La máquina de sueños (1: las esclavas - 1)

A partir de hoy sois mis esclavas, me llamareis Amo y me tratareis como tal

LA MÁQUINA DE SUEÑOS

Escritora: Lilith Mórrigan

CAPÍTULO - 1

Las Esclavas

PRIMERA PARTE

-¡Todos tenemos nuestros sueños, haga que sus fantasías se hagan realidad, no dejé pasar esta oportunidad!

-¿Que desearía ser, Napoleón, un rico jeque árabe con un harén, una ninfa del bosque y que todos los seres que lo habitan le rindan pleitesía o esa mujer guapa y esbelta que deja rendida a sus pies a todos los hombres que cruzan por su lado?

-¡No dejé pasar esta oportunidad, puede ser y conseguir todo aquello que usted una vez soñó, o todo aquello que esté dispuesto a soñar. Compre la máquina de sueños, y sueñe todo aquello que se le ocurra, no deje pasar esta oportunidad!.

Desde la primera vez que había visto el anuncio, había estado pensando en todas las fantasías que se podrían realizar con aquella máquina. Había hablado con gente que la tenía y aseguraban que los sueños que producía parecían totalmente reales. Incluso había quien tenía abierto varios sueños, y dependiendo del estado de ánimo o sencillamente de la experiencia que quisiera vivir en ese momento, podía ser Supermán, o una linda campesina del bosque. Los sueños que con él se recreaban, se experimentaban como totalmente reales, y en esos momentos, el miedo, el valor o lo que se hubiera programado en la máquina se vivían como tales.

La máquina no era lo que se dice barata, pero si verdaderamente realizaba lo que anunciaba podía valer la pena comprarla. Hacía unos días que había solicitado una cita para una demostración y en unos momentos podría salir de dudas.

Me recibió una señorita que según figuraba en la placa que colgaba a la atura de su pecho izquierdo tenía veintiséis años, se llamaba Verónica y lucía una preciosa melena pelirroja y una minúscula minifalda, supuse que para ir acostumbrando al cliente a que ejercitara la imaginación. Me indicó con una amplia sonrisa que me sentase en un butacón y ella se sentó a mi lado, sus piernas desnudas rozaban descaradamente las mías, -supuse que eso también formaba parte del marketing de ventas- y sin más preámbulos me dijo su nombre y me extendió unos folletos publicitarios que cogió de una mesita que estaba a su lado. Según los iba ojeando me daba explicaciones que ni entendía ni me importaban lo más mínimo, sólo veía sus grandes tetas bailar delante de mi cara y cuando se echaba para atrás sus braguitas color rosa que me enseñaba sin ningún recato. Sin preguntar mi opinión se levantó y cogiéndome del brazo me llevó por unos pasillos a una habitación donde se podía ver una gran burbuja en el centro conectada a varias consolas.

-Observe don Mario, ¿puedo llamarte Mario?.

Podía, en realidad podía llamarme como le viniese en gana o si lo prefería podía ni llamarme, yo sólo estaba pendiente de sus grandes tetas y de aquellas piernas larguísimas que yo sabía que terminaban en unas braguitas rosas.

-Para poder hacer la demostración sólo tienes que meterte en esta burbuja que previamente hemos programado con las fantasías o deseos que quieras vivir, porque, Mario realmente lo que se consigue con esta máquina va más allá de los sueños y a diferencia de estos cuando despiertas los recuerdas en su totalidad. Lo que vas a experimentar aquí lo vas a percibir como algo totalmente real, y lo más apasionante - y para decir esto me guiñó un ojo y puso morritos de niña mala- durante la sesión eres tu el que va desarrollando los acontecimientos como realmente los desees.

-Y bien ¿que fantasía te gustaría experimentar?.

Yo lo tenía muy claro. Pero lo que no sabía era como decírselo. Tras unos segundos de silencio fue ella la que dio la solución.

-Bueno Mario, como veo que no sabes por qué decidirte déjame que lo haga yo por ti, ¿te gustaría compartir el sueño con migo?.

Vaya que si quería, de hecho no podía pensar en otra cosa

  • Pues primero metemos los parámetros, ¿como te gustaría llamarte?

  • Mario estaría bien- respondí tímidamente.

  • M A R I O , ya está- habló para sí mientras tecleaba en el ordenador- veamos ahora metemos mi nombre, ¿como te gustaría llamarme?.

Yo en realidad no quería llamarla de ninguna manera, mis pensamientos iban por otros derroteros. Se me quedó mirando y dijo.

  • ¿Te parece bien Verónica ?- me daba igual pero dije que sí.

-V E R O N I C A , bien, ahora el lugar donde se desarrollarán los hechos,

¡En una gran cama!, estuve a punto de gritar. Ella debió de percibir mi desesperación y ya no volvió a preguntar.

  • Veamos, tu acabas de verme en un mercado de esclavos y pujas por mi para comprarme como esclava.

Joder ni en cien años se me hubiera ocurrido una idea tan retorcida.

-¡Sí!, ¡sí! - dejé escapar en un grito mientras gesticulaba con brazos y manos y ponía los ojos como platos. Luego avergonzado bajé el tono de voz y dije que me parecía bien, aunque no conseguí disimular que me temblaba.

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De pronto me encontraba paseando por la plaza del mercado, era un día claro aunque algo fresco, me franqueaban dos guardaespaldas y podía observar como la gente se apartaba a mi paso. En la plataforma de madera donde se vendían los esclavos estaban subiendo a una partida para su subasta, cuando terminaron de colocarse, los pusieron de frente para que la gente pudiera verlos. Había de todo, hombres, mujeres, niños, niñas, fuertes, delgados, altos, bajos. Se hallaban expuestos veinte ejemplares, pero yo me había arrimado al mercado sólo por dos.

Los -o debería decir mejor- las había visto en la exhibición previa a la venta, en los corrales para ese fin. Esperé a que les llagase el turno, por lo general lo mejor se dejaba para el final, así se hacía tiempo a que afluyera más gente. En mi caso no tendría que esperar mucho, pues mi lote no era lo más solicitado, ¿quien en su sano juicio iba a pujar por una mujer con su hija?, lo más probable era que hubiera que regalarlas con algún buen lote y quitarse dos bocas de encima que alimentar. Los lotes más apreciados eran los hombres jóvenes, sanos y fuertes y también los muchachitos. Yo no podía entender que mis coetáneos pudieran encontrar algún placer con los jovencitos, pero ese no era mi problema. Después de quitarse de encima unos cuantos viejos, salió a la puja mi lote.

-¡Vean señores esta joven dama sana y hermosa, pujen señores pujen, y de regalo su no menos preciosa hija, un dos por uno!, ¿quien ofrece el precio de salida?

Podía esperar un poco y comprarlas como saldo, pero el precio era ridículo y yo tenía un prestigio que mantener, no era cosa que empezase a correr la voz de que don Mario era un usurero. Levanté la mano, y esperé a que me las adjudicaran, en aquellas tierras todo el mundo me conocía y nadie en su sano juicio se le habría ocurrido subir mi oferta. El vocero continuó con su letanía.

-¡un caballero ha levantado la mano!, ¿alguien da más?. Es una joven sana y que ya ha demostrado que es válida para la reproducción, vamos señores, a la una, alguien da más, a las dos y a las tres, adjudicadas al caballero!.

Uno de mis lacayos pasó por la aduana a pagar y llevarse la mercancía, yo continué con mi paseo y a media mañana regresé a casa. Había dispuesto que una sirvienta las lavase y les diese ropa limpia. Me dirigí a mis aposentos y esperé a que me las trajeran. Una vez aseadas, su aspecto había mejorado muchísimo, aun así sospechaba que tendría que realizar en ellas muchos cambios para sacar todo su atractivo. Mandé marchar a la sirvienta y me quedé a solas con mis esclavas. Me senté en un sillón y ordené que se desnudaran. Sin dudarlo un momento las dos se quitaron la ropa. La madre lucía unos hermosos pechos que se adivinaban duros y turgentes desde donde yo me encontraba, sus piernas eran largas y la piel la tenía un poco quemada por el sol, también se le podía apreciar algunas pequeñas heridas arañazos y moretones pero su aspecto era bueno en general. El pelo abundante y pelirrojo llamaban la atención y de hecho esa fue la razón de que me fijase en ellas.

Su hija tenía una apariencia algo más desaliñada, nada que no pudiera arreglar una buena dieta, un largo descanso y algo de atención a su cuerpo. Unos pechos minúsculos intentaban hacerse visibles en un cuerpo muy delgado casi infantil. Dijo llamarse Paula y era menuda, guapa y pelirroja como su madre, su aspecto entre la niñez y la adolescencia le daban un aire frágil casi etéreo y según aseguró su madre era aun virgen.

-Bien, me llamo Mario y sois mis esclavas, a partir de hoy me llamareis amo y me obedeciereis como tal, en realidad no sé muy bien por qué os he comprado, no necesito servicio ni concubinas. El color de vuestro pelo ha llamado mi curiosidad y os he comprado sólo para satisfacerla. En principio no os voy a dar ningún trabajo , quiero que vuestro aspecto mejore y luego ya decidiré. A ti Verónica te encomiendo el cuidado de ambas, te daré unas pautas que quiero que sigas al detalle, para empezar tanto tu como tu hija estaréis siempre totalmente depiladas, y quiero que entiendas la diferencia entre rasuradas y depiladas, no quiero que os afeitéis las axilas el pubis etc, quiero que el pelo desaparezca de raíz, las sirvientas que voy a poner a vuestro cuidado os proporcionarán toda la ayuda que necesitéis. Quiero veros bien alimentadas y vuestra piel perfecta e hidratada, en una palabra quiero teneros siempre bellas, voy a gastar mucho tiempo y dinero en vosotras, y sólo os quiero para que me alegréis la vista. Ahora retiraros comer y descansar, mañana volveré a veros.

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Como si hubiera despertado de un sueño normal abrí los ojos y me encontré con los ojos de Verónica que me observaban, pero esta no era la desnutrida y vestida con túnica, sino la Verónica sonriente y con una minifalda que me volvía a enseñar sus braguitas rosas. Se abalanzó para ayudarme a salir de la burbuja y dejó que contemplará los mismos pechos que tan sólo unos segundos antes me pertenecían porque los había comprado. Dejó que tomase conciencia de la nueva realidad y que pudiera pensar en lo que me perdería si no compraba su maravillosa máquina de soñar.

-¿Que te ha parecido - preguntó-.

¿Que qué me había parecido? Dios mío donde había que firmar, ¿con un bolígrafo? No mujer, dame algo que corte para poder firmar con sangre. Todo lo que me pusieron para que lo firmase, lo firmé.

-¿Cómo, que vais a tardar una semana en llevármelo a casa?. Ni soñar, lo quiero mañana a lo más tardar y con la posibilidad de que pueda seguir con la historia que ya he comenzado. También necesito aprender su funcionamiento, sería de agradecer si tu misma te pudieras encargar de hacerlo.

-No hay problema Mario, por ser tu, te vamos a dar prioridad y haremos todo lo posible para que la puedas estrenar mañana mismo. Por supuesto Mario me encargaré de que te carguen en tu nuevo equipo la historia que has comenzado. No te preocupes Mario, me desplazaré a tu casa para enseñarte como funciona. Sí Mario toda la pos venta y programación del Soñador la llevaré yo personalmente.

Y un carajo por ser yo, estaba claro que era la forma de actuar con todos los clientes, pero a mi eso no me importaba, lo que realmente me importaba era volver a ser el amo de Verónica y su hija, por cierto ¿por que se le habría ocurrido lo de la hija. Tampoco me importaba, todo había sido tan real, que lo único que deseaba era poder volver a vivir la historia. Podía visitar otros planetas, vivir otras realidades. Sí, sí, todo eso estaba muy bien pero lo que yo realmente quería era poder seguir con mi historia y volver a ser al amo de Verónica y Paula.

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Habían pasado sólo dos semanas y ya se podía apreciar una mejoría significativa en madre e hija. Por decisión mía estaban viviendo como verdaderas reinas, no permitía que nadie las molestase por la mañana y dejaba que durmieran al menos diez horas, después venía un ligero desayuno, y siguiendo el principio de cuerpo sano mente sana, las sometía a diferentes tipos de disciplinas aeróbicas, correr, saltar etc. Luego venía la piscina y esto sí se convertía en un verdadero suplicio, pues las mantenía nadando al menos una hora, luego otro ligero desayuno, para reponer fuerzas, y venían los masajes y los cuidados de la piel. Aceites y otros ungüentos hacían que la piel cada vez más hidratada, fuese cogiendo un aspecto saludable y sano.

Todos los días las visitaba en la zona de la villa que les había asignado, era el ala oriental de ésta con sus propios jardines y una valla que la separaba y protegía del resto. Sólo vivían ellas y un servicio de tres mujeres que las atendían y ayudaban. Aun no había decidido que hacer con ellas y me pasaba largas horas observándolas. Verónica era excepcionalmente bella, en la piel blanca como la leche resaltaban unos ojos azul marino quizá excesivamente grandes, la melena ondulada color zanahoria intenso casi roja, le caía en cascada a lo largo de un cuello tan largo que más que de mujer parecía de un cisne . Sus pechos eran rotundos y estaban enmarcados por unas caderas sinuosamente apetecibles y lascivas y para sujetar el conjunto unas piernas delgadas y largas creaban la armonía perfecta en ese cuerpo perturbador.

Paula por el contrario parecía una gacela frágil y esbelta, con un cuerpo infantil y andares tímidos. En realidad no era propiamente una mujer, aun; su belleza radicaba en una promesa futurible, visto la madre... Por lo demás era una reproducción de ésta. Mismo color de piel, ojos y pelo. Mismo cuerpo espigado y cuello de cisne, y mismas piernas infinitamente largas. Pero todo ello sin formar. Daba la impresión de ser una obra aun no terminada y sin embargo vista en conjunto tenía una armonía innegable y una belleza inquietante. ¿Si ahora me producía esos sentimientos que me produciría más adelante?. Me encantaba verlas desnudas en sus aposentos, acostumbraba a sentarme en un sillón y pedía que bailasen para mi, o simplemente las observaba en su devenir diario. Madre e hija iban adquiriendo día a día un cambio espectacular, como una flor y un capullo cuando se abren al amanecer aun impregnados de rocío. Vaya parece que me estaba enamorando de mis esclavas.

Habían pasado cuatro meses y aquella mañana después de los entrenamientos entré a saludarlas en sus aposentos, se encontraban descansando tumbadas, en cuanto me vieron se pusieron en pie.

-Quiero ver como está mi mercancía, desnudaros.

Las dos dejaron resbalar sus túnicas que cayeron al suelo, me acerqué con aire inquisitivo a la madre y comencé a deslizar las manos por el pubis, las ingles y las axilas, acariciando suavemente toda su piel suave y tersa, luego hice que se doblara en una reverencia para observarla minuciosamente el ano, pasé despacio los dedos por el sonrosado agujero y en ese momento no pudo evitar emitir un suspiro. No hacía frío en la instancia, más bien un poco de calor y sin embargo se podía apreciar claramente como su piel había adquirido miles de puntitos, Dios mio a ella se le había puesto la carne de gallina y yo me encontraba totalmente excitado. Tomé aire para tranquilizarme y le seguí inspeccionando las uñas, las manos, los pies y los brazos, todo estaba en perfecto estado, como yo había mandado. No quería que hubiese un solo pelo por debajo de las cejas y no lo había, la piel permanecía limpia y sin vello. Parecía más una estatua blanca de alabastro que una mujer de carne y hueso, la diferencia estaba en que esta tenía la piel tibia y emitía suspiros, le sonreí y la felicité.

Con movimientos pausados me acerqué a la hija, ésta temblaba como una tierna hoja mecida por el viento. Repetí la operación, primero le acaricié el monte de Venus haciendo un pequeño reconocimiento de los labios vulvares, eran incipientes casi inexistentes y sin embargo me habían llamado la atención porque en contraste con su piel blanca, los tenía visiblemente rosados. Al acariciarlos suavemente pude apreciar como mis dedos quedaban humedecidos por sus jugos vaginales, presioné ligeramente introduciendo las yemas a través de la raja y entonces quedaron totalmente mojados. Mi excitación rayaba la locura pero no estaba dispuesto a saltarme ningún paso de lo que tenía previamente establecido, por lo que continué con la inspección. Subí acariciando su vientre plano hasta unos pechos casi igual de planos, sólo sobresalían dos bultitos perfectamente cónicos y simétricos que le conferían un aspecto inmaculado e irreal de porcelana china. Su cara, una reproducción de la que tuvo que tener su madre con la misma edad, era angelical. Siempre que pensaba en la hija me venía la misma palabra, angelical. Y es que posiblemente era la palabra que mejor la definía. Angelical, angelical, y era mía, mía. Esperé un poco a que dejaran de temblarme las manos y continué pasándoselas por la espalda. Me tomé un tiempo en la operación, su piel estaba tibia y mis manos ardiendo, temí que en cualquier momento se quejara de que la quemaban. Las pasé por los glúteos y acaricié el interior de los muslos. Le pedí que se inclinara como lo había hecho antes su madre y le inspeccioné el ano igual que a ella. En esta ocasión no pude evitar presionar sobre el sonrosado agujero y debido a que aun lo tenía humedecido de su sexo o quizás a mi excitación le introduje totalmente las dos primeras falanges del dedo corazón. Un gritito agudo, no de dolor sino de sorpresa escapó de su garganta al tiempo que temblaba todo su cuerpo. Sólo fueron unos segundos, pero yo estuve a punto de tener un orgasmo.

-Muy bien mis esclavas, estoy contento con vuestro cuidado, habéis mejorado muchísimo en todos los aspectos, cuando os vi por primera vez no podía imaginar que pudieseis llegar a ser tan hermosas, sin embargo habéis superado todas mis expectativas. Hasta ahora no sabía que iba a hacer con vosotras, pero ahora lo tengo muy claro, os vais a convertir en mis concubinas favoritas, vuestro trabajo consistirá en manteneros hermosas y en darme placer. Tu Verónica ¿estás iniciada en las técnica amatorias?

-Sí mi Amo.

-Bien, pues enseñarás también a tu hija, porque quiero que las dos me deis placer.

Dejé caer mi túnica y quedé desnudo, mi excitación rayaba la locura y el miembro lo tenía totalmente embrutecido.

-Ven esclava, -dije señalando a Verónica- métela en tu boca y dame placer.

Arrojé un cojín a mis pies y la indiqué que se arrodillara, lo hizo obedientemente, se metió el enorme falo en su boca y comenzó a lamerlo y chuparlo.

-Acércate Paula y aprende porque ahora me lo vas a hacer tu.

Tiré otro gran cojín en el suelo al lado de su madre, y se puso a observar su trabajo. Al de un rato le dije a ella que agarrara mi miembro con sus manos y se lo metiera en la boca. Comenzó a chuparlo y a lamerlo bajo las indicaciones de su madre, en un momento dado la aparté con suavidad y le dije a su madre que se tumbara en los cojines, e indicandole a su hija que no perdiera detalle, la penetré. Me encontraba excitadísimo, el hecho de verme observado por la hija aun virgen hacia que mis fantasías se disparasen. La madre se encontraba tumbada en el suelo soportando mis envites que no le daban ni un solo respiro. Golpeaba y golpeaba arrancándola gritos de placer, mi miembro enloquecido entraba y salía de su vientre, como un émbolo mecánico que una vez adquirido un ritmo penetra sin descanso en la cavidad dispuesta para este fin. Mi pene ahondaba sin tregua sus entrañas como si quisiera reventarla con el. La hija tenía los ojos como platos, en aquellos momentos quizás pensaba que estaba rompiendo a su madre, en un momento dado Verónica dio un alarido y se puso a temblar en pleno orgasmo como si le estuviera dando un ataque epiléptico. La hija se tapó la boca con las manos para evitar gritar, pero sus ojos expresaban el terror por el que estaba pasando. A mi eso me excitaba aun más y ya totalmente enloquecido la embestía de tal forma que entre sus convulsiones, mis acometidas y los gritos que profería, parecía una mujer que hubiera perdido el juicio. En ese momento la hija no pudo evitar un fuerte grito y en ese punto me vacié totalmente dentro de su madre. Las últimas embestidas fueron brutales, sin compasión. Cada chorro de esperma iba acompañado de una brutal penetración y un alarido de Verónica, luego con los últimos estertores me desplomé encima de ella. Quedamos como dos muñecos rotos, tirados por el suelo. Justo al lado, de rodillas, la hija sollozaba sin consuelo. Haciendo un esfuerzo me senté en uno de los cojines y cerrando con mi mano la vagina de la madre, ordené a la hija que se acercara y lamiera el semen de mi pene; sin dejar de sollozar se arrodillo y lamió mi miembro hasta que no quedó ningún resto, luego le mandé que bebiera el esperma que se encontraba dentro de la vagina de su madre, obedientemente se arrodilló y poniendose a cuatro patas lamió y lo sorbió según iba saliendo del sexo de la madre. Mientras se encontraba en esa postura me coloqué por detrás y comencé a restregar mi miembro todavía duro por su virginal vagina mientras pensaba una forma perversa para desvirgarla.

CONTINUARÁ.

Nota: Quiero daros las gracias a las/los que habéis dedicado unos minutos de vuestro tiempo a leer este relato. Gracias, muchas gracias. Quisiera pediros un favor, dejadme una opinión o sólo un saludo. Cuando dejáis unas palabras en el apartado de

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, es como un aplauso para el autor y yo soy muy coqueta y me gustan los aplausos. También prometo contestar a todos los correos que me mandéis. Muchas Gracias a tod@s. Un beso. Lilith

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