La mascota.

Serie de relatos donde una chica rica y malcriada se convierte en una mascota. (Petplay).

Anja no podía creerse su suerte. Tras años y años de ser una princesa mimada viviendo a expensas de la fortuna familiar sus acaudalados padres se habían hartado, tomando la decisión de cederla al Programa Experimental de Transformaciones o PET. Un revolucionario programa donde hombres y mujeres eran convertidos en mascotas humanas, sin más objetivo en la vida que ser objetos de placer para sus nuevos dueños.

En cuanto sus padres tomaron la decisión y firmaron el acuerdo por el cual pasaba a ser una propiedad y no una persona, dos “perreros” habían acudido a llevársela, irrumpiendo en su cuarto y llevándosela por la fuerza. La habían entregado junto con otras chicas de unos veinte años también en un centro enorme, una perrera destinada a humanos donde la habían desnudado por la fuerza, duchado y encerrado en una estrecha jaula, no sin antes tomar fotografías de su cuerpo y su rostro con las que elaborarían una ficha para su posterior venta. Aislada del resto de nuevas mascotas, solo podía esperar a ser comprada mientras cavilaba sobre su incierto futuro y lo injusto de la situación.

No muy lejos de la perrera, un hombre acudía por primera vez a una tienda de mascotas. Se llamaba Héctor y acababa de cobrar una cuantiosa suma de dinero debido a una indemnización, por lo que había elegido prejubilarse y darse un capricho, y ese capricho sería una mascota joven y atractiva. En cuanto entró en la tienda se dedicó a curiosear entre los diversos estantes, cubiertos de productos para mascotas, desde collares hasta pezoneras, arneses, correas, diversos piercings… Se encontraba examinando la sección destinada a los consoladores cuando un hombre elegantemente vestido se le acercó, seguido por una mujer a cuatro patas, con collar y una correa.

  • Buenos días señor, ¿busca algo en especial?

  • Venía a comprar una mascota, me indicaron que este era el mejor lugar

  • Le indicaron bien, le presento a la mascota de la tienda, “Pequitas”. Saluda, chica.

La joven adoptó una postura de súplica y soltó un cariñoso ladrido al tiempo que exhibía impúdicamente su pecho. Un escalofrío de excitación recorrió a Héctor que se imaginó teniendo a una chica igual a su servicio.

  • Es realmente bonita, busco una hembra joven, por adiestrar. Quiero vivir ese proceso desde cero.

  • Sígueme y le enseñaré el catálogo, nos acaban de llegar nuevos ejemplares a nuestra perrera.

El hombre guió a Héctor hasta un pequeño despacho elegantemente amueblado. Encerró a su mascota en una jaula y tras comprobar que se echaba le tendió el catálogo, aguardando en silencio mientras Héctor iba pasando las páginas. Unas cuantas chicas jóvenes desfilaron ante sus ojos hasta que llegó a la página de Anja. Con la piel de porcelana, los ojos grandes y azules, naricilla respingona, labios sonrosados y carnosos y unos adorables bucles castaños como marco general tenía carita de ángel. En la ficha se indicaba que sólo medía 1.62 pero la foto de cuerpo entero mostraba unos pechos perfectos, grandes y de pezones sonrosados, un culo perfecto y una vulva cerrada y recogida que no revelaba nada. Al instante se imaginó lo estrecha que debía ser. No era virgen, pero eso le dio igual. Terminó de leer la ficha y se la entregó al responsable.

  • La quiero a ella, a… Anja, aunque el nombre no la pega.

  • Bueno, eso da igual, si la compra después puede darle el nombre que quiera. Podemos concertar una cita en la perrera ahora mismo, de ese modo le acompaño y si le gusta formalizamos allí la compra.

Tras asentir, ambos hombres se levantaron, el dueño de la tienda sacó un grueso consolador y tras introducirlo en la vagina de la mascota, cerró con llave el despacho y le acompañó hasta un elegante vehículo negro estacionado en una plaza reservada.

  • Es la mejor manera de que se quede tranquila, bueno, hablemos de su futura mascota. Ha elegido un reto, procede de una buena familia que se ha hartado de verla despilfarrar y tirar su dinero sin hacer nada más. Está malcriada y consentida, por lo que puede que no sea fácil adiestrarla.

  • Dispongo de tiempo y me gustan los retos, confieso que será todo un placer ver cuánto tarda en ceder.

  • Físicamente tengo poco más que decir, cuando se la examinó se resistió hasta que se la aplicó un calmante, pero tiene un buen cuerpo, diseñado para complacer a un dueño exigente.

Héctor volvió a fantasear con la suavidad de su interior, imaginando el placer que sentiría al tenerla a cuatro, forzándola a recibir su polla dentro. Al bajar del coche agradeció llevar un vaquero algo holgado que disimulaba su erección. Se dejó conducir hasta una especie de gabinete veterinario donde además de una camilla metálica observó un sillón ginecológico. El propietario de la tienda aguardó junto a él a que dos perreros llegasen arrastrando a la joven mediante dos lazos idénticos a los que se emplearían con los perros. Pese a estar amordazada no dejaba de farfullar e intentar chillar mientras se revolvía.

  • Ya ves que es algo rebelde… - el comentario cayó en oídos sordos, no podía apartar la mirada de esos pechos perfectos que subían y bajaban mientras la joven intentaba soltarse en vano. Agarró uno y acarició el pezón que se endureció bajo sus dedos, era sensible.

  • Me la quedo.

  • Estupendo, entonces haré que venga un veterinario y hoy mismo podrá llevársela, vaya pensando qué clase de adornos le gustaría que llevase su perrita y se le añadirá a la factura.

Se estrecharon la mano y salieron. Anja se resistió e intentó huir de nuevo. Aquel hombre aparentaba más de cincuenta años, ligeramente gordo y con la mano áspera, la había palpado el pecho como quien exprime un limón, clavando su manaza en la carne. Ahora encima hablaban como si fuese a ser su dueño, solo de pensarlo sintió que se la aflojaban las rodillas.

Un hombre con bata blanca entró, en la chapa del bolsillo le identificaba como el doctor Ramírez, si Anja había albergado alguna esperanza de que pusiese algo de sensatez a la surrealista situación, sus esperanzas se vinieron abajo en cuanto dio órdenes de inyectarla un calmante. Sintió el pinchazo en la nalga y como su cuerpo se relajaba. Los dos perreros la subieron a la camilla y se marcharon, seguros de que sería manejable. Una enfermera entró y se quedó modestamente retirada, esperando órdenes.

  • ¿Ha pensado ya qué clase de adornos quieres?

  • Soy novato en esto, ¿cuál recomienda doctor?

  • Es novata, no está adiestrada y se la ve rebelde, lo mejor sería enguantarla las patas. Después el pack estándar costa de orejas, una cola con un plug y la marca de identidad. Es una marca que sirve para identificarla en caso de que se pierda.

  • Me parece bien, pero quisiera añadir además un par de aros en los pezones, siempre me han gustado los aros.

  • Los iniciales han de ser de titanio para evitar las alergias, después podrá ponerla los que quiera. Si quiere puede ir a esperar fuera o quedarse mientras la preparamos.

Vaya pensando en un nombre.

La enfermera había ido sacando mientras ambos hombres hablaban unas manoplas con forma de patas y unas botas altas, extrañas y acabadas igualmente en unas patas. Anja se estremeció al escuchar lo de la marca y las anillas, pero se negó a dar rienda suelta a su desesperación. Impedida por el calmante no pudo resistirse mientras la enfermera convertía sus manos en patas, las manoplas eran pesadas y muy acolchadas, igual que las botas, con refuerzos en las rodillas. Con ayuda del doctor sintió como la doblaban las piernas y ataban las botas de forma que ya no pudo volver a extenderlas. Las botas la forzarían a estar siempre a cuatro patas, humillada y sometida. Con rabia apretó los puños y vio que ni siquiera podía. Con horror vio que preparaban una larga aguja y sin ningún tipo de anestesia perforaban sus pezones. El dolor se extendió por sus pechos mientras pasaban dos aros metálicos. Miró al hombre que sería su dueño y en sus pantalones apreció un enorme bulto, sintió que bullía de ira e indignación que se sumaban a la humillación de verse rebajada a una mercancía. La giraron en la camilla y sin aplicar lubricante introdujeron un plug bastante grande en su ano, del que sobresalía ahora una cola del mismo tono castaño que su cabello.

Con horror vio como aplicaban una placa metálica al lateral de su muslo y como aplicaban corriente, hasta que quedó marcada la señal de propiedad. Aunque no quería sentía que gruesas lágrimas corrían por sus mejillas, cambiaron la mordaza por una de color rosa, a juego con el nuevo collar y una correa que entregaron a aquel hombre repugnante.

  • Complete el apartado del nombre de la mascota y la perrita será oficialmente suya.

  • Se llama Dolly.