La mesa
Una mesa es testigo inerte de la pasión desbordada.
La mesa
Dejo de besarte un instante solo para contemplarte cuan bella te vez. La espalda casi descubierta por esa blusa que realza tus encantos. Ese escote que llega justo a la gloria. Esa falda negra que llega a media pierna. Esas zapatillas descubiertas tipo sandalias que me dejan ver hasta la punta de los dedos de tus pies.
Te vuelvo a besar frenéticamente, con pasión, con locura, con deseo. Mis besos no son mal correspondidos pues siento que tienes ese mismo fuego que me trae loco. Te beso las mejillas, sigo hacia tu oreja derecha y la muerdo suavemente pero con fuerza a la vez. Sigo bajando besando tu cuello. Tu blusa se ha vuelto un estorbo así que la desabrocho con ambas manos mientras sigo besando tu cuello. Por fin lo logro y aviento esa blusa que tanto escondía y ahora yace en el suelo de la sala.
Contemplo tus pechos cubiertos por ese brasier que poco puede hacer para detener mis caricias, mis manos han dejado de ser simples espectadoras y pasan a acariciar tus pechos, esos hermosos pechos. Te beso la parte alta de los pechos, cosa que solo hace que me excite aún más. No puedo más, mis manos empiezan la labor de deshacerse de este nuevo estorbo.
Desabrocho tu brasier y lo retiro lentamente hasta descubrir esos pechos que me vuelven loco, tus "hijas" están al aire libre y no puede ser permitido. Mientras que con una mano toco tu pecho izquierdo, mi boca empieza a dar pequeñas succiones, lamidas y mordiscos al otro pecho y a ese pezón que se levanta de su letargo y sobresale. Empiezas a gemir, a decir cosas que resultan casi imperceptibles al oído, pero que alcanzo a escuchar: "Así lindo, así, que rico" son algunas de las cosas que alcanzo a escuchar. Me detengo un instante. Bajo por tu abdomen hacia donde está tu falda, esa que esconde el tesoro anhelado por muchos.
Antes de que pueda hacer algo me detienes, me quitas mi camisa negra botón por botón, cuando por fin descubres mi torso lo empiezas a besar mientras terminas de quitarme la camisa. Esos besos, qué sensación, la locura empieza a apoderarse de mi cuerpo, mi mente solo piensa una cosa: el deseo, la lujuria, la pasión desbordada. Entonces te separo un instante para seguir con mi labor. Te beso el abdomen y comienzo a bajar.
Mis manos se encargan de ir bajando esa falda. A cada centímetro que baja va siendo acompañada de un beso en tus piernas. Prosigo así hasta llegar a tus pies, la falda ha llegado hasta el piso. Me paro nuevamente para continuar con esos besos postergados. Tus labios me traen loco, esos besos que me das me tienen a mil. Mis manos no consiguen estar quietas, recorren tu espalda, van bajando hasta llegar a aprisionar esas nalgas que tienes, las toco, las agarro firmemente, la excitación solo va en aumento, esa tanga negra no consiguió parar los embates de mis manos sino lo contrario, solo lograron que me excitara aún más.
Me detienes, me desabrochas el cinturón y el pantalón, me pides que me quite los zapatos para que no estorben y así lo hago, me quitas el pantalón de un solo golpe. Ahí estamos los dos en ropa interior, la sala observa silenciosa el momento de pasión. Te pongo de espaldas a mi. Te abrazo y aprisiono tus pechos con ambas manos mientras que mi boca besa tu cuello y mi pene aprisionado roza tus nalgas como diciendo: "quiero salir, no puedo esperar más".
La excitación va en aumento, una de mis manos se desliza sigilosamente por tu abdomen hasta tocar tu tanguita. Está mojada, empapada, la excitación ha sido demasiado grande para que ese minúsculo pedazo de tela logre contener los resultados. Te beso la espalda y voy bajando, mis manos bajan a la vez con esa tanga aprisionada. La tanga toca el suelo, yo he besado cada parte de tu cuerpo, tu espalda, tus nalgas, tus piernas, todas han sido víctimas de mis voraces besos y lamidas.
No puedo esperar más, te subo a la mesa, si, esa mesa grande, te dejo con los pies colgando de la mesa. Instintivamente abres las piernas, se lo que quieres. Estiras tu pierna derecha para confirmármelo. Entonces la tomo y comienzo a besar tus pies, empiezo a subir con besos y lamidas, subiendo lentamente por la parte interna de tu pierna hasta llegar a ese tesoro. Respiro el olor a sexo, tú estás cada vez más excitada, yo también, paso una vez mi lengua por tu clítoris, un sobresalto, una vez más y un gemido sale de tu boca indicándome que el trabajo está siendo bien hecho. Una succión, una lamida, gemidos y exclamaciones de placer salen de tu boca. Me siento en el cielo. Bajo mi lengua hacia los labios vaginales, les paso la lengua y pruebo tus jugos. La gloria. Un sabor delicioso comparable con la bebida más deliciosa del mundo. Un sabor embriagante que me tiene loco. Paso la lengua una vez más. Alterno mis esfuerzos entre el clítoris y los labios vaginales. Solo te escucho gemir. Volteo y te veo con una cara de placer indescriptible, con ambas manos agarras tus pechos y los pezones y los aprietas con fuerza.
Un estremecimiento en tu cuerpo, me preparo para lo que viene. Acelero mi trabajo para hacerte sentir el mayor placer posible, escucho tus gemidos, suspiros y exclamaciones de placer indicándome que el fin está cerca. Un grito ahogado, un gemido fuerte y la gloria llega. Tus jugos salen como prueba de lo inapelable. Un orgasmo ha llegado a tu cuerpo y me lo ha demostrado. Devoro los jugos cual hombre en desierto. Un néctar delicioso llena mi boca y mi lengua. La gloria.
Un ruido nos detiene, un celular, tu celular, te están llamando, piden que te vaya a dejar en seguida. Me miras con cara de satisfacción y desilusión a la vez. "Para otra ocasión será"- te contesto "Tendremos una oportunidad después". Me das un beso apasionado, la locura terminó, nos vestimos con calma y te llevo a tu casa. Al despedirte me dices: "Ha sido genial, tenemos que repetirlo... y aumentarlo". Me das un último beso de despedida y entras en tu hogar. Solo veo como tu silueta se pierde al cruzar esa puerta y que no te tendré por un rato más. Solo me queda el recuerdo de esa vez y la esperanza de que algún día podamos terminar lo que empezamos...