La más bella historia de amor jamás contada
Yo tenía una razón para vivir -tú- y hasta encontrarte, podía soportar cualquier manera de hacerlo, por que tenía la certeza de que tarde o temprano llegaríamos a encontrarnos.
Era el viento quien me hablaba de ti antes que tu misma y el que acariciaba mi rostro para recordarme que algún día serían tus manos quienes lo rozaran con mimo.
Manos que imaginé siempre suaves y amorosas.
Ya estabas en mi vida antes de que lo supieras; ya estabas en mi mente incluso antes de que te pensara, ya te tenía en mi corazón y en cada latido, ya te pertenecía aún antes de que llegaras a conocerme.
Sólo era cuestión de tiempo coincidir contigo y que me reconocieras y mientras esto sucedía, nuestras vidas continuaban por separado a la espera de encontrarse en un mismo punto de llegada y de partida.
Yo tenía una razón para vivir -tú- y hasta encontrarte, podía soportar cualquier manera de hacerlo, por que tenía la certeza de que tarde o temprano llegaríamos a encontrarnos.
Era el viento quien susurraba en mi oído tus promesas de amor camufladas entre sonidos ajenos, pero yo las diferenciaba a través de todos ellos.
Me gustaba imaginar, que cuando la brisa sacudía mis cabellos, pretendía traerme tus palabras al oído; cerraba los ojos y casi podía escucharte y eso me daba alas para seguir esperando.
Te esperé, es cierto, pero seguir con mi vida sabiendo que un día aparecerías.
Aún no te conocía, es cierto, pero en algún rincón del universo nuestras almas nos pertenecían y algo en mi interior me decía que eras la única que podría ocuparla plenamente..
Y sucedió…
Con el sol en tus ojos, con la sonrisa fresca, con el corazón en la mano y las manos tendidas apareciste en el otoño de mi vida.
Detrás cargábamos con mucha vida, otras relaciones, muchas experiencias…todas ellas lecciones fecundas para llegar a donde estábamos y ser lo que éramos entonces.
Igualmente apareciste fértil en vivencias y cautelosa en decisiones.
Tu vida no había sido fácil y no deseabas sufrir y yo…me mostraba impaciente tan solo por que estaba convencida de que sería para ti la única y definitiva.
Simplemente nos encontramos cuando estuvimos preparadas para ello; Nos bastó un cruce de miradas para descubrirnos la una en la otra y saberlo.
Cuarenta años tardamos en coincidir, pero la espera mereció sin duda la pena.
Cuarenta años esperando a mi princesa de ensueño y por fin la tenía de frente.
Sentimos la acuciante necesidad de devorar con ansia cada instante, de vivirnos plenamente; era evidente que existía el deseo en nuestros cuerpos, pero insignificante ante otro tipo de apetito: el emocional.
No terminábamos de colmarnos de amor.
Teníamos hambre de mirarnos, de tocarnos, de besarnos y escucharnos, de olernos y sentirnos.
Intentábamos compensar con apremio todos esos años de atraso esperándonos
¡Cuánto reímos, cuánto disfrutamos…cuantos años nos quitamos de encima en este intenso océano de sentimiento!
Éramos sonrisa perpetua, regalábamos “te amo” a cada instante, nuestras manos cobraban vida propia estando en cercanía.
¡Con cuanta intensidad latían nuestros corazones.!!Qué plenas éramos entonces!....
Parecíamos vivir un tiempo prestado, un tiempo robado a la felicidad.
Tantas horas escondidas del mundo…tantos sueños siempre entre susurros…tantas caricias reservadas para momentos más íntimos…
Y llegó ese día antaño inimaginable, el día en el que sería licito salir a la calle cogidas de la mano…el día en el que legalmente se nos llamaría matrimonio…fue el 3 de julio del 2005,fecha en la que la ley a favor de las bodas homosexuales se hacía vigente.
Hicimos uso de nuestro derecho y fuimos de las primeras en ejercerlo.
Te pedí la mano y dijiste que si; convencida, nerviosa, excitada…así te recuerdo aquel día
Tu estabas preciosa con ese traje pantalón blanco puro.
Con esa sugestiva blusa de gasa marcando tu silueta.
Tus ojos brillaban como nunca y como nunca tu sonrisa iluminaba tu ser!!..
Seis años después te veo igual de hermosa; me resultas igual de irresistible y pienso que soy afortunada…mereció la pena esperar a que el amor de mi vida llegara a mí.
Mereció la pena no perder la fe…y sólo pido envejecer contigo, dormir a tu lado lo que me quede de vida, y seguir amándote como te amo. Para mí, cariño mío, esta es más bella historia de amor jamás contada.