La mejor etapa de mi vida 2. El nuevo inquilino
Jacobo al fin se asienta en el piso después de visitar el supermercado. Se aburre y decide entretenerse de nuevo con su cuerpo... si es que es un vicioso. Por cierto, ¿conocerá al fin al nuevo inquilino?. Jacobo sigue preguntándose si le gustará la cerveza...
Entro en el piso después de haber ido al supermercado y saludo en alto por si hubiera llegado el tipo nuevo. Nadie responde. Me asomo a la zona de las habitaciones y veo que no hay bolsas, ni maletas ni nada. Aún no ha llegado. Me he gastado como 120€ en la compra, pero entre eso y la comida que traje de casa para los tres primeros días, tengo de sobra para el mes. Bueno, a lo mejor tengo que comprarme más latas de cerveza, pero tengo que dejar sitio para el nuevo. Normalmente no gasto tanto, pero al ser la primera compra tengo que rellenar existencias de todo… lavadora, baño… a ver si el nuevo se enrolla y me paga una parte de lo que podamos compartir. Si no, pues tan poco pasa nada. Bueno… y ahora, ¿qué?
Voy a mi habitación, me quedo solo con los slips amarillos y los calcetines. El piso no es tan caluroso como la casa del pueblo, pero todavía me sobra la ropa. Me pongo a hacer la cama y cuando termino saco una birra que dejé en el congelador para que se enfriase rápido. Me tumbo en el sofá y pongo algo random en Netflix mientras cojo el móvil y me meto en el Grindr. Tengo ganas de probar a los pimpollos que empiezan la uni. Por mucho que presuman, casi todos vienen vírgenes de los pueblos de alrededor, con los rabos apestando a hormonas y los huevos pesados de no haber sido nunca vaciados por una mano como la mía. Yo también fui un novato de esos… solo que no tenía tan poca experiencia como los que me gusta catar. Martín y yo ya habíamos probado un par de cosas, aunque fuera por curiosear.
La universidad empieza en dos días, y aún no hay muchos pimpollos por la app. Veo algún culito que ya estrené, pero no hay sangre nueva. Hasta dentro de una semana o así, cuando ya no puedan más con el calentón, no se atreverán a exponerse a los lobos como cervatillos hambrientos de polla. Tiro el móvil por el sofá y empiezo a sobarme el rabo mientras voy echando unos tragos, recordando lo cerdo que me puso mi hermano en el viaje hasta Burgos. Cada vez que nos hacíamos una coñita Esteban se ponía morcillón. En una de esas, quedó totalmente empalmado. Joder Jaco, vamos a dejarlo. Ya te dije que llevo una semana sin vaciar, mira cómo me tienescon tanta charla sobre rabos, tetas y culitos . Me dijo mientras manejaba el volante con una mano y se sacaba el rabo con la otra. Si seguimos, vamos a tener un accidente, porque esto me está desconcentrando . Joooder, el tío lo hizo de coña, pero yo no podía sacarme la imagen de ese rabo de la cabeza. No lo había vuelto a ver duro desde la última vez que nos pajeamos juntos. ¿Le había crecido todavía más, o era cosa mía?
Mi polla está pidiendo guerra, pero no se la pienso dar tan fácilmente. Meto la mano por dentro de los slips amarillos y coloco mi polla de lado para que crezca en libertad. Reacciona al momento, ocupando todo el lateral del slip, comenzando a humedecerse por la punta. Doy otro trago de cerveza mientras recoloco mis pelotas para que ocupen todo el espacio que el rabo ha dejado libre. Ahí está, palpitando, pidiendo salir. La noto apretada y húmeda, se mueve sola sin que yo se lo ordene. Pero va a tener que quedarse atrapada un poco más. Me levanto del sofá con la lata en la mano y voy hacia la terraza del piso. Estoy en un quinto y las terrazas están incomunicadas, por lo que los vecinos no pueden verme… al menos no los de al lado. Me gusta salir y correr el riesgo de que me vean desde otro edificio. Si siguen mirando, es que les gusta. Mi rabo sigue palpitando, pero aún no pienso darle el placer de mi mano.
Me apoyo contra la pared y meto una mano dentro del calzoncillo, por la espalda. Llevo un dedo directamente a la raja de mi culo, apretando todavía más mi rabo contra la tela del slip. Juego con mi ojete dando otro trago a la cerveza. Veo a lo lejos a una tipa mirando atentamente hacia mi dirección. Si le gusta, que mire. Yo no voy a parar. Llevo mi dedo hacia la punta de mi rabo. No voy a darle placer, pero necesito de ese jugo que no deja de salir y que ya hace que mi capullo se transparente a través del ajustado slip. Empapo bien mi dedo y lo llevo de vuelta a mi culito. Uff que bien entra ahora que está lubricado. Juego con él dentro de mi recto, presionando con suavidad en todas direcciones hasta que localizo la próstata al tiempo que hecho un largo trago de la cerveza y la termino.
Dejo la lata en la mesa de la terraza y utilizo la mano que acaba de quedar libre para pellizcarme los pezones. Tengo la mano helada y se erizan enseguida. Los acaricio y los pellizco, tiro de los pelillos de la aureola, me hago sufrir un poco. Uff mi rabo está abriéndose camino a través del slip, será mejor que me vaya al sofá de vuelta. Ya tuvo bastante espera. Dejo la lata donde está y miro de nuevo a la chica en la distancia. Está algo lejos y medio tapada por una gruesa barandilla, pero juraría que se está tocando las tetas por dentro de la ropa. Sabía que le gustaba lo que veía. Se lo pasará muy bien conmigo y mis sesiones de terraceo.
Me recuesto en el sofá y empiezo a tocármela por encima del slip. Me recorre un escalofrío por todo el abdomen, mi polla se levanta sola y se mantiene suspendida de la tensión. Los huevos empiezan a dolerme del calentón que llevo. Con la otra mano acaricio mis pectorales. Llevo dos dedos a la boca y hago como si comiera una polla mientras pienso en el viaje a Burgos y la sacada de rabo de Esteban. Empiezo a pajearme con el slip puesto bajando con la mano izquierda por la ingle hacia el cuádriceps, tenso y grande por el fútbol. Vuelvo a la ingle y me acerco a las pelotas, las agarro y las aprieto. Duele. Me gusta. Les doy un tortazo suave. Suspiro. Me levanto y pongo una mano a cada lado del slip, empiezo a bajármelo despacio. Me gusta tirar de mi rabo con la goma de la ropa interior para que rebote contra mi abdomen. Ya tengo todo el pubis al aire. Jooder, qué calentón llevo encima. El tronco, tenso con las venas bien marcadas. Las ingles húmedas por el sudor de la testosterona y el calor. Ya casi sale del slip…
Suena el timbre.
La madre que los parió a todos. Debe ser el repartidor del súper. Bueno, da igual. Más morbo. Estaba antes a vueltas por ahí, es un treintañero cachas. No le vi el paquete, pero ya solo el culo… Voy corriendo a por unos pantalones de deporte que no esconden mi empalme. Me da igual que el repartidor me vea así. Si es maricón me lo zumbo y si no, el morbo que me llevo por ponerlo nervioso. Es más, me quito los slips y voy con la tienda de campaña montada a abrirle la puerta. Suena el timbre de nuevo.
— ¡Ya voy! Me estoy cambiando…
Voy a saltos hasta la puerta. No miro por la mirilla y la abro directamente de par en par. Mierda. No es el repartidor.
— Hey…
El tipo nuevo, no es un viejo. Debe tener la edad de mi hermano. Se ha quedado mirando la tienda de campaña. Normal. La he liado antes de conocernos. Empiezo a ponerme rojo. No intento ni cubrirme la polla. Es imposible. Además, ya lo ha visto.
— Pasa, tío… eh… me voy a la habitación… —Digo, dándome la vuelta, evitando que me siguieran subiendo los colores. Estaba a punto de estallar, y esta vez no era mi polla.
— No te rayes, ¿estabas esperando a alguna pivita?
— Ehh, jaja, bueno, no exactamente, pero no te rayes, no vendrá nadie por aquí —respondo, pensando si decirle o no que prefería a los pivitos. Decido esperar a conocerlo un poco mejor— me voy a poner algo más de ropa…
— Tío, enserio. Relájate —Dice, dejándome atrás, yendo hacia el pasillo de las habitaciones— Ya te he visto empalmado, mañana me ves a mí de empalme mañanero, y quedamos en paz. ¿Te parece? —dice, sin dejar de caminar hacia la habitación.
Estoy flipando. Supongo que lo dice de coña. Se lo ha tomado como si me hubiera pillado sin querer saliendo de la ducha. ¿Es un descarado o lo dice para que no me siga poniendo nervioso? Me relajo un poco y decido seguir sus pasos por el piso y hacer como si nada. Vamos a convivir un año, ¿qué más dará que me vea medio empalmado? Era cuestión de tiempo que nos viéramos en pelotas. Es inevitable. Somo tíos.
— Venga va, te tomo la palabra —le digo, forzando una risilla— Me llamo Jacobo, encantado tío, a pesar de las formas… jaja.
— Fernando, pero mis colegas me llaman Fer. Después de verte la tienda de campaña, te mereces llamarme Fer desde ya, jaja.
Me relajo al instante. No sé qué tiene este tío, pero transmite un buen rollo de cojones. En ese sentido me recuerda a Esteban. Más relajado, me fijo detenidamente en él. Es guapo, lleva barba descuidada de dos días. Se nota que tiene un físico fuerte, alto, espalda ancha, qué culo y… ahora que se ha girado con ese pantalón de verano de algodón… buen paquete también.
— Te has cogido la habitación buena eh.
— Sí tío, estuve ahí el año pasado. Pero ni me tumbé en la cama, solo le puse mis sábanas. Si quieres sorteamos los cuartos.
— No te preocupes, tú necesitas ese escritorio más que yo, estás estudiando, según me dijo la casera.
— Sí, sí… a mí me dijo que vendría un tío mayor que yo, pero debes tener la edad de mi hermano. Esperaba a un cuarentón o así con tanta advertencia…
— Hombre, debo tener unos cuantos pelos en los huevos más que tú — no lo sabes tú bien, me afeité las pelotas por la mañana… — pero un viejo no soy. Tengo 26 años, tu debes tener unos 20…
— Tengo 19, empiezo ahora el segundo año de física.
— Ala ¡un coquito! —dice, entrando en su cuarto— ven hasta aquí, si no, no te escucharé bien.
— Y… ¿tú a qué te dedicas tío? —por fin se me relaja el empalme. Me acerco a su cuarto y me apoyo en el marco de la puerta. Está abriendo las bolsas y metiendo algunas cosas en el armario.
— Pues soy fontanero. Estuve trabajando con otro tío por la zona y ya tengo varios clientes que me llaman directamente para preguntarme cosas y ya hice algunos trabajos en solitario. El jefe se portó bien conmigo, así que le comenté lo que pasaba y me animó, de buen rollo, a montarme el negocio por mi cuenta, así que a eso vine.
— Mola tío, mi hermano es parecido, pero electricista. Hace un par de años también se lo montó por su cuenta y le va bien. Seguro que a ti también te sale de puta madre.
— ¿Cómo se llama tu hermano? A lo mejor lo conozco de algún curro.
— Esteban, tiene 25, sois casi de la misma edad.
— Hostia, Esteban. Tiene que ser él por lo que me cuentas. Es un máquina trabajando eh. Es cierto, no para quieto. No coge más trabajos porque no hay más horas en el día.
— ¿Dónde lo conociste? —le pregunto, yendo a por el móvil para enseñarle una foto.
Cuando vuelvo con el móvil, el tío había empezado a quitarse lo que llevaba puesto mientras abre la maleta. Debe llevar su ropa ahí, hasta ahora sólo ha sacado algunos trastos y cosas para el baño. Alguna máquina para recortarse el pelo y depilarse, aunque debe hacer un tiempo que no lo hace. Un par de aparatos electrónicos, una Alexa, un portátil de estos finitos. Joooder que cuerpazo se gasta el tío. Se nota que los fontaneros hacen más esfuerzo que los electricistas. No es solo eso, este tío se maza en el gimnasio. No está inflado, pero se le notan todos los músculos del cuerpo. Se está bajando los pantalones. Lleva unos boxers grises. Sí, tiene un paquete de dios griego, no era solo el pantalón. Debe llevar el pubis sin recortar, le hace algo de bulto la zona. Cómo me gustaría jugar con esos pelillos ahora mismo… Mierda, que no llevo gayumbos. Se me está poniendo morcillona de nuevo. Cambio la postura para disimular.
— Hace un mes, en uno de los primeros curros a los que fui por mi cuenta. Un tío de Villacienzo estaba reformando completamente su chalé, así que éramos unos cuantos currantes en la casa. Fui durante una semana a hacerle los baños y a mirarle la instalación para la cocina y la piscina. Coincidí esa semana con tu hermano —le enseño la foto— Sí, es él. De hecho, hicimos buenas migas… al terminar nuestra parte nos fuimos de cena por ahí. No es que el resto de los obreros fueran unos aburridos… pero éramos los más jóvenes… y los únicos solteros. Aunque joder, tu hermano tiene pinta de ligar que te cagas.
— Jaja eso mismo se lo digo yo. Aunque parece que esta semana no ha tenido mucho tiempo…
— Oye Jacobo.
— Si yo te llamo Fer, tú llámame Jaco anda —le digo, interrumpiendo lo que fuera que iba a decirme.
— Jaco entonces —dice con una sonrisa radiante. Parece que le caigo bien, me está dando mucha cháchara y el hecho de conocer a mi hermano lo ha animado todavía más—, ¿te gusta la cerveza?
— Joder, a quien no le guste no entra por la puerta, ¿no te lo dijo la casera?, ¡es norma de la casa!
— Pues dale, tío, vamos, te invito a unas cañas por ahí —me dice, sonriendo y recolocándose con naturalidad las pelotas en los gayumbos grises.
— Venga tío, así nos conocemos mejor. Espera que me voy a poner algo.
— No me molestas así, tío. Si vas cómodo no te cambies. Hombre ponte una camiseta, eso sí. Así me animo yo y también voy suelto. Estos gayumbos me quedan algo ajustados y ya estuve toda la mañana con los huevos aplastados en el curro.
Me quedo un poco de piedra. ¿A qué viene eso? Me ha puesto cachondo la idea, pero, objetivamente, es algo raro. Bueno, da igual. Todo sea en nombre del morbo. No voy a decirle que sí sin más, quedaría raro. Bueno, raro es lo que me ha propuesto este tío sin conocerme de nada.
— Yo voy, pero tú estarás de coña. No hay huevos a ir marcando paquete los dos por ahí. —le digo meneando mi cintura, si el tipo es un desvergonzado, todavía no sabe con quién ha ido a parar— además, todo el mundo se dará cuenta de que un niñato te saca un par de tallas.
Me mira con cara pícara, se pone de pie y se baja a toda velocidad los gayumbos. Hablé de más. No sé cómo la tendrá empalmada pero así me saca medio dedo de largo. Pensé que ese bultazo se debía a las pelotas… pero veo que no solo. Joder, otra vez morcillón. Vuelvo a cambiarme la postura, mientras hago una reverencia en plan coñero.
— Lo retiro, Don Fernando, tiene usted un par de cojones…
— Jaja y bien grandes, como ves. Mira, y para que no vuelvas a dudar de lo grandes que los tengo, voy a ir con estos pantalones —añade, sacando de la maleta unos pantalones deportivos blancos con una tela fina y transparente. Estaban hechos para llevarlos con mallas deportivas o así y disimular un poco el bulto de las mallas… no al revés… no puedo disimular más el empalme, me tengo que girar.
— Venga tío, me voy a poner la camiseta y a coger la cartera —digo, girándome a toda velocidad.
— Nada de eso, ya te dije que te invitaba yo. Ponte la camiseta y pilla las llaves, tengo que pasar por donde la casera a coger mi copia. Desde la salida de la autopista me pillaba de camino el piso, y pasé a probar suerte por si estabas en casa.
Suena el timbre.
— Hostia, el repartidor del súper, ya se me había olvidado. Pero cojonudo, así ya no tengo que estar pendiente del móvil.
— Vale Jaco, me pongo una camiseta y te ayudo a guardar las cosas.
Voy a abrirle la puerta al repartidor. Efectivamente, es ese chico guapo que vi en el súper. Sería increíble que también me propusiera de la nada otra cerdada. Pero creo que eso ya es echarle demasiada imaginación…
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Estimados lectores, espero que os haya gustado este segundo capítulo de la vida universitaria de Jacobo. Sé que no ha habido ni un orgasmo en esta segunda parte, pero me gusta trabajar bien las situaciones y las relaciones entre los personajes. Para mi, el morbo de los relatos está precisamente en la oportunidad para construir una historia ficticia en torno a situaciones cotidiadas. Como os digo siempre, todo llegará, más pronto que tarde.
Como de costumbre, os animo a que me dejéis vuestra impresiones en los comentarios. También podéis hacerme llegar vuestros correos electrónicos a la dirección disponible en mi perfil, estaré encantado de charlar con vosotros (y si hay chicas a quienes les gusten estos relatos, también!, solo que hablo en masculino porque intuyo que somos un campo de nabos, como dice lubma en "Padres forzosos"). Un besazo ;)