La Mansion Monserrat

Bueno esta es una historia que habla de las vivencias que pase en la mansión Montserrat; ya que ahí pase una parte importante de mi vida.

LA MANSION MONSERRAT

Bueno esta es una historia que habla de las vivencias que pase en la mansión Montserrat; ya que ahí pase una parte importante de mi vida.

Fue en aquella mansión donde mi padre trabajaba como jardinero, y yo como no tenía a nadie mas que su compañía; ya que mi madre había muerto, al momento de traerme al mundo, tuve que refugiarme en el, así logre ayudarlo para poder tener un bocado que tener cada día y un albergue en donde pudiésemos dormir; lo cual hacia que mi viejo fuese lo único que me quedase en este mundo.

Eugenio, así se llamaba, se encargaba de todo lo relacionado con el jardín, las parcelas y los cultivos que se encontraban dentro de los confines de la mansión Montserrat. Recuerdo muy bien como mi querido viejo se encargaba de cuidarme y de velar que no me faltase nada, ya que como buen padre deseaba lo mejor para su familia.

Un buen día, llego a la mansión una persona muy extraña para mi ya que por ahí no se acostumbraba a tener muchas visitas, solamente en el verano el cual me ha contado mi padre, queda repleta la casa.

Cual fue mi asombro. Cuando Doña Carmen, salio corriendo despavorida, gritando mi hijo, Manuelito, Manuelito, ha vuelto, dios me lo ha traído de vuelta a casa.

Manuel Montserrat, así se llama el hijo de Doña Carmen y Don Mario, los cuales eran los patrones de mi padre. Manuel, que tenia aproximadamente 23 años, blanco, cabellos castaño, ojos negros, algo robusto y de cómo 1.50 m de estatura, eso si con mucho porte lo cual lo hacían ver una persona muy seria.

Manuel se había ido hace 5 años al extranjero a estudiar en una universidad europea; según me contó mi padre. El joven regreso con su titulo de Doctor y graduado con honores, y no dudo ni un minuto en dar esa alegría a sus padres.

Don Marcos acogió con gracia la visita de su hijo, pero lo demostraba muy poco, ya que según el, como era posible que no se hubiese asomado por ahí en esos 5 largos años, una desesperación muy grande que tuvieron que haber sentido los señores Montserrat al no saber noticias de su hijo y además para colmo de males Don Marcos, se encontraba sufriendo una parálisis sicomotora, la cual hacia que el mismo estuviera postrado sobre una silla de ruedas, dependiendo solamente de su enfermera personal, la linda Lucia. Lo cual hacia que la maravillosa noticia que le trajo su hijo, no compensase en gran parte el dolor que sufría el señor por su estado de invalidez.

Lucia, era una joven como de 32 años, con hermoso cuerpo, muy bien formado y simpática; pero lo increíble de esta mujer; eran esos firmes senos y esa caderas, que dejaban boquiabierto a cualquiera.

En la gran Casona, habitaban mas personas, mas bien sirvientes; Doña Paulina, la cocinera, la cual tenia años de trabajar ahí, mas bien ella fue la nana del joven Manuel, por lo cual le tenían un cariño muy grande. También se encontraba el Sr. Enrique, el chofer de la familia, mas el solo tenia como año y medio de trabajar para los Montserrat y como ya les he contado Lucia, mi padre y mi persona. Claro que yo, Eduardo, es así como me llamo, un joven, alto, trigueño, ojos claros, flaco y con muchos sueños por lograr en la vida.

Esa tarde. la Sra. Carmen, le dio ordenes a doña Pau, que preparara algo exquisito para realizar una cena en honor a la llegada de su hijo; como la casa solo la habitaban los señores y sus empleados, don Mario decidió que todos los empleados se sentasen en la mesa del comedor principal para la cena de gala de su hijo, para así presentarlo, con el fin de que conociese a todas las personas que habitaban la casa para que supiese quienes estaban a cargo de realizar las tareas de la mansión.

La noche transcurría, y la cena se puso interesante, Don Mario empezó presentando a su querida Lucia, es decir a su enfermera, dijo mil maravillas de ella, el cual me hizo suponer que no hablaba simplemente de una empleada, pareciese que la mujer del señor en vez de ser Doña Carmen fuese Lucia; algo muy sospechoso pasaba entre ellos y se me despertó una curiosidad muy grande por saber que se tenían ambos.

Doña carmen siguió presentando, a mi padre y desde luego a mi, Manuel cambio la mirada al saber que existía otro joven viviendo en la casa, ya que como yo tenia 16 años, le hacia pensar que la instancia se haría menos aburrida y mas placentera al tener una persona con ideas frescas y lleno de vida, con el cual pudiese compartir su tiempo, me imagino que vio en mi persona, a un nuevo amigo.

Por ultimo, le presentaron a el Sr. Enrique, un hombre de piel oscura, de mediana estatura y como unos 40 años, el cual dispuso todas sus atenciones hacia el heredero de los Montserrat.

Manuel quedo encantado con todas las personas que cuidaban de sus padres, y procuro en hacer todo lo que tuviese a su alcance para poder llevarse muy bien con todos.

Los días pasaron y yo me concentre en conocer la intriga de Don Mario, con su enfermera.

Un día, Doña Carmen decidió salir con su hijo al pueblo para que conociese como había cambiado todo, cuando salieron me puse ágil y listo, y me metí a la casa, subí rápidamente las escaleras y sin que don Mario se diese cuenta me introduje a su cuarto, me escondí detrás de un aparador, a esperas de lucia. No tardo mucho cuando entro.

Don Mario se puso contento cuando lucia, le dijo que lo iba a duchar, el señor se puso como hiperactivo, nunca antes los había visto así. Lucia lo subió a la silla de ruedas y se dirigieron al cuarto de baño, me desespere mucho ya que si entraban ahí y si cerraban la puerta, se me escaparían todas las esperanzas de poder ver que sucedería. Pero no fue así, Lucia entro y no se percato de cerrar la puerta, y como en el baño se encontraba un gran espejo que tomaba toda la pared lateral, lo cual hacia ver una vista esplendida, me senté a observar como si estuviese viendo una película en el cine, todo lo que hubiese de pasar.

Pasaron algunos minutos y la enfermera bañaba normalmente al señor, cuando de repente Don Mario, le dijo a lucia, con un tono algo fuerte; papaya, papaya, quiero esa rica papaya, de una forma prepotente, yo me imaginaba que el señor tenia ganas de comer fruta, pero cual fue mi asombro, cuando Lucia empezó a desnudarse, quedando como Dios la trajo al mundo, que belleza, a pesar de que tenia sus años, poseía un cuerpo, que solo verlo me produjo que la verga se me parara.

Que imagen la que estaba viendo, esas dos tetas jugosas, siguiendo con un vientre delicado, bajando hasta una vagina muy preciosa con poco bello, le sobresalían esos labios carnosos y rojitos que tenia, los cuales me hacían mojar mis labios.

Paso seguido, laura agacho su torso, quedando todo el trasero en la cara de don Mario, el cual no deparo ni un minuto en empezar a lamer, ya veo de que papaya se trataba, luego observe como le metía dos dedos por la entrada de ese caliente coño, laura se estremeció un poco, y no pasaron algunos segundos, cuando la enfermerita empezó a gozar, a gemir de placer, ella le decía: Mario, siga Mario, ohh, que placer, me encanta cuando me mete esos dedos largos, en mi huequito.

No había terminado de hablar, cuando Don Mario, le metió el dedo índice por el culo, eso fue como una explosión de placer, y como si fuera poco, ella ya se estaba tocando su clítoris de una forma desenfrenada, como si quisiese arrancárselo, pasaron algunos minutos cuando me percate como corrían esos jugos exquisitos, por los muslos de laura, ohh que orgasmo que presencie, laura cayo tendida al piso, quien lo iría a pensar, y eso que solo fueron un par de dedos, yo solo me imaginaba como se vería mi verga ensartada en ese coño caliente, pero como eso no estaba sucediendo, me consolé con una magna paja.

Cuando se recupero laura, Don Mario estaba contentísimo, ya que tuvo el placer de correr de gozo a su enfermera, me imagino que esa era la única forma de poder lograr algo con ella, ya que a los años de Don Mario, esa verga no se le paraba ni con un milagro.

Después de presenciar el acto, Salí contento, claro sin que me vieran, y me fui a dar un baño para ver si se me bajaba un poco la calentura; Llego la noche y solo quedaban en mi mente los recuerdos de ese lindo coñito, y de lo cachondos que son Don Mario y laura.

Las noticias de la llegada del joven Manuel no demoraron en llegar al pueblo, y como era doctor con muchísima mas razón, llego a tal punto que llegaban muchas personas todos los días, para que el doctorcito los atendiese, prácticamente la sala de la mansión se transformo en un consultorio medico, los señores Montserrat no se oponían al caso, y parece que a Manuel le encantaba su profesión; llegaban niños, ancianos, jóvenes, y una que otra chica linda, que quedaba enamorada del carisma y humildad del joven, bueno quien sabe de su físico, ya que el era algo parecido.

Pasaron lo días y cada vez asistían más personas, el colmo fue cuando el chofer tuvo que convertirse en taxista; pues la cosa es que como la casa se encuentra algo lejos del poblado, el Señor Quique servia una que otra vez de chofer, y el mismo cobraba una suma algo alta por prestar los servicios, claro que todo el dinero iba a parar a manos de los jefes.

Llego la tarde de ese largo día, cuando observe a una joven muy preocupada y algo desesperada, ya que se acercaba la noche y tenia que llegar a su casa a cuidar a sus dos niños y a preparar la cena a su esposo, que se pondría furioso, al saber que su mujer no había preparado nada, la joven era capaz de hacer cualquier cosa para llegar a su morada a tiempo, no perdió ni un segundo más y se dirigió donde el Sr. Quique y me imagino que le explico su situación, pero la sorpresa fue que la joven no tenia ni un quinto para pagar el viaje; el semblante de Don Enrique cambio repentinamente y algo perverso tramaba, ya que esa sonrisa que llevaba en su rostro no denotaba nada bueno, el señor accedió a llevar a la joven, pero le advirtió que como ella misma había dicho que era capaz de hacer lo que fuese que después no se arrepintiese de nada.

Ambos partieron y yo solo tenia en mente, que clase de pago iba a recibir el Chofer, así que salí corriendo hacia el deposito y tome una vieja bicicleta; pedaleé bastante para poder seguir al vehículo, después de recorrer más de 2 kilómetros, note que las huellas del carro se habían desviado, me detuve y de repente pude localizar el carro.

El Sr. Quique se metió por un sendero lleno de árboles, la joven se puso nerviosa y le pregunto que hacia; que ha donde se dirigían y el con una sonrisa, le contesta: vamos a cobrar el viaje. Ella se preocupo un poco, pero ya se imaginaba que algo no tan bueno iba a suceder. Buscaron un lugar algo lleno de hojas; mientras yo me refugiaba detrás de unos arbustos, para poder ver y escuchar todo lo que decían.

Déjame verte entera, le exclamo quique.

Desnúdate quiero ver tus pezones y tu lindo culo, la joven no tuvo de otra, así que obedeció. Quique quedo perplejo; ohh dios mío, decía; estas sí que son tetas de verdad. Son gordas y deben de estar buenísimas, comenzó a morderlas y a succionarlas. Después Quique empezó a quitarse la ropa quedándose sólo en calzoncillos, deformados ya por el tamaño de su paquete. Ábrete de piernas. Quiero verte el conejito, le ordeno, ella enseguida abrió las piernas ante él, le froto nerviosamente el clítoris, deseando callar de esa manera la necesidad imperiosa que tenía por cogerse a esa mujer. Él embobado, la miraba, hasta que reaccionó, se quito los calzoncillos, colocando ante su cara un pene grande y erecto, Se lo introdujo en la boca y empezó a moverlo rítmicamente dentro de ella. Cuando empezó a saborearlo, el ya extasiado viejo, le susurraba,

¡ Joder. Qué bien. ¿Es la primera vez que la chupas?

Dijo que si, la tímida joven, mi marido solo me toma de la forma común, y el no practica ningún otro tipo de acto sexual; yo no conocía lo sabroso que era comerse una verga; Ella se puso como loca y se la metió entera en la boca, chupando, succionando, mordisqueando ese pedazo de carne caliente, era tal la mamada, que don quique no soportaba tanta excitación y soltando un grito, se corrió dentro de la boca de la joven. El semen chorreaba por las comisuras de su boca, ella lo tragaba como si fuese un elixir de vida; mientras él se convulsionaba disfrutando con el orgasmo y sin dejar de mirarla le dijo: que buena paga la que me has dado, ya estoy satisfecho, y paso seguido se puso el calzoncillo; cosa que desagrado a la joven; y le exclamo; nada de eso, usted me puso caliente y mire como estoy toda mojada, ahora termine de realizar su trabajo y métame esa verga, exquisita en mi hoyito caliente; quien lo iba a pensar, ahora la que exigía era ella.

Ella empezó, a tocar esa verga, mediante una ligera paja, para que Quique fuera recobrando fuerzas; después de tener esa verga dura de nuevo, la cogió y se la metió despacio y con suavidad en su coño empapado al mismo tiempo que respira con fuerza. Lo empezó a cabalgar, despacito, pero metiéndosela muy dentro. Con los ojos cerrados habla en voz muy baja: "es tan rico, todo esto joder, que placer".

La Joven subía y bajaba con un ritmo trepidante, mientras sus tetas descompasadas intentaban seguir el ritmo y parecía que se iban a desprender. Empalada en aquel trozo de carne se corrió con un último grito desgarrador y notando en su interior el chorro de semen caliente del orgasmo del chofer, se paro un poco de cuclillas para dejar en su interior algo de espacio para albergar toda la cantidad de esperma que la estaba llenando por dentro.

Que maravilla, lo que me ha sucedido esta tarde; dijo la joven, que ya estaba vestida y dispuesta ya a llegar a su casa.

Luego partieron y yo me dispuse a volver a la casa, ya satisfecho; pero con unas ganas universales de pajearme; con todo el acto que había visto; a quien no le daría ganas.

Pronto….

Capitulo II