La maquina del deseo
Un teatro,la oscuridad de la noche y el sueño de una agrsión, una agresión llena de placer.
Recorriendo los pasillos de esta nave industrial reconvertida en teatro paso día a día imaginando mundos nuevos de movimiento, desde que decidí dedicar mi vida a la ya antigua profesión de la farándula descubrí lo grande en mí.
Bajo una máscara de frialdad y arrogancia, flotando por encima de los demás veo como gráciles bailarines mueven cada pequeña parte de su cuerpo creando figuras, a veces, imposibles para un ser humano, más propias de la divinidad que de la mortalidad.
Un día, entre tanto vaivén de cuerpos gráciles en movimiento perpetuo me tope con él. Su nombre no lo recuerdo, pero recuerdo como me sonreía torciendo levemente su boca, como me miraba fijamente clavándome su mirada color esmeralda; ¿acaso importa si recuerdo su nombre?
Todo empezó de lo más normal y monótono, él era el jefe técnico de una compañía que estaba preparando un espectáculo de danza en el cual los bailarines en su desnudez cual contorsionistas transmitían la sexualidad más frenética del hombre.
Eran las 9 de la mañana y yo medio dormida, café en mano, intentaba leer los emails que tenía pendientes, llenos de nuevas informaciones para empezar el montaje del día. Ni recordaba que compañía venia, ni el espectáculo; era una de esas veces que, de forma autómata te presentas a trabajar sin más, sin ganas, con sueño, llena de pereza…. entre en la sala y allí solo estaban mis técnicos, como siempre gruñendo y enfadados de buena mañana y pensé: “Ojala la compañía que venga sean majos porque sino esto será insoportable”. Al terminar mi pensamiento apareció mi jefe con el equipo técnico, de la compañía lista para hacer las rigurosas presentaciones.
Tras él iban 3 hombres, uno de unos 45 años, canoso, ojos azules, alto y corpulento; nada feo la verdad, era el técnico de luces que iba hablando con un chico joven del cual no recuerdo su edad pero recuerdo como su cara no había abandonado su adolescencia así que deduzco que era menor que yo. Varios metros por detrás apareció un tercer hombre de unos 35 años, alto, moreno con un estilo rock patillero, ojos verdes y profundos y con una faz un tanto canalla, era corpulento pero no demasiado; enseguida me sentí atraída por él pero como tantas otras veces no puse mucho de mí para conquistarle.
Hasta entonces por mucho que me atrajera algún recién llegado fugaz nunca intentaba saciar mis ganas de deseo con nadie; lo consideraba inapropiado, innecesario, simplemente lo dejaba ir. En mi trabajo, cada semana conozco nuevas personas y pensé que como uno más seria mi distracción visual de esa semana. Un recodo donde refugiarme de la agonía de mis compañeros curtidos en años de trabajo que se refleja en caras largas, malos modos y patochadas. Gozaba de mi postura como voyeur, imaginaba escenas ardientes de cama con cada uno de ellos pero al final nunca materializaba nada, la semana pasaba y unos nuevos llegaban. Mi deseo quedaba coartado por mi desidia.
Cuando llegaron donde nos encontrábamos todos los técnicos, él empezó a esbozar una sonrisa canalla mirándome directamente a los ojos, de una forma descarnada, directa, escudriñadora e inapropiadamente libidinosa, pensé en su arrogancia y por un momento me molesto. Una vez hechas las presentaciones, empecé como siempre a coordinar y organizar el montaje. Quizás debiera exponer lo que significa pero no es nada fuera de lo normal.
Barras de focos por aquí, barras de telas por allí, una escenografía inmensa llenaba el escenario; cuando una escenografía llega o se ve o no se ve. O ves lo que es o el misterio se presenta hasta que la última pieza es ensamblada. En aquel caso no sabía descifrar ese puzle de piezas echas de látex que iban saliendo una tras otra del camión. Solo pensé lo bueno de que pesara tan poco y fueran piezas tan grandes, antes acabaríamos de descargarlas y montarlas y por fin, podría saber que ocultaba esta misteriosa compañía que aun no había reconocido.
Eran ya casi las 11’30h que volvíamos de un largo y apetecible desayuno cuando para mi sorpresa descubrí que aquel cumulo de piezas conformaban una cama gigantesca realizada con látex, era blanda y suave y en su parte central tenía como una plataforma igual de suave que tenía varias posiciones de colocación, en cada extremo de la plataforma había una especie de agarraderas y unos grilletes de tela; la pared de la cama era la imagen clara de la parte interna de una vagina. El colchón era completamente de látex y tenía toda una cobertura de pequeños pelitos negros simulando el vello de una vagina. Evidentemente no era vello sino un material entre áspero y suave que daba muy bien la sensación de tocar la parte púbica de una mujer, carnosa, suave y áspera a la vez.
Creí que el director era un depravado que había usado su libidinosa fantasía para crear bajo esa excusa una obra que fuera la imagen de la misma, usando el arte como excusa. Empecé a pensar en la posibilidad de fracaso de la obra, en la posibilidad de que fuera una mediocridad burda y desconsiderada, como tantas otras obras que han pasado ante mis ojos.
Mientras observaba ojiplática esa escenografía tan estrambótica el jefe técnico (le llamaré Mark) me dijo en un pésimo español:
- ¿Sabes lo que es?
Yo respondí casi indignada:
- ¡Claro! una cama de látex.
De pronto una risotada sonora salió de su boca y al final de esta dijo:
- Te equivocas, es una maquina de deseo.
Pensé que estaba igual de loco que el que había ideado esa escenografía y el director, riéndome me aleje mientras notaba como sus ojos no dejaban de mirarme, no será la arrogancia pero creo firmemente que miraba como mi culo iba haciendo un balanceo mientras andaba.
Desde ese momento y toda la tarde tuve constantemente su aliento pegado a mi espalda, allá donde iba el estaba cerca, desnudándome con su mirada; harta de tanta desnudez ante unos ojos ajenos me dispuse a abandonar el teatro para regresar a casa.
Esa noche soñé con él; creo que su canallería me excitaba, la forma en cómo se rió de mi por no entender que aquello no era una escenografía sin uso, que aquello, era una maquina del deseo, la manera de clavar sus ojos en cualquier parte de mi anatomía como si fuera a comerme en cualquier momento, su sonrisa picaresca y burlona. Aún soñando con él seguía sin entender lo que me había dicho. Y me abandoné al sueño:
Reconozco una puerta en mitad de la oscuridad que se asemeja a las puertas de mi teatro, sin pensarlo la cruzo y una sensación de caída me atrapa desde el estomago hasta mi garganta para terminar cayendo en una esponjosa superficie que me hacia rebotar hasta que el movimiento inherente desapareció; mire exactamente donde había caído, estaba en esa máquina del deseo, pero todo estaba oscuro alrededor, no había nadie, solo yo. De pronto empecé a escuchar una canción familiar, un leve hilo musical que me llevo a tumbarme y relajarme mientras la música entraba por mi cuerpo vestida con unas pequeñas braguitas y una camiseta de tirantes sentí frio como si una puerta se cerrara de golpe y su aire formara una corriente repentina y helada, mis pezones estaban duros y firmes como cuando el hielo roza la piel. Cerré los ojos y al abrirlos Mark estaba allí, sonriendo, mirándome y comiéndome con los ojos, como si nada se abalanzo sobre mí como un animal y empezó a besarme furiosamente, como si cada beso fuera una estocada cada vez más profunda, noté como su polla me presionaba justo encima de mis braguitas mojadas, mi coño empezó a palpitar de excitación. Me humedecía beso tras beso; me excitaba cada vez más y cuan más excitada estaba con más furia le besaba yo también. Le cogí fuertemente de su melena transformando mi excitación en agresividad, una agresividad sexual sin límites Quise bajar hasta su polla porque sentí la necesidad repentina de comérmela entera, de pasar largos minutos llenándome la boca con ella, lamiéndola de arriba abajo, haciendo subir y bajar la fina piel que la recubre, escupirle en la polla mientras recogía cada resto de saliva con la lengua, la succionaba como un polo de hielo, deseaba que se corriera dentro de mi boca y continuar follando como animales salvajes, pero él me lo impedía. Me soltó la mano de su pelo y la ato a uno de los grilletes de tela que había justo por encima de mi cabeza, acto seguido ato mi otra muñeca al otro grillete y empezó a quitarme con mucha delicadeza las braguitas húmedas de la excitación. Mark parecía muy bien qué hacer en cada momento y eso me daba mucha tranquilidad, poco a poco se quito los pantalones y también los bóxers que llevaba puesto tras los cuales apareció grande y rosada una gran polla, totalmente al descubierto y que empezaba a gotear semen lentamente; de pie justo a mi lado me metió la polla en la boca, empecé a chuparla como si de un hambre voraz se tratara, presionaba mi boca contra ella y la succionaba fuertemente mientras él gemía levemente de placer, subía y bajaba lentamente, la sacaba de mi boca y le escupía para después limpiarla lentamente con mi lengua, poco a poco fui notando como el clímax llegaba a él y empecé a meterla y sacarla cada vez más rápido hasta que un par de minutos después empezó a correrse en mi boca mientras yo tragaba todo aquel semen que iba entrando. Nunca me había sentido tan excitada, quería más, quería horas y horas de sexo salvaje, que me follara de distintas maneras y a distintos ritmos, que me sometiera bajo su cuerpo y me liberara encima de él. Mientras descansaba y él y su polla se reponían de mi enviste empezó a comerme el coño lentamente; empezó rodeando con su lengua mi clítoris dando pequeños y rápidos lametazos en él, después empezó a bajar hasta la entrada de mi coño y empezó a sorberlo como se sorbe un helado, dando lengüetazos limpiando toda mi humedad; yo no podía parar de gemir y retorcerme de placer pero necesitaba que metiera sus dedos en mi, necesitaba más y acto reflejo metió varios dedos en mi entrando y saliendo mientras no dejaba de succionar suavemente mi clítoris, con la mano que le quedaba libre metió un dedo en mi culo y fue entonces cuando al borde del clímax empecé a dar espasmos y a correrme, notaba como una corriente de flujo salía de mi y empezó a besarme con dulzura y tranquilidad mientras yo cerraba los ojos un segundo para descansar, empecé a sentirme mareada y me costaba abrir los ojos, el sueño se esfumo para dar paso a una realidad inesperada.
Todo estaba oscuro a mi alrededor y me sentía mareada, mire a mi alrededor esperando encontrarme en mi cama pero cuál fue mi sorpresa al descubrir que no estaba en casa, estaba, como en mi sueño, encima de aquella vagina de látex que Mark llamaba la maquina del deseo. Estaba atada fuertemente a los grilletes de tela, tanto que no podía ni mover mis muñecas y me dolían de lo fuerte que estaban atadas, estaba vestida con mis pantalones cortos negros y una camiseta gris de tirantes pero no llevaba ni el sujetador ni las bragas, lo que me extraño profundamente. Seguí escudriñando a mí alrededor pero casi no podía ver nada, tan solo un foco iluminaba todo el escenario; entre sombras vi a Mark, de golpe empecé a increparle y a pedirle explicaciones de esa situación, él, sin inmutarse, empezó a reírse fuertemente mientras se acercaba cada vez más. Estaba aun asustada por qué no sabía que quería hacer conmigo y aunque minutos antes soñara con él ahora no podía controlar la situación.
- ¿Te gustó?
- ¿Qué? –respondí.
- ¿Cómo te he comido el coño?
No entendía nada, por un momento no supe que parte de mi sueño fue real y cual no.
- ¿Realmente ha pasado?
- Yo lo he disfrutado, y creo que tu también
- Creía que lo había soñado, ¿Cómo he llegado aquí?
- Se acabaron las preguntas, solo quería probar a que sabes, ahora que lo sé….
Y el silencio se apoderó de él pero su sonrisa continuaba en su cara más libidinosa que nunca.
Se acerco donde yo yacía y me metió la mano dentro de mis pantalones hasta llegar a mi coño y musitó:
- Aún sigue húmedo…me gusta…
Una vez fuera de mi pantalón me quito la camiseta que me cubría el pecho y la dejo por detrás de mi cuello y entonces una furia invadió su mirada convirtiéndola en la de un desquiciado sin control, me agarro del cuello con suavidad y empezó a lamérmelo, me besaba y me mordía a distintos tiempos a la vez que apretaba su mano en mi cuello cada vez más; sin apartar sus manos de mi me mordió fuertemente el cuello y empezó a chuparme como si fuera un vampiro alimentándose de su víctima. No negaré que tuve mucho miedo, por momentos creía que algo horrible me pasaría y por momentos me excitaba con aquella brutalidad.
Su boca fue, poco a poco, acercándose a mis pechos que estaban firmes y erectos y continuo mordiéndolos, cada vez más fuerte, me succionaba el pezón con agresividad, tanto que empezaron a sangrar levemente; mientras yo gemía de dolor y, no voy a negarlo, de placer.
De repente me dio la vuelta con agresividad y se acerco a mi oído:
- O vives o sobrevives, tú eliges.
No entendí nada y me acojoné. Una vez puesta boca abajo me quito el pantalón de golpe y me agarro fuertemente el culo, tanto que me dolía, tanto que el rojo iba ocupando el blanco habitual que vestía. Se quito el cinturón que llevaba y con la hebilla empezó a dar golpecitos en él, cada vez más fuerte, cada vez dolía más; grite varias veces que parara, que no me gustaba el grado de dolor que estaba alcanzando y que había dejado de ser placentero y volvió a decirme:
- O vives o sobrevives, ¿has elegido ya?
Entonces lo entendí, o entraba en ese juego de dolor y deseo o, probablemente perecería en él. No tenía elección y, en el fondo, aunque dolía mucho, me gustaba toda aquella frenética agresividad sexual.
- Cuando acabemos, me pedirás que vuelva a empezar.
Sin pensarlo dos veces me envistió con su polla en mi culo y yo alce mi voz en un desgarrador grito de dolor mientras me escupía para lubricarme, aunque para ese entonces toda su polla estaba dentro de mí, tan gruesa, tan dura; una vez pasado el dolor de la primera envestida el placer empezó a hacer estragos en mí, me excite tanto que incluso respondí a ellas con mis manos en su culo para empujarle de nuevo dentro de mi; decidí vivir. Mientras Mark me agarraba del culo con una mano y me movía rápidamente hacia él, con la otra cogió una especie de consolador, era más grande que su polla, más gruesa y dura, creo que estaba hecha de metal, un metal frio que note nada mas meterla en mi coño, a la vez que seguía follándome el culo comenzó a meterme bruscamente esa polla metálica por el coño; mi placer empezó a multiplicarse y sentí como mi cuerpo sudoroso se movía por inercia buscando cada polla, la real y la metálica, para sentirme llena porque ya solo eso era lo que me excitaba, sentir que el placer pasaba desde mi culo hasta mi coño, a la vez, simultáneamente y cada vez que incrementaba el ritmo mi placer incrementaba con él. Sentí la euforia recorriendo mi cuerpo y le pedí que me follara de cara, él, obedeció y poniéndome encima suyo dejo que empezara a trotar sobre él y su polla metálica; me gustaba bajar hasta el fondo e intentar llegar más allá de esa profundidad, de hecho necesitaba más, estaba como drogada; así que empecé a besarle apasionadamente a chuparle la lengua a darle leves mordiscos por todos lados y él me dijo:
- He invitado a un amigo, ha estado en la oscuridad todo este tiempo y creo que ya es hora de invitarle a unirse, ¿no crees?
Sorprendida y llevada por el éxtasis que sentía le dije que si, de entre la oscuridad apareció aquel adolescente que esa misma mañana me parecía tan joven, pero que errada estaba.
Nada más acercarse a la luz pude ver que estaba desnudo y que su polla estaba erecta y reluciente, se había masturbado varias veces y quedan resquicios de semen en ella, pero me dio igual, era más fina que la de Mark y enseguida me la metí en la boca. Limpié cada pequeña marca de semen que tenía, la chupe y succione como si me fuera la vida en ella y de golpe, una idea cruzo mi mente y les dije a los dos:
- Quiero que me folleis a tres, dos en el culo y una en el coño.
Ambos se sonrieron y el chico tomo la polla metálica entre sus manos y me la metió en el culo, Mark a su vez introducía su gran polla en mi coño para más tarde terminar con la polla del
Chico también en mi culo.
Al principio costaba que ambas convivieran en un mismo agujero pero poco a poco y superando el dolor del comienzo ambas entraban y salían de él a la vez que Mark. Sentí una plenitud inmensa y empezamos a follar salvajemente, sudábamos y nos lamiamos los unos a los otros, me chupaban el cuello mientras me tocaban los pechos con firmeza, uno me besaba introduciendo toda su lengua en mí mientras otro me tocaba el clítoris que ya estaba duro. Pasados unos segundos nos unimos en un unísono movimiento rápido y rítmico que denotaba que estábamos llegando al clímax, Mark se corrió primero y antes de que el chico se corriera yo empecé a notar de repente otra oleada de placer que me llevo al nivel más alto de excitación que jamás hubiese sentido, mientras, notaba como su polla palpitaba en mi interior y como su semen entraba y salía de mi culo .
Sin ningún tipo de explicación el chico se levanto y se fue, Mark seguia debajo de mí con su polla deshinchándose en mi interior y mientras notaba como iba cayendo el semen entre sus piernas y las mías se acerco a mi oído y me dijo:
- Has elegido vivir, bien hecho pequeña.
Me levanto con sus fuertes brazos y me deposito en la maquina del deseo, ahora empezaba a entender porque la llamaban así, una vez tumbada allí, cogió su ropa y desapareció en la oscuridad.
Estaba tan cansada y confusa que tarde varios minutos en reponerme de todo lo que había pasado, me sentía cansada, dolorida y solo podía pensar en volver a casa. Una vez vestida Salí del teatro y dije adiós al guardia de seguridad de la puerta mientras pensaba lo raro que era que no hubiera entrado en ningún momento a la sala, pero sin dar más importancia me subí a mi coche y me fui a casa.
Eran las 9h de la mañana y me encontraba de nuevo en la sala en la que horas antes había ocurrido todo cuando Mark entro por la puerta, me sonrió como solía hacer y empezó a trabajar, minutos más tarde aquel adolescente que tan furiosamente me había follado la noche anterior también apareció por ella, me extraño que ni tan solo me mirara; no podía entender que no viera ni un ápice de complicidad en su mirada, pero no le di más importancia.
Lo curioso de todo es que desde esa mañana y hasta el día en que se fueron se comportaron como cualquier otra compañía, como si nada hubiera pasado, como si no hubiera sido real; pero yo se que lo fue, los cardenales de mi cuerpo, mi fatiga, mi cansancio, mi coño palpitando de dolor, aun, sabían que había sido real.