La mejor madre
Un chico tiene un accidente y su madre le cuida. Un torbellino de emociones florecen entre ellos y provoca un frenesí sexual.
Se encontraba Isabel en su casa tranquilamente haciendo sus labores. Isabel tenía 39 años, era morena, alta, con el pelo largo, piernas largas, tetas grandes, con los ojos verdes y los labios carnosos. Era una diosa. Se encontraba planchando cuando llamaron por teléfono. Contestó sin mirar el número.
Isabel: Sí, ¿quién es?... Sí, soy su madre…¡Qué! ¿Pero está bien?... ¿Dónde está?...¡Voy para allá!...
Isabel se cambió de ropa y se puso una camisa y unos pantalones vaqueros y salió corriendo al hospital. Le acababan de llamar del hospital diciéndole que su único hijo había tenido un accidente y se había roto los brazos. Iker era su único hijo, tenía 18 años, era alto, con ojos color café, delgado, pero musculoso, practicaba full contact y era igual que su padre físicamente. Lo crió sola, ya que el padre del niño la abandonó cuando se enteró que estaba embarazada. Ella se hizo cargo de su hijo y gracias a una indemnización por acoso sexual y despido improcedente por su jefe en ese entonces, habían podido vivir cómodamente. Se dedicó desde entonces en su hijo, dándole todo su amor, cariño, comprensión. Eran madre e hijo, pero también eran amigos, se contaban todo. Cuando llegó al hospital, preguntó por su hijo y la mandaron a traumatología, dónde se encontraba en una camilla, escayolado.
Isabel: ¿Qué te ha pasado? – dijo cuando llegó a la altura de su hijo.
Iker: ¡Mamá! – dijo asustado.
Doctor: Hola señora, ¿es usted la madre del chico?
Isabel: Sí, soy su madre, ¿qué le ha pasado? – dijo angustiada.
Doctor: Tranquila señora, no es tan grave, su hijo ha tenido un accidente. Al parecer su hijo estaba defendiéndose de unos delincuentes cuando se subió a una tapia y perdió el equilibrio y al caer apoyó las manos con la mala suerte de que se fracturó ambas muñecas. Le hemos operado para ponerle unos clavos para que se suelden los huesos de la muñeca.
Isabel: ¿Pero se pondrá bien? – dijo angustiada mirando a su hijo.
Doctor: Sí, solo necesita reposo, rehabilitación y tomar estas pastillas – dijo pasándole la receta – cada 8 horas. ¡Descansa chico! ¡Recupérate pronto!
Isabel: No se preocupe, doctor.
Iker: Gracias, doctor.
Isabel se quedó con su hijo, se acercó a él y le abrazó.
Isabel: ¿Tú sabes el susto que me has dado?
Iker: Lo siento, mamá.
Isabel: No es tu culpa, cielo, no te preocupes. Ahora solo hay que concentrarse en recuperarte.
Iker: Sí, mamá – dijo dejándose abrazar por su madre.
A las pocas horas, Iker recibió el alta y se fueron a casa. Iker iba escayolado y los ambos brazos en cabestrillo. Al llegar a su casa, Iker se fue a su habitación a descansar, mientras su madre se iba a preparar la cena. Cuando estuvo lista la cena, Isabel llamó a su hijo. Le había preparado una sopa para cenar para que pudiera usar una pajita. Mientras cenaban, Isabel habló con su hijo.
Isabel: ¿Qué tal estás hijo?
Iker: Bien mamá – dijo apagado.
Isabel: El doctor me dijo que tenías que estar unas semanas de reposo antes de empezar la rehabilitación – le informó.
Iker: Vale, mamá – dijo apagado.
Isabel: No te preocupes, cielo, yo te ayudaré en todo – dijo cariñosa mientras le acariciaba la cara.
Iker: No te preocupes mamá, tú ya tienes muchas cosas qué hacer, no tienes que cargar con un lastre cómo yo – dijo serio.
Isabel: ¡Tú no eres ningún lastre! Eres mi hijo, lo mejor que tengo en mi vida y no pienso dejarte solo ni en las buenas ni en las malas – dijo solemne.
Iker: Gracias mamá, pero no hace falta – dijo levantándose – Muy rica la cena, cómo siempre – dijo mientras le daba un beso de buenas noches a su madre.
Isabel: ¿A dónde vas?
Iker: A dormir, mamá. Buenas noches.
Isabel: Tienes que bañarte, cielo.
Iker: Puedo hacerlo mañana, mamá – dijo saliendo del salón sin mirar atrás.
Isabel conocía a su hijo, sabía que en cuanto ella se descuidara él se metería al baño a lavarse, para no causarle problemas. Era muy orgulloso y siempre se cuidaba él solo, no entendía que ahora necesitaba ser cuidado y qué mejor que su madre, que lo cuidaría con amor, adoración, ternura y cariño. Isabel hizo como que se iba a la cama temprano, luego de recoger todo y ponerse su camisón. Tal y cómo previó, su hijo salió de su habitación a los 5 minutos derecho al baño. Salió sigilosamente y se puso a escuchar en la puerta. Escuchó a su hijo gemir de dolor e imagino que quería hacer pis. Con mucho cuidado, entreabrió la puerta y contempló cómo su hijo, de espaldas a ella, intentaba hacer pis sin éxito al no poder sujetársela. Cuando iba a entrar para ayudar a su hijo, Iker la sorprendió por su astucia: se dio la vuelta y se sentó en la taza y comenzó a mear. Isabel, con sorpresa contempló la inteligencia de su hijo y también contempló sorprendida la tremenda polla que gastaba su hijo, grande y gorda, y eso que estaba flácida.
Isabel: “Tiene que medirle unos 15cm flácida” – pensó sorprendida.
Isabel siguió espiando a su hijo para poder ayudarlo, y no fue hasta que su hijo se metió a la ducha y vio que no podía lavarse, cuando entró para librar a su hijo de su frustración.
Isabel: Ya te he dicho que me avisaras para poder ayudarte, cariño.
Iker: ¡Mamá! – dijo tapándose cómo podía.
Isabel: Quita las manos de ahí y relájate – dijo natural – mami te va a lavar.
Iker entre sorprendido y frustrado, le hizo caso a su madre, pues veía que no se iba a ir sin ayudarlo. Isabel lavó a su hijo todo su cuerpo, sin que Iker protestara. Cuando lo terminó de lavar, sin mojar las escayolas, lo secó y lo vistió, en contra de lo que le dijo ella de que no se vistiera para estar más cómodo. Isabel se fue a la cama sin dejar de pensar en la polla de su hijo. Tuvo un sueño erótico esa noche, imaginando cómo su hijo la obligaba a comerle la polla en el baño mientras lo lavaba y luego se la follaba salvajemente contra el lavabo. Se despertó empapada entre el sudor y sus flujos vaginales. Tuvo que hacerse un par de dedos corriéndose bestialmente, como nunca antes, para tranquilizarse. Isabel estaba sorprendida por su comportamiento: le atraía sexualmente su propio hijo. Esa misma mañana, fue a despertar a su hijo para lavarlo de nuevo.
Isabel: ¡Vamos dormilón! – dijo susurrándole cariñosamente en el oído – Hay que levantarse ya.
Iker: ¿Para qué? – dijo somnoliento – No voy a ir a ningún lado, ¡déjame dormir!
Isabel: ¡Arriba! – dijo más autoritaria – Es hora de levantarse, tienes que asearte.
Iker: ¡Voy! – dijo de mala gana dejando ver una erección matutina que dejó caliente y sorprendida a su madre.
Iker se levantó como si nada y su madre lo aseó. Isabel luego tuvo que hacerse otro dedo pensando en su hijo. Esa fue la rutina de madre e hijo durante la primera semana de reposo de Iker. Isabel se dio cuenta de una cosa durante esa semana: no sólo atraía sexualmente su propio hijo sino que estaba enamorada de él. Un día de la siguiente semana, Isabel iba a bañar a Iker cómo siempre, pero al lavarlo se topó con la erección de su hijo, cuando le miró le pilló mirándole descaradamente las tetas, que con el agua se le trasparentaban en el camisón. Se sorprendió gratamente de provocar a su hijo.
Isabel: ¿Y esto? – dijo cogiendo la base de la polla de su hijo - ¿Dónde estabas mirando, pillín? – dijo pícara.
Iker: ¡Perdón, mamá! – dijo sabiéndose pillado.
Isabel: No te preocupes cariño, me halaga que te guste, aunque sea, una parte de mi cuerpo – dijo sonriéndole pícara.
Iker estaba rojo cómo un tomate sintiendo cómo su madre le cogía delicadamente su polla. Isabel la comenzó a lavar cuando se dio cuenta de que los huevos de su hijo tenían un color azulado.
Isabel: ¿Y esto? – dijo preocupada.
Iker: No sé mamá, lleva así desde anoche y la verdad me duele bastante.
Isabel: Vamos al médico.
Iker: ¡No! – dijo cabezota – Nadie me va a mirar ahí.
Isabel: He dicho que vamos a ir al médico ahora y vamos a ir. ¿está claro? – dijo autoritaria.
Iker: Sí, mamá – dijo sin ganas y refunfuñando.
Después de lavarlo con cuidado y de ver las muecas de dolor de su hijo cuando le tocaba los huevos, lo vistió, se vistió ella y fueron al médico, dónde le dijeron que eso era acumulación de semen y que tenía dos opciones: o se corría y lograba echar todo el semen que estaba conteniendo o se aplicaba una crema para aliviar el dolor. Con la receta y la crema llegaron a casa de nuevo, Iker cabizbajo pensando en que tendría que aguantar varios meses con la dichosa crema e Isabel en que por fin tenía la posibilidad de al menos hacerle una paja a su hijo. Iker, por la tarde fue al baño y su madre lo siguió.
Isabel: Bueno cariño, ¿te quieres bañar?
Iker: Sí la verdad, así me voy ya a la cama – dijo sin ganas.
Isabel: Vale cielo, me cambio mientras lleno la bañera y voy a por la crema – dijo preparando el baño.
Isabel se cambió la ropa y se puso su camisón, sin nada debajo, quería calentar de nuevo a su hijo. Cuando llegó, desnudó a su hijo y vio que se ponía erecto sin dejar de mirarle las tetas. Ella le dejaba mirar con una sonrisa, ella también estaba cachonda y ansiosa. Isabel comenzó a lavarlo, haciendo que le salpicara el agua en la parte de arriba del camisón, consiguiendo que se transparentara y que su hijo no le quitara los ojos de las tetas. Cuando llegó a su polla, erecta al máximo, la agarró.
Isabel: ¿Te duelen mucho, cariño?
Iker: Sí, la verdad – dijo haciendo muecas.
Isabel: ¿Quieres que mami te alivie? – dijo sonriendo.
Iker: Primero me tengo que secar para aplicarme la crema.
Isabel: No, tonto – dijo riendo - ¿Quieres que mami te haga una paja? – dijo con lujuria y ternura.
Iker: ¿Qué? ¡No! – dijo nervioso sin poder quitar la vista de las tetas de su madre.
Isabel: Vamos cariño, solo quiero ayudarte. Y seguro que la culpable de que esta preciosidad esté así soy yo o por lo menos mis tetas – dijo sonriente – Lo justo es que yo te alivie, ¿no?
Iker: Si tú lo dices – dijo nervioso.
Isabel se tomó esa respuesta cómo un sí, así que lavó rápido a su hijo y lo secó. Luego se sentó ella en el váter y colocó a su hijo y a su gran polla frente a su cara. Con una sonrisa, agarró la polla de su hijo.
Isabel: Bueno, pues allá vamos – dijo guiñándole un ojo con una sonrisa – Disfruta de la paja de mami, mi amor – dijo amorosa.
Isabel agarró con dos manos la polla de su hijo y comenzó una lenta, pero sensual paja, haciendo gemir a su hijo. Tenía ganas de comérsela, pero no quería llegar más lejos por si su hijo no quería. Con una sonrisa pícara, al ver que su hijo no dejaba de mirarle las tetas, quitó una mano de la polla de su hijo y se bajó el camisón, mostrándole sus grandes tetas.
Isabel: Para que te deleites, mi amor, con mis tetas – dijo guiñándole un ojo provocativa - ¿Te gustan?
Iker: Me encantan – dijo gimiendo.
Isabel: Puedes mirarlas todo lo que quieras, mi amor, son toda tuyas – dijo sonriéndole lujuriosa - ¿Te gusta la paja que te hace mami?
Iker: ¡Mucho! – dijo gimiendo.
Isabel aumentó el ritmo de la paja que le hacía a su hijo, comenzando a ir cada vez más rápido.
Isabel: Mami quiere que le digas cómo te gusta su paja – dijo provocativa y cachonda.
Iker: ¡Me encanta cómo me la meneas, mamá! ¡No pares, sigue, más rápido, oh sí!
Isabel: ¿Así? – dijo aumentando más el ritmo – A mami le encanta el pollón de su hijo – dijo relamiéndose.
Iker: ¡No pares, sigue, más rápido, oh sí! – dijo más cachondo por lo que le acababa de decir su madre - ¡Me voy a correr, oh sí, me corro!
Isabel guio la polla de su hijo hacía sus tetas y recibió toda la corrida de Iker, una gran corrida. Iker no paraba de soltar leche de su polla, llenando las tetas y salpicando la cara de su madre, que recibía gustosa toda la descarga de leche de su hijo y corriéndose también de placer. Cuando terminó de correrse, Iker se apoyó el cuerpo en el lavabo y miró a su madre, con su corrida, pensando que era un sueño lo que acababa de pasar y en lo sexy que se veía su madre con su corrida encima.
Isabel: ¿Mejor? – dijo sonriendo contenta.
Iker: ¡Mucho! El dolor ha bajado bastante ¡Gracias mamá, lo necesitaba!
Isabel: De nada – dijo contenta – Ya te dije que te ayudaría en todo – dijo guiñándole un ojo.
Iker: ¿Me vas a ayudar más? – dijo incrédulo.
Isabel: Siempre que quieras, mi amor – dijo mientras se restregaba la corrida de su hijo por las tetas y se lamía la que le había caído en la cara.
Iker: ¿Por qué? Quiero decir – dijo al ver la cara de su madre – ya sé que eres mi madre y me quieres ayudar, pero, ¿por qué quieres pajearme? – dijo pensativo.
Isabel: Primero, porque tú no puedes, segundo, porque quiero hacerlo, tercero, porque me encanta tu polla – le confesó – y cuarto porque te amo.
Iker: ¡Pero soy tu hijo!
Isabel: Sí y yo tu madre y bien que me miras las tetas cuando puedes – dijo sonriendo.
Iker: Tú a mí también me gustas, y no solo tus tetas – le confesó también.
Isabel: ¡Ves! Somos un hombre y una mujer, yo te gusto, y tú a mí también. Siempre te he cuidado y querido cómo mi hijo, pero desde que tuviste el accidente, me he dado cuenta de que te amo cómo hombre – se sinceró – sí, te amo, y te deseo.
Iker: Esto no está bien mamá.
Isabel: ¿Por qué? No le hacemos daño a nadie – dijo seria – de puertas para fuera somos madre e hijo, pero de puertas para adentro podemos ser lo que tú quieras.
Iker: ¿Lo qué yo quiera?
Isabel: Te amo, mi amor, pero no te voy a obligar a nada. Si tú quieres seguir como hasta ahora, así seguiremos, pero si quieres usarme cómo una puta, o que sea tu mujer, o lo que tú quieras, yo lo haré encantada – dijo seria - Piénsalo.
Iker: Vale mamá. Voy a dormir. Buenas noches – dijo dándole un beso de buenas noches en la mejilla.
Isabel: Buenas noches mi amor, descansa – dijo dándole un pico de vuelta a su hijo.
Iker se fue a su habitación y estuvo pensando en lo que le había dicho su madre. La verdad de que la idea le atraía, pero no quería abusar de su madre. Isabel pensaba en cómo se habían desarrollado las cosas y se durmió con una sonrisa esa noche, pensando en que su hijo le diría que sí y en todo lo que le haría.
Isabel: “Sí tú supieras todo lo que estoy dispuesta a hacer, mi amor” – pensó antes de quedarse dormida.