La mejor hermana del mundo: Capítulo VI

Alex es un chico tímido, introvertido y fantasioso que carece de experiencia con el sexo femenino. Por suerte, cuenta con su hermana mayor Elisa, quien le ayudará a descubrir los secretos de las relaciones entre mujeres y hombres.

La mejor hermana del mundo

Capítulo VI

Alex deambulaba por la casa, ahora que estaba en periodo de vacaciones escolares, se aburría más de lo usual. El hecho de que poseyera una consola de videojuegos y una computadora de escritorio en su habitación, no garantizaba su diversión, existía algo en el caminar de regreso a casa saliendo de la escuela, convivir con sus compañeros y mezclarse con la multitud que le llenaba de vitalidad, una vitalidad que ahora menguaba, era un bien inmaterial tan escaso en él como la sobriedad en un morfinómano.

Y generalmente, las consolas y sus artefactos tecnológicos mantenían ocupada su atención, pero ahora sentía una necesidad urgente de contacto humano, de reunirse con sus amigos y realizar bromas, de apreciar las piernas de Melissa o tener cerca sus enormes senos, solo para lanzarle disimulados vistazos de vez en cuando, no era demasiado pedir. Se suponía, que Alex tenía a su hermana disponible «para él solo» en casa, no obstante, afirmar eso no sería completamente fiel a la realidad. Elisa era una chica que salía de casa constantemente, acudía al gimnasio, de compras, a comer con sus amigas, a hacer tramites finales para su titulación universitaria, y otras cosas que Alex no solía preguntarle por falta de interés, todo eso le producía hastío a Alex. Ojalá su hermana fuera de un trato más sencillo y estuviera en más tiempo en casa para atenderlo como era debido, sin que la escuela los separa por más tiempo.

La hermana por supuesto, siempre regresaba para limpiar la casa, y comer junto con Alex. Después ella le preparaba la cena, siempre con una sonrisa que Alex adivinaba auténtica. Él nunca se preguntaba la fuente de felicidad de su hermana, pero esa sonrisa lograba infundirlo por completo de tranquilidad. Por consiguiente, Alex olvidaba sus momentos de soledad y aburrimiento en los que se paseaba por la casa erráticamente.

Era una tarde parecida a todas las del verano, calurosa y muy luminosa, cuando conversaba con su amigo Rodrigo vía mensajes privados de texto. La plática fue trivial. Rodrigó eventualmente se despidió de Alex, pues haría cosas más emocionantes según él. Alex le preguntó que cosa haría que le entusiasmaba tanto. Rodrigo tardó un rato en contestar, daba la sensación de que pensaba bien en lo que deseaba responder. Sin embargo, la tardanza se transmutó en un momento de campechana sinceridad, de esos instantes solemnes en los que dices una verdad trascendental a tu mejor amigo con absoluta falta de vergüenza.

—Voy a mirar porno —le respondió. Un emoticono de carcajada acompañaba a la frase.

Alex, leyó detenidamente el texto, sonrió ante la honestidad de Rodrigo, y respondió:

—Bueno, después me pasas el enlace —A esta frase le seguía el emoticono de una carita con lentes, en modo «cool».

—Qué va, te lo paso ahora bro—escribió Rodrigo. Y a continuación Alex pudo mirar la dirección web. Rodrigo enseguida se despidió—: Me tengo que ir, disfruta compañero, que solo se vive una vez.

—Lo haré, recuerda que mañana pasaremos por ti temprano —dijo Alex como despedida.

Alex dio clic en el enlace. Fue dirigido a un portal donde mensajes publicitarios muy explícitos saltaban a la vista, mujeres exuberantes hacían toda clase de actos pornográficos en tales anuncios miniatura: algunas chupaban enormes vergas negras y venosas, otras se inclinaban en posiciones de sumisión ante otras mujeres, y otras simplemente posaban con gigantescos senos de fuera para morbo del espectador, moviéndolos de un lado a otro con modales incitantes. Alex veía venir una erección muy pronto si permanecía en ese sitio. Y no se equivocó, debido a que en medio de todo, de forma estelar, un vídeo con la imagen estática de una rubia, propietaria de un rostro lujurioso. Claramente el producto audiovisual invitaba a ser reproducido con clamor.

Alex no esperó, dio clic en el vídeo para reproducirlo. La hermosa rubia, estaba frente a un enorme pene al que comenzaba a chupar casi inmediatamente al comenzar la reproducción. La mujer parecía esforzarse con gran pasión por complacer al hombre al que solo se le podía ver su larga verga, una verga marrón.

Los movimientos que la mujer ejecutaba con su cabeza eran desenfrenados. Alex tuvo una erección, porque no tenerla era inevitable. Para Alex, los sonidos que producía la mujer al sacarse de la boca la verga del sujeto, le parecieron algo sucio y sumamente atrayente, esa sensación de succión sin duda llamó poderosamente su interés. Alex comenzó a sobarse el área de su pene por encima del pantalón.

Más adelante, la mujer perdió todo el control de la mamada. Ahora se podían ver las manos del sujeto, y cómo estas, sujetaban la cabeza de la mujer para hacerla bajar y subir sobre su falo a una increíble velocidad. Alex estaba impresionado por el aguante de la rubia, y también de aquel anónimo individuo. Un sonido de ahogo escapaba de la garganta de la rubia cada tanto, era más que evidente que la mujer sentía alguna clase de incomodidad, y que al mismo tiempo era capaz disfrutar de ello. Alex se encontraba impresionado, confundido y excitado.

Alex se sacó el pene y comenzó a subir y bajar su mano sobre el tronco, casi con impaciencia. Notó que se presentaba demasiada fricción, y que eso le dolía. Así que, después de pausar el vídeo, hizo lo que casi siempre necesitaba para masturbarse a gusto: sacar un tarrito de vaselina que mantenía guardado en un cajón, y untar una porción generosa de la vaselina cuidadosamente en su mano derecha, luego la repartiría a lo largo y ancho de su aparato sexual. Era todo lo necesario para eliminar la fricción molesta generada en la piel delicada del pene. Existían otras formas de conseguir lubricación, por supuesto, pero aquel tarrito de vaselina cumplía su función con efectividad, además le gustaba mucho el aroma que le dejaba tanto en el pito como en las manos, tanto que le tenía ya cierto apego al tarrito.

Alex reanudó la grabación y observó con angustia, y una extraña lujuria, lo que pudiera ser el sufrimiento de esa mujer tan guapa sin dejar de masturbarse. «Pobre mujer, no puedo creer lo que le están haciendo», se repetía Alex mientras mimaba a su sexo. Luego el hombre del vídeo, tomó a la mujer por los sedosos cabellos dorados y jaló la cabeza de la mujer con excesivo vigor, de nuevo siguiendo el mismo patrón de movimientos que la rubia mantuvo por cuenta propia minutos atrás: para abajo y de regreso hacia arriba. Y así lo repitió el sujeto en un largo bucle.

Alex estaba impactado por la manera en que la mujer se dejaba tratar por aquel desconocido hombre de la verga marrón. El sujeto se puso de pie de repente, la mujer volteaba hacia arriba en señal de sumisión y abrió ampliamente la boca esperando a que sucediera «algo». Enseguida el hombre soltó una gran cantidad de viscoso semen en las fauces de la mujer, y ella tomó gran cantidad de aquel esperma, y en el proceso, el hombre de la verga marrón, erráticamente le ungió las tetas y la cara con el líquido sexual.

Alex impactado por la escena, eyaculó en sus manos. Dejó el resto del vídeo corriendo a su suerte. Alex se levantó del asiento, y con los pantalones sobre sus zapatos, rascando los suelos, fue a buscar algo con lo cual limpiarse las manos. Fue poco precavido al no procurarse un método de limpieza, «siempre me pasa lo mismo», pensó entre divertido y colérico. Abrió el cajón donde descansaba su ropa, porque su hermana podría estar en alguna parte de la casa, y salir en ese lamentable estado de la habitación era impensable, algo dentro del cajón podría sacarlo del apuro. En el cajón, miró su ropa interior perfectamente acomodada por su hermana mayor días atrás, y entonces Alex tomó uno de sus bóxers y se limpió el semen con la prenda.

A lo largo del día, Alex miró una y otra vez el mismo vídeo. Después se preguntó si existían otros videos con semejante calidad, y buscó escenas parecidas en sitios igual de sórdidos al que su amigo muy ufano, se dignó en compartirle.

La búsqueda de Alex tuvo frutos. Toda clase de mujeres hermosas, con diferentes características y tipos de belleza, se le presentaban mamando enormes pitos de maneras semejantes al de aquella rubia; las chicas eran igualmente jaladas del cabello, y los sujetos terminaban derramando semen en sus lindas bocas, o en otras partes de sus cuerpos tan impecables.

Al paso de esas horas de disfrute máximo, Alex sintió una inquietante depresión. No era por el contenido que estuvo mirando. Era por las preguntas que todo ello le sugería, el hecho de querer saber como se sentiría recibir una chupada, las ansias por sostener a una mujer de esa forma. «¿Qué se sentirá tener esa clase de experiencias? ¿Jalar los cabellos a una chica? ¿Terminar en su boca?», se preguntó Alex con tribulación.

Pronto Alex llegó a la conclusión de que no era para nada lo mismo mirar pornografía que sentir el cuerpo de otra persona, o que otra persona tocara su piel. Ahora lo entendía gracias a las cosas que ya había hecho con su hermana. Y Alex tuvo una vasta desesperanza al discernir la inexperiencia que aún poseía sobre infinidad de cuestiones del ámbito sexual. Supo que si continuaba viendo clips pornográficos de toda clase, pronto se daría cuenta de que existían técnicas desconocidas e interminables modos para tener relaciones, así como intimidad, que él nunca podría conocer si su hermana no se las enseñaba. Ni en sueños podría Melissa, o alguna otra chica practicar esas técnicas con él, mucho menos adquirir la responsabilidad de enseñarle a un «virgen», ya que ese era el mayor pecado que un varón pudiera tener para con las mujeres. La única mujer apta para enseñarle era su hermana mayor, una persona responsable, bella, amable, aunque a veces estricta cuando Alex le hacía perder el control, pero ese era el defecto perpetuo de su hermana; y solo era necesario soportar un poco el dolor emocional de sus regaños para que las cosas se arreglaran, inclusive Elisa casi siempre se arrepentía por hacerlo sufrir tanto. Al final Alex miraba siempre como se arreglaban por sí solas.

Alex concebía que aunque la relación con su hermana actualmente se hallaba en buenas condiciones, presentaba una paralización rutinaria, y no solo eso, sino que no sucedió ninguna clase desde aquella vez en el cuarto de Elisa, cuando Alex eyaculó sobre su traje de baño; y Alex necesitaba aprender más cosas o se quedaría atrás respecto a sus compañeros de clase, quienes muchos de ellos presumían ya haber tenido relaciones sexuales, dejando la virginidad en el pasado. Si Alex no avanzaba en el camino del sexo, los compañeros pronto se burlarían de él por descubrir su increíble retraso, entonces le dirían el «virgen», por consiguiente quedaría marcado de por vida y las chicas huirían tan solo verlo merodear en las lejanías.

En un instante de inusitada urgencia, gestada por el miedo a la burla hipotética de sus compañeros, Alex se levantó del asiento y decidió preguntarle a su hermana cuando sería la siguiente «clase», él necesitaba sentir que por lo menos daba algún paso adelante en sus experiencias, y tampoco se podía negar otra cosa: el hecho de que su hermana era una mujer demasiado deseable, sus tetas, sus caderas, su figura, su culo, y su rostro eran perfectos a los ojos de Alex. Le daría especial miedo admitir ante su hermana, que tras ver tantos videos de mujeres siendo abusadas por la garganta, y jaladas de los cabellos con innecesaria brusquedad, se imaginó que la propia Elisa era víctima de esos jalones de cabello por parte del propio Alex, y que terminaba en su boca. «Pero es mi hermana, ¿por qué siento tanto remordimiento? ¿Por qué no puedo imaginarme a Melissa en su lugar?», se preguntó Alex horas atrás, cuando una de imagen mental de su hermana se le mostraba mamándole la verga, mientras Elisa hacia sonidos de ahogo.

Alex avanzó a paso veloz a través del pasillo buscando a su hermana, era un momento de: ahora o nunca. Elisa no se encontraba en su habitación. Alex bajó a la sala y halló a su hermana tendida en el sillón. Ella descansaba con la mirada absorta en su teléfono.

Elisa notó la presencia de su hermano, pero no volteó para mirarlo. Y Alex lo supo porque su hermana le dirigió la palabra casi instantáneamente.

—¿Ya tienes hambre hermanito?

—Sí, pero hermana, quiero preguntarte algo primero… —confesó Alex con mucho nerviosismo.

—Pregúntame.

—Es que… Es sobre… Nuestras clases…

—Sí, ¿qué tienen? —dijo Elisa aún enfocada en su teléfono, al hermanito solo prestaba su voz y sus oídos mas no la vista—. Ya sabes que nadie debe enterarse de lo que hicimos.

—Lo sé, pero quiero saber… —Alex agachó la cabeza, el corazón le palpitaba muy fuerte y las manos le temblaban ligeramente, sus piernas apenas podían mantenerlo en pie, sentía Alex que en cualquier momento se le terminaría la resistencia e irremediablemente perdería el equilibrio.

—Dime lo que me tengas que decir —manifestó Elisa con tono amable mientras deslizaba su mano hacia abajo por la pantalla del teléfono, al parecer buscando novedades en su feed de alguna de sus redes sociales.

—Lo que quiero saber es… ¿Cuándo tendremos otra clase?

—¿Otra clase? —Elisa dejó el teléfono en la mesita que estaba cerca del sillón. Ella se desperezó estirándose. Se acomodó sobre sus piernas en una posición de loto imperfecta, y ahora sí miró a su hermanito—. Lo voy a pensar. Déjame preparar la comida y luego hablamos de eso. ¿Qué se te antoja hermanito?

—Lo que quieras tú, hermana.

Elisa se levantó. Se dirigió a la cocina y comenzó a sacar ingredientes del refrigerador, y sartenes para cocinar de unos compartimentos.

—Voy a hacer pescado entonces. De todas formas mañana vamos a comer hamburguesas, así que mejor comemos algo sano hoy.

—Sí, está bien —consintió Alex un poco contra su voluntad, y es que albergaba la extraña sensación de que debía «portarse bien» para que la hermana le consintiera la clase. Alex en realidad se moría por comer una pizza de pepperoni con champiñones, o unos hot dogs repletos de tocino, cátsup y mostaza. Y ahora que su hermana sacaba el tema a la luz, se le antojaba terriblemente una hamburguesa, pero si debía de comer pescado para tener esa ansiada clase, lo haría sin dudarlo.

—Bueno, estará como en media hora, para que no te tardes —comentó Elisa mientras Alex se marchaba de regreso a su habitación.

Elisa preparaba un delicioso pescado para su hermano y para ella. Le sorprendía demasiado que su hermano no saliera con alguno de sus comunes antojos, o que la contradijera ante las alternativas saludables que ella siempre le trataba de inculcar. Esta vez le agradó a Elisa que Alex se conformara con un alimento como el pescado, porque casi nunca le podía negar un capricho culinario a su hermano, ella amaba consentirlo, y era especialmente en las comidas cuando Alex se mostraba más caprichudo. «Hermana, mejor quiero unos tacos de carne asada», «No se me antoja eso que dices, mejor una pizza, ¿sí hermana?», «No me gusta eso hermana, ¿por qué no mejor un guisado de carne?», esas eran frases habituales que Alex soltaba cuando Elisa proponía una comida que no contuviera exceso de calorías, grasas o azúcares.

Era duro para Elisa verse contagiada en algunas ocasiones de los antojos de su hermanito, porque lo miraba comer algo que ella también consideraba delicioso, pero de lo que no podía abusar o de otro modo engordaría; para resolver el dilema, Elisa comía poco de lo que el hermano elegía, pero solo un poco, o se preparaba algo exclusivo para ella, aguantando el deseo. «Si siguiera un programa alimenticio confeccionado por mi hermano menor, estaría convertida en una auténtica ballena», pensaba Elisa.

Mientras cocinaba, Elisa se cuestionó a sí misma sobre lo que le pidió el hermanito. Después de todo, era verdad que ya había aceptado su rol como maestra de su hermano en esos temas, era la responsable de su educación sentimental, y todo lo que surgiera de allí, solo podría traducirse en mayor cantidad de cariño, amor, y confianza entre ambos. ¡Qué vínculo tan fuerte terminarían tejiendo entre los dos! Y una prueba de que ese afecto era real, era observable en los besos que se daba con el hermanito durante esos momentos llamados «clases». No se besaban y no se tocaban de forma sexual fuera de las clases. Desde ese punto de vista, Elisa era capaz de comprender la frustración del hermanito, sobre todo porque eran vacaciones escolares y él no tenía demasiado contacto con sus amigos. Era evidente que necesitaba gran cantidad de afecto y ternura, era un chico muy sensible. Y últimamente tampoco se abrazaban mucho. «¿Nos estaremos distanciando otra vez por culpa de que yo esté tan ocupada? Es cierto que me absorbe mucho tiempo la titulación y buscar un empleo al mismo tiempo, y últimamente estoy tan cansada que no tomo mucho en cuenta a Alex», se dijo. Elisa pensó en ello mientras cortaba tomates, cebollas, cilantro y chile california, en trozos de diferente tamaño por cada tipo de vegetal. Pronto llegó a la conclusión de que Alex y ella no se estaban distanciando para nada, y la prueba más fehaciente de ello era que el propio hermanito tuvo el valor para pedirle clases. «Eso solo significa que me tiene muchísima más confianza que antes, con lo tímido y lindo que es...», razonó Elisa, «el único problema al respecto es que he tenido muchas cosas que hacer, y ya, no hay mayor misterio».

El platillo estaba terminando de cocinarse, y mientras Elisa esperaba el resultado, pensaba hasta que límite llegarían las clases con Alex. Hasta el momento el hermanito ya le había amasado los senos, se dieron besos con la lengua, y ella recordaba haberlo masturbado con las manos. Luego ella lo montó, y él hermanito eyaculó sobre el traje de baño que ella traía puesto al momento. Que ella recordara, el hermanito no le había amasado el culo, pero sí habían amanecido de cucharita una vez que vieron películas, esa mañana el hermanito le rogó que se quedara en la cama con él, pero ella desafortunadamente tuvo que marcharse por cosas de universidad. Y pensar que en esos días, Elisa apenas dilucidaba sobre el tamaño del pene de Alex.

Elisa rio a solas recordando esos momentos, qué tiempos tan importantes para los dos hermanos, y ahora parecían días tan lejanos, tan remotos. La sonrisa de Elisa se ensanchó al recordar cuando ella le masturbó y Alex acabo en sus manos.

Con todos esos pensamientos rondando por su cabeza, más allá de una leve humedad que Elisa presagiaba en la vagina, pudo darse cuenta de que en realidad ella y Alex no habían vivido tantas cosas juntos en el plano sexual y sentimental. Más bien, parecía que el hecho de hacer todas esas cosas con Alex, adquirían mucha más importancia por ser él con quien lo hacía, y era esa misma cosa lo que le provocó una calentura tan loca la última vez que estuvieron juntos haciendo esas cosas. Pero aún les faltaba un camino demasiado largo por recorrer, y no podían realizarlo todo de una única sentada, porque entonces el hermanito no podría retener toda la información. «¿O será que lo hagamos todo de una sola vez, pero en repetidas ocasiones? Así Alex aprenderá por tanta repetición», pensó Elisa. «Pero aun así, lo mejor será que vayamos poco a poco, y luego repetimos varias cosas juntas de ser necesario», concluyó en ese hilo de pensamientos, y al mismo tiempo parecía ser una especie de directriz oculta, que en teoría, marcaría el estilo de sus futuras enseñanzas.

La comida ya estaba lista para servir. Habiéndole dado orden a sus decisiones, Elisa gozaba de claridad en casi todo lo relacionado a las clases con su hermanito menor, excepto en un asunto. «¿Hasta donde llegaremos en las clases?», caviló Elisa, «es decir, el hecho de que decida que “hagamos todo” de una sentada… Implica que tengamos relaciones… Evidentemente lo mejor será ir despacio. Pero con el tiempo será necesario que lo hagamos para que aprenda. ¿Realmente lo haremos?». Pero Elisa no pudo llegar a una conclusión al respecto, Alex bajaba las escaleras casi corriendo en ese instante. Al parecer le atacó el hambre, lo mejor sería servirle el pescado para que no pasase hambre por más tiempo. No era bueno para un chico en pleno desarrollo permanecer con el estómago vacío.

Los hermanos comieron juntos mientras miraban videos manidos de bromas en YouTube, en la pantalla de la sala. Alex acabó con su plato, y se echó en el sillón para bajar la comida. Elisa al terminar lo propio, recogió el plato de su hermano y se puso a lavar los platos. Luego regresó a sentarse en el sillón contiguo a donde aún permanecía echado Alex. Sin poder aguantar más la incógnita, Alex sacó el tema de las clases de nuevo. La desesperación lo inclinaba a convertirse en una versión un poco más valiente de sí mismo, aunque a ojos de cualquiera seguiría siendo un chico demasiado tímido; para Alex, el miedo y la incomodidad que pensaba sentiría al pedir lo que deseaba, se quedaban cortos ante lo que en verdad uno experimentaba. Alex prefería que en la vida, las cosas no tuvieran que ser tan difíciles.

—Hermana…

—¿Ajá? —respondió una Elisa hipnotizada por el flujo de paisajes urbanos que mostraba la pantalla.

—Quería saber si… Quería saber si ya decidiste algo…

—¿De qué hablas hermanito?

—De las clases…

—Ah, sí. Ya decidí algo, pero tendremos que esperar hasta la noche. ¿Qué tal si miramos una película juntos y después de eso hablamos sobre las clases y eso? —propuso Elisa—. Hace mucho que no hacemos nada juntos, ni siquiera mirar algo como ahorita.

—Está bien, ¿cuál vamos a ver?

—¿Una de terror no?

—Bueno, voy a buscar en internet que buenas películas hay para escoger…

—Ok, hermanito. Yo me voy a preparar mis cosas para mañana, dile a tu amigo que esté listo temprano.

—Ok, ya le dije hace rato, pero le recordaré de nuevo.

Alex estaba de vuelta en su habitación, no dejaba de pensar en las clases con su hermana. La espera lo estaba enloqueciendo, quería que fuera de noche ya, que el sol se diera prisa en ocultarse, pero el atardecer parecía ir más lento de lo habitual, era como si el enorme engrane cósmico que regía el movimiento del sol tuviera algo atorado y no pudiera avanzar con normalidad, era algo parecido a esos autos que cuando entran en la arena de la playa, o de algún lago, se atascan, estos autos se miran impedidos para avanzar por más potencia que demuestren, lo único que se mueve son la arena y las llantas.

Pensando en distintas cosas que hacer, Alex resolvió que podría hacer realmente lo que prometió a su hermana mayor: recordar a Rodrigo sobre estar listo para la mañana, y buscar opciones de películas que mirar. Alex decidió avisar primero a Rodrigo.

Alex entró a su bandeja de mensajes. Tenía un par de mensajes «no leídos». El primero que saltaba a la vista provenía de Melissa. Este decía: «Lo siento Alex pero no podré ir con ustedes. Me iré con mis papás a visitar a mi abuela. Será otro día». Al terminar la frase, un emoticono de una carita triste imprimía en Alex, el sentimiento de que su ya de nuevo amiga Melissa, no estaba feliz con verse impedida para ir. «Pero está bien, de todas formas no me lo esperaba para nada», pronunció Alex en voz baja. Tras un suspiro de decepción, sobrevino otro de alivio. Era una emoción compleja la que experimentaba, porque, por un lado le ilusionaba la idea de que su amiga fuera con ellos al cumpleaños de María en las afueras de la ciudad, y por otro lado, le provocaba ansiedad avisarle a Elisa que tendrían un acompañante de último momento, esto último pasaría porque a su hermana mayor le molestaba que su hermano no fuera precavido con avisarle antes, y además porque Alex presentía que a Elisa no le caía muy bien Melissa. «Sé que es porque le dije que anduvo con Joel, pero al final lo de ellos no funcionó. Y que no funcionara quiere decir que ella nunca lo quiso», pensó Alex.

El siguiente mensaje en su bandeja, le provocó una sensación de pesada acidez. El estomago se le revolvió un poco al darse cuenta de que el mensaje era de Joel. Alex no lo abrió. Pero una parte del mensaje podía entreverse. Al parecer Joel quería hablar con él, porque Alex alcanzaba a leer: «Podríamos dejarlo atrás...».

Al cavilar varios minutos sobre lo que implicaba el simple hecho de que su examigo supiera que vio el mensaje y lo ignoró, supondría que Alex de cierta manera ya daba por muerta la amistad entre ellos. Y leerlo y responderle, supondría lo opuesto: que Alex abría la puerta al perdón. Pero Alex no estaba disponible para perdonar traiciones, aunque tampoco tenía el valor para dar cara a Joel y decirle que no desea más su amistad. De manera que no abrió el mensaje e intentó hacer como que no existía.

Alex no puso en advertencia a su amigo Rodrigo sobre estar listo, en su lugar, fue directo a tomar una siesta. El cansancio le dominaba el espíritu. Primero la hermana lo dejaba con la incertidumbre de las clases, luego no podía hablar maravillas de la comida, el pescado era saludable y contenía nutrientes, pero solo eso; y finalmente Melissa le reveló que no podría ir con él. El día estaba resultado ser increíblemente duro, una bazofia rancia que le aguijoneaba el lomo cada vez que deseaba algo.

Elisa preparaba palomitas caseras. En la alacena, existía un compartimento donde se amontonaban paquetes de bolsas que contenían legumbres y semillas. Entre los paquetes, abundaban las clásicas semillas que generaban las palomitas para comer mientras se disfruta de un largometraje. Alex estaba acostumbrado a que se hicieran manualmente, y cuando asistía al cine con sus amigos y probaba las palomitas del lugar apenas encontraba diferencias con las que preparaba su hermana. Las que le preparaba su madre, esas sí que sabían malas… Quizás este hecho se debería a que Elisa se las preparaba con un exceso de mantequilla y sal.

Esperando a que la hermana le trajera las palomitas, Alex mantenía en pausa una película terrorífica que Elisa escogió, Alex al quedarse dormido horas atrás, olvidó por completo buscar recomendaciones de películas, pero eso no importaba, su hermana tenía todo bajo control.

Cuando los hermanos terminaron de disfrutar de la fantasía terrorífica, Elisa apagó la pantalla.

Se hizo un silencio profundo en la sala. Alex sintió algo parecido a lo que pudieron sentir los personajes de El señor de los anillos, cuando al avanzar a través de las minas de Moria, los viajeros se toparon con cámaras colosales y abismales que habían sido construidas por los enanos en los tiempos antiguos. En aquellos salones el silencio era insondable y tenso.

Ninguno de los dos habló por un par de minutos.

Alex estaba quieto como estatua de sal, como una tosca escultura tallada en hormigón, un ícono estampado en el sofá.

Elisa miraba a su hermanito. Ella entrecerraba un pocos los ojos, parecía estar pensando en algo, o decidiendo alguna cuestión importante. Después de aquellos segundos profundamente incómodos para Alex, Elisa mostró cierta picardía en la mirada, y un mero atisbo de sonrisa le indicó a Alex que su hermana estaba de algún modo jugando con él. Y así lo comprobó cuando su hermana rompió el silencio.

—¿Por qué andas tan nervioso hermanito?

—No, no estoy nervioso —replicó Alex.

—Pero si mírate Alex, estás todo tenso, ja, ja, ja —dijo Elisa mientras con una de sus manos, tocó el hombro de Alex—. ¿A qué se debe tanta preocupación hermanito lindo?

—Pues… Por lo de las clases… Y no son nervios.

—Ja, ja, ja. Sí… Como digas hermanito.

—¿Y entonces? —preguntó Alex.

—¿Entonces qué de qué? —inquirió Elisa sabiendo perfectamente a lo que se refería su hermano menor. De alguna forma a Elisa le comenzaba a gustar poner a su hermano en esa clase de estado en expectación. Algo etéreo en la mirada de Alex le gustaba mucho, no sabía con certeza si era la esperanza del hermanito por aprender algo sobre ella, o su timidez para pedir que lo deseaba. Pero por otra parte, Elisa comprendía que a lo largo de la vida de Alex, muchas mujeres lo pondrían sin dudar en esa misma posición donde si no tomaba la iniciativa, ellas le negarían el sexo una y otra vez, de hecho la puta esa de Melissa ya lo había hecho suceder sin que Alex se diera cuenta de ello. Solo a unas pocas mujeres les interesaba por su cuenta iniciar la acción. Aunque algunas eran muy coquetas, e incitaban a los hombres a actuar enviando ciertas «señales», pero esos temas ya representaban otro asunto diferente.

—¿Vamos a tener clases hoy? —expresó Alex un poco apenado.

—La respuesta… Es... Un rotundo… Sí —dijo Elisa poniéndose un poco seria.

—¿Qué me vas a enseñar hermana? —preguntó Alex ya sintiéndose más en confianza, entendiendo que su hermana no planeaba negarle la ansiada clase.

—Primero quiero que hablemos de algo muy importante Alex.

—¿De qué trata?

—Es sobre las clases, y sobre lo que te falta aprender…

—Ok.

—Bien, pues empezaré —dijo Elisa mientras ponía una de sus manos en la rodilla izquierda de Alex —. Y voy a ser bien honesta contigo. Estoy bastante preocupada. El hecho de que tú hayas venido a mí, a pedirme una clase, me ha abierto los ojos bastante. Y ahora me doy cuenta de que te he dejado de lado últimamente. Y sabrás que eso se debe a mi titulación de la escuela, y que esté buscando un trabajo, y…

Alex interrumpió a su hermana, y no se enteró de que otra cosa absorbía el tiempo de su hermana.

—Sí, eso lo sé hermana, no tienes que preocuparte por eso.

—Honestamente, me alegra bastante que lo tomes así. Y la verdad no había pensado demasiado en eso de las clases, no es que lo haya olvidado, pero un día lo comprenderás cuando algo te quite tu tiempo tanto que dejes de lado muchas cosas que te importan. No le daré más vueltas hermanito, pienso que debemos de tener un horario fijo para las clases. ¿Qué piensas?

—Por mí está bien, hermana —admitió Alex.

—Lo del horario lo hablamos ya después de la clase de hoy, todavía no tengo muy claro que horario sería el mejor, pero probablemente sea por las noches, y no será tampoco todos los días. Ya que me desocupe un poco, ya veríamos la posibilidad de practicar todos los días.

—¿Todos los días? —preguntó sorprendido Alex, y el pene se le puso duro solo por escuchar esas palabras tan definitorias. Su vida estaba dando un cambio, no de inmediato, era verdad, más bien se estaba dando en segundo plano, pero era uno de los cambios «importantes» en la vida de los hombres. Joel una vez le había dicho que, cuando un joven tiene a una mujer con la que hace toda «clase de cosas», se podría considerar su novia, y el joven se transformaba finalmente en hombre al consumar el acto sexual con su mujer. Lo mejor era estar casados para no cometer fornicación, pero la mayoría de las veces ocurría al revés: primero se tenían las relaciones y luego ocurría el matrimonio.

—Si tenemos la posibilidad de que sea así… ¿Por qué no? —respondió Elisa.

—Oye hermana… ¿Y eso significa que… seríamos como novios? —soltó Alex de repente.

Elisa tuvo de inmediato una sensación aguda en el pecho, advertir la sensación, le hizo llevar una de sus manos hacia el área donde la sentía.

Elisa se descubrió sin palabras que emitir. El hermanito la tomó completamente por sorpresa. Anteriormente, Elisa jamás llegó a pensar en la posibilidad de que su hermanito menor fuera su «novio». Más allá de la sorpresa, Elisa tomó la interrogante como resultado de la inexperiencia de su hermano, una pregunta completamente inocente, y no como un deseo que tuviera él para con ella.

—No. Tú y yo somos hermanos, no podemos ser novios —sentenció Elisa intentando no sonar dura.

—Perdón hermana, solo quería saber —respondió Alex.

—No pasa nada hermanito. Pero bueno, hay otro tema que quiero hablar contigo, y no está alejado del de ser novios.

—¿Cuál tema? —preguntó Alex inundado por la curiosidad.

—De hasta donde podemos llegar como hermanos. Es decir, todo lo que hemos hecho, seguirá siendo permitido entre nosotros porque de alguna forma tienes que aprender, es el punto de todo esto. Pero sí pienso que deben existir ciertos límites —explicó la hermana mayor.

—¿De que límites hablas exactamente? —preguntó Alex presagiando que las clases con su hermana mayor comenzarían a volverse tediosas, con libros de texto y esos besos de lengua que tan poco le interesaban a él y que su hermana se empeñaba en enseñárselos contra su voluntad. ¿Por qué todo se tenía que convertir en una porquería?

—No me malentiendas, vamos a hacer… Digo, vas a aprender todavía muchas cosas conmigo, te falta aprender muchísimo. Pero existen cosas que yo no te voy a poder enseñar por más que yo sea tu hermana —intentó aclarar Elisa.

—Y que lo digas, justo hoy me di cuenta de que soy un completo ignorante de muchas cosas —reconoció Alex recordando el vídeo de la mujer con la garganta abusada por aquel hombre que le jalaba de sus dorados cabellos—. ¿Pero a qué cosas te refieres? ¿Qué no podrías enseñarme tú, hermana?

—Al final, no vamos a poder llegar a lo más íntimo —Elisa tenía en ese instante alguna clase de impedimento para pronunciar la palabra que definiría ese acto, creía que esa declaración podría afectar el autoestima de su hermano menor, por lo que, debía suavizar el tema lo que más que pudiera. Era su obligación como hermana mayor.

—Te refieres a tener… —Alex tampoco pudo decirlo, se le hizo un nudo en la garganta, porque ese acto triunfal que lo convertiría en un hombre de verdad, no lo tendría jamás. Si la hermana no se lo daba, ninguna otra mujer en el mundo se apuntaría a ello.

El universo interno de Alex se tambaleóen aquellos momentos como un ebrio, la realidad se derretía y perdía sentido rápidamente. Su cosmos se coloreó de tonos oscuros mientras sufría la crisis de una devastación mental. La erección se le bajó de golpe, parecía una flor marchita por falta de agua y una buena dosis de sol.

—Sexo —pronunció al fin Elisa—. Honestamente, no podremos tener relaciones sexuales Alex. El motivo principal es el mismo por el que no podemos ser novios, por eso te comentaba que era bastante relacionado. Somos hermanos a fin de cuentas. ¿Lo entiendes verdad hermanito?

Alex estaba sumergido en un silencio sepulcral, estaba atrapado en un mar irreal de afonía que le afectaba el ánimo y el espíritu. Necesitaba pensar, necesitaba estar a solas en ese instante, necesitaba llorar… La oscuridad de su cuarto sería el mejor ambiente en esa circunstancia. Así que Alex se puso de pie para retirarse.

—¡Alex! —exclamó Elisa, mientras sujetaba al hermanito por el brazo.

Alex no pudo aguantar más y empezó a sollozar levemente. No era un llanto desmedido, en el que los mocos se le salían de la nariz, o que estuviera impedido para hablar con claridad, era un llanto en el que solo salían unas cuantas lágrimas.

—Déjame —pidió el chico en un susurro.

—No, espérate Alex, ¿por qué te pones así? —preguntó Elisa creyendo que la actitud de Alex era un poco desmedida, aunque él a veces emprendía esos berrinches sin razón aparente. Y cuando los berrinches ocurrían, Elisa casi siempre cedía ante los deseos de Alex. Solamente que esta vez, Elisa no creía que lo que deseaba Alex fuera algo factible de cumplir. Además, ni siquiera tendrían relaciones en el corto plazo a raíz de que Alex necesitaba aprender muchas cosas antes—. No te vayas, quiero que me digas porqué te pones así, y juntos lo resolvemos. ¿Va hermanito?

Alex se volvió a sentar pero guardó silencio.

—Muy bien, mi amor, ahora explicame porque te pusiste así, y quiero que me seas honesto, entonces podremos arreglas las cosas. ¿De acuerdo hermanito lindo? —dijo Elisa con un tono que demostraba paciencia y complacencia.

Alex asintió ya un poco más tranquilo. Tomó un poco de aire y explicó:

—Lo que pasa es que, si yo no aprendo eso contigo no lo aprenderé jamás con nadie, y en la escuela me van a hacer burla todos mis amigos.

—Entiendo. ¿Es solo eso?

—Pues sí.

—Bien, mira, que no vayamos a tener relaciones no quiere decir que no vayas a aprender más cosas. Y aparte no me dejaste terminar. Hay una tercera cosa de la que te quería hablar, y otra que se me acaba de ocurrir ahorita para que te sientas mejor.

—¿Qué cosas son? —preguntó Alex sin saber que esperar de lo que le diría su hermana mayor.

—En las clases que hemos tenido siempre yo siempre he escogido lo que aprendes. ¿Qué tal te parece escoger de vez en cuando lo que tú quieres aprender?

La cara de Alex se iluminó de inmediato, y la verga se le volvió a poner dura, pues se acordó del vídeo de aquella rubia. Su universo comenzaba a iluminarse de nuevo. Ahora su hermana le ponía la posibilidad de practicar aquella actividad que le produjo fascinación inesperada: jalar de los cabellos a alguna mujer y llenarle la boca de semen. Si la posibilidad de escoger que aprender no era algo que lo acercaba a descubrir su hombría, quien sabe que lo sería. La pesadumbre de Alex desapareció de inmediato, y fue sustituida por esperanza, regocijo y ansias.

—Me parece bien hermana —contestó Alex—. ¿Pero cuando voy a poder elegir?

— No lo sé… Planeé para hoy algo… Pero no sé si quieras aprender algo en especial.

—Si hay algo —respondió Alex de inmediato.

—Bueno, ya me dirás después. Ahora sigue la última cosa, y creo que también te pondrá contento. ¿Porque, eso sí te hace sentir mejor, o no?

—Un poco. ¿Pero qué es esa otra cosa?

—Pues bueno… —dijo Elisa con un poco de turbación en la voz—. Si hacemos una lista de todo lo que hemos hecho tú y yo, sería que, ya nos dimos besos, ya me tocaste los pechos, y ya te he… Ejem… Y ya te he masturbado.

—Sí, es verdad —reconoció Alex sintiendo un poco de pena por todo el recuento que su hermana enumeró.

—Pues que te parece si… Cuando estemos tú y yo a solas, podamos… Hacer esas cosas —soltó Elisa, y luego siendo muy sutil, se mordió los labios con levedad.

—No te entiendo hermana, ¿no es lo mismo que las clases o cómo? —preguntó Alex confundido.

—Es para que practiques más activamente pero es parte de las clases, sería en todo el día.

Alex parecía seguir sin comprender del todo lo que su hermana le proponía, pues entrecerró los ojos en un gesto que denotaba esfuerzo mental para deducir alguna cosa. Elisa observó el rostro al hermanito y fue más explicita:

—Lo que quiero decir hermanito, es que si tú en algún momento me quieres dar un beso, tú llegas y me lo das… O si quieres abrazarme, cosa que nunca haces, puedes hacerlo de la forma que quieras. Y si quieres tocarme… Puedes hacerlo también, siempre y cuando estemos a solas.

El pene del hermanito al parecer fue el primero en comprender las implicaciones de lo que su hermana le estaba proponiendo, porque incluso empezó a incomodarle dentro del pantalón de tan rígido que se le puso. Alex casi por inercia llevó sus manos para acomodarse el pene y que su dureza le molestara menos, pero por más que intentaba no podía, la única salida que veía era desabrocharse el pantalón.

—¿Te pasa algo Alex? —preguntó Elisa al ver los movimientos de su hermanito menor.

—Nada hermana, solo estoy incómodo por el pantalón. Me aprieta un poco, y me duele.

—Pues ve quitándotelo —dijo Elisa.

Alex obedeció a su hermana y se liberó del pantalón. Elisa esperó a que el hermanito se encontrara mucho más cómodo para volver al tema del que estaban hablando.

—¿Entonces que te parece lo que te propongo? —cuestionó Elisa a su hermano que estando en bóxer, exhibía una erección que intentaba ocultar con las manos, sin éxito.

—¿Serían solo esas cosas que dijiste? —preguntó Alex—. ¿Besos y caricias?

—Sí, y abrazos, y casi lo que queramos, pero poco a poco iríamos viendo conforme entremos en confianza. Sobre todo te ayudará mucho en eso: en la confianza —dijo Elisa—. Es algo que te falta hermanito, y pensé que era la mejor manera de que te vuelvas más confiado. ¿Te gusta la idea?

—Mucho hermana. De verdad que eres la mejor hermana —reconoció Alex—. ¿Y cuando empezaríamos eso?

—Desde ya.

—¿Segura hermana?

— Segura mi amor.

Alex se acercó hacia su hermana y la abrazó.

—Gracias hermana —le dijo al oído, y le dio un beso en la mejilla.

El corazón de Elisa rebosaba de un gozo especial, ahí estaba a un lado de su hermanito menor, con fortuna lo logró, pudo contentar a su hermano tras comunicarle que nunca tendrían sexo. Definitivamente lo convenció con las últimas dos cosas que le propuso. Aunque, la última propuesta ya la había pensado; y lo de que él escogiera en que aspecto basar su aprendizaje, era una cuestión improvisada. Por supuesto, tendría que cumplir lo que el hermanito eligiera, eso le ponía nerviosa pero no aterrada, nada le haría retroceder, nada podría hacerle fallar, su voluntad era inamovible cuando se trataba de proteger a su hermano menor contra los males del mundo.

Tras varios besos más que Alex dio a su hermana en las mejillas, Alex se fue acercando a los labios de Elisa. «Que besos tan lindos», pensó Elisa. Alex besaba la comisura de los labios de Elisa, eso le provocó «cosquillas de amor» a la hermana en el área besuqueada. Luego, Alex comenzó a darle besos de piquito, muestras de cariño que el chico nunca antes le había regalado a Elisa. Y si los abrazos, que tan rara vez Alex le entregaba, le hacían sentir a Elisa un flujo de afecto mayúsculo hacia su hermanito menor, los besitos que en ese momento le estaba dando el chico con tanta ternura, la transportaban a una dimensión de características quiméricas donde solo podía habitar la dulzura.

En esos momentos, el afecto de Elisa por Alex se multiplicó de una forma anómala, pues ella jamás pensó que en algún momento de su vida el hermanito menor le mostraría esa clase de cariño. Si algún día una persona pudiera volverse esquizofrénica de tanto amor que albergara su corazón, esa pudiera ser Elisa en aquel instante de melosidad demencial, de un delirio acaramelado y benévolo. De pronto se sintió Elisa con más fuerza, una hermana más fuerte que antes, la mujer más valiosa del mundo, solo una Elisa existente en un universo paralelo pudiera igualarla por la recompensa tan grande que le estaba entregando el hermanito: el amor más sincero de todos, uno que solo se puede entregar a la persona que te cuida y que es capaz de sacrificarse sosteniendo los cimientos de una realidad colapsando para que únicamente la persona amada pueda escapar.

El hechizo de dulce se detuvo cuando Elisa se percibió incómoda por la postura en la que se encontraban: la espalda comenzaba a dolerle. Ella intentó ponerse de pie, pero el peso de su hermanito le impidió lograrlo.

—¿Qué pasa hermana? —preguntó Alex con cautela, quizás pensando que se estaba pasando de la raya con sus besos.

—Hay que ir a tu cuarto —dijo Elisa—. Aquí está muy rígido el sillón.

—Ok, supongo que allá tendremos la clase.

—Eso es correcto, hermanito lindo que das besos tan cariñosos.

En la habitación de Alex Elisa permanecía tumbada en la cama del hermanito, ella abrazaba y olisqueaba la almohada en la que Alex posaba su cabeza cada noche. Ese olor tan natural le inspiraba una ternura profunda a Elisa, no concebía porque ese aroma le gustaba tanto, eso quería decir que le agradaba el olor de su hermanito. Era si embargo, un poco turbador que el olor le inspirara ciertas emociones que además del cariño, se sumaban en forma de un amor de otro tipo, uno en el que se desea a cierta persona cerca todo el tiempo, ese amor en el que se sueña con la persona querida, que te mueres por besar a ese chico…; y lo más intenso de todo, las ganas de tener contacto físico con la persona dueña del aroma, casualmente ese era el hermanito menor de Elisa, y ella estaba en su cama lista para cumplir sus caprichos de aprender sobre un amor exclusivo para las parejas.

—¿Tienes en mente algo para aprender hermanito? —preguntó Elisa mientras Alex lanzaba su pantalón al suelo—. Hay que apurarnos porque tenemos que irnos a dormir temprano, de hecho tendría que ser ya, mira la hora. Es bien tarde.

—Sí, está bien, vamos rápido entonces hermana. Y sí tengo algo en mente, pero…, no sé si es algo que tú vayas a querer... —declaró Alex.

—Pues dime, y te digo. Pero recuerda, que mientras no sea sexo, o que seamos novios, en teoría podemos… —En ese instante Elisa se quedó viendo el pantalón que yacía en el suelo, luego observó ropa sucia en otras partes de la habitación y dijo—: El domingo te voy a limpiar el cuarto hermanito, ya hace falta.

—Ok, hermana. Pues vi un vídeo…

—Ajá, continúa.

—En el vídeo, una mujer se metió el pene de un hombre en la boca… —detalló Alex.

—Entiendo, quieres aprender a que te la chupen.

—Sí, pero además hacían más cosas. Si quieres te enseño el vídeo.

—Comprendo hermanito, pero vamos por paso por paso —dijo Elisa—. Además recuerda que no tenemos demasiado tiempo ahorita, mañana me enseñas el vídeo cuando volvamos y ya con más calma. Hoy será una clase rápida.

—Ok.

—Bueno, siéntate en la cama y bájate el bóxer —El pene de Alex, comenzaba a chorrear líquido seminal. Cuando se bajó el bóxer, comenzó a dolerle la verga y a palpitarle de tan endurecida que se le puso. Alex se preguntó si era posible que se le agarrotara la verga por someterla a tales tensiones.

Elisa se hincó sobre sus rodillas en el suelo de alfombra. Alex estaba atónito, no podía creer lo que estaba sucediendo. La situación era como en el vídeo, ¡no!, ¡era mil veces mejor! El hecho de que fuera algo real y de que su hermana fuera quien se la chuparía, lo entusiasmaba con locura. Lo que le pudiera provocar el vídeo de la rubia no representaban nada en esos momentos.

—Yo había pensado en otra cosa para que aprendieras hoy, pero ya la veremos otro día —Elisa dijo eso mientras acariciaba el pene del hermanito con sus manos.

—¿Qué cosa era? —preguntó curioso el hermanito mientras Elisa incrementaba el ritmo de las caricias, sin llegar a ser propiamente una masturbación, o al menos Elisa lo consideraba como un mero toqueteo para «ir calentando motores».

—Ya veras después —dijo Elisa—. Con eso de que practicaremos más seguido, porque creo que es algo muy necesario para ti, pues ya habrá muchas ocasiones.

Elisa dejó de hablar y se llevó por fin la verga de su hermanito a los labios. Sin embargo, no se metió el pene en la boca. Ella solo presionó sus labios contra la puntita del pene y le dio un cálido beso. Al parecer eso le gustó mucho a Alex, porque el hecho de que levantara su cabeza hacia el techo lo delataba. Pero enseguida Alex, por morbo, volteó a ver a los ojos a su hermana. La mirada de Elisa era templada y profunda, pero dentro de esos ojos avellana, Alex pudo ver algo que se conjuntaba a esas cualidades, quizás era lo sexi que se miraba su hermana cuando le cumplía lo que él quería, cuando ella no le fallaba, cuando era linda con él y no lo trataba mal… No sabía Alex como definir aquello, pero estaba relacionado con esos «quizás».

Luego Elisa comenzó a besarle el tronco del pene, repartía besitos de un lado a otro. Alex estaba en un trance de bienaventuranza, la sensación era indescriptible. Quería ya mismo eyacular, pero se concentraba todo lo que podía en no hacerlo, cada vez era más y más difícil conseguirlo.

Elisa paró dejando los besitos de lado, eso le permitió a Alex aguantar lo que sobrevino, ya que poco después, Elisa sacó su lengua y comenzó a lamer la verga del hermanito. El primer lengüetazo, que fue en el tronco medio, se sintió como un latigazo de placer, era algo tibio, mojado, una satisfacción lacerante que recorrió su pene con lentitud.

El segundo lametazo, fue desde la base de los testículos de Alex hasta la mitad del tronco. Alex se estremeció, estaba a punto de venirse. Otro lengüetazo más y todo terminaría. Era débil, así eran las cosas.

Elisa se detuvo.

—Espera hermanito. El cabello me molesta. No te muevas.

Elisa se puso de pie y salió de la habitación. Un par de minutos después, volvió haciéndose una cola de caballo en su pelo con el favor de una liga color negro. Ese momento supuso para Alex un significativo descanso, y una recuperación. Ahora podría aguantar un poco más.

Elisa se volvió a poner sobre sus rodillas. El hermanito estaba expectante. La hermana terminó de ajustarse el cabello y acercó su rostro al aparato sexual de Alex. Elisa pasó saliva e hizo una pequeña respiración y carraspeó, a Alex le dio la impresión de que ella se preparaba para dar un discurso, pero en realidad usaría su lengua para lamerle la verga. Alex sintió el aliento de su hermana en los huevos, los pelos del área se le erizaron con placer ansioso, fue como electricidad para sus emociones, «que rico se sintió eso», pensó Alex, «luego le pediré a mi hermana que haga eso otra vez».

La hermana volvió a sacar la lengua, esta vez lo hizo de una forma demasiado sensual, ese tercer lametazo fue más breve y también más tierno. A ese siguió otro, y este fue en la puntita del pene. Alex sintió que se iba, que se iba a otro mundo, respiró y pudo evitar eyacular con una enorme cantidad de esfuerzo. Fue un milagro no hacerlo, pero ese juego comenzaba a gustarle: era divertido intentar no eyacular cuando su hermana le lamía su área más privada.

Elisa realizó una serie de lametazos más rápidos en medio del tronco del pene, Alex ya se estaba acostumbrado a la sensación y a «no dejarse llevar». Alex se imaginó que su hermana era una especie de gata combinada con humana, una que complacía a su amo. Pero Alex no pudo pensar demasiado en esa idea, porque Elisa volvió a efectuar los lametazos lentos. Y fue especialmente con una lamida que Elisa hizo desde la base de los testículos, recorriendo el tronco y llegando hasta la punta que Alex ya no pudo más. Alex al sentir tanto gusto, gritó: «¡Ahhhhhh!». El chico levantó la mirada de nuevo, ahora esperando ver los cielos en lugar del tejado.

Alex bajó la mirada al mismo tiempo que se estaba corriendo, percibía en su órgano masculino como algo se movilizaba para escapar de él. Y su hermana estaba ahí en el suelo alfombrado, aun sobre sus rodillas, lo miraba a los ojos con plena atención. Se conectaron con la mirada. Elisa sacó su lengua y Alex entendió como por instinto lo que debía hacer. El chico tomó su pene para que el semen no errara el tino, y lo acercó a la lengua de su preciosa hermana mayor. Elisa mantuvo la lengua de fuera mientras el esperma del hermanito comenzaba a caer sobre ella. El líquido salía y salía del interior de Alex, y Elisa comenzaba a acarrear el semen del hermanito al interior de su boca con la lengua, parecía, más que una gata, una perrita que padecía una increíble sed después de vagar por los desiertos.

Alex consideró que fue una eternidad de satisfacción ese momento, donde la hermana intentaba llevar toda esa cosa blanca al interior de su cavidad bucal, pero al parecer había tanto líquido que fracasó en el intento. La imagen que obtuvo de la hermana, y que jamás olvidaría, era una en la que ella con la lengua de fuera, escurría semen por los laterales de la lengua. Además Elisa parecía estar muy cansada, su lengua parecía que se le hubiera entumido, y para Alex, aquello tenía perfecto sentido porque los animales podían usarla de diferente forma que los humanos, nosotros nos cansábamos si nos atrevíamos a utilizarla tan rápido como su hermana lo hizo para lamer sus genitales y tomar su leche.

Gotas de semen de Alex, caían en la alfombra desde la lengua de Elisa, que aún la mantenía fuera de la boca. Luego Elisa intentó hacer otro esfuerzo extra y llevó todo el esperma que caía en su lengua hacia dentro. Después se incorporó un poco, y chupó la punta del pene del hermanito y sorbió todo el semen que quedaba atrapado en el glande del hermanito.

Elisa se puso de pie una vez concluido el asunto.

—Bueno, ahora a dormir —dijoElisa mientras con el dorso de la mano, retiraba los restos de líquido que se le habían quedado cerca de los labios.

Alex se lanzó en la cama, se encontraba muy relajado y el sueño llegó de golpe.

—Duérmete conmigo hermana —pidió Alex.

—Mañana tenemos que levantarnos temprano…

—Ándale, hace mucho que no dormirnos juntos, me da frio en la noche —suplicó el hermanito—. Y recordar la película me da miedo.

—Está bien, solo déjame hacer unas cosas rápido, y ahorita vengo a dormir contigo —consintió Elisa—. Vete acostando.

Elisa se lavó rápidamente los dientes. Luego se tumbó en su cama y comienzo a meterse los dedos en la mojada vulva. Por si fuera poco, la ropa interior de Elisa estaba manchada con lo que María, la amiga de Elisa, denominaba «la baba de nopal». Elisa se sentía desesperada por deshacerse de esa calentura sofocante, todo lo que le había hecho a su hermano menor la llevó a sorprenderse en esa condición. «No podría dormir así, iba a estar toda la noche mojada y pegada a mi hermano», pensó. Elisa intentó concentrarse en algún actor de cine que le gustase, pero sintió que el orgasmo tardaría en llegar de esa manera y necesitaba descansar lo antes posible o estaría todo el día siguiente con poca energía y aparecería lo peor de todo: ojeras. «¿Qué me podría hacer acabar rápido?», se cuestionó agobiada. Y como si una parte de su mente tuviera autonomía propia, en su imaginación comenzaron a presentarse imágenes de diferentes hombres.

En las imágenes, esos hombres pasaban uno por uno poniéndose encima de ella. Cada segundo la imagen cambiaba, y un nuevo hombre llegaba; esos sujetos eran recuerdos de personas reales que Elisa intentaba evocar para ver cual le excitaba más rápido. Entre ellos apareció un chico muy amable que vio algunas veces en el gimnasio, y que era de muy buen ver, pero no fue suficiente. Luego se imaginó a algunos de sus compañeros de universidad, pero también parecían ser insuficientes para excitarla de la manera que ella quería. «Me estoy tardando más en imaginar tonterías que en venirme», se dijo Elisa sin dejar de masturbarse. «A lo mejor me es más útil que me imagine aquello que me puso así», concluyó, «espera, ¿qué rayos fue lo que me puso de esta manera?», «¿será que me pone así hacer lo que hago con mi hermanito menor que yo? Que yo sepa, es perfectamente normal ponerse “así” tras hacer esa clase de cosas, sea con quien sea».

Pero Elisa no dejó que la idea se quedara en el reino de las teorías, ella fue directo a experimentar y ver resultados. Elisa, «forzó» sus imaginaciones para dirigirlas hacia su hermanito menor, y se concentró en aquella vez que lo montó y él eyaculó en su traje de baño embarrándolo con mucho semen. Y de repente, al rememorar la escena, como un fuego fulguroso se le encendió la vagina provocándole un placer ardiente. «¡Ay no! ¿Por qué hermanito?», dijo con la entonación de un leve gemido. «¿O será, qué es porque la tiene grandota?¿O será que me estoy convirtiendo en una hermana puta?», dijo en una voz susurrante. Elisa no pudo aguantar más y tuvo un orgasmo rugiente, fue casi imposible reprimir un quejido sexual perfectamente audible para quien estuviese no demasiado lejos y prestase atención a los sonidos de la noche.

Momentos más tarde, ya satisfecha, Elisa se metía en la cama con el hermanito. Alex mantenía los ojos cerrados y Elisa lo creía dormido. Pero cuando Elisa se acomodó en su lado de la cama, el hermanito la abrazó por detrás.

—Pensé que ya estarías dormido —dijo Elisa.

—Te estaba esperando hermana, pero ya no aguanto más, me muero de sueño —dijo pesadamente Alex.

—¿No escuchaste nada raro hace unos momentos? —preguntó Elisa.

—No, la verdad tengo mucho sueño.

—Bueno, ya a dormir.

Y así durmieron los dos hermanos muy pegaditos. Elisa se volteó y ambos quedaron frente a frente. La hermana mayor sentía la respiración de Alex. Le dio un leve beso de buenas noches en la boca, y ella se volteó de nuevo dándole la espalda. Ambos cayeron en un sueño profundo y reparador.

Nota de la autora: Si quieres saber más sobre mis relatos y novelas, por favor revisa mi perfil, ahí encontrarás más información.