La mejor hembra
Eran cuerpos hermosos, de pareja fuerza, que buscan dominarse sexualmente. Quien primero hiciera acabar a la otra, ganaría. El flujo se derramaba a chorros de los calientes agujeros.
LA MEJOR HEMBRA
Se vieron por primera vez en el sauna. Estaban recostadas, cubiertas tan solo con una toalla. Leticia, la pelirroja de ojos azules, era una secretaria ejecutiva que había venido a ese hotel con spa en busca de tranquilidad. Gustaba de cuidar su físico y lo valoraba como la obra de arte que era. Sus firmes senos y redondos glúteos causaban excitada admiración en hombres y mujeres.
Inés, la rubia de ojos celestes no se quedaba atrás en cuanto a belleza. Leticia la observó con una mezcla de disgusto y atracción. Inés, una profesora de educación física, percibió inmediatamente esa mirada y la correspondió con otra de iguales características. Como al descuido, tiró de su toalla y dejo al descubierto un formidable par de tetas, desafiando a la otra mostrar lo que tenía. Leticia se apresuró a exhibir sus firmes pechos y fue más allá, pues se quitó la toalla por completo, revelando toda la majestad de su belleza.
Inés no dejó pasar por alto ese insulto y también se descubrió enteramente.
Después en la ducha escocesa siguieron compitiendo por ver quien tenía mejor cuerpo. Lo único que lograron demostrar fue que eran dos seres exquisitos de extraordinaria belleza. Eso las irritó aún más.
Finalmente, cuando se encontraron en la piscina de aguas termales, Leticia no pudo más y se acercó a su oponente, quien la esperaba ansiosa,
No hubo mucho preámbulo:
-Hola- le dijo Leticia- Sos muy hermosa y me gustaría invitarte a tomar una copa en mi habitación esta noche.
¿Por que soy muy hermosa o por otra razón?- le contestó la rubia, mirándola directamente a los ojos. Leticia siguió, muy excitada.
Somos dos mujeres muy hermosas y me gustaría saber quien es la mejor hembra de las dos...no puedo estar sin saberlo.
¿Y como lo sabríamos?
Si venís esta noche, te lo puedo decir, es la habitación 303.
¿A las diez?
Mejor a las once, para tener más tranquilidad.
A las once, entonces...
A las once en punto, Inés estaba golpeando la puerta. Se había vestido con un minúsculo shorcito de cuero negro y el corpiño rojo de su tanga. Iba descalza.
Leticia también estaba sin calzado. Llevaba la misma tanga blanca con la que había estado en la piscina.
Una botella de champán helado las esperaba.
Sentadas en dos grandes almohadones bebieron sin dejar un momento de mirarse. Ni el champagne ni el aire acondicionado lograba aplacar el calor que ambas sentían.
Finalmente, Leticia habló:
- Desnudas y con tiempo para ver quien es la mejor. Sin reglas. Teta a teta y concha a concha. La que hace acabar primero a la otra, gana. A ver quien es más hembra. ¿Te animás?
Por toda respuesta, Inés se sacó la ropa. Leticia hizo lo mismo. Eran bellísimos cuerpos que pedían acción a gritos.
Ansiosas ambas fueron al encuentro de la otra y terminaron rodando por la gruesa alfombra, enfurecidas y a los gritos.
Eran dos hembras muy bien puestas y de carácter.
Las manos buscaban ensañarse con tetas y conchas rivales en una batalla sin cuartel. Cuando la pelirroja consiguió ponerse encima de su rival, refregó sus carnosas y duras tetas contra las de la otra y luego la besó en la boca con chupones feroces. La rubia alternó en contestar besos con besos y morder y escupir. Finalmente, ambas fueron vencidas por la furia y rodaron por el suelo tirandose los largos cabellos, pataleando e insultando hasta agotarse. Después, enganchadas concha a concha y con las piernas entrelazadas compitieron por frotarse los clítoris y arrancarse gemidos de placer. Eran cuerpos hermosos, de pareja fuerza, que buscan dominarse sexualmente. Quien primero hiciera acabar a la otra, ganaría. El flujo se derramaba a chorros de los calientes agujeros.
¡Te voy a romper la concha, putaaa...!
Mirá, mirá, ¿te gusta?, te voy a hacer acabar...
¡Ahhh...guachaaputaaa!
¡Teneeeasiii!
¡Noooaaaaahhh!
Inés parecía estar por entregarse al orgasmo pero reaccionó y logró separar su concha de la otra. Las dos lucían adorables, jadeando transpiradas y tratando de acomodarse el pelo enmarañado. Se abrazan y ruedan por el piso besándose en la boca.
Quiero tu concha...
No...
Si...
¡Damela, damelaaa...!
¡Aaahhhh...!
Dos dedos de Inés penetran en la concha rival. Leticia replica de igual manera y ambas quedan atravesadas de placer. Cada una busca imponerse y hacer acabar primero a la otra. Inés siente que no puede más y se rinde al orgasmo que viene inexorable. Leticia se le echa encima como una gata y la cubre de besos.
¡Te cogi puta yo te cogi...!
¡Aahh noo ahhh...!
¡Soy más hembra...!
Pasaron varios minutos en esa posición, Inés tendida boca arriba con las piernas bien abiertas y Leticia encima de ella, besándola, acariciándola e insultándola.
Luego Leticia se separó y fue a un rincón de la habitación. Inés terminó de recuperarse. Esto no iba a terminar así. Inés se arrodilló con las piernas bien abiertas y se empapó la mano derecha en su concha mojada. Luego se llevó la mano a la nariz.
Te crees que ganaste...no...nada ganaste...acá está el olor de tu flujo, vos también acabaste.
No...
Si, este es tu olor de flujo de perra puta- Inés empezó a refregarse la mano por las tetas, untándose el flujo. Leticia también se puso de rodillas y empezó a manosearse las tetas
Tetas a tetas, ¿eh?, -dijo Inés- los pezones estaban parados como púas
Dale, veni...
- Teta a teta a ver quien es mejor.
Las dos fueron acercándose hasta que sus pezones se juntaron. Sin mediar más palabras se abrazaron y empezaron a entrechocar las formidables tetas, más y más fuerte, más y más se refregaban, más y más gemían, gritaban y se puteaban.
Inés sintió que Leticia comenzaba a perder el control y aprovechó para atacar con sus dedos la concha rival. Leticia se derrumbó de placer por la acometida y entregó su cuerpo al goce. Inés reemplazó los dedos por la boca y la chupó hasta cansarse, al tiempo que su mano acariciaba su propio caliente agujero. La otra aullaba de placer, mientras de su delicioso tajo se derramaban chorros de flujo. Recién cuando Leticia quedó casi desmayada, su rival abandonó la chupada.
Ahora estaban empatadas, pero no iba a durar mucho.
¿Lo vamos a dejar así?
Nooo...
A muerte...
¡Sii!
Veni, concha a concha
¡Siii!
Se encastraron tajo a tajo con las piernas cruzadas y se batieron en un violento y febril entrechocar de conchas. Estaban desfiguradas por la pasión . Eran dos animales descontrolados que solo buscaban dominarse.
Bañadas en sudor, colapsaron juntas en un violentísimo orgasmo común que las dejó semiinconscientes y mutuamente domadas.
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