La mejor cerda

Tuve durante años a la mejor cerda puta y sumisa que he conocido pero sin poder concretar un encuentro real. La oportunidad se presentaría tiempo después.

La cerda empezaba a amoratarse. Las mejillas cambiaban de color bajo de las lágrimas que caían sobre ellas. Mi polla, clavada en su boca hasta los cojones, no la dejaba respirar con comodidad y los fluidos que expulsaba su nariz terminaban de completar el cuadro. No le estaba jodiendo la boca exactamente. Bueno, sí, hace unos segundos. Ahora simplemente aprisionaba su cara contra mi pelvis sujetándola del cuello. Y la mantenía así, con mis huevos contra sus labios. Ella, de rodillas y con las manos esposadas no podía hacer mucho al respecto. Aunque hubiera querido.

Solté su cuello y me moví hacia atrás sacando la polla desde el fondo de su garganta. Ella tosió, aspiró por todo el aire que había echado de menos durante esos interminables minutos, volvió a toser expulsando babas y escupió.

Una hostia mía la dejó tumbada en el suelo. Bastó para que dejara de toser. Me miró mientras se sorbía los mocos y apoyaba la mano en la mejilla que había recibido la bofetada.

-          Lo que sea te lo tragas, cerda. No lo escupes.

Marga me mantuvo la mirada unos segundos. Se puso a cuatro patas, se acercó a mis pies, donde había escupido y expulsado las flemas y las recogió con su lengua. Con la boca llena, levantó la mirada mientras tragaba.

-          Lo siento, señor. No volverá a pasar.

A veces, uno se hace el cruel porque tiene que hacerlo. Pero juraría que a esta cerda le gustaba más que a ninguna otra que hubiera encontrado.

Previously….

Marga era una puta que había encontrado en Internet hace años. Ella, en otra ciudad. Durante mucho tiempo nuestra relación fue estrictamente a distancia e incluso se desvaneció durante un tiempo antes de llegar al momento actual. La conocí en un chat un sábado por la noche. Ella llevaba uno de esos nicks que a mi me gustan. Putasumisatfo. Claro, directo y sin polladas. La entré y en un rato la tenía en el Messenger y poco después me facilitaba su número de teléfono. Esa noche conseguí una buena paja que me hacía pensar que era una cerda con posibles. No sabía cuanto.

Marga vivía en Segovia. Tenia por entonces unos 30 años, era profesora de educación deportiva, un cuerpo generoso en curvas, con culo y tetas como gustan a cualquier tío con testosterona en los huevos, y, sobre todo, era la puta más cerda que había conocido.

Que su cuerpo era el que mostraba en las pocas fotos que me enseñó no pude comprobarlo hasta años después. Para ser una cerda exhibicionista también era extraordinariamente prudente en algunos aspectos. Nunca quiso utilizar la cam en las numerosas conversaciones telefónicas que tuvimos a lo largo de varios años. Tampoco se conectaba nunca fuera de las horas de madrugada en el fin de semana. Por temporadas, a veces manteníamos el contacto de forma semanal y otras de forma más espaciada. Dio tiempo para intimar más aparte de usarla como cerda para pajas y emputecerla. Pero nunca quiso dar el paso de conocernos personalmente.

¿Porque mantuve durante tanto tiempo una relación con alguien a quien ni siquiera podía ver? Porque es la mejor cerda que he tenido. De ella me sorprendió desde el primer momento y hasta el final su completa ausencia de prejuicios y el contraste con lo cabal que parecía ser en el resto de aspectos de su vida.

Enseguida comprobé que tenía aguante físico y podía azotarle, pinzarla y abofetearla sin cortarme. Ella obedecía siempre. Lloraba y seguía haciéndolo. Su coño, a la vez, siempre chorreaba. Lógicamente, cada vez quería ir más lejos. Pronto comenzó el asunto del exhibicionismo. Ella vivía sola y podía utilizarla en el salón de su casa que, con las luces encendidas y las cortinas abiertas, la dejaban a la vista de los balcones de algunos vecinos. Hubo ocasiones en las que algunos se hacían pajas mientras contemplaban como la castigaba y humillaba. Otros le hacían gestos para que saliera de casa y fuera a verlos pero eso era una barrera que ella no quería pasar. No de esa manera al menos. Con alguno de esos vecinos coincidiría más tarde en las escaleras o el ascensor y le metieron mano o se la follaron sin muchos miramientos. Sus instrucciones eran que siempre que alguien se la quisiera follar ella lo permitiese, como buena cerda.

También descubrí que gusto por la humillación y degradación no tenía reparos con el scat. La primera vez que la ordene cagarse no sabía si realmente lo haría. Y cuando le ordene que lamiera lo que había cagado mientras se jodía el coño y el culo fue el primer sorprendido en que realmente lo hiciera. A su coño le gustaba verse así de degradada tanto como a mi polla. Y a sus vecinos también.

Algunas de las sesiones telefónicas las realizábamos en su salón. Otras en una habitación interior de su casa. Esa habitación daba a un patio de vecinos diferente desde el que la podía observar sin problemas un tipo mayor, juez, que se hacía unas pajas de campeonato mientras hablaba con ella y la usaba. El tipo la propuso en una ocasión pagarla por follársela. Y ella, obediente, accedió. El juez se aficionó a abusar de ella y la fue proponiendo a otras amistades. De manera que Marga se hizo en poco tiempo una clientela de cierto status y vio ahí una importante fuente de ingresos haciendo lo que le gustaba. Me solía contar historias con sus clientes por los que yo le solía preguntar. En una ocasión fue invitada por el juez a una fiesta estilo Eyes Wide Shut en Londres. Allí, junto a otro montón de putas y mujeres fue usada a gusto por cualquiera de los invitados. A ella la suspendieron en una habitación durante un largo tiempo siendo uno de los enganches un garfio terminado en punta redonda introducido en su culo. Desde donde estaba escuchaba gritar a las otras cerdas y a ella misma la introdujeron en una habitación donde un caballero tuvo a bien darle una paliza que ella disfrutó. Generalmente eran cosas más corrientes. Amigos que contratan una o varias putas para pasar unas horas a las que no les importe que tengan la mano larga. O, por ejemplo, estar en una cena de amigos en un restaurante y que le llegue un sms al móvil de otro comensal en ese mismo lugar. Coincide con un cliente que le requiere un servicio rápido en el baño. Ella acude profesionalmente, se la chupa, se lo traga, cobra y vuelve con la boca llena de lefa con sus amigos.

Nuestras sesiones continuaban entretanto. A veces, se conectaba después de haber pasado la noche o el día con varios clientes y pidiendo más. Yo la complacía encantado. En una de nuestras últimas sesiones me comentó el cliente la había contratado para verla follada por su perro. Lo que ella hizo obedientemente aunque no se sentía particularmente orgullosa de la experiencia.

El contacto se fue espaciando y pasó de ocasional a esporádico. Y ni siquiera necesariamente para sexo. A veces, simplemente, charlar. Resultó que se había mudado a mi ciudad y vivía allí. Intenté provocar un encuentro pero no dio su brazo a torcer. Con el tiempo, desapareció del radar y yo seguí con mi vida.

No dejaba de ser una frustración haber disfrutado de una excelente cerda como Marga durante tanto tiempo sin haber podido mantener un encuentro real o, si quiera, verla en directo. Así que no pude quedarme más sorprendido cuando tres años después me llega un mensaje suyo al móvil. Nada del otro jueves. Hola, que tal? Hace mucho que no se de ti. Más que suficiente como para tener una erección instántanea.

Aquel sms presagiaba grandes momentos…

Continuará.