La mejor terapia

Mi hermana Ana comparte una confidencia conmigo y me propone un interesante trato.

Se sentó frente a mi. Era una tediosa tarde de jueves más. En la televisión un programa en que la gente cuenta sus cuitas más íntimas para exponerse, con toda seriedad, a la carcajada general. Repantingado dejando escapar el tiempo, retrasando el momento de decirme que debía ponerme a estudiar, es más, que ya tendría que estar estudiando.

  • ¿Te acuerdas de Susana?

+            ¿Susana?... Creo que no.

  • Si hombre, la rubia bajita que siempre andaba con Jenny y Rubén

+          Ah!, ya. Si, ya me acuerdo... ¿Qué le pasa?

  • Nada, nada. Es que nos contó que había pillado al  hermano haciéndose una paja con ...sus bragas.

No me esperaba una revelación así. Sonreí. ¿Qué decirle a tu hermana mayor cuando te enfrenta con semejante tema de conversación?. Salí como pude.

+          ¿Y? ... ¿Se la armó o qué?

  • No, que va. Nos contó que lo estuvo mirando hasta... el final. Que estaba super excitada con el asunto y que no podía quitarse de la cabeza la imagen del hermano dándole a la zambomba hasta correrse en las bragas.

+          ¡Que fuerte¡ ¿No?

*          El rollo es que tanto Maite como Adela dijeron que eso no era tan raro; que ellas no es que hubieran visto así tan a las claras, como le había sucedido a Susana, a sus hermanos cascándosela con las bragas en la mano pero si que lo sospechaban. A Adela su prima le había contado que ella sí que había cogido in fraganti a su hermano hurgando en la cesta a la busca de su ropa interior usada. Osea que parece ser un pasatiempo (entre comillas) de salidos y ...todos los tíos parecen estarlo como monos.

+          Bueno, tal como lo pintas...Tampoco parece que tu amiguita Susana se lo pasara mal de mirona. ¿no crees?

  • No, claro que no. Fue sincera y nos dijo que se puso como una moto y que ojalá lo pillara otra vez. La verdad es que todas nos pusimos cachondas. Nos pusimos a preguntarle detalles...ya sabes, que si  la tenía grande, cómo era de gruesa , que cómo se corrió... ja, ja , ja.

  • ¡y tu dices que los tíos somos los salidos¡ ¡anda que...¡

*          Bueno, vale. A lo que quiero llegar.... ¿Tu te haces pajas con mis bragas?

Joder con mi hermanita. Ese puñetazo directo al hígado me dejó sin aire. ¿cómo salir del apuro? ¿Debía mostrarme indignado y negar que mis manías onanistas fueran por ese lado? ¿Debía cerrarme en banda y acogerme a la quinta enmienda negándome a confesar? ¿Debía aguzar el cinismo y aludir a que en el pasado quizás pero que ya, a estas alturas de mi  vida, había abandonado tan atávica costumbre?. Improvisé.

  • No voy a contestarte. Imagina lo que quieras. A tu elección.

  • A ver, ... entendámonos. Si parece que todos los tíos se excitan con eso, pensé que tu también . A mi me convendría que sí; que, no se, hubieras tenido alguna curiosidad. ¡Vamos que si ni a eso llego, es...joder¡

Mi hermana no es una chica guapa; tampoco es una chica popular. Nunca, que yo sepa, se ha liado con nadie. Era mi hermana y me llevaba muy bien con ella. La quería mucho y lo último que me hubiera permitido es hacerle el más mínimo daño. Tenía que reaccionar con mucho tacto; debía reforzar su autoestima.

+          Coño Ana, no es fácil confesarle a una tia, por mucha confianza que tengas con ella, que te la machacas oliendo el rastro que deja su entrepierna en las bragas. ¿no crees?

  • A eso iba. Podemos llegar a una especie de pacto. No se, nunca pensé en esto pero cuando Susana nos contó lo de su hermano se me apareció la posibilidad.

Algo tramaba. Algo barruntaba su mente y me empezaba a poner nervioso; es decir, me estaba empalmando con la sóla evocación de lo que se me iba a sugerir. La naturaleza del pacto que acababa de mentar mi hermana se adivinaba prometedora.

+          ¿Qué,... exactamente, estas tramando?

  • No se. Se me ocurre que tu puedes tener algo más vivo que unas bragas y que yo...a la vez, puedo ver una actuación parecida a la que vio Susana.

No podía mostrarme ansioso y tampoco es que la situación no me generara cierta aprensión así que tenía que verificar la fuerza de la convicción de mi hermana.

+          Se me ocurre que por lo menos una docena de tíos se morirían por oir una  propuesta como esa.

  • ¡Son todos unos gilipollas¡. Parece que más que granos tuviera la lepra. Ni se acercan. Sabes que es así. No me importa. Ya me acostumbré ...

+          Bueno, me voy a poner a llorar, venga ya tia, no te pases....

  • No me paso, ¡joder¡. Sabes que es así. Si tuviera que esperar a estar enrollada con alguien para ver una polla me iba a quedar con las ganas.

Realmente era así. Mi hermana no era una chica guapa. Sus pechos eran pequeños y su figura no resultaba, digamos, llamativa. Su cara estaba surcada por hoyos y los granos, de un encendido color rosáceo, poblaban todo el contorno de sus mejillas.

+          ¡Como te pasas!. A lo mejor el problema está en ti. ¡Tampoco es que seas la alegría de la huerta¡

  • Bah¡ es igual. Déjalo...¿hay trato?

+            ¿Quieres que te enseñe la chorra?..... Sin problema....

Aparenté calma pero lo cierto es que sentía el corazón en la garganta. Sus latidos casi apagaron mi voz cuando pronuncié “sin problema” emulando la soltura de un ligoncete. Eché mano al botón superior de mi vaquero para desabrocharlo y mire a mi hermana que abría sus piernas para mostrarme unas deliciosas bragas rosadas. Mi hermana no es guapa, ya lo he dicho. Sus brazos de abundante vello negro me hacían imaginar que su conejo estaría igualmente poblado pero... en qué grado, eso,eso,...  nunca lo hubiera acertado.

Se traslucía una apretada mata de pelo, de un profundo negro, poderosa y rotunda pero es que, además, los vellos desbordaban por todos los flancos los limites de la tela: por encima del elástico superior  y por los huecos de las perneras adornadas con lazos de color fucsia. Mi hermana no era guapa pero su pubis, visto así, se me aparecía como el más acogedor de los lugares, como el más confortable de los refugios..

Me esforcé, haciendo palanca sobre mis huevos, para que mi polla apareciera ante la mirada de mi hermana grande y desafiante; enhiesta como un menhir. Debía impresionarla para seguir alimentando la fascinación y curiosidad primera y creo que lo conseguí. Sus ojos la devoraban; su garganta daba tragos nerviosos. Miraba a mis ojos y enseguida su vista se posaba largamente en mi cada vez más excitada verga. Obvio es decir que mi agitación no era menor. Ana no se decidía a enseñarme la plenitud de su coño y tuve que arrancarme a pedirle que quería ver algo más que sus bragas.

  • Vale, vale, ya voy ¡ pero acércate más. Ponte más cerca

Estabamos como a dos metros el uno del otro así que dando dos pasos me situé a escasos centímetros del sillón donde se había despatarrado. La pierna izquierda por encima del apoyabrazos le permitía tirar con comodidad de un lateral de su prenda más íntima y dejar al descubierto la práctica totalidad de su peludita y fresca almeja; joder¡ no me corrí sobre ella en aquel momento de puro milagro. Sonreíamos patéticamente mientras ella me comía con los ojos la polla y  yo le sorbía, con los ojos, el último pliegue de su  sonrosada y acuosa rajita. En aquel momento daba por cerrado el ciclo de la buenaventura; las expectativas habían sido colmadas; el círculo se cerraba. Amén. Y sin embargo mi hermana estiró la mano y se afianzó de mi palpitante carne con soltura y determinación . Era como si su mano fuera la mía; hacia delante y hacia detrás con lentitud y delicadeza. Tres veces, cuatro, cinco, ..veinte veces. Que gloria de paja, ¡que no pare! ¡que no pare! ... pero paró.

  • Tócate tu ..., quiero ver cómo lo haces

+          Los dos a la vez, ¿vale?

Asintió con la cabeza y sin apartar su mirada de la polla y de mi trabajo sobre ella con el dedo pulgar de su mano izquierda mantenía apartada del centro de su coño las bragas y con dos dedos de la mano derecha se frotaba la parte superior de su peluda raja. En esa zona de su almeja mi escasa sabiduría anatómica jamás hubiera situado lugar de placer alguno pero la cambiante fisonomía de su rostro, la boca abierta y los ojos semicerrados informaban de que en aquel punto se encontraba algo a lo que habría de prestar más atención en adelante. Me vino como en tromba y sin transición y aunque puso la mano para defenderse los densos latigazos dejaron un rastro blancuzco sobre su muslo derecho, su vientre y sobre las rosadas braguitas. Ya casi fláccida la volvió a tomar.

  • ¡Qué diferente ahora! ¿Se te pondrá dura otra vez?

+          Hay que esperar un rato

  • ¡Bueno¡ por hoy está bien. Ya repetiremos ¿no?

+          Cuando tu quieras.

Fue a buscar la fregona para limpiar los restos de aquel asalto y se metió luego en la ducha. Mi madre, el tercer y último habitante de nuestra casa, es Auxiliar de enfermería y trabaja por turnos. Cuando el turno es de mañana tenemos poco que rascar. Cuando el turno es de tarde disponemos de todas las horas del mundo para dedicarnos a nuestros “jueguecillos”. En una guardia fue cuando terminamos follando.

Fuimos incrementando nuestra osadía poco a  poco. A las mutuas pajas siguieron los festines bocales. Ebrios de licores orgánicos y ahítos de carne trémula dimos, de la iniciativa de mi hermana, un paso para retrasar lo inevitable.

  • ¿por qué no lo hacemos por detrás?

Después del susto primero y de una rápida visualización en mi mente del culo de Ana conteniendo el grosor de mi polla no pude, por menos, que expresar una inquietud:

+          ¿no te va a doler? ¡seguro que al principio va a costar!

Lo tenía pensado y preparado. Micro enema previo; aceite Johnson, unas ganas irrefrenables de tenerme dentro y la confianza, en eso no se equivocaba, de que mis ganas de metérsela fueran tantas como las suyas. Lo difícil no resultó horadar el oscurito y apretado ojete de mi hermana sino la resistencia que tuve que vencer para no deslizarme camino adentro del expuesto, empapado, rosaceo, aromático, abierto y acogedor coño que se me brindaba. Toda la energía del mundo se concentraba en aquel punto carnoso en ofrenda sobre los abultados cojines del salón Tuve que devorarlo, besarlo y despedirme de él casi en sollozos de rabia para poner toda mi atención en penetrar el agujero que la generosidad de mi hermana me ofrendaba. Me corrí como un berraco en el instante que vislumbre la cara transida de placer de Ana; sus labios abiertos aspirando bocanadas de aire. Mi hermana no era guapa pero su docilidad y determinación para el sexo la convertían en un ser galvánico y algunos meses después de nuestra iniciación sodomítica, Ana volvió a sorprenderme.

Aquel sábado por la noche nuestra madre estaba de guardia. Solos en casa después de cenar unos sandwich sentados en el salón viendo Pretty Woman Ana me bajó los pantalones del pijama y comenzó a chupármela.

  • ¿Sabes que las pastillas que me recetó el dermatólogo para los granos son anticonceptivas?

Aquella era una insinuación muy poco sutil dada la situación (mi polla ensalivada de su boca) y el recorrido que llevábamos de un tiempo a ésta parte.

+          ¿Estás completamente segura de que funcionan? ¿no hay peligro? ¿seguro?

  • las regla me viene como un reloj. ¡Claro que no hay problema¡. Son superseguras

+          Pero es la primera vez. A lo mejor no quieres que sea conmigo. Yo que se. Las tías tienen un rollo raro con eso de la virginidad. ¿Estás segura de verdad?

  • ¡hostias Jose no me vengas con esa gilipollez a éstas alturas¡. No se me ocurre nadie mejor para perder el virgo. Quiero que me la metas y que te corras dentro ¿vale?

Convenimos que lo más adecuado era que fuera ella la que llevara el asunto adelante. Me acosté a lo largo del sillón y a horcajadas sobre mi, agarrando y dirigiendo la urgida polla hacia su novísimo coño fue poco a poco venciendo la tensión de su himen. Minutos después, detenida con toda la longitud de mi polla en su interior sintió en confusión con los suyos los espasmos de mi primer vertido seminal  en el interior de una vagina.  Aquella guardia de sábado de nuestra madre repetimos al menos tres veces. Ni que decir tiene que le pedí se pusiera como cuando follabamos por el culo pero para penetrarla ésta vez por su coño. Ni que decir, justo es también reconocerlo, que ante aquel paisaje de carne y vello apenas aguante cuatro embestidas antes de la rendición. Cosas de la ansiedad.

Ahora controlo mi ímpetu mucho más y mi hermana, a decir de todos, ha ganado en autoestima. Se la ve mucho más distendida y segura. Su carácter se ha dulcificado y se maneja en situaciones que antes la hubieran intimidado con una soltura elocuente. Nadie, obviamente, conoce cual es el origen y la causa de tal metamorfosis pero todos, con suficiencia, sostienen que se debe a la mejoría de su acné. Yo no voy a ser quien sostenga lo contrario pero seguro que si conocieran el secreto cambiarían de opinión.

FIN