La mejor etapa de mi vida 5. El masajista

Jacobo se ha flipado en el gimnasio haciendo pierna y las tiene cargadas. Se levanta cojeando y Fernando le pasa el número de un colega masajista que deja a Jacobo como nuevo

Son las 20.30, enredé un poco más de lo que tenía pensado con Mateo en aquel bar, pero teníamos que ponernos al día con lo que hicimos en verano. Entro en el piso y escucho ruido en la cocina. Fernando debe estar preparando la cena que me ha prometido. Voy a dejar las cosas en la habitación, a echar una meada y ya voy a ayudarle.

—    Buenas tío —grito desde la entrada— ¿ya estás dándole a la cena?,

—    Hey Jaco. Sí, vente y tomamos una caña mientras la preparo.

—    Vale, voy a echar una meada y ya voy tío, te echo una mano.

Dejo las cosas en la habitación, hace un calor de narices en el piso, me pongo una camiseta de tirantes y me quedo en slips. Estos son azules. Voy al baño a mear y me lavo las manos antes de dirigirme a la cocina. Me asomo por la puerta y ahí está Fer, en la misma guisa que yo. Lleva solo una camiseta de manga corta con unos boxers naranjas que le quedan de puta madre, menudo bultazo le marcan. Tiene las perneras un poco recogidas, lo que acentúa todavía más ese paquete. Se da cuenta de que estoy mirando más a su rabo que a su cara y se lo soba aposta.

—    Hey, ya sé que te mola, pero no está en el menú —dice, guiñándome un ojo, haciendo que me ponga algo colorado.

—    Tonto, calla —respondo riendo— además, acabo de tener mi propia ración…

—    Anda, pillín, ¿no ibas con unos colegas de la uni o algo así?

—    Sí, y luego fui al gimnasio. Me encontré en los vestuarios con Mateo, un colega del fútbol con el que follo de vez en cuando… y bueno… después de estar sin vernos todo el verano, no pudimos resistirnos.

—    ¿Estás de coña?, no jodas que lo habéis hecho en los vestuarios —pregunta, mientras nos pone una caña a cada uno. Debió ir a las compras al salir del curro, la nevera está llena y me fijé que había un par de cosas más en el baño.

—    Jaja, sí tío, en las duchas. Estábamos solos. Y tuvimos suerte, terminamos y justo llegó un grupo de chavales que debían estar dándole al pádel o así, tenían bolsos de esos que se usan para llevar las raquetas.

—    Joooder con el Jaco, y dices que yo soy un máquina por traerme a Leticia. Tú sí que eres un peligro con patas. Y qué, tío, ¿quedaste a gusto? —pregunta, dándole un sorbo a la caña antes de seguir picando cebolla, parece que va a hacer algún plato de carne.

—    Y tanto macho —respondí, bebiendo un trago— Mateo tiene un culito respingón que flipas, y es un salido, me siguió el rollo cuando me lancé a por él.

—    Olee el Jaco, desde luego que no pierdes el tiempo. ¿Vienes a estudiar o a follar? —pregunta, burlón.

—    A la uni se viene a follar Fer, que no te enteras —respondo riendo— ¿y tú qué? ¿mucho curro?

—    Sí, no puedo quejarme. No han sido trabajos grandes, vamos, que nadie me ha pedido que le diseñe un baño, por ejemplo, pero bue. Un par de reparaciones en retretes, grifos y una humedad, que también era una fuga. El tipo este de la humedad me puso de malas, estaba dale que dale que entraba agua por la fachada, ¡pero si casi no llovió ayer! Solo fueron truenos… Además, en puto verano con este calor, no te sale una humedad por un día de lluvia.

—    Bueno, pero tú a lo tuyo, ¿no?

—    Sí, sí… el tema es que no me dejaba picar para buscar la fuga, porque pensaba que venía de afuera. Y vaya que si era una fuga…

—    ¿Te encuentras a muchos listillos así?

—    Bueno, estoy viendo a uno ahora mismo, eh ¿pillo?, en las putas duchas el chaval —me dice riéndose, haciendo que se me suban los colores de nuevo.

—    Buah, calla, no sé para qué te cuento nada, menuda murga. Entre esto y el recibimiento de ayer…

Está claro que a Fernando le encanta meterse conmigo. Parece un buen colega. Está preparando una carne refrita con verduras que tiene pintaza, parece que va a echarle un buen chorro de vino tinto. Yo me pongo a tostar un poco de pan para preparar unos entrantes para el semental, seguro que entre la follada a Leticia de la tarde-noche anterior y el curro está hambriento. Seguimos charlando de nuestras cosas mientras cenamos y luego nos ponemos a ver algo en el salón. Seguimos en gayumbos. Es una situación muy morbosa. Dos tíos jóvenes con buenos pollones en gayumbos por casa todo el día. Me puse morcillón más de una vez viendo a Fer menear sus atributos mientras hacía la cena. Se le veía muy masculino con el menaje en las manos y tan ligero de ropa, aplastando su rabo contra la encimera mientras picaba cosas o probaba cómo iba el sofrito. Ahora en el salón, tengo que concentrarme para no calentarme cada vez que se rasca los huevos con naturalidad. Cojo el portátil para ver los horarios de la uni mientras estamos con la tele, nos enviaron un mail diciendo que el primer día sería solo la presentación de los de primero y que las clases no empezarían hasta el jueves, así que aún tengo libre un día más. Supongo que aprovecharé para ir a comprar un par de cosas para clase.

Una vez terminada la peli, recogemos el salón y vamos al baño a cepillarnos los dientes. Meo delante de él sin ningún problema, noto como me mira de reojo. A los tíos nos encanta comparar. Luego lo hace él. No puedo evitar mirar, y no soy capaz de disimular tanto como él. Menudo pollón, y eso que va con el bosque a lo salvaje. ¿Se la está sacudiendo de más o me lo parece a mí? Nos damos las buenas noches, me engancha por el cuello dándome un par de coscorrones mientras me arrastra a la habitación. Me empuja para cama dándome un cachete y las buenas noches y se va a su cuarto. Aprovecho para darle uno a el y así le sobo un poco el culo. Joe, quien lo pille… Pensando en Fer medio empalmado, me quedo dormido.

Me despierto, de nuevo, antes de la hora a la que puse la alarma. Me duele bastante la pierna derecha. No son agujetas –que también tengo en el resto del cuerpo–. Debí fliparme ayer haciendo pierna en el gimnasio… es que soy tonto. Voy con cuidado en el resto del cuerpo y me flipo con las piernas después de haber vagueado todo el verano. Me pongo de pie y me recorre una punzada de dolor. Mierda. Voy a mear medio cojo y aprovecho para estirar un poco los músculos. Me duele al principio, pero parece que luego puedo moverme con más libertad. Fer está por casa dando vueltas y me ve cojeando al salir del baño.

—    Hey Jaco, buenos días. ¿Qué te pasa?

—    Que soy tonto, macho. Me flipé ayer haciendo pierna.

—    ¿Sí? A ver, túmbate en cama que te llevo algo de desayunar.

—    Nah tío, no te rayes, me pondré mejor a lo largo del día.

—    No es molestia, pero al menos túmbate en la cama y déjame echarte un ojo, a ver dónde te duele.

Le hago caso. Fer viene tras de mí solo con sus gayumbos naranjas. Me tumbo en la cama y comienza a palparme las piernas, hasta que localiza el punto de dolor. Está en todo el lateral del muslo derecho.

—    Bueno tío, no soy experto, pero si al estirarte te has puesto mejor, yo creo que esto con un masaje queda casi listo.

—    Pues… no conozco a nadie que haga masajes por aquí… —le digo, tentándolo a que se ofrezca voluntario.

—    Ah, yo sí tío, es un crack, se llama Jairo, siempre que cojo alguna postura o me paso haciendo deporte lo llamo y flipas, qué manos tiene. Espera que te traigo su número

Vaya. ¿Si no iba a darme él el masaje, para qué me toqueteó…?

—    Va, gracias, tío.

—    Llámalo, viene a domicilio y tampoco es muy caro, dile que es de mi parte y listo. Yo me tengo que ir a currar, te llamo luego a ver qué tal.

Le hago caso y llamo enseguida. Jairo es quiromasajista, me ha preguntado si tengo sitio para la camilla, así que debe venir con ella. Tiene una voz agradable, con buen timbre y aparentemente joven. Dice que llegará en una hora.

Suena el timbre, debe ser Jairo. Voy, medio cojo, a abrirle la puerta. Esta vez voy más vestido, con camiseta y pantalones. Abro la puerta y veo a un chico bastante guapete con una camilla portátil al lado. Debe rondar los 30, de piel morena de haber ido a la playa, con un color tostado –seguro que luego en invierno se queda blancucho–. Tiene el pelo castaño, casi negro con un tupé, no es muy alto ni muy bajo ni tampoco parece estar fuerte, simplemente está delgado. Eso sí, qué ojos azules se gasta el chaval este. Con lo moreno que está y el pelo oscuro, llaman mucho la atención. Bueno, no sé si es que es muy moreno o es que su piel hace contraste con el uniforme blanco, bastante ajustado, que le marca un buen trasero, además de una delantera más que decente… Céntrate, Jacobo .

—    Hey tío, eres Jairo, ¿verdad?, pasa por favor.

—    Hola, sí, ¿Jacobo? —respondo asintiendo—, encantado —dice, estirando su mano para que la estreche.

—    ¿Nos vamos a mi habitación?

—    A donde me digas, Jacobo. Mientras haya sitio para la camilla, es tu casa.

—    Por aquí entonces —digo, guiándole hacia mi habitación por el pasillo del piso.

—    Sí que cojeas tío, pero ya verás como entre mi masaje y un poco de reposo mañana estarás casi como nuevo. Por cierto, ¿conocías de antes a Fer?

—    Eso espero, quería estar listo para los primeros entrenamientos de fútbol. A Fer lo conocí este lunes, parece un buen colega —digo, indicándole que hemos llegado y que puede colocar la camilla en todo el espacio libre que hay entre la cama y el escritorio.

—    Fernando es genial, ya verás. Ya hace tiempo que no coincidimos, pero es un tío de puta madre —responde Jairo, extendiendo la camilla y sacando unas cuantas toallas de su mochila. Pone algunas sobre la camilla, extendidas; dejando otras al lado.

—    Bueno… ¿y ahora me tumbo?

—    Eh… sí, pero antes, quédate, por favor, en ropa interior. Voy a ambientar un poco esto si no te importa, ayuda a relajarse.

—    ¿No llega con quitarme el pantalón?

—    ¿Uhm? Normalmente hago un masaje completo, me iba a centrar más en las piernas, por tu molestia, pero en el pack va todo el cuerpo. Aunque si prefieres que sean solo piernas…

—    No, no. Lo decía por desconocimiento. Por mi genial —me responde con una sonrisa.

Mientras me desvisto, Jairo comienza a sacar unas cuantas velitas de la mochila y a repartirlas sobre el escritorio. Evita ponerlas encima de la cama. Coloca sobre el escritorio un altavoz portátil, que pone en marcha. Debe ir vía Bluetooth con su móvil, y pone una música relajante. Sí que se lo toma enserio… y pedazo mochila, parece el bolsillo mágico de Doraemon. Me pide permiso para bajar un poco la persiana y prender las velas.

—    Bien, todo listo —me dice— Ahora, por favor, túmbate boca abajo. Así, coloca la cabeza en ese espacio, mirando hacia abajo… bien. Voy a poner una toalla sobre los glúteos, y empezamos.

—    Genial… la verdad, con todo este ambiente… ya tengo ganas.

No me esperaba que esto fuera tan relajante a pesar de ser en el propio piso. Jairo está empezando con el masaje. Me llega un olor agradable, como a vainilla. Las velas deben ser aromáticas. Está presionando con sus manos la parte superior de mi cuerpo. El cuello, los brazos, la espalda… es una sensación rara. Lo hace despacio y con fuerza, pero sin lastimar. Noto como un calorcillo, que manos tan suaves y cálidas tiene el chico este… pasa a mis piernas sin levantar las manos, pasándolas por mis nalgas, sin presionar, por encima de la toalla. Ahora va con más cuidado, como buscando donde me molesta. Lo nota porque hago un leve quejido cuando presiona el punto de dolor. Sin embargo, no se detiene, y continúa bajando hasta los gemelos, sin olvidarse de los pies. Qué bien sienta un masaje en los pies…

—    Bien Jacobo, ya me he dado cuenta de dónde te duele. Te va a molestar cuando te toque, pero voy a tener que presionar. Si no aguantas, me dices y paramos un rato. Ahora voy a echar un poco de aceite. No te preocupes, que no se nota frío.

—    Va-vale —digo, relajado.

Efectivamente, el líquido parece espeso por cómo resbala por mi espalda, y se nota casi más cálido que frío (¡aunque habría que ver en invierno!). Esta vez huele como a canela… Escucho cómo deja el bote sobre el escritorio y comienza a masajearme la espalda, esta vez con más presión, extendiendo el aceite por toda ella, pasando por los hombros, presionando los tríceps y los antebrazos… qué bien se está así… al poco rato vuelve a echar más aceite por las piernas, me asusto un poco, por eso de que tendré que aguantar… Vuelve a dejar el bote sobre la mesa y comienza por la pierna buena con ambas manos, presionando el muslo con sus nudillos como si fuera un rodillo. No se da nada mal… pasa por los gemelos utilizando solo los pulgares y se detiene un poco en la planta del pie… uhm

—    ¿Todo bien? —pregunta, con tono relajante.

—    Síííí —susurro.

—    Ahora toca la pierna mala Jacobo, perdona si duele.

—    No te preocupes —sentencio.

Uff, sí que duele. No hace lo mismo que en la otra pierna, está presionando con sus pulgares los puntos de dolor. No me ha preguntado dónde es, debe notarlos por la tensión de la zona.

—    Sé que duele, pero necesito que intentes relajar la pierna. No hagas fuerza con ella.

—    Lo intento a ver…

Cuando me da una punzada fuerte no puedo evitarlo, pero Jairo para un poco cada vez que nota que me pongo rígido. Está alternando el machaque en la zona afectada con un masaje relajante en el resto de la pierna, lo que me ayuda a llevarlo mejor. Cada vez se acerca más a mis nalgas, aunque sigue centrando casi toda su atención en el foco del dolor… que parece que ha ido a menos con el masaje… eso, o me estoy acostumbrando al dolor.

—    Bien Jacobo, no quiero machacarte más ahí en esta posición. ¿No notas nada?

—    La verdad es que los últimos minutos han sido menos dolorosos, ¿has apretado menos?

—    Todo lo contrario. Bien, eso es que va funcionando. Mira, antes de girarte, ¿quieres que te masajee los glúteos? Te pregunto porque hay gente que no quiere, ya que hay que retirar la ropa interior… Pero la toalla se queda dónde está.

—    Ah, sí, por favor. No tengo problema…

A ver si no me empalmo . Hago ademán de incorporarme para quitarlo.

—   No te levantes, Jacobo. Separa un poco el culete de la camilla… así —dice, mientras tira hacia abajo sujetando el slip por las tiras laterales— vale, listo, déjame recolocar la toalla bien… y vamos a ello.

Comienza a masajear con fuerza los glúteos, primero uno y luego el otro, retirando la toalla solo lo necesario. A pesar de lo cual, no puedo evitar pensar que cuando retira la toalla me está viendo los huevos y el capullo, que sin duda asoman por detrás. Supongo que incluso los vería con la toalla, que no tapa más que lo justo y necesario. Uhm mejor pienso en otra cosa, porque estoy empezando a animarme demasiado… Pero qué bien sientan unos masajes así en las nalgas…

—    Bien Jacobo. Ahora vamos a pasar a la parte delantera —dice, repasando todo el cuerpo con sus yemas.

—    ¿Uhm? —mierda, pero si estoy morcillón— va-vale, un segundo…

Empiezo a girarme con cuidado, a ver si la toalla no se me escurre al girarme. Jairo la está sujetando, pero a pesar de nuestros esfuerzos combinados, mi rabo queda a medio empalmar apoyado sobre mi abdomen, sobresaliendo de la toalla.

—    Ehhhh disculpa tío —le digo, colorado— es que…

—    No te preocupes —responde rápidamente, extendiendo más la toalla para cubrir todo mi paquete— ¿así mejor?

—    S-sí, gracias.

—   No te preocupes por esto, es muy habitual. Si no me sucede cuando masajeo a hombres, incluso me lo tomo como una mala señal —dice como si tal cosa, supongo que tratando de relajarme— pero si quieres, salgo un momento y te pones la ropa interior.

—   No, no. No quiero interrumpir.

Sin añadir nada más, vuelve a extender el aceite por mi torso, dejando caer ya algunas gotas sobre los cuádriceps. Comienza directamente por las piernas, ya que el aceite sobre el torso no se está escapando hacia los lados, tan solo hacia mi abdomen. Primero, la pierna buena. Luego, la pierna mala. El dolor ya era muy soportable, y esa ligera molestia residual casi que me está excitando más… intento mantener mi medio empalme en stand by cerrando mis ojos y pensando en otra cosa. Jairo comienza a masajear entonces mi torso por el abdomen, con suavidad. Luego pasa a mi pectoral. Buff menos mal, me estaba empezando a empalmar con la cercanía de su mano… Uhm, que gustillo da cuando me recoge todo el pectoral. Tampoco es que lo tenga grande, pero… da gustillo igualmente. Uhmm. Abro los ojos. Mierda . Estoy totalmente empalmado, seguro que por eso pasó del abdomen al pectoral, ¿le habrá molestado? Lo miro dubitativo, Jairo me devuelve la mirada a ratos, con rapidez. Empieza a sonreír y decido no detener el masaje.

—    Una última pasada a los cuádriceps, voy a los dos a la vez, ¿vale?

Asiento y miro como lo hace. Ya casi no me duele la pierna. Este chico hace magia con las manos, que, por cierto, se están acercando demasiado a… Ufff me está rozando las pelotas, de cada pasada que da mi polla da un brinco. Me estoy poniendo rojo, pero el tío lo hace a posta, ¿no?

—    Te noto un poco tenso, Jacobo.

—    Ah… ¿sí? No sé por qué… —me muerdo el labio inferior, no sé si está ligando, tomándome el pelo, o qué. Además, estoy como un tomate.

—   Ajá, y creo que sé de dónde viene ahora… —dice, dándome un suave masaje en los huevos con una mano mientras que con la otra me acaricia la ingle— Esto —enfatiza, presionando un poco más mis pelotas— lleva un rato pidiendo ayuda…

Joder joder joder, no sé qué hacer. El masaje me está poniendo muy cachondo y ha cambiado la cabeza que me da las órdenes. No sé si tirarle la caña o parar ya el masaje, pagarle y que se vaya. Además, es amigo de Fer. Ufff. Espera, pero si el tipo tiene un buen bulto bajo el pantalón… eso es que la situación también lo ha calentado, ¿no? Venga, con un par, voy a probar…

—    Uhm ¿y no podrías echarle un vistazo?

—    No suelo hacerlo, pero me da cosa que te pase algo si no le echo un ojo…

Dicho y hecho. Retira la toalla con delicadeza, dejándola caer por un lateral, arrastrando mi polla con ella y relamiéndose los labios al ver cómo se me bambolea al librarse de la toalla. Coge el bote de aceite del escritorio, lo abre, y deja caer un buen chorro por todo mi tronco, desde la punta hasta la base, añadiendo unas gotas adicionales a los huevos. Vuelve a dejar el bote sobre el escritorio y lanza sus manos a mi entrepierna. Primero, extiende todo el aceite por los huevos, masajeándomelos despacio, empujándolos hacia arriba y hacia los lados, en un movimiento más bien circular. Deja una mano acariciándomelos con la yema de sus dedos mientras que con la otra comienza a extender todo el aceite por ambos lados del tronco, presionándolo del mismo modo que me masajeó antes los brazos, hasta la punta. Deja tranquilos mis testículos y usa sus dos manos para masajear todo el tronco, con una mano se centra en la zona de la base, mientras que con la otra se centra en la zona del frenillo. Uhmm qué manos tiene este chico, nunca me hicieron un masaje tan bueno ahí… voy a tener que pedirle que me deje ese botecito de aceite…

—    Veo que te está gustando…

—    Sí… pero no te voy a dejar hacer todo el trabajo a ti solo —respondo, sentándome en la camilla— ahora me toca a mí…

El chico sonríe y me observa con sus penetrantes ojos azules. Le quito la camiseta blanca, dejando a la vista un cuerpo delgado y terso. No está musculado, pero está de buen ver igualmente. El chico coge el móvil. Vaya, está cambiando la música, ha puesto algo más marchoso… eso es que quiere acción. También ha subido el volumen. Le acaricio el cuerpo mientras le como el cuello. Que rico huele. Llevo mis labios a su boca mientras que introduzco mi mano derecha por dentro de su ropa interior. Qué caliente tiene el rabo… lo masajeo un poco y se lo dejo de lado. Saco la mano y me pongo de pie.

—    ¿Vamos a la cama?

Jairo asiente lanzándose a por mi boca, rodeamos la camilla mientras nos morreamos y lo tiro sobre la cama. Me mira con esos ojos que están llenos de lujuria a la vez que se muerde el labio. Le quito los pantalones blancos ajustados, dejándolo con unos boxers con un bonito estampado en ondas triangulares en distintos tonos de morado y beige. Le marcan un paquete más bien gordo con unos huevos grandotes. Apoyo mis manos a ambos lados de su rostro y me agacho para darle un buen morreo. Jairo aprovecha para seguir pajeándome con más ritmo que en la camilla de masaje. Tras un rato magreándonos, le doy la vuelta y le quito el bóxer. El chico suspira y pone su culo en pompa. Separo las nalgas, está totalmente depilado. De hecho, tiene todo el cuerpo depilado, no me percaté cuando le metí antes la mano.

Uhm ese culito tan bien arreglado tiene que ser adorado. Hundo mi cara entre sus nalgas, haciéndole una apasionada comida de culo mientras le acaricio las piernas. Parece que le gusta, está gimiendo de placer.

—    Jacobo, ¿te mola comer culos?

—    Uff, ¿no se nota? ¿no te está gustando?

—    Sí, sí, a ver si te gusta esto…

Me dejo hacer, me indica que ponga mi cabeza sobre la almohada, Jairo se levanta y gira sobre la cama, quedando cara a la pared, sobre mi cara. Entonces, se agacha con las piernas bien separadas, aplastándome la cara con su ojete bien abierto. Uff que cabrón, quiere que le curre el ojete. Sumo un par de dedos de cada mano a la comida de culo que le estoy haciendo, su rabo roza a veces mi cara, manchándome con un poco de presemen.

—   Jacobo, me has puesto muy cerdo —dice, apartando de mi cara su manjar y cogiendo su mochila, que dejó antes apoyada al lado de la cama— fóllame ya —ruega, enseñándome un par de condones.

Sonrío y lo empujo hacia mí, comiéndole la boca. Deja los condones sobre la cama y se libra de mi boca. Baja por mi cuello, besuqueándolo, dándome algún mordisco. Poco a poco va bajando por mi torso. Uff, me está poniendo malo. Cuando llega al ombligo se detiene, volviendo a subir hasta mi boca. Qué cabronazo, mi polla se estremece cada vez que sube y baja por mi cuerpo, deseando ser devorada. Está otra vez alrededor de mi ombligo, relamiéndolo, bajando poco a poco hacia mi pubis, rozando mi polla con su barbilla. Por fin, comienza a comérmela. Uhm, qué bien lo hace el cabrón. Pasa la lengua desde la cabeza hasta la base, volviendo a subir por un lateral y volviendo a bajar por el otro. Usa una mano para ponérmela mirando al techo y comienza a engullirla, llenándomela de babas, bajando cada vez un poco más, hasta que se atraganta. Logra aguantar un rato antes de sacársela, dejando mi capullo dentro de todos modos. Uff que boca tan viciosa…

Después de estar un rato poniéndome malo, abre uno de los condones y se coloca el preservativo en la boca, se agacha y me lo coloca sin las manos. Buff nunca me lo pusieron así, que morbo, se la ha metido toda en la boca y ha colocado el condón a la primera.

—    Ya está a punto … Ahora no quiero que te esfuerces mucho, no vayas a fastidiar la pierna de nuevo… tú estate quieto.

Asiento, suspirando. El tío me quiere cabalgar. Se pone sobre mi en jarras y se sienta, despacio, sobre mi polla, que sujeta con una mano apuntando a su ojete. Se la mete despacio, pero sin retroceder en ningún momento. Que caliente se siente uhmmmm. La tiene toda dentro y comienza a cabalgar, primero despacio. Se tumba sobre mí, tengo el rabo lo suficientemente largo como para que pueda besarme sin que se salga. Empieza a mover sus caderas despacio mientras me come toda la boca despacio y con pasión. Luego, se incorpora despacio, masajeando ligeramente mi torso. Cuando está de nuevo recto, sentado sobre mi rabo, comienza a levantarse y dejarse caer cada vez más rápido, gimiendo cada vez más fuerte. Algo llama me llama la atención detrás de Jairo.

¡Hostia!, Fernando acaba de pararse delante de la puerta haciéndome un gesto de aprobación con la mano mientras que mueve sus caderas como si estuviera follando. Con la música, ni Jairo ni yo oímos abrirse la puerta del piso. Me hace un gesto con la mano de que no haga ruido. ¿No tendría que estar en el curro? Veo como se soba el paquete y nos deja seguir. ¿Espera, lo tenía algo duro? Bueno, da igual. Menuda pillada… es la segunda en tres días, la que me espera. Buff, vuelvo a concentrarme en Jairo. La pillada de Fer me ha puesto muy guarro, y le hago saber a Jairo que me queda poco. Empieza a pajearse como un loco brincando literalmente sobre mi rabo, que comienza a resentir el peso del chico en cada embestida, aunque a la vez es una sensación de la hostia.

—    Jacobo, me voy a correr sobre ti…

—    Ufff dale, me pone cerdo.

Uhmm que hinchada tiene la punta el muy cabrón. Jairo empieza a gemir descontroladamente, ignorante de la presencia de Fernando en el piso. Cierra los ojos y se agarra a mis pectorales… DIOS, pedazo corrida, me llega hasta el cuello. Cierro los ojos como acto reflejo, aunque realmente no me alcanza la cara.

Noto como su culo aprieta mi rabo … joder estoy a punto de correrme y se lo hago saber a Jairo. Este se saca el rabo del culo, se pone entre mis piernas y a la vez que me quita el condón, empieza a comerme los huevos mientras me pajea a un ritmo de la hostia. Diooooossss, no aguanto más, le aviso de que me viene y para de repente, sujetándome con fuerza los huevos y mirándome con cara pícara. Logro aguantar la corrida, enserio, qué cabronazo. Me guiña un ojo y se la mete entera en la boca, luego vuelve a lamerme las pelotas mientras me pajea a toda leche haciendo que mi rabo apunte al techo, tensando toda la zona del pubis. Buffff no aguanto más, esta vez me lo callo y exploto echando una buena cantidad de lefa. Los trallazos salen con fuerza, cayendo sobre la cara de Jairo y sobre mi propia polla. Con cara de vicio, se relame lo que puede de su cara y luego repasa mi rabo con su lengua. Todavía con el sabor de mi corrida en su boca, sube a la altura de mis labios y nos besamos con ternura.

Nos incorporamos y Jairo tira de la toalla que está sobre la camilla, llena de aceite. La usa para limpiarnos a ambos los restos de lefa, aprovechando para darme un pico cuando termina.

—    Yo, ehhh, perdona tío. No pretendía que esto terminase así…

—    No te preocupes. La verdad… yo tampoco. Me pasa mucho que los tíos os empalméis con el masaje, pero nunca hago nada. Pero no sé, contigo, no pude resistirme. Es que joder, no se te bajaba el empalme macho.

—    Jaja, lo siento tío. Oye, ¿quieres tomar algo…?

—    No, no puedo, lo siento. Tenía algo de margen antes del siguiente cliente, pero con todo esto… se me echa la hora encima. Pero bueno, tu pierna, que era lo principal, ¿qué tal?

—    Pues casi no me duele nada, muchas gracias, tío. ¿Cuánto te debo?

—    Nada —lo ignoro, abriendo la cartera— enserio, nada, me lo he pasado muy bien…

—    Bueno, al menos pásate un día a cenar, y así tienes una excusa para ponerte al día con Fernando, que me dijiste que hace tiempo que no os veis… —no voy a mencionarle la pillada, no vaya a molestarse.

—    Te tomo la palabra tío.

Recoge todo y se va, lo acompaño hasta la puerta y nos despedimos con un beso en la mejilla. Buff, en el momento la pillada de Fer me puso cachondo, pero ahora… joder, qué corte. ¿Cómo puedo cagarla tanto en tres días? Voy hasta su habitación a pedirle disculpas, no lo he visto salir, debe tener un hueco en el curro y se ha pasado por casa a descansar entretanto. Espera, ¿escucho gemir? No jodas que… Me acerco sigiloso a su cuarto, veo desde el pasillo que tiene la puerta cerrada. Miro por la mirilla y alcanzo a ver a Fer pajeándose sobre la cama. Joder… ¿se estará pajeando porque le ha puesto cachondo la pillada? Bufff, menudo año me espera… no me atrevo a entrar, pero… ojalá poder ver mejor esa tranca…

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Estimados lectores y queridos colegas. Lamento el retraso, pero como anticipaba, estoy hasta arriba! Espero que esta historia os guste tanto como las demás aventuras de Jaco. En la elaboración de este relato ha participado un fan (no tan) anónimo. No tan anónimo porque aparece en la historia... ;)

Muchas gracias por los comentarios del último relato, que en el momento en el que estoy escribiendo esta nota se trata del quinto capítulo de "Las aventuras de Daniel". Aunque no es una saga con tantas lecturas como la de Jacobo, ha tenido una acojida muy buena en las valoraciones y que de verdad agradezco. Dejadme en los comentarios o por e-mail vuestras impresiones sobre este relato! Un besazo!