La master class y una pasión entre fogones

Una estudiante de un curso de cocina asiste a un evento gastronómico donde conoce a un cocinero con una habilidad incríble en las manos. Desde ese momento estará mas que aislada de la clase y centrada en sólo una cosa.

La master class y una pasión entre fogones

Llevo años fuera de circulación, por eso cuando me ofrecieron la oportunidad de participar en un curso para parados que no estudian ni trabajan no dudé ni un instante y allí que me apunté. Entre mis muchas cualidades (cuando no me quiera yo quién lo va hacer) está el hecho de que soy una chica muy muy curiosa. Adoro aprender cosas nuevas y es por eso que la oportunidad de apuntarme y entrar en el curso de cocina, pasión desde niña debo decir, no podía dejarla pasar.

Apenas llevaba un mes en dicha formación cuando uno de esos días imprevistos nos surgió un evento muy interesante y que desde primer momento me entusiasmó. Junto al resto de mis compañeros asistiríamos a una máster class donde aprenderíamos de la mano de unos profesionales más secretos sobre la cocina y su mundo.

Y ahí comienza esta historia...

Aquella mañana hubiera necesitado una grúa para salir de la cama. No obstante me tuve que conformar con la ducha que me pegué y con el café triple que me pedí de camino al evento. Una vez allí acompañé a los demás miembros del grupo hasta la sala donde se iba a celebrar la clase y escogimos algunos la mejor posición y desde donde se percibe hasta el más mínimo detalle. La primera fila.

No faltaron las risas, desde luego, pero debo recalcar mi fijación con el proyecto. Desde el minuto uno estaba completamente absorvida por el manejo gastronómico que se estaba dando.

Unas manos hábiles enfundadas en unos guantes negros movían con soltura y maestría los distintos ingredientes que se utilizaban para diversos platos de culturas ajenas a la nuestra. Sin menospreciar lo interesante que me estraba proporcionando conocer las raíces de otros paises mis ojos estaban fijos en esas manos que se movían con habilidad de un lado a otro, haciéndome pensar en cosas que se escapaban de toda lógica en una clase de cocina.

"Si usa así las manos para la cocina como las usará para otras cosas, ¿eh?" me dijo mi amiga Tatiana, la cual le va la marcha mas que a un DJ la fiesta. Pero intenté no hacerle mucho caso y seguir atendiendo como la buena chica que soy.

Tras varios platos a cada cual más apetecible y enriquecedor de mi curiosidad, se sumaban mis pensamientos poco profesionales sobre aquellas manos que según Tatiana, "tendrían que hacer maravillas". Y ahí estaba yo, con mis manos cruzadas por encima de mis muslos y con éstos apretados imaginando como esas manos grandes y varoniles agarraban mis rodillas y ascendían despacio y con habilidad por mis muslos, hasta llegar a mi cintura y desabrochar uno a uno los botones de mis vaqueros.

Solté aire con dificultad y tragué saliva cuando me vi imaginando cosas impropias de mi. Tampoco ayudaba la vocecilla que tenía a mi derecha repitiendo una y otra vez las maravillas de esas manos y las posibles jugadas de éstas sobre mi. Gracias a dios nos dieron un descanso. Necesitaba echarme agua en la cara y aclarar mis pensamientos impuros. "Vamos a ver, Lucía, céntrate. Estás en una clase de cocina, no en una de manualidades, limítate a mirar esas manos lo estrictamente necesario".

Fui al baño con Tatiana, la cual estaba pintándose los labios frente al espejo como es habitual en ella con el color frambuesa que nos va marcando a todos. Entramos en cada uno de los baños, cerramos la puerta y desde nuestra posición cada una seguíamos hablando del tema, sin ser muy conscientes del ruido que hizo alguien al entrar y salir rápidamente. Lo supe después.

Volvimos con los demás y nos tomamos un café mientras hacíamos algún que otro comentario sobre el tío bueno de la cocina y sus manos maravillosas para después de unos minutos volver a clase.

Cuando estaba en proceso de reconstrucción mental y en dejar de pensar cosas indebidas, me doy cuenta de que se ha quitado los guantes y que se está lavando las manos. Aprovecho mi posición para verlo desde mi sitio en aquel pequeño cuarto donde hay un lavadero improvisado. ¡Que habilidad!, y me imagino sus dedos desabrochando mi sujetador y pasando las yemas por mi espalda, trazando un camino hasta mis nalgas y cogiéndo mi carne con sus manos grandes.

Carraspeo cuando Tatiana mueve una mano delante de mi cara a un lado y a otro diciendo que espabile. Entonces vuelvo en si y siento como mi cara está tornando al color de la salsa que lleva uno de los platos que hay sobre la mesa.

Siento en todo momento el murmullo de campanilla en mi oreja, una campanilla con los labios frambuesa diciendo cosas que no hacen más que darle rienda suelta a mi imaginación, y dejadme deciros que ninguna es inocente. No señor. De hecho podría escribir un libro de experiencias eróticas con todo lo que estaba pensando en ese momento.

Y llegó el momento clave, de mi verguenza claro está, cuando su mirada se cruza con la mia y me sonríe. Insinuante, lascivo, provocador... su lengua pasea por sus labios relamiéndose mientras me observa y no soy capaz de quitarle los ojos de encima. Además me percato de que ninguno de mis compañeros se ha dado cuenta de este detalle y una parte fangirl de mi desea que ese gesto un tanto provocativo haya sido para mi.

Mi mente se traslada a Ghost y a la escena de la arcilla, pero en lugar de hacer un puto botijo, estamos haciendo un plato de comida y el guía mis manos por los platos con maestría mientras pega su cadera a mi cuerpo y siento como algo en él despierta para arrastrarme.

¡Ay señor bendito!

La clase me está encantando pero no dejo de distraerme facilmente con el moreno de la barba que cocina como los ángeles. Al cabo de una hora nos dan otro descanso y esta vez todos mis compañeros salen mientras yo estoy torpemente intentando guardar el mandil en el bolso.

Un aroma dulce me invade de repente y una presencia que mueve el poco aire que hay a mi alrededor llama mi atención. Me doy la vuelta sabiendo en el fondo de mi estómago lo que voy a ver. Y ahí está.

Vestido con la chaquetilla negra de cheff y con las manos descubiertas lo tengo observando mi reacción. Tartamudeo presa de los nervios y no consigo decir ni una palabra decente, sólo asiento como una imbécil mientras me hace preguntas que entran y salen de mi cabeza sin darme tiempo a procesarlas.

Desvío la mirada hasta la mesa, para intentar mirar a otro lado que no sean esas manos provocadoras de deseos carnales, y clavo mis ojos en uno de los postres recubierto de frambuesa y chocolate. Me relamo ante su atenta mirada y sonríe.

"¿Quieres probar?" y asiento tontamente. Me agarra del brazo y me lleva hasta detrás de los fogones y saca varios botes de debajo de la repisa, coge mi mano y me pide que extienda el dedo. Lo hago y deposita en el un poco de sirope de frambuesa que me gotea hasta el suelo. Hago una mueca con la boca y él lleva mi dedo hasta mis labios. Chupo, saboreo, le miro... agarra mi mandíbula y pasa su pulgar por mis labios llevando restos del sirope hasta su boca. Me hallo hipnotizada observando como su lengua asoma para pasarla por sus labios y morderse el labio inferior.

Cogió el bote de chocolate y se echó en su dedo, el mismo que había lamido, para ponerlo en mi boca. Abrí los labios mientras no podía dejar de mirar sus ojos y atrapé el dedo entre ellos. Chupé. Sonrió cuando pasé la lengua por la yema de su dedo.

Bajó su dedo por mi boca, mi barbilla, hasta mi cuello y se detuvo en uno de mis lunares que hay en el lateral. Siguió descendiendo hasta mi pecho colando un dedo por la raja de mi canalillo, estirando un poco del botón a medio abrochar que se deshizo con presura.

El corazón me latía con fuerza mientras no podía dejar de mover los dedos de mis manos presa de los nervios y respiraba con dificultad.

Pasó la mano por mi cintura y me agarró, acercándome más a él, donde casi unos escasos centímetros nos separaban el uno del otro.

"Ahora déjame probarte a ti" Y me deshice. Apreté mis muslos con fuerza mientras notaba como mis bragas empezaban a humedecerse. Llevó su mano hasta mi entrepierna y clavó sus dedos en mí mientras se acercaba más aún a mi boca para susurrar en ella "¿te gustaría sentirlo más aún?" y tragué saliva con dificultad mientras parte de mi cuerpo empezaba a temblar.

Agarré su mano torpemente y le frené con pocas ganas para que no hiciera nada de lo que pudieramos arrepentirnos después, pero la apartó dulcemente mientras tiraba de mi mano hasta el cuarto donde estaba el lavadero improvisado y cerró la puerta a sus espaldas.

Me arrinconó contra la encimera y pegó su cuerpo al mio, mientras sus manos agarraban mi cintura y subían y bajaban despacio por mis brazos desnudos. Puso su boca a unos centímetros de mi oído y me susurró "así que te gustan mis manos y mi barba... pues podemos ver que puedo proporcionarte con ambas cosas...", me estremecí.

Agarró la camiseta con varios botones desabrochados y la subió por mi torso hasta llegar a mi cuello donde levanté las manos y la sacó por mi cabeza. Cayó al suelo. Besó mi cuello mientras sus manos recorrían un camino de caricias por mis hombros, mis brazos, mi cintura y subió hasta mis pechos, que masajeó por encima del sujetador. Me pregunté levemente qué estaba haciendo yo y porqué no frenaba esta locura, pero era tan irreal todo y tan surrealista que continué como si estuviese dando rienda suelta a uno de mis sueños nocturnos.

Agarré sus manos y con mis dedos fui tocando cada uno de los suyos mientras las guiaba hasta mi culo. Agarró y apretó contra él sintiendo en mi vientre como empezaba a endurecerse contra mi.

Desabrochó con maestría los botones de mi pantalón, justo como había imaginado horas antes, y los abrió, deslizándolo por mi cadera hasta dejarlos en mis tobillos. Saqué los pies después de quitarme las zapatillas de cualquier manera.

Besó mis piernas y creó un camino por ellas hasta llegar a mis rodillas, donde agarró y abrió más para él. Ascendió por mis muslos con sus manos clavando sus dedos en mi piel, acercando su cara hasta mi carne y rozándome con su barba que me erizaba la piel.

Sacó la lengua para lamer la parte interna de mis muslos y siguió subiendo hasta llegar a entre mis piernas, donde hundió su cara y clavó su boca a través de la tela para mordisquear mientras con sus manos agarraba mi culo hasta hocicarse.

Acaricié su pelo con mis manos y enterré mis dedos en el mientras echaba mi cabeza hacía atrás para, acto seguido, volver a mirarle y mordisquearme el labio con ganas por sentirle más profundo en mi.

Pasó su mano por la tela humedecida y palpó con los dedos mientras acariciaba despacio y me observaba la cara, que se empezaba a poner ya mucho más colorada.

Echó la tela a un lado y acercó la boca mientras sentía mi corazón ponerse a mil por hora. La escena, el ambiente, la situación... iba a morir de ganas, excitación y deseo aquí y ahora "¿De verdad me estaba pasando esto a mi?".

Sentí las cosquillas de su barba entre mis muslos y como su lengua húmeda y caliente me rozaba arriba y abajo, trazando lametones que se convertían en pequeños círculos para después golpear la parte mas íntima de mi cuerpo.

Se apartó, acarició con sus dedos mi entrada y antes de penetrarme con ellos los pasó por mi sexo, haciendo que mis piernas temblaran. Se apartó, me agarró por la cintura y me sentó en el lado de la encimera que estaba mas libre, abrió mis piernas y enterró su cara en mi intimidad. Agarrando mis muslos comenzó a lamerme, saborearme, y mordisquearme la zona mas sensible y sexual de mi cuerpo.

Con su lengua recorría cada centímetro de mi sexo y con sus dedos entraba y salía de mi mientras yo no podía controlar la excitación por la escena y sus atenciones. Yo agarraba su pelo, pegando pequeños tirones de él cuando quería que frotase más y más rápido su boca contra mi sexo. Apartó mis pliegues con sus dedos, acarició con la yema y me dio toquecitos con su lengua, para después repetir el proceso de atención que me estaba elevando al séptimo cielo.

Casi estaba a punto de correrme, sentía como el orgasmo se apróximaba y como mi cuerpo estaba a punto de contraerse centrando toda la desesperación en la parte baja de mi vientre. Se apartó dejándome desolada para bajarme de la encimera, ponerme de espaldas a él y pegar su cuerpo al mio, para escuchar el sonido de una cremallera bajar y notar sus manos agarrando mis pechos desde atrás y decirme en el oído "voy a darte lo que tanto deseamos ambos desde hace horas". Apretó, estrujó y masajeó. Me dio la vuelta y los sacó de mi sujetador para pellizcar y lamer mis pezones mientras juntaba mis tetas y se las pasaba por su cara, restregándolas en su boca, para succionar y mordisquear arrancándome pequeños quejidos de un dolorcillo placentero.

Me dio la vuelta nuevamente cuando pasé mi mano por su entrepierna y se la acaricié por encima del pantalón, agarrando y apretando con mi mano su paquete bastante duro.

No sé en qué momento sacó el condón y se lo colocó, pero cuando agarró su miembro y se acercó a mi entrada pude sentir el latex abriéndose paso por mi carne húmeda y cálida por sus caricias y la presión que ejercía en mí.

Entró despacio en mi, subió una de sus manos hasta mi pecho y pellizcó el pezón haciendo que me arqueara pegando más aún mi culo a él. Con la otra mano agarraba mi cintura para clavarse más en mi, haciendo fuerza en las arremetidas, cada vez más fuerte, más rápido, hasta que pilló un vaivén y nuestros cuerpos bailaban al unísono.

Entraba y salía de mi interior cada vez con más urgencia, abandonando mi pecho y llevando sus dedos hasta la profundidad de mi entrepierna, donde empezó a estimularme mientras con su boca me mordisqueaba la oreja y me besaba el cuello, proporcionándome toda atención posible mientras yo escuchaba cerca de mi oreja como gruñía y su respiración se entrecortaba.

Notarlo entrar hasta el fondo de mi ser, sentir como se clavaba en mi interior, como bombeaba con furia y ganas mientras me desgustaba con la boca y me acariciaba con sus manos me estaba catapultando a lo más alto de los niveles de placer y la excitación, y sin poderlo soportar más empecé a moverme yo también cuanto podía para acomodarme más a él. Encajábamos como un puzzle perfecto.

Una vocecilla me alertó en pleno desfase cuando la escuché a través de la puerta "Nenaaaa ¿estás por ahí? ¿vienes al baño?" Tatiana, mi campanilla, estaba llegando en el momento más inoportuno y justo cuando iba a responderle, ese cocinero experimentado me tapó la boca y empezó a moverse nuevamente suave, despacio, lento, alterando aún más mi cuerpo y elevando cada una de las sensaciones que sentía al estar en contacto con su piel.

Sentía que iba a correrme... "Luci, ¿donde andas? He pensado en escribir un relato de lo que hablamos antes...¿donde coño te has metido? Si no te visto salir..." Iba a matarla, iba a quitarle el tinte de la cabeza a base de tortas cuanto la pillara, ¿se podía ser más inoportuna?.

Sentí que a los pocos segundos la puerta se cerraba y el tío aceleró el ritmo sin perder tiempo, haciendo que esta vez estallara en un orgasmo que me hizo clavar las uñas en la encimera y en su mano, mientras apretaba la suya contra mi boca.

Salió de mi y me volvió a embestir, siendo más bruto y más salvaje hasta que sentí como su cuerpo se tensaba, se contraía y un gruñido salía de su boca y lo soltaba en mi cuello, pudiendo sentir en mi interior a través del latex cómo se corría y disminuía el ritmo de movimiento hasta parar jadeante.

Poco después me puse la ropa y sonriendo me dijo que me daría su número. Salía de allí con la cara como un tomate mirando al suelo, pero lo que más tocada me dejó fue ver a mi campanilla escritora apoyada de brazos cruzados en la pared aguantándose la risa.

Me fuí de allí mirando para el suelo lo más rápido que pude, sin coger el número ni nada, ya lo cogería después, y me metí en el baño. Por supuesto Tatiana, como si fuese una pitufina detrás de mi, entró en el aseo y cerró la puerta. Después de unos segundos de eterno silencio le dije "¿Qué?" a lo que ella me respondió. "Esto si que es una master class y una pasión entre fogones".

Fin.