La máquina de café

Todo empezó en la máquina de café, pero ambos sabían que estaban predestinados a tomar algo más que eso, un simple café...

Este relato forma parte de un experimento de relatos compartidos y es el primero de esa serie de historias contadas "a medias".

A las once en punto Ana bajó a la máquina de café del cuarto piso, porque tal y como le aviso su compañera Carla, era la hora exacta a la que se encontraría con ese chico tan mono, ese que siempre la sonreía cada mañana. Se recolocó la coleta y se quitó el último botón de su blusa, para dejar a la vista su escote. La falda de tubo se ceñía a sus caderas y aquellos tacones le realzaban el culito.

Llegó a la máquina, metió unas monedas y eligió “Café solo” como siempre. De reojo pudo observar cómo se acercaba ese chico con un traje negro con corbata de elefantitos. ¡Guapo como siempre! Ella notó su embriagador olor y él no pudo evitar fijarse de nuevo en el generoso escote de la chica.

-        Hola, eres Alex, ¿no? - dijo ella cuando ese chico se acercó a la máquina a su lado.

-        Jajaja...  no, no me llamo Alex.

-        ¿Ah no?, ¿No es tu nombre? - preguntó ella mientras soplaba con sus labios aquel humeante café.

-        No, ese es mi nombre de guerra. No sé quién te lo habrá dicho. Porque sólo lo conoce la gente muy cercana a mí, aunque tú me puedes llamar como quieras.

Ana enrojeció levemente, pero le gustó mucho esa salida de él.

-          Mi verdadero nombre es Chema. - añadió él.

Ella sonrió y se puso de espaldas a él, sacando el humeante café de la máquina, pero estaba segura de que los ojos del compañero, estaban clavados en su culito, marcado claramente con esa falda tubo.

-        ¿Mucho lio? - preguntó Ana mirándole de reojo dando un nuevo soplido con sus labios pintados de rojo.

-        Bueno, en mi departamento estamos todo el día enfrascados, sin sacar la nariz del teclado – comentó él sin apartar la vista de las curvas de su compañera.

-        Ya, hijo, es lo que toca...no te creas que los demás estamos mejor – comentó Ana mientras sonreía al ver en el reflejo en la máquina de café a Chema repasándole la retaguardia.

-        ¿Quema? - preguntó él viendo que la chica no podía dar un sorbo.

-        ¡Sí, está ardiendo!

-        Espera que traigo un poco de leche fría de la nevera que tenemos los empleados -comentó galante-

-        Gracias. - respondió ella devolviéndole una gran sonrisa.

Ana removió su café aprovechando, con disimulo, darle un primer sorbito, sin quitarle la vista de encima a ese chico, porque se había percatado de que su escote y su culito, o la combinación de ambos habían obrado un milagro en su entrepierna. El bulto bajo su pantalón era considerable y no podía evitar pensar en cómo se vería en vivo. Sabía, desde el principio, que la visita a la máquina de café de la cuarta planta iba a ser todo un éxito.

Chema regresó con la leche fría y sin dejar de mirar a la chica le rellenó el vasito, sonriéndole agradecida.

-        ¡Chema, eres un cielo! - añadió agradecida Ana y por fin pudo tomar un trago de ese café.

-        Un placer ayudarte.

El chico volvió a ser descubierto con su mirada en el canalillo de Ana, pero esta segunda vez no disimulaba tanto, quería aprovechar ese momento y dejarlo grabado en su retina.

-        ¿Sabes?, Carla me habló mucho del gimnasio de abajo y me he apuntado - comentó picarona, pues sabía por su amiga que él acostumbraba a ir para hacer spinning.

-        Ah, ¿sí? - apuntó Chema, aunque por dentro pensaba que sería mucha suerte coincidir en el mismo horario con esa chica tan sexy.

-        Si, he decidido que voy a moverme, a sudar un poco, no quiero llegar a casa y tirarme al sofá o atracar la nevera. – lanzó ella la caña, porque sabía por su amiga que le vuelven loco las chicas en leggins.

-        Esto está bien, hay que sudar un poco. - apuntó él sonriente imaginando a esa chica sudadita, enfundada en ceñidas prendas de gimnasia.

-        ¿Tú qué haces allí?

-        ¿En el gimnasio?, Spinning, normalmente.

-        Ah, ya. ¿Tú eres de los que va a para ponerse en forma o para ver a las chicas de delante con sus mallas deportivas?

-        Jajaja. No, a la hora que voy yo solo hay viejas glorias. - mintió él.

Ella también sabía que mentía, porque Carla le contó con detalle cómo siempre se coloca en las filas traseras para ver los culitos de las chicas.

-        Bueno, bueno...pero si no es spinning, en la sala habrá más chicas haciendo máquinas- le comentó ella intentando acorralarle divertida.

-        ¡Bueeenoooo!- sonrió él, diciéndolo todo con la mirada-

-        Perdona, tengo que dejarte, ya han pasado mis diez minutos de parón, debo volver a mi puesto, ¡¡¡nos vemos!!  - comentó ella lanzando una última mirada a su abultada entrepierna.

-        ¡Nos vemos!

-        ¡Chao! - respondió ella divertida

Ella llegó a su mesa en donde Carla esperaba expectante la vuelta de su compañera tras su incursión a la máquina de café, para que le diera todo lujo de detalles y ambas rieron divertidas cuando le habló de sus ojos penetrantes o ese bulto de su pantalón.

Chema se sonreía imaginando a Ana con sus leggins y se metió de lleno en una reunión, pero no atendía a nada de lo que le decían, solo tenía en mente a esa chica, ese escote y ese culito que no deja de imaginar en el gimnasio. Se maldecía por no haberle preguntado a Ana en qué horario acudiría, pero no quería parecer tan descarado y así se pasó toda la mañana, intentando averiguar si la chica iría por las tardes y a qué hora...

Al acabar la jornada, Chema coincidió con Carla en el ascensor. A pesar de no tener demasiada complicidad, el hecho de conocerse en el gimnasio y en la ofi, le animó a preguntarle:

-        Hola, Carla ¿Vas ahora al gym?

-        No. Creo que iré por la tarde. - añadió ella.

-        Yo no sé a qué hora iré, todavía.

-        Pues yo sobre las seis, si quieres venirte y así nos vemos. Además, se lo tengo que enseñar a una compañera que va a ir hoy.

-        ¿Ah sí? - preguntó él sorprendido pues acababa de averiguar en un segundo aquello por lo que tanto estaba dando vueltas.

-        Sí. Me ha costado animarla, pero vendrá luego.

-        Genial, a ver si nos vemos. - se despidieron

Por supuesto que se verían, pensó Chema. Salió a toda prisa del ascensor y mientras se dirigía al gimnasio llamó a su hermano para anular la cita para “tomar unas cañas”. Mientras caminaba hacia allí, se reía al darse cuenta que Ana le hacía tener esas “mariposas” en el estómago, esa tontería de cuándo era un quinceañero, ese “no sé qué” que casi ya no recordaba. Entró en el gimnasio con una sonrisa pegada en la boca.

Vio a Carla y casi le da un infarto al no verla junto a Ana, así que incluso antes de pasar al vestuario a cambiarse, se dirigió a ella para preguntarle:

-        ¡Ey!, Carla, ¿qué tal? Fiel a tu cita con las máquinas, ¿verdad?

-        ¡Si!, llevo como 10 minutos... acabo de empezar, ya sabes, calentando.

-        Eso está bien. -  dijo Chema y haciéndose el tonto preguntó.... - oye, al final sabes si viene Ana? - Creyó intuir una media sonrisa en la cara de Carla, pero al final, los astros se juntaron y Carla le dio la respuesta:

-        Si, me acaba de mandar un whatsapp que está saliendo de la oficina, ya viene.

-        ¡¡Genial!! - Dijo Chema, pues me voy a cambiar y ahora os veo.

Chema intentó tranquilizarse mientras se dirigía a las escaleras que daban a vestuarios. En el mismo instante que Carla le mandó un whatsapp que decía:

-        “Tu galante caballero acaba de llegar”

Ana estaba nerviosa, primero por verse con su compañero y poder comprobar ese atuendo que siempre le recordaba su amiga Carla y, en segundo lugar, porque había elegido un conjunto que estaba segura de que le iba a encantar a él. Se trataba de un top blanco muy finito que sin sostén marcaba levemente sus pezones, pero lo suficientemente sugerente como para darse cuenta al instante para rematar la faena con unos leggins grises, que marcaban sus curvas, especialmente sus muslos y su culito firme.

Nada más llegar al gimnasio se encontró con Carla en una de las máquinas de “bicicletas elípticas”.

-        ¿No ha venido...? - comenzó a preguntar a su amiga, refiriéndose a Chema, pero esta no la dejó terminar.

-        Tranquila que ha ido a cambiarse. Oye, está nerviosito perdido y yo que pensaba que se había fijado en mí, contigo está “pallá” y en cuanto te vea con esas mallas, le va a dar algo, pobrecito.

-        ¿Tú crees?

-        ¡Vamos, Ana!, si te están mirando todos con cara de bobos.

-        Pues no me había fijado – pero en el fondo sabía que su entrada no había pasado desapercibida.

-        Pues verás cuando te vea Chema. - añadió Carla riendo.

-        Y yo deseando ver cómo va él, con solo pensarlo ya me estoy calentando. - añadió Ana subiéndose a la elíptica de al lado.

Ana se puso los cascos para refugiarse más que nada de sus pensamientos. Pero con eso sólo consiguió aislarse y ponerse a pensar en él. Llegó a retocarse inconscientemente el peinado para estar guapa cuándo subiera.

Y ahí llegó él, suerte que otro chico le paró para hablar con él de la pachanga de los domingos, pero eso le permitió adivinar una incipiente erección en los pantalones cortos de Chema (señal que ya la había visto).

Y llegó el momento, Chema se acercó a dónde estaban ellas:

-        ¡¡Hola, Ana!!Ya me había dicho Carla que te ibas a pasar. - Comentó Chema que la devoró visualmente, fijándose principalmente en ese top blanco que a él -igual estaba loco- le parecía que marcaba de manera muy morbosa sus pezones, por no hablar de esas mallas grises que eran como una segunda piel.

-        Hola, Chema, sí, ésta pedorra (miró a Carla) me ha convencido de moverme un poco. - Y mientras soltaba esa última frase, se sorprendió excitada al imaginarse sudada tras 1h de gimnasio y Chema devorándola con la mirada.

-        Oye, ahora me meto a spinning –dijo Chema- ¿os parece que al acabar nos vayamos a tomar una cerveza?

Las dos compañeras se miraron y sonrieron, porque precisamente ellas habían pensado lo mismo, al igual que hablaron del bulto que traería Chema. Pero las chicas tenían tanta complicidad que con sus miradas lo dijeron todo entre ambas.

-        Vaya, no era un chiste. Iba en serio. - dijo él contrariado.

-        No bobo, es que eso mismo habíamos pensado. - comentó Carla.

-        Ah, vale.

Los ojos del chico iban del top de una a los leggins de la otra, porque Carla también llevaba mallas, aunque negras con rayas blancas en los costados. Pero Ana era tan diferente, tan espectacular...

-        ¿Así que vas a spinning? - apuntó Ana que ya empezaba a sudar con tanto ejercicio - ¿Será muy fuerte para mí el primer día?

-        Para nada. Tú te pones el ritmo que quieras. - le informó él

-        ¿No te importa, Carla? - preguntó Ana a su amiga.

-        Para nada, pero yo eso no me lo pierdo.

Ambas se bajaron de sus máquinas y acompañaron a Chema comentando entre ellas por el camino lo que había despertado Ana con su nuevo atuendo.

-        Verás cuando te vea en spinning con el culito bien levantado. - añadió en un susurro Carla a su amiga.

Entraron los tres a la sala de spinning –con Chema pensando cómo hacer para devorar con la mirada a Ana- que es quién realmente le traía loco

Entonces a Chema se le ocurrió una idea-una rápida y morbosa-así que sin pensarlo más les soltó a las chicas:

-        ¿Por qué no os colocáis hoy delante? Así si hay algún problema con el sillín, manillar o pedales, la monitora o yo os podremos ayudar. Yo me pongo hoy justo detrás de vosotras por si necesitáis cualquier cosa.

Ana y Carla se miraron sonrientes, pues sabían perfectamente qué jugada intentaba, se lo dijeron todo sin decirse nada, tan solo con la mirada.

-        ¡Vale, venga! - Dijeron las dos casi al unísono

Chema sabía que le habían pillado la jugada, pero era el hombre más feliz de la Tierra, porque el espectáculo al que iba a asistir como invitado principal, era de nota. Al mismo tiempo Ana notaba como su sexo palpitaba con la idea de tener a ese chico detrás observándola de lleno.

Así lo hicieron, poniéndose ambas justo delante de Chema que ya estaba relamiéndose con la imagen. Justo delante tenía a Ana, la que él quería ver desde cerca y a partir de ese momento ya no pudo quitarla de su vista ni evitar la erección.

La música dio pie a la clase y en cuanto empezó la marcha fuerte las dos chicas se pusieron en pie pedaleando como si estuvieran subiendo un puerto. Eso produjo una más que agradable sensación en Chema que justo detrás sudaba más por la visión del culo redondo que tenía delante que por el propio ejercicio. A su lado, otro tío alucinaba igualmente con el culo redondo de Ana que marcaba unas poderosas caderas y una redondez exquisita. Por un momento la imaginó desnuda, pensando en cómo podría ser tenerla ahí delante sin nada de ropa.

El pedaleo continuaba y ella mantenía el ritmo a duras penas podía pedalear, pero en gran parte le gustaba ponerse de pie porque sabía que cada vez que lo hacía, su culito en pompa sería la visión mágica para Chema e incluso ella sabía que desde su posición podría ver la forma de su abultada vulva desde atrás. De vez en cuando miraba a su compañera que reía viendo las provocaciones continuas de Ana y también hacia atrás cuando pudo comprobar que el bulto de Chema era escandaloso. Sintió un prolongado cosquilleo en su sexo, imaginando como podría ser tener eso dentro, pero temió manchar las mallas, ya que nunca usaba ropa interior. Se limitó a concentrarse en la clase haciendo “sufrir” a su compañero de atrás.

Cuando acabó la clase, él se tapó el bulto disimuladamente con una pequeña toalla y le preguntó a Ana.

-        ¿Qué tal ha ido?

-        Bueno, al final me ha costado, tuve que levantarme porque no podía llevar ese ritmo.

-        Ya.

-        ¿Y tú allá atrás? - preguntó ella con doble intención.

-        De maravilla.

Los tres rieron y decidieron quedar tras la consabida ducha. Bajaron el tramo de escaleras que conducía a los vestuarios y quedaron en 20 minutos en el bar de al lado del gym para tomarse una más que merecida cerveza por el esfuerzo empleado.

A los vestuarios sólo les separaba una pared y Chema podía oír las voces de las chicas y el ruido de las duchas. Se imaginó a Ana desnudándose y ya no pudo más, se quitó la ropa sudada, la tiró de cualquier forma en la mochila, se puso unas chanclas y se encaminó desnudo a la ducha, resuelto a rememorar ésta última clase...a solas.

Ana, al mismo tiempo, se desvistió en el vestuario de chicas y se miró al espejo, su cuerpo desnudo reflejaba el sudor del esfuerzo y una excitación fuera de lo normal, con sus pezones bien marcados. Se puso unas chanclas y se fue a las duchas sin cubrirse, porque siempre le gustaba ir desnuda por el vestuario, aunque algunas chicas cuchichearan.

Abrió el grifo y comenzó una ducha calentita y reparadora, porque además tenía que apagar en cierto modo la calentura de haber estado en ese juego con Chema. Inconscientemente, con la esponja dibujó sus pechos, su culo y especialmente su sexo que notaba inflamado y caliente. La esponja cayó al suelo, pero ella se metió un dedo cerrando los ojos soñando con el cuerpo de su compañero e imaginándole desnudo. Lo que ella no sabía es que curiosamente su ducha estaba pared con pared con la de los chicos y al otro lado estaba Chema masturbándose a su salud. El chico mecía su dura polla soñando con ese cuerpo de Ana que tanto había podido admirar con las mallas deportivas y que ahora soñaba desnudo, imaginando sus tetas, sus pezones, su sexo... y ahí estaba pared con pared, con su espalda apoyada y al otro lado la chica jadeando con su propia masturbación, cada uno pensando en el otro.

Morbo con morbo. Deseos irrefrenables parapetados entre dos paredes, sin escucharse por el ruido del agua, pero habiéndose dicho todo con la mirada. El deseo mutuo era claro.

Diez minutos después, Carla, Ana y Chema estaban en la recepción del gimnasio, planteándose a qué lugar ir a tomar unas cañas, cuándo Carla dijo:

-        Chicos, siento ser la aguafiestas, pero me acaba de entrar un mensaje de mi madre con no sé qué de que se les ha roto el mando de la TV. Como vivo cerca de ellos, voy a pasarme por su casa, porque sé que, si no se van a matar, porque mientras mi padre ve su telediario, deja tranquila a mi madre para que se relaje con sus lecturas.

-        Chema pudo medio atisbar una leve sonrisilla que Carla lanzaba a Ana mientras soltaba esa “gran trola” y no pudo menos que darle las gracias, siguiéndole el juego.

-        Vaya, ¿seguro que no puedes? -mintió Chema, aunque ya esperaba la respuesta.

-        Si, vente. - mintió descaradamente Ana, para que Carla hiciese justo lo contrario.

-        Si puedo, te mando un WhatsApp, Ana -mintió Carla-pero es que conozco a mi padre y se pone de muy mala leche si no se ve los telediarios de todas las cadenas...y así deja tranquila a mi madre.

-        Chema pudo intuir que Ana, moviendo sus labios, decía un GRACIAS -sin decir nada- a Carla

-        Venga, pues vamos, Ana - dijo Chema - que a estas horas estará de bote en bote y quiero pillar una mesa o al menos esas sillas altas donde ponen los 4 toneles que tienen a modo de mesas

Conversaron animadamente mientras llegaban a la cervecería e incluso Ana pudo intuir que Chema -galantemente- quiso cogerle la mano al cruzar un paso de cebra, pero -desgraciadamente- se contuvo

-        Pasa, Ana -abriendo la puerta de manera caballerosa, esa que hoy en día ya no se da pero que a ella le hizo sentirse especial...y deseada- ¿Te viene bien ahí? -comentó él señalando a uno de los toneles con 2 sillas vacías-

Pero Ana ya había “echado el ojo” a una mesa algo retirada que tenía una “medio sombra-...porque intuía que algo iba a pasar entre ellos después de esas cervezas.

-        ¿Nos ponemos mejor ahí? -dijo Ana señalando la mesa apartada-

-        ¡¡Perfecto, vamos!!- respondió él y Ana pudo intuir una buena erección en los chinos que Chema llevaba.

-        ¿Qué tomáis, chicos? - preguntó la camarera

-        Dos jarras de cerveza y una ración de bravas- pidió Chema y Ana pensó que hasta en eso coincidían.

Los dos se gustaban, estaba claro, pero no eran capaces de lanzarse por el miedo a cualquier tipo de rechazo, sin embargo, ella soñaba con el cuerpo desnudo de él y lo mismo hacía Chema, imaginando follar con esa chica que le tenía completamente loco. Se tomaron varias rondas de cañas, tuvieron conversaciones de todo tipo, aunque ambos esperaban algo más, que uno de los dos se lanzase.

-        ¿Qué tal el gym? - preguntó él.

-        Bueno, creo que voy a tener agujetas.

-        Pero solo las cien primeras veces. - respondió chistosamente Chema. - ¿Mañana entonces no te veo por allí?

-        Uf, estaré dolorida.

-        ¿Y a la zona del Spa, en plan relax?, ¿te apetecería?

-        Claro, me lo enseñas.

Al escuchar esa frase de la chica, Chema no puedo evitar tener una incipiente erección que disimuló como pudo, pero es que a ella le pasaba igual, pensando en ver a ese compañero en bañador.

-        Pues te tomo la palabra. Mañana, piscina, sauna, jacuzzi...  apuntó él.

-        ¡Hecho!

Al llegar a casa, Ana se tuvo que volver a masturbar en la bañera, jugando con las distintas posiciones de la ducha, jugando con los chorros y la propia alcachofa contra su inflamado coño. En el mismo instante Chema hacía lo propio en su casa. Se desnudó, sentado en la cama, frente al espejo, imaginando que al otro lado Ana le veía y soñaba con su cuerpo.

Al día siguiente, la última hora de trabajo se les hizo eterna. Ana, además, había tenido que “capear” el “interrogatorio "que su amiga Carla le hizo a la hora del café, pero logró contarle por encima, el tonteo, lo que no fue capaz de decirle es las ganas que tenía de sentirle de lleno, de follar con él de una vez por todas.

Por fin llegó la hora del spa. Se encontraron en la entrada, ambos vestidos con el traje de la ofi, pero al rato y quedar, una vez cambiados en la entrada de las piscinas ambos sintieron un nuevo chispazo mutuo. Ana llevaba un bañador negro de una sola pieza, que tapaba con dificultad sus enormes tetas y se ajustaba a su sexo mostrando gran parte de sus ingles. Naturalmente él, que iba con un bañador de natación no pudo evitar la erección, hasta el punto de que su polla quería salirse por arriba. Ella se tapó la boca para ocultar lo excitante del momento, pero el hecho de verle así, la puso muy cachonda.

Una vez entraron en el spa, al ser a última hora, parecía no haber nadie allí.

-        Pasa Ana - dijo Chema admirando el culito de su compañera una vez más, esta vez en bañador- creo que, además, estamos solos

-        Vamos allá-dijo Ana -además tengo agujetas hasta en las pestañas del spinning de ayer-

-        Eso se pasa rápido - le comentó Chema, aprovechando la ocasión- ¿Te he comentado que tengo el título CCC de fisio? - Y le guiñó un ojo.

-        Jajaja - rió Ana – imaginando la escena y deseando que la tocara

La mezcla de sudor y tensión sexual no resuelta hizo que ya no pudieran más. La erección de Chema era más que obvia y Ana se moría por tener esa polla dura sableándola el coño.

Se metieron en el jacuzzi juntos y solos. Con tanto movimiento, accidentalmente Ana notó como un pezón se le salió quedando al aire.  Iba a metérselo, pero al hacerlo vio la cara de Chema y quiso regalarle esa visión durante un rato más que considerable. Al final se lo recolocó disimuladamente.

Después de un rato de conversaciones cada vez más atrevidas y miradas más directas en una de las piscinas del spa, Chema no lo pudo remediar y la besó. Fue un beso fugaz, casi pidiendo perdón, pero ante su asombro, Ana respondió al beso, comiéndole la boca y por fin, acariciándose mutuamente sus respectivos cuerpos metidos en esa piscina. Separaron sus caras y mientras Chema acariciaba suavemente la cara interna de los muslos de Ana, ella jugaba con los abdominales y el tórax de él. Le miró fijamente totalmente excitada.

-        Oye Chema, una pregunta, ¿Tienes alguna fantasía, aquí en el gimnasio? - preguntó Ana intencionadamente para esperar un avance más directo sin dejar de acariciar el pecho del chico.

-        Pues una de ellas es tener en una clase a todas las chicas desnudas haciendo spinning. Pero especialmente una.

-        ¿Ah sí?, ¿Cuál? - preguntó inocentemente.

-        Tú, naturalmente. ¿Y tú fantasía?

-        Pues... Estar en el vestuario de chicos, desnuda allí, duchándome en ese lugar prohibido... pero también con un compañero en particular.

Chema se sonrió ante esa fantasía tan parecida entre ambos, aunque la de ella no era tan loca como Ana pensaba e incluso imaginó que eso podría llevarse a cabo.

-        Pues ahora no hay nadie en el vestuario de chicos. ¿Te atreverías a entrar? - preguntó él.

-        Pero... ¡Claro! - respondió ella, casi sin dudar, aunque le parecía muy arriesgado, le atraía demasiado la idea.

Salieron del agua de la mano y corrieron por el pasillo hasta llegar a la entrada del vestuario.

-        Espera - dijo Chema - aquí puede venir alguien. Dame un minuto, voy a los vestuarios de caballeros, si no hay nadie, nos encerramos – dijo riendo como un quinceañero -

-        ¡Qué locura! - añadió ella cachonda - Vale, ve rápido, no tardes...

Ana volvió a mirar el bulto de su compañero y se quedó esperando en la puerta apenas ese minuto. No se creía que iba a poder entrar por fin en el vestuario de chicos, una de sus fantasías y más llevarla a cabo con ese tío soñado. Su sexo estaba palpitante.

-        ¡Pshh, Ana! -era Chema que la llamaba desde dentro - ven, corre, no hay nadie - añadió con su polla a punto de salirse del bañador.

Ana se reía mezcla de deseo, morbo y saber que entrar en los baños masculinos -alguien podía pillarlos y ser un escándalo en el gimnasio- pero las ganas de ambos por cumplir sus fantasías, pudieron más.

Una vez dentro Chema abrazó a esa chica quedando unidos por fin, apenas tapados con sus respectivos bañadores, empapados y sedientos de sexo.

Se besaron apasionadamente. Ana miró a Chema, y separándose de él, se le quedó mirando...

-        La fantasía era estar desnudos – dijo ella sonriendo.

A continuación se quitó el bañador de forma lenta y sensual, quedando totalmente desnuda frente a Chema en medio de aquellos vestuarios vacíos. El chico suspiró al ver ese cuerpo precioso de su compañera, sus tetas, sus pezones, su vientre plano y su depilado coño.

-        ¡Dios, Ana, qué locura! - dijo él y no sabía muy bien si por el hecho de estar allí en medio y ser pillados o por tener por fin desnuda a la chica de sus sueños.

De pronto se oyó un ruido en la puerta de los vestuarios y ambos se miraron asustados.

-        ¡Ven! - dijo ella de inmediato y caminando desnuda delande de él, tiró de su mano hasta llevarle a la zona de los aseos.

Se metieron en el reducido cubículo y guardaron silencio por un momento estando muy cerca el uno del otro. Tras mirarse a los ojos, Ana se sentó en la taza del WC y sin más, totalmente cachonda, bajó el bañador a Chema. Estaba tan cachonda que no podía aguantar más. La polla del chico saltó ante ella como un resorte.

Le miró a los ojos y después agarrando esa hermosa polla por la base, le dio un par de lengüetazos y se la metió entera en la boca, hasta los huevos, ante el asombro del chico que cerró los ojos y emitió un largo suspiro al sentir su boca caliente atrapándole. Ella por fin podía tener ese rabo soñado, totalmente metido en su boca hasta alcanzar su garganta, ese mismo rabo que se alteraba con su presencia, al que ella venía observando desde hacía días viendo cómo reaccionaba ante sus movimientos, su culito...  Ahora Ana, no estaba soñando, ni tenía una fantasía, esa polla era real y mucho mejor de lo que había incluido en sus masturbaciones. Chupaba y chupaba, mientras se acariciaba su clítoris, que ya pedía guerra, estaba tan excitada que quería que Chema la embistiera por fin.

Él disfrutaba, sin creérselo, del momento y se dejó hacer por la habilidosa boca de Ana. Cuando notó su sable preparado, agarró a Ana, le separó la cabeza de su polla, la levantó, la puso de espaldas. Ella, comprendiendo lo que iba a venir, arqueó su espalda y separando las piernas apoyó las manos contra la pared de enfrente, cuando notó la lengua del chico chupándole el ano y el coño, recorriendo con su lengua de arriba abajo, haciéndola temblar de gusto y soltando unos prolongados gemidos. Ya no le importaba en donde estaba ni que nadie les pudiera pillar, solo quería tener esa polla dentro. Ella giró la cabeza y le dijo.

-        ¡Chema! - jadeaba pronunciando su nombre - ¡Fóllame!

El chico la miró y tras levantarse, apoyó su glande a la entrada del coño de la chica desde atrás. Ella, se preparó para recibir esa polla. Sin miramientos, Chema ubicó su verga y tras agarrase a la estrecha cintura de su compañera, se la clavó desde atrás como a una perra en celo.

Era lo que ambos necesitaban y querían: sexo duro, sin florituras. Sexo salvaje, en aquel lugar prohibido y excitante para ambos. Chema la embestía sin piedad y veía ilusionado como su polla se perdía en el estrecho coño de la chica, que daba un pequeño grito cada vez que él estaba completamente metido dentro y le gustaba ver cómo sus huevos golpeaban su culo... - ¡plash, plash! - se oía mientras las tetas de su compañera se bamboleaban violentas y descontroladas, al ritmo de la follada.

Ana se mordía los labios, se tapaba la boca para no gritar, pero los gemidos se le escapaba, hasta que se corrió entre sollozos de placer, apagando en gran medida las ganas que tenía de gritar al sentir esa polla que tanto había querido tener adentro.

Chema, muy excitado, no podía más, se le notaba ya descontrolado del todo y seguía taladrando ese coño caliente que le abrazaba dulcemente la polla, hasta que la sacó de su interior, corriéndose sobre la espalda de Ana, en innumerables chorros que la bañaron recorriendo sus curvas, goteando por su culo y su cintura.

Ana se giró y agarrando la cara del chico, le plantó un beso que acabó siendo una lucha desenfrenada de labios y lenguas.

Aun sudorosos y agitados, miraron por la puerta del aseo, pero afortunadamente no había nadie por allí y corriendo se metieron en una de las duchas, frotándose nuevamente los respectivos cuerpos desnudos mezclando caricias, besos y el deseo y el morbo cumplidos mejor que en sus mejores sueños y fantasías.

MaduroMorboso & Sylke

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