice contrario enseñándole una mula en un tierrero, en un monte, a la acera de la vía.

Al pasar por el risco que deja divisar las azules-de-lejos-negras-de-cerca playas de Puerto Colombia, su pulso se hace notar entusiasmado. Instintivamente explico:

-No es Cartagena, amor. Aun no.

-Es hermoso.- Contesta.

-Solo de lejos.-Repongo.

Llegamos a Cartagena por fin. Ciudad Inmóvil se ve como siempre la he visto. Amarilla con mucho rojo. Como la yema de un huevo esparcida sobre la capota de un Mustang escarlata.

A un lado de la calle que avanzamos en la camioneta, un inmenso camellón de playa nos da la bienvenida. Del otro lado, la famosa ciudad amurallada y su colonial vista me hace recordar los paseos en que venia con mis padres cuando aun éramos una familia.

Un tipo en la silla siguiente sostiene una handycam y graba el imponente paisaje. Alguien a su lado escribe en un cuaderno de argollas blancas. El ruido de su pluma en el papel me casi me hace desapercibir su monologo:

-Me llaman Rep. Diminutivo de Reptil

Y si, hay algo de lagarto en él.

II

Nos registramos en el hotel Hilton.

Al llegar a la habitación, en el décimo piso, dejo las maletas en el suelo y corro a tomar una botella de agua del minibar. ¡Maldita sea! Un calor del horto me hace sudar. Mientras, ella está en Disneylandia. Se asoma a la ventana a ver el mar.

-Quiero ir a la playa, nene. – Propone.

-Ok, deja que pida algo de comer y bajamos.

-Por que mejor no bajamos, y pedimos algo de comer. – Invierte finalizando.

-Vale.

III

Hemos estado el resto de la mañana en el mar. El agua grisácea se ve hermosa con ella dentro. Pero mas aun, cristalina, escurriéndose de su traje de baño. Un bikini minúsculo. Dorado. Amo una tanga dorada en una mujer trigueña. La hace ver como una reina de belleza.

Un gesto suyo y mi pene despierta.

Estoy erecto, y como un tiburón busco mi presa. La ataco con un abrazo y la beso.

La sostengo cerca hasta que siente mi erección, frotándose contra su entrepierna. (Tengo muy buena puntería).

Ella ríe y continua besándome, para luego alejarme con una mano. No quiere hacerlo aquí. No ahora. Hay mucha gente.

Música incidental diegénica: Carlos Santana-Samba pa’ ti

Alguien enciende una grabadora y suena una linda y clásica guitarra interpretando un solo que insiste por mí ante mi mexicana. Sube todo el volumen.

Mi beso propone compostura mientras mi mano se abre paso por sus muslos y llega a su cálido-aun bajo aguas marinas-regazo. La quiero ahora.

Sus senos se han endurecido y su abrazo ya no me repele. Siento aun más excitación al encontrar ninguna resistencia a mis caricias.

Un tipo, con la piel prístina entra al mar y su pantaloneta azul rey se infla con el aire haciendo presión contra el agua. Nos mira y con un gesto despectivo le dice a su compañera, una obesa mujer roja como un camarón, envuelta en un traje enterizo morado:

-¡Estos niños de ahora! Míralos teniendo sexo en público.

Mi bella sirena no escucha o no parece escuchar. Sin inmutarnos, continuamos besándonos y mientras mi mano baja por su espalda, ella introduce la suya en mi pantaloneta. Acaricia mis testículos a la vez que me mira con picardía.

Mi mano ha entrado en su bikini. Siento la calentura de su coño.

Preparando mí ejercito para la batalla, bajo mi pantaloneta y extraigo mi ariete. Hago a un lado la entrepierna de su tanga, descubriendo el paraíso.

Dejo de besarla y solo nos miramos a los ojos. Ninguno espabila. Nada se mueve a nuestro alrededor. Somos solo dos en un mar calmado y oscuro. El sol destella sobre su cabeza. Y la mía también.

Punteo su vagina con mi falo y la siento estremecerse. Su piel se siente caliente y la extrema humedad de nuestro ambiente es un paño húmedo en la frente de un enfermo de fiebre.

Entonces, me toma por la nuca y me besa, cerrando sus ojitos. Dejo entrar un poco mas mi miembro y ella suspira. El agua nos llega al cuello. Hemos olvidado mantenernos en la orilla, y el mar, cómplice de nuestro encuentro, nos traga.

Aprisiona mi tórax con sus piernas, mientras me hala hacia si, introduciendo mi verga cada vez mas profundo en su coño, apretado como sogas de barco velero.

Entonces nos sumergimos en un beso subacuatico, y mi pene sale y entra en ella. Su boca, dulce y suave, contrasta con el agua salada y fría. Si existe el cielo, es aquí y ahora.

La guitarra continúa marcándonos el ritmo y nuestra fiebre es más aguda.

Salimos del agua para respirar.

Nos despegamos al exhalar. Entro en ella una vez más. Despacio. No te apresures. El mar es muy propicio para eyacular prematuramente. Pero, ¿Y que si acabo ahora? El problema es que ella no acabe. ¿Pero por que? ¿No es sano que de vez en cuando uno acabe y el otro no? Creo que si.

Un monólogo sobre corridas (y no de toros precisamente) invade mi mente. Es verdad. Pero, no quiero correrme aquí. No ahora. ¿Y si nos ven? Nos han estado viendo desaparecer en el mar, mientras nos apareamos sin importarnos nada ni nadie. ¿Por qué parar ahora?

Parece que ella disfruta más que yo. Lejos de mi crisis existencial, mi mexicana gime suavemente en mi oído. Es más de lo que un hombre puede soportar. Su pelvis se contrae contra mí, mientras empujo la mía mas adentro.

Mi gatita ronronea en mi oreja y mi falo tiembla dentro de ella. No es culpa de él. Yo tiemblo. Estoy a punto de acabar, y solo puedo pensar en su calido y estrecho coño devorando mis veintiún centímetros de verga.

Afrodita, diosa del amor y el sexo, nacida del semen de Kronos arrojado al mar. Espuma. Afrodita significa espuma. Distraigo mi mente de mi orgasmo. Hace bien. No siento un carajo. No me vengo. Pero tiene un punto malo. Mi propia Afrodita personal ha acabado y yo no he estado aquí para sentirla.

De pronto, al acabar el instante mágico, la música vuelve a ser simplemente una canción mas, el tiempo recobra su ritmo normal y la playa está llena de gente. Nos volvemos a vestir y salimos del mar.

Continua en:

La Mexicana: Santa Marta