La mejor semana de mi vida (2º día)
Mi novia me recuerda la apuesta que perdió el día anterior. Pero ¿cumplirá con lo pactado?
Se recomienda la lectura de la primera parte para comprender mejor el relato. Y si quieren del resto de mis relatos. Gracias a los que me habéis comentado en alguno de ellos. Agradezco críticas constructivas para mejorar mi estilo de escritura. Espero les agrade la lectura
Al día siguiente...
Desperté cerca del mediodía, estábamos los dos tumbados en la cama me giré y no pude evitar que una sonrisa escapara de mis labios al mirarla dormir a mi vera.
Sé que se suele decir que la persona amada tiene carita de ángel, pero ella no solo tiene la cara, es toda un ángel. Siempre que está durmiendo no puedo evitar quedarme embobado mirándola. Y esta vez no fue la excepción.
Le aparté suavemente el pelo de la cara en una caricia que me provocó una sensación embriagadora, no pude evitar excitarme. Pero eso no es de extrañar, ya que como ambos estábamos desnudos, sólo el roce con su piel me pone los pelos de punta, entre otras cosas. Siempre que la puedo observar así, deseo que nunca se despierte, pero no por egoísmo, más bien porque se le ve tranquila, feliz, y todos sabemos lo dura que es la vida.
Estaba observándola y no sé cuánto tiempo pasó pero cuando la vi abrir los ojos no pude evitar que la sonrisa me llegara de oreja a oreja. Yo ya ni recordaba la tonta apuesta que habíamos hecho el día anterior, pero ella sí, por eso nada más desperezarse me preguntó que qué quería para desayunar. Le dije que no se preocupara que yo preparaba algo, que descansara en la cama, pero me recordó la apuesta, y me dijo que siempre cumplía con su palabra.
Pero cuando se levantó, miró el reloj y se giró riéndose, y diciéndome que qué quería para comer, porque ya era muy tarde para desayunar. Entonces recordé todo lo que había pasado la noche anterior, y si bien es cierto que había ganado yo, me parecía más justo un empate, porque ambos habíamos disfrutado lo mismo, pero ella se negó.
Al principio me resultó extraño, pero es bastante cabezota y de nada sirve llevarle la contraria. Ya que quería aceptar pagar la apuesta quise ponerla a prueba, y le dije que quería que me preparara algo para comer no muy complicado, pero que lo hiciera sólo con el delantal. Se quedó mirándome y sé que estuvo a punto de negarse, pero su orgullo pudo con ella, y no lo hizo. Sé que le daba mucha vergüenza, por eso fue todo un reto para ella prepararme la comida.
Además decidí vestirme completamente, sólo para que no se notara tanto que me excitaba mucho verla traqueteando de un parte de la cocina a otra solo con unas sandalias y el delantal. Cuando se giraba rápido me dejaba ver casi la totalidad de sus senos, y cuando me daba la espalda veía toda su espalda y su trasero. No pude hacer otra cosa que sentarme en el sofá a esperar a que terminara. Ya que cuando intenté poner la mesa, me quitó los cubiertos de la mano y me dijo que yo no tenía que hacer nada, que me sentara y dejara que ella lo preparara todo.
No voy a decir que no me agradaba la idea de no tener que hacer nada seamos realistas, ¿a quién no le gusta que se lo den todo hecho? Yo no soy la excepción, pero aún así no me sentía cómodo viendo como ella lo hacía todo.
Me puse la televisión, y antes de darme cuenta tenía un plato con patatas fritas y una shandy (cerveza con limón) bien fría en la mesita de cristal de delante.
Me giré mirándola, y me dijo que si quería algo más, ante mi negativa, volvió a hacer la comida. No entendía su comportamiento, si es verdad que había perdido una apuesta pero no pensaba que se lo iba a tomar tan en serio. No le di mucha importancia, supuse que era por su cabezonería.
No recuerdo lo que estaban echando en la televisión, porque mi cabeza no paraba de darle vueltas al tema. ¿Qué me diría si le pedía más cerveza? ¿Y si le pedía algo más? ¿Por qué estaba tan complaciente? ¿Sólo era por la apuesta? Todas estas dudas rondaban por mi cabeza cuando oí como me llamaba para comer.
Cuando entré al comedor, me quedé perplejo, por una lado la comida estaba hasta servida, no es que fuera de gourmet, pero sí mi comida preferida. Además ella no estaba sentada, estaba de pie al lado de mi silla, me quedé mirándola y me preguntó si había algo que no me gustara. En su mirada había ¿temor? Pero ¿temor a qué?
Cuando le dije que todo estaba perfecto sus hombros se relajaron, y entendí que temía que no me gustara, supongo que por lo que se había esforzado en prepararlo todo. Le reñí medio en broma porque para mí no hacía falta que lo preparara tanto, con un simple plato precalentado yo ya estaba contento, que para mí es más importante su presencia que la comida en sí. Entonces me derritió con una de sus sonrisas.
Me sentía extraño, porque ella todavía no se había sentado frente a mí, era como que estaba esperando algo. ¿A qué? ¿A que se lo dijera? Sin ver otra posibilidad se lo pedí, ya que claramente estaba esperando algo, y se sentó frente a mí.
La comida fue deliciosa, estuvimos hablando de muchos temas, y parecía que hubiera vuelto en sí. Pero cuando terminé de comer, y me levanté a llevar mi plato al fregadero, antes de siquiera de haberlo cogido de la mesa, ya estaba ella de pie recogiéndolo por mí. Me pidió que se lo diera y que me fuera al sofá que ella misma me llevaría el postre. Me parecía muy raro, pero siguiendo el juego, me fui al sofá y no me preocupé.
Había estado todo tan bueno que en cuanto me senté me entró sueño y empecé a cerrar los ojos. Cuando estaba a punto de dormirme, salió de la cocina y lo que vi me quitó el sueño de golpe.
Venía totalmente desnuda, con nata cubriendo los puntos más sensibles de su anatomía, y con un plato de frutas. Debí parecer imbécil con la cara que se me quedó, y pensando que eso era mi postre me levanté. Pero enseguida ella me pidió que me sentara otra vez, que el postre no estaba todavía listo. Yo alucinaba, no sabía que más podría hacer, iba de sorpresa en sorpresa.
Se tumbó en la alfombra y comenzó a ponerse fruta por su cuerpo. Un trozo de fresa sobre cada pecho, un poco de naranja sobre el estómago, y una rodaja de plátano sobre el otro monte de nata. No sé qué me impidió lanzarme a devorarla sin miramientos, excepto que se merecía mucho más, después de la comida que me había dado.
Cuando le pregunte si ya estaba listo el postre, su sonrisa fue respuesta más que suficiente. Comencé cogiendo el trozo de naranja y poniéndoselo en la boca, le di un dulce beso. Iba a disfrutar de ese postre más que nunca. Me acerqué rápidamente a su seno izquierdo, pero cuando parecía que lo devoraría en un segundo, me detuve.
Empecé a rodear el seno, recogiendo la nata despacio, en círculo, procurando que el trocito de fruta no se cayera. Me acerqué lamiendo hacia el otro seno, pero en vez de hacer lo mismo, con los dientes cogí el trozo de fresa y un poquito de su pezón y tiré suavemente, sin fuerza para no hacerle daño, solo que lo notara.
Vi como se mordió el labio y su cuerpo se revolvía, al mirarla vi la lujuria en sus ojos y supe que no le había hecho daño, sino que la había excitado. La expresión de su cara me excitó muchísimo, pedía que no me entretuviera mucho. Y eso hice, pero esta vez era porque tenía otros planes.
Lamí rápidamente la nata de ese pecho, y mientras empezaba a lamer el otro y me comía la fruta, mi mano se deslizó hacia el plátano. Cogí la rodaja con un poco de nata y la llevé a mi boca, estaba delicioso, tenía un sabor muy intenso, que me encantaba.
Con la misma mano comencé a introducir la nata en su interior, a la vez que la besaba. Entonces vi que sus manos se dirigían hacia su entrepierna, e hice algo sin pensar. Le cogí las dos manos y se las puse sobre la cabeza, solo para que me dejara acariciarla a placer, reteniéndolas con la mano.
Pero cuando volví a acariciar su entrepierna manchada de nata, su gemido me sorprendió. Estaba acariciándola como antes, pero ahora estaba más excitada. ¿Sólo por cogerle las manos? De todas formas mi intención no era seguir acariciándola con mis manos, así que la solté, aunque ella no movió las manos. Me deslicé entre sus piernas. Había manchado el interior de sus piernas y hasta el ombligo con la nata, para poder lamerla entera.
Así que comencé por el estómago y cuando bajaba demasiado volvía a subir oyendo sus suspiros. Pasé a lamer sus piernas pero sin tocar su entrepierna, excepto "casualmente" que mi lengua rozaba al pasar de una pierna a otra. Cada vez quedaba menos nata y estaba más cerca, e inevitablemente empecé a lamer la nata del centro de su placer. Muy suavemente, solo retirando la nata sin presionar apenas, por mucho que ella levantaba las caderas intentando estimularse más, pero sin conseguirlo.
Le di un último lametón profundo disfrutando de su sabor y me levanté, dejándola esta vez a ella con un interrogante en el rostro. Fui a la cocina, y volví con el bote de nata fría, me senté en el sofá, y le dije que ella también tenía que tomar el postre. Yo todavía tenía la ropa puesta, por lo que me miró interrogativamente, ¿me iba a levantar para que me la quitara ella? ¿O me la iba a quitar yo mismo?
Antes de que me preguntara cogí el bote de nata y me puse un poco en los labios. Sonriendo se levantó del suelo, se sentó sobre mis piernas y me besó. Tuve que detener el beso, porque estaba a punto de descontrolarme y quería disfrutar aún un poco más. Cogí un poco más de nata y la puse en mi mejilla. Entendiendo el juego, me lamió la mejilla. Me eché un poco de nata en un dedo y rápidamente me lo lamió dejándolo brillante por su saliva.
Sólo de verla lamiéndome con deseo el dedo se me fueron las ganas de seguir jugando, pero quería aguantarme aunque sintiera morirme por dentro. Me desabroché la sudadera y me puse nata en el cuello. Ella sabe que me pone mucho que me besen en el cuello y lo hizo a conciencia.
La hice ponerse en pie y me desnudé en un momento, sentándola de nuevo en mis piernas. Ella misma cogió el bote de nata y empezó a ponerme, lamiendo y mordiendo por todo mi pecho. Estaba disfrutando tanto que cerré los ojos, y no impedí que se levantara y me echara la nata sobre el ombligo.
Cuando los volví a abrir la vi entre mis piernas mirándome con cara pícara. Lamió la nata del ombligo y volvió a poner más, e hizo como yo, restregándola por todo. Con lo excitado que estaba sólo con el roce de sus dedos sobre mi anatomía me hacía estremecerme de placer. Cuando empezó a lamer cerré los ojos y apoyé la cabeza en el sofá, creía morirme de placer.
Empezó por el ombligo, y siguió hacia abajo imitando los movimientos que antes yo había aplicado en ella, y obteniendo resultados similares. Empezó a lamer mi pene muy despacio, simplemente retirando la nata, yo apretaba los puños para no lanzarme sobre ella. Pero cuando medio minuto después dejó de hacerlo y se alejó porque ya no quedaba nada, hice algo que hoy día aún no sé porque, supongo que por lo excitado que estaba. Le dije: "¡Chúpamela joder!" así con la voz ronca y más fuerte de lo que hubiera debido, gritándole. Puede que al leer esto algunos piensen que no es tan fuerte, pero yo siempre he tratado con mucho mimo a mi novia porque la quiero mucho. Cuando me di cuenta pensé que la había cagado y cuando iba a pedirle perdón, se me lanzó a comérmela como nunca antes.
Jamás la había visto tan excitada, y no pude pensar en nada más, tan solo en gemir y disfrutar. Estaba preso del placer cuando tuve que pararla, no quería correrme, no así. La cogí en brazos y la llevé a la cama mientras la besaba apasionadamente. Donde antes habían caricias ahora eran apretones, donde antes lamíamos ahora mordíamos, éramos presa del placer.
No la dejé sobre la cama, la tiré a ella, yo estaba ido, nunca había sido tan bestia, pero ver como no sólo no le importaba sino que parecía más excitada por momentos, hacía que me descontrolara todavía más. Hice que se arrodillara en la cama, y yo me puse detrás. Ella misma apuntó mi pene a su entrada y no lo dudé, empujé fuerte.
El placer fue increíble. Al oír su provocador gemido, le cogí de las caderas y empecé a moverme sin miramientos. Sintiendo mi orgasmo a punto de llegar no me pude retener la cogí del pelo y tiré. No puedo aseguraros que fuera muy fuerte o no, no lo pude apreciar, sólo sé que gimió y noté como alcanzaba un orgasmo bestial. El notar sus estremecimientos precipitó mí placer, no pude aguantar ni un segundo más antes de eyacular como nunca. Caí agotado a su lado, ella se giró y me abrazó. Recuerdo que pensé, antes de caer dormido, que todo tenía que ser un sueño. Pero cuando desperté al día siguiente, algo me hizo darme cuenta de que no fue un sueño