La mejor poción de Snape

Hermione está en el despacho de Snape cuando comienza a excitarse descontroladamente. El profesor le confiesa que ha vertido una poción estimulante en su bebida, pero a ella ya no le importa...

La mejor poción de Snape

Hermione miró a Snape por encima de la mesa. No entendía porqué la había hecho venir a aquellas horas, cuando todos debían estar en sus respectivas salas comunes, pero había acudido igualmente porque no estaba dispuesta a darle un motivo para que quitase puntos a Gryffindor.

El profesor tenía una mirada extraña, casi expectante y Hermione se la rehuía tímidamente. Pero cuando por fin se atrevió a levantar la vista sintió algo extraño. Era como si algo le quemase por dentro, en su zona mas íntima. Comenzó a sentir un calor sofocante y empezó a sudar… La niña no sabía que estaba pasando. Sabía muy bien lo que era estar excitada (por muy joven que seas el cuerpo reacciona ante los estímulos) pero no alcanzaba a comprender porqué se sentía así ante Snape.

Bajó la mirada rápidamente y trató de disimular un repentino espasmo cambiando de postura en la silla. Se cruzó de piernas para intentar frenar una nueva oleada de calor. Volvió a mirar al profesor… y de repente todo cambió. Ya no veía a Snape como a un descorazonado y detestable profesor de pelo grasiento, sino como a un hombre capaz de satisfacer sus necesidades. Su excitación iba creciendo a medida que recorría con la mirada cada centímetro del cuerpo de aquel hombre. Tan grande era que en más de una ocasión creyó que se iba a correr allí mismo, sin necesidad de tocarse. Sentía incontrolables impulsos de saltar sobre Snape y besarle fuertemente mientras se frotaba salvajemente contra su entrepierna.

Pero algo la detenía. Le parecía impensable que el profesor Snape dejara impune un acto semejante y no había algo que la asustara más que la posibilidad de manchar su intachable expediente. Por eso decidió dar fin a aquel tormento y satisfacerse sola en la intimidad de su cama.

  • ¿Profesor, no me encuentro muy bien. Podría irme ya?

  • Todavía no le he dicho por que quería verla, Granger

Hemione miró el reloj que había enfrente suyo, justo detrás de Snape, y vio que habían pasado 10 minutos desde que llegara al despacho del profesor.

  • Señor, llevamos ya mucho rato aquí y todavía no hemos hablado

  • ¿Y quien le ha dicho que lo que quiero es hablar?- La interrumpió Snape.

La niña pudo captar un amago de sonrisa en los finos labios del profesor. No sabía muy bien a que se refería pero no le importaba. Solo quería marcharse de allí y evitar algo que cada vez le urgía mas. De pronto Snape se levantó y rodeó su mesa, acercándosele decididamente.

  • ¿Quiere un vaso de agua?

Hermione asintió. No era capaz de emitir ningún sonido. El profesor era alto y ella estaba sentada, por lo que tenía el instrumento de Snape a 5 cm de su cara. El hombre hizo un movimiento con su varita y apareció una jarra de cristal llena de agua y un vaso. Llenó el vaso y se agachó para ofrecérselo a la niña pero en ese movimiento rozó sin querer el pechó derecho con el codo. Hermione lanzó un gemido. Ya no podía aguantar más. El coño le ardía de deseo y su mente estaba bloqueada. En su mundo ya solo existía Snape. Le miró a los ojos que ahora estaban casi pegados a los suyos, esos ojos negros que siempre le infundían temor pero que en ese momento tenían una mezcla de malicia, dulzura y deseo. Se miraron durante un instante que pareció una eternidad y de pronto surgió el entendimiento mutuo. Los dos querían lo mismo.

Hermione se lanzó hacia delante y agarrando con ambas manos la cabeza de Snape lo besó ferozmente en la boca. El beso fue correspondido con una mano que le acariciaba los pechos. Pero eso no era suficiente. Hermione cogió la mano del hombre y la condujo a su bajo vientre, frotándola, indicándole lo que realmente deseaba. Snape no se hizo de rogar y buscó por debajo de la túnica, encontrando unas braguitas muy mojadas e introduciendo su mano hasta el frondoso pubis de la joven. Ésta gimió sin despegar sus labios de la boca del profesor de pociones. Sentía cada movimiento de aquella mano de largos y finos dedos en su interior. Primero frotando el clítoris, después introduciéndose en su vagina. El placer era máximo y pronto comenzó a seguir el ritmo con su cintura. Los jadeos se hicieron cada vez mas audibles hasta que un espasmo recorrió todo su cuerpo, haciéndole rodear a Snape con sus brazos y echar la cabeza hacia atrás profiriendo un potente grito de placer.

Acababa de tener su primer orgasmo. Nunca había pensado que algo tan bueno pudiera existir, pero siempre había oído decir que después de correrse una quedaba satisfecha. Ella sin embargo quería más. El ardor que sentía aumentó en lugar de disminuir. Algo no iba bien. Snape tenía que haber echo algo para hacer que se sintiera así.

  • Profesor, no entiendo lo que me pasa… yo no soy así.

  • Esta noche eché una poción estimulante en tu zumo de calabaza. Creo que ya habrás averiguado cuales son los efectos.

Hermione se quedó muda. No sabía que hacer ni decir. Se sentía engañada y utilizada. Se levantó y se dirigió a la puerta del despacho, dando la espalda a Snape. Pero de pronto sintió como la rodeaba por la cintura y comenzaba a besarle el cuello. Inmediatamente el deseo volvió. A medida que los largos dedos del inesperado amante recorrían sus pechos y su cintura, la habitualmente calculadora mente de Hermione se fue nublando.

  • ¿Pero por que…? – Alcanzó a decir entre jadeos.

  • Porque te deseo. Más que a nadie.

No necesitaba saber más. Los besos y las caricias le sabían mejor que cualquier cosa que hubiera probado antes. Incluso se sorprendió a si misma pensando que ya no actuaba así por culpa de una poción, sino porque realmente disfrutaba con aquello. Tenía que reconocer que el malvado profesor de pociones era un amante insuperable.

Snape seguía besando la nuca y las orejas de la joven, dando pequeños mordisquitos aquí y allá. Hermione sintió como se apretaba más contra ella y notó algo que le presionaba en la parte baja de la espalda. Sin pensarlo dos veces comenzó a acariciar el erecto pene de Snape. Éste emitió un suave gemido, e indicó con su propia mano que apretara más fuerte. Hermione obedeció gustosamente, palpando cada milímetro de aquella polla por encima de la túnica. Siguieron así unos minutos hasta que el profesor, repentinamente, la empujó contra la pared. En un instante los dos estaban desnudos (por arte de magia) y Snape la penetraba desde atrás. Las embestidas eran suaves al principio, pero salvajes y violentas al cabo de un rato. Hermione notaba como sus pechos se oprimían contra la fría pared de piedra, y cómo el pene de Snape entraba y salía con furia de su coño. El hombre apretaba las manos de la joven contra la pared por encima de su cabeza, mientras lamía y mordía hombros, cuello, nuca y orejas, embistiéndola una y otra vez. Los gritos de ambos resonaban en la mazmorra.

  • Granger… cuánto… la he… deseado

  • Profesor… por favor… llámeme… por mi nombre

  • Hermione!!! No aguanto… no aguanto más!!!

Hermione notó algo cálido que la llenaba. El profesor Snape se había corrido en su interior… pero eso no importaba ahora. Solo quería seguir follándose a aquel hombre que le había hecho sentir cosas que nunca antes hubiera imaginado. Snape había caído de rodillas por el agotamiento, pero no tardó en reaccionar cuando la muchacha se dio la vuelta y rodeó su cintura con ambas manos. Comenzó a besarla suavemente en el vientre, justo debajo del ombligo, definiendo pequeños círculos con la lengua

  • Nunca pensé que pudiera suceder algo así, profesor – dijo Hermione acariciando el Pelo de Snape – Es usted tan… frío

  • Hay muchas cosas que la gente no sabe de mí. Todos piensan que soy un loco obsesionado con las artes oscuras, incapaz de sentir ni padecer.

  • Pero usted no hace nada por evitarlo. Yo misma lo odiaba hasta hace 20 minutos

Snape levantó la vista hacia la joven bruja, y algo en sus siempre fríos ojos tembló.

  • Hay ocasiones en las que es mejor refugiarse en uno mismo para huir de los tormentos – explicó Snape. – Yo he sufrido mucho y no estoy dispuesto a dejarme vencer. Pero tú, tú me has hecho sentir algo que tenía dormido desde hace mucho tiempo.

  • Pero señor, no podemos… quiero decir, que usted es… y yo soy… no está permitido.

  • No pienses en eso ahora. Sólo déjate llevar – atajó Snape, y acto seguido volvió a besar a la joven, pero esta vez muy cerca de la vagina.

Hermione se estremeció, y decidió que ya habría tiempo de pensar más adelante. Dejó que Snape apartara su vello y lamiera suavemente el clítoris. La excitación aumentaba a medida que el profesor aceleraba el ritmo y la chica apretaba con fuerza su cabeza. Una repentina oleada de placer hizo que se le doblaran las rodillas. Snape la sujetó para que no cayera y la posó lentamente sobre sí mismo, de modo que los órganos de los dos quedaron pegados. El la besó en la boca, sujetando con una mano su cabeza y acariciando un pecho con la otra. Hermione comenzó a menear la cintura, frotando su coño con la polla de Snape. Notó como aquel instrumento que se había descargado sólo unos minutos antes volvía a cobrar vida y no quiso esperar más. Lo agarró con una mano y se lo introdujo sin ningún esfuerzo. Después rodeó la cintura del hombre con las piernas e inició un mete-saca frenético.

Snape parecía fuera de sí. Tenía la cara desfigurada por el placer y contemplar aquello provocaba en Hermione un morbo inexplicable. Se sentía como si estuviera contemplando algo prohibido, y además era ella quien lo había provocado. Aceleró más el ritmo y Snape respondió con un grito tan fuerte que Hermione temió que le oyeran desde la torre de Astronomía. Volvió a sentir como el hombre se corría dentro de ella y… el mayor placer que hubiera sentido nunca se fue abriendo paso desde su interior. Durante un instante profesor y alumna estuvieron unidos por algo tan especial como es un orgasmo compartido. Luego se tumbaron los dos en el suelo, exhaustos.

Un cuarto de hora más tarde Hermione cruzó el retrato de la señora gorda y entró en la sala común de Gryffindor. No se sorprendió al encontrarla casi vacía. Solo había unos pocos alumnos de segundo y en los mejores sitios, junto a la chimenea, sus amigos Harry y Ron pasando alguna redacción a limpio. No le apetecía explicar nada, de modo que se dirigió a las escaleras.

  • Que quería Quejicus? – dijo Ron, pero al ver la mirada de reproche de su amiga añadió – digo… Snape?

  • El profesor Snape, Ron.

  • Bueno, que quería? – repitió.

  • Quería que le ayudara a preparar una poción nueva – explicó Hermione – me voy a la cama, estoy muy cansada

  • Ya… seguro. Y qué te parece?

  • Es la mejor poción que haya probado nunca – dijo, y con una maliciosa sonrisa subió las escaleras de caracol que daban al cuarto de las chicas.