La Metamorfosis... de Marta (1)
Instintivamente llevé mis manos a la nuca. Mis tetas se proyectaron hacia delante y mis pezones se endurecieron. Comenzaba a notar como se mojaba mi coño. Separé las piernas. El aire rozó mi clítoris. Cada vez estaba más excitada.
La Metamorfosis . de Marta
I
Todo comenzó cuando Pedro, mi marido, me convenció para que asistiera a unas clases para aprender a utilizar Internet. Llegue unos minutos antes de que la clase comenzara y la secretaría de la academia me dijo que podía ir echando un vistazo al ordenador. Así lo hice. La persona que había estado sentada antes que yo en el ordenador había dejado abierta una página de relatos de Dominación que despertó mi curiosidad. Comencé a leer y cada vez me excitaba y asombraba más. Aquellos relatos describían situaciones que yo nunca hubiese imaginado: mujeres atadas, con los ojos vendados, pinzas en los pezones y en los labios vaginales, sometidas a los caprichos de sus Amos/as y además... lo disfrutaban!!!!
Todo ello aderezado con alguna fotografía y algún sugerente dibujo de sumisas en las más excitantes posiciones, consiguió excitarme como hacía años que no lo estaba. Mis pezones me dolían, los tenía duros como piedras y se marcaban en la blusa a través del sujetador. Mis bragas estaban totalmente empapadas y mi coño literalmente chorreaba. Tan caliente estaba que tuve que ir al servicio a masturbarme. Metí hasta tres dedos en mi coño, mientras con la mano izquierda masajeaba mis pezones. Frenéticamente me follé hasta que alcancé dos orgasmos prácticamente unidos que me dejaron exhausta, presa de sensaciones que nunca en mis 17 años de matrimonio había sentido.
La clase me pareció que duraba una eternidad. Aquellas imágenes se agolpaban en mi cerebro y durante el camino a casa, en mi cabeza solamente golpeaba una idea: tenía que sentir en mi cuerpo todas esas sensaciones de las que hablaban los relatos. Necesitaba ser azotada, necesitaba que me atasen fuerte, me vendasen los ojos y me follasen como si fuera un simple mueble. Era una necesidad. Aquellos breves minutos de lectura me habían hecho sentir algo más que curiosidad...
Cuando llegue a casa, para variar mi marido todavía no había llegado y eran mas de las nueve. Necesitaba darme una ducha. Mis muslos todavía tenían la reseca prueba de la magnifica corrida de dos horas antes.
Entre al baño y comencé a desnudarme ante el espejo. Ya no era una cria, pero mi cuerpo aún era apetecible: tetas pequeñas pero perfectamente erguidas, coronadas por unos grandes pezones sonrosados, vientre totalmente plano, pubis arregladito como a Pedro le gustaba y un culo con la celulitis justa. El conjunto no estaba del todo mal para tener más de cuarenta años.
Instintivamente llevé mis manos a la nuca. Mis tetas se proyectaron hacia delante y mis pezones se endurecieron. Comenzaba a notar como se mojaba mi coño. Separé las piernas. El aire rozó mi clítoris. Cada vez estaba más excitada. Las imágenes que había descubierto esta tarde no se iban de mi mente. Todavía no se porque cerré los ojos. La sangre se agolpaba en mi coño, me ardía. Mi coño destilaba flujos de una manera que no recordaba y mis pezones se endurecieron más si cabe. Mi mano derecha bajo hasta mi coño. El dedo índice se deslizó dentro me mi, mientras mis labios dejaban escapar un suspiro. Comencé a rozarme el clítoris, joder!!! me estaba corriendo nada más tocarme. El brutal orgasmo hizo que me temblaran las piernas.
Había tenido en una tarde los mismos orgasmos que en el último año.