La mansión

Me corrió un escalofrio. Pese a que se lo había explicado bien, era la primera vez que mi hija estaria con nosotros en un ambiente liberal. Me propuse que ese momento fuera especial...

Hacía tiempo que habia dejado mi vida anterior.  Que todo lo abandoné por Ricardo.  Habíamos mejorado su casa a nuestro gusto.  Ya no me veía en otro sitio.  Este era mi espacio, era respetada, libre, dueña... solo tenía un señor, mi señor Ricardo, pero me daba la suficiente libertad para ser yo misma.  La libertad que deseaba y que nunca tuve, ni mas ni menos.

La vida que tenía la mujer que una vez fuí, ya la había dejado atrás.  El matrimonio que contraí con apenas 19 años obligada por el embarazo de mi primera hija.  Esa empresa textil, que hacia en serie tapiceria para cierta marca de coches, en la que pase 17 largos y desesperantes años.  Ese marido que realmente nunca me quiso ni quise... Cuando mi hija pequeña cumplió 18, me largué con Ricardo.   A él me abrí, y él me comprendió.  Le amaba como jamás había imaginado que se podía amar.  Ahora nada de mi pasado necesitaba, excepto ver a mis hijas de vez en cuando y saber que les iba bien.  Tampoco vivo tan lejos de donde vivía.  Ahora mi único trabajo era organizar la casa, salir de compras, quedar con mis nuevas amigas, e imaginar qué cosas podían hacer feliz a Ricardo, para hacerlo a su regreso del trabajo.  Para complacerlo.  Reconozco que todas mis nuevas funciones, me encantaban:

1- Daba instrucciones a mis sirvientes mas inmediatos: cocinera y ayudante de servicio, tres de limpieza, una de plancha y organización de armario, dos hombres de jardines y mantenimiento y mi secretario particular, un gay muy guapo con un gusto refinado que hacia las veces de chofer, peluquero y esteticienne, decoración, protocolo. 6 chicas y 3 chicos.  Un poco al margen quedaba el mayordomo, jefe de servicio, encargado de vigilar que todas las instrucciones eran cumplidas, al igual que vigilarme un poco a mi, pues informaba directamente a Ricardo de todo lo acontecido en la casa.  Yo admitía eso.  De hecho me gustaba.  Comprendia que fuera los ojos de él, mientras estaba ausente.  Nada tenía que ocultar.  Aparte del mayordomo, hombre estricto y poderoso fisicamente, Ricardo solo tenía otro sirviente particular: su fiel secretaria.

Todos eran personas muy cualificadas.  Idoneas.  Bellisimas.  Trabajaban por dinero y por una jubilación temprana: a los 40 se retirarian con una pensión de por vida.  Eficacia, dedicación absoluta y fidelidad, por comodidad futura y dinero.  Muy inteligente por parte de Ricardo.  Me encantaba eso de él.

2- Respecto a las compras, los de mantenimiento y cocina, se encargaban de comprar lo necesario para la casa, a mi orden, de mi pareja, o su mayordomo.  Las compras que yo hacia, era ropa para mi o para él, segun nuestras necesidades, y fundamentalmente la ropa para los de la casa.  También los complementos que queriamos para ella.  Un aparato nuevo, una pelicula, una idea,... mmmm, aquí reconozco que me gustaba ir con amigas, amigas que eran parte de los que normalmente nos visitaban.  Entre todas, ideabamos cosas geniales.  Muchas de ellas encantaban a Ricardo, y lo hacían muy feliz.  Yo lo pasaba en grande.

Pasó tiempo para que mis hijas entendieran lo que había hecho, pero ultimamente hablaba bastante por telefono con ellas.  Hace dos meses, mi menor me visitó por primera vez.  Era una joven guapa, en la plenitud de los 20 años, que alegria me dio verla.  Al igual que a ella.  Parecía que me había perdonado haber dejado la casa de su padre.  Además le encantó la mansion de Ricardo, lo grande y bonita que era, como era considerada yo aquí...  Poco a poco siguió viniendo más.  Ricardo cuando la veía se deshacia en detalles hacia ella.  En demostrarle su cariño.  No quería familias divididas, sino unidas, y le dijo que esta era su casa.  Que viniera cuando quisiera.  Hace semana y media vino acompañada por su hermana mayor.  Me encantó verla.  La menor, la convenció hablandole muy bien de nosotros, pero reconozco que la mayor vino sin perdonarme aún el pasado, a la defensiva, desconfiada y no muy dispuesta a aceptar, lo que la menor había ido aceptando poco a poco, con sus visitas: que yo habia cambiado, que parecia mas joven, que era feliz aquí en este sitio de libertad, que era mucho mas tolerante y a la vez mas apasionada de lo bueno de la vida.  Mi hija mayor, esa tarde, se fue antes de lo previsto de casa, tras unas diferencias con su hermana menor, e irritada de ver como ésta pensaba ya más como yo, que como ella.

-"Me da igual lo que opine.  Está equivocada.  Yo si estoy dispuesta a pasar aquí el proximo finde".

Me corrió un escalofrio.  Pese a que se lo había explicado bien, era la primera vez que mi hija estaria con nosotros en un ambiente liberal.  Me propuse que ese momento fuera especial.  Esa noche se lo comente a Ricardo, y le pareció genial.  No había tiempo que perder.  Al dia siguiente salí solo con mi ayudante gay, a comprar la ropa mas bonita para ella.  El maquillaje más especial... durante el final de ese dia, jueves, Ricardo y yo ideamos todo para el viernes, en que ella vendría.

Llegó a casa sobre las 7 de la tarde.  Nos abrazamos, hablamos un poco,, y le insté en que se cambiara de atuendo.  Entre las chicas, mi ayudante y yo, le asistimos en un baño tibio y perfumado.  Las chicas le aplicaron aceite hidratante por todo el cuerpo.  Le arreglamos las uñas, se las pintamos. Yo la depilé junto a Lorenzo, el gay, todo el vello corporal, despues Lorenzo, le aplicó cuidadosamente un bálsamo refrescante en tales zonas depiladas.  Posteriormente y aun desnuda, la maquilló con sumo mimo, y le recogió su bonito pelo en un moño suelto precioso.  Parecía Venus, la diosa de la belleza y el amor.  Ella se gustó así misma, jamás se vió tan bonita.  Luego en su cuarto, le esperaba su vestimenta.  Ella y yo a solas, en ese rictus mágico de la culminación de la belleza.  Unas bragitas muy suaves blancas, muy pequeñas y transparentes, y un vestido de tirantes todo de algodon, cogido por los hombros y algo ajustado a la cintura, color amarillo.  Muy liviano y de largo hasta medio muslo. El amarillo le estaba perfecto a su color algo morenito de piel.  En los pies, un zapato descubierto elevado, para realzar su figura.  Sí, definitivamente era una diosa.  Ella se remiraba en el espejo mostrando su aprobación.  El trabajo perfecto realizado con todo el cuidado del mundo.  Sabía que era una persona importante en esa casa.

-"Estas preciosa.  Quedate aquí hasta que vengan por ti.  Nos darás tiempo a que nos vistamos los demas".  Le dije.  Ella asintió, y le di un tierno beso entre la cara y la comisura de los labios.  Ella sonrió.  Salí a prepararme yo.

Una hora mas tarde, todo estaba preparado en el salón.  Alli estabamos Ricardo y yo.  Él con una camisa suelta de lino, y pantalon oscuro muy amplio.  Yo con un vestido igual al de mi hija, de color celeste, pero con mas adornos en mi cuerpo: brazaletes, pulserita en los tobillos, y un collar-gargantilla precioso.  Ricardo dio orden de encender las velas y mandó llamar a la niña.  Inmeditamente una sirviente fue por ella.  A los pocos minutos llegó, firme aunque sensiblemente nerviosa.  Tomo asiento en su sitio, el extremo de la larga mesa, frente a Ricardo, y a mi derecha.  No parabamos de sonreirle, y yo de cogerle las manos.  Había añorado ese momento tanto...

A un chasquido de los dedos de Ricardo, el servicio, las tres limpiadoras muy perfumadas y ataviadas con una especie de bikini negro de cuero o latex, muy ceñido al cuerpo, antifaz, labios maquillados de rojo fuerte, altos tacones, y una gargantilla parecida a la mia, pero mas ruda, de la que colgaba por detras una correa de cuero desde una argolla parecida a la que yo llevaba en la mia, pero mas grande, empezaron a servir la cena.  Mi hija las miraba casi a hurtadillas, y me pareció que por momentos se le dibujaba una sonrisa.  Imagino que estaba alucinada con el cuerpo perfecto de las chicas.  Como se movian al andar con esos tacones.  Por como vestian, que sensualidad, y aun asi, su profesionalidad.

La cena, perfecta, hablamos cada vez más, ayudados por el narcotico especial que desprendian las velas, velas que comprabamos en sitios especiales, como casi todo en la casa, y que llenaron la estancia de un olor agradabilisimo y una tibieza perfecta.  Enseguida se rompió el poco hielo que habia desde el principio, y las mejillas coloreadas pronto aparecieron en nuestra cara.  Tener mi hija alli, el vino, el narcotico, los vestidos, el servicio... uffff, me puse enseguida.

Tras la cena, fuimos a una sala contigua donde habia un escenario.  Al frente, un divan muy comodo en un entorno de suelo almohadillado.  Ricardo se sento allí, mientras yo me senté en el suelo almohadillado y cojines junto a el, como normalmente hacía.  Mi hija se iba a sentar junto a mi, pero Ricardo le ofrecio sentarse junto a él, en el divan... y yo la animé.  Yo estaria con ella, en contacto con las piernas de ambos, en medio.  En ese momento las dos personas que mas queria en el mundo. Las luces se apagaron aun mas y se encendió el foco del escenario.  Dos de las chicas que nos habian servido la cena, salieron a bailar...

Que manera de moverse, de insinuarse...  Instintivamente me tocaba el pecho mientras las miraba, mientras mi hija abrazada por los hombros por Ricardo, sin darse cuenta se pegaba cada vez mas a el...  Las lenguas de las bailarinas, se entrelazaban... o se retiraban.  La escenificación del erotismo era perfecta.  Al poco salió la impresionante secretaria de mi marido, igualmente ataviada muy sexy, que escenificó la dominación sobre ellas y unas relaciones lesbicas, de ama sobre esclavas.  Nada era tan explicito, pero lo representaban de la forma mas artistica y erótica que se pueda ver.  En ese momento salió Lorenzo a escena...

... Representaban como las chicas querian excitarlo...  Lo desnudaron a la fuerza, le tiraban del pene... se lo llevaban a la boca.  El simulaba que queria huir, que ellas no lo interesaban... Esa lucha, esas cosas que entre las tres le hacian mientras lo inmovilizaban... uffff.  Tremendas.  No sé si eran las escenas, la bebida o el narcótico afrodisiaco, pero... era imposible no rozarse... con lo que fuera.  Con Ricardo, con mi hija, con los cojines, con el divan....  Era pegarse y moverse un poco para sentir el contacto.  Ricardo y mi hija, actuaban igual...  Fugazmente se acariciaban las mejillas con sus propias mejillas o labios... las piernas..  los senos erectos de mi hija, frotandolos con los costillares de Ricardo... sus rodillas con mis hombros... mis codos con sus muslos...  Era demoniaco lo que nos empujaba a hacerlo, pero... irremediable y muy... placentero, aunque cada caricia nos dejaba con gana de más.

El show seguía así, hasta que irrumpió en escena, el mayordomo.  Fisicamente espectacular.  Las chicas se retiraron, mientras él preguntaba: "que quiere este maricón, no les gustais?"  Entonces, el mayordobo lo agarraba de los huevos, le estrujaba su polla... polla que iba creciendo.  Una polla estrecha pero larga, muy morbosa.  El gay, empezo a motivar al mayordomo, y el bestia este, que no era maricon pero era una mula del sexo, se empalmaba.  Lorenzo, se arrodillo, le sacó su enorme verga, igual de larga que la del maricón, pero el doble de gruesa, y empezo a mamarsela, mientras el mayordomo, de pie, lo agarraba de los pelos, y se lo atraia hacia sí con furia.  Ufff me iba a correr de gustooooooo.  Noté como mi hija, estaba tambien extasiada por el placer...  El maricon se la meneaba habilmente a sí mismo, mientras se la mamaba a la bestia.  Solo le cabia en su boca, el capullo, pero hacia lo posible por tragar mas... por encubrirlo todo de saliva.  Ricardo tocaba a mi hija, pero superficialmente.  Yo sabia que disfrutaba con esas situaciones.  Oí como en susurros le preguntó a mi hija: "quieres que el bestia se la clave en el culito de Lorencito?"  Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, queria yo.  Pero mi hija debia decidir.  Lo hizo con un leve pero morboso asentimiento: "mmmahaa mm".

-"Clavasela sin piedad!!"  Ordenó Ricardo.  El mayordomo lo puso a cuatro patas, se situo tras él, trasteó el ano del marica con los dedos, arrancandole grititos de dolor-placer, mientras le daba nalgadas violentas, se inclinó un poco dirigiendo su descomunal falo hacia el ano de ese culito, y se agachó con fuerza para meterselo.  Parecia increible que entrara toda, con lo finito que era Lorenzo, pero... entraba, y cada vez más.  La cara de furia del mayordomo, contrastaba con la boca abierta y gimiente de Lorenzo.  Fue apoteosico... El maricón se corrió varias veces sin ruidos.  Estaba bien aleccionado por Ricardo.  Y el bestia, en un rugido impresionante, sacó su chorreante verga de un ano, dejandolo tan abierto como para que entrara sin dificultad una pelota de tenis.

No sé mi hija, pero yo me corrí en silencio dos veces, apretando los muslos y pellizcandome los pezones.  Pero nadie se dio cuenta.  Ricardo solo queria que me corriese cuando el lo permitía.  No obstante con frecuencia tenia estos orgasmos furtivos que me encantaban.  Mi hija no sé, pero abria la boca en aspiraciones grandes.  Se estremecia.  Los ojos inyectados en sangre... Pero Ricardo no la tocaba para que se corriera.  Así era él.  Ella me miraba, mientras yo, ya mas tranquila, la sonreia.  Estaba preciosa.  ¿Que estaria pasando por su cabeza? Madre mia... lo imaginooooo. Mmmm

Tras el show, el escenario se convirtio en una discoteca.  Todo el servicio de la casa, las chicas vestidas como nosotros, y los chicos con una prendas masculinas muy sexys, se apuntaron a bailar, a beber, a contornearse.  Nos cogían para bailar, nos soltaban.  No sé si el mayordomo ordenó a voluntad de Ricardo, echarle algo a la bebida.  Pudo ser.  Pero era algo suave, que no se notaba.  Solo sé que al poco, no podia parar de rozarme nuevamente.  Todos lo hacian.  Las chicas como autenticas gatas en celo.  Los chicos, no podian parar de mover su pelvis, y dar pollazos a diestro y siniestro.  Veia a mi hija dejarse tocar por el maricón y la espectacular secretaria, mientras buscaba con su mirada caliente al mayordomo, y veia los roces que se pegaban entre el y dos limpiadoras, tan buenas que estaban.  Yo abrazada a Ricardo, la mirabamos con displicencia.  Me rozaba con él, mientras me sobaba el culo.  Le dije al oido: "necesito que me lo coman ahora mismo".  "Pues ordenalo", me respondió.  Hice una seña al de mantenimiento, que vino, lo cogi del pelo, lo arrodillé y frote su nariz contra mi monte de venus.  Me alce el vestido, cogiendomelo con el escote, me aparté el tanga, y me abrí de piernas.  Abrazada a Ricardo, y con las piernas abiertas, el de mantenimiento, me lo comia muy deliciosamente.  Le agarraba la polla dura a Ricardo, y sentia los lenguetazos en mi raja chorreante...

... No podia ya mantener los ojos abiertos.  Todo me daba vueltas.  Las piernas me temblaban.  Si no es porque estaba colgada al cuello de Ricardo, me caigo allí mismo.  Me corrí en un prolongado grito de placer, que se confundió con la trepidante musica. Le dije a Ricardo: "uff, no para de lamer, y me estan dando ganas de mearr, aghh".  "Pues meate en su boca".  Y eso hice... casi ya habia empezado cuando me lo dijo.  Aunque si no hubiera querido hubiera cortado la meada.  El liquido tibio, inundó su boca, su cara, su cuerpo...  Los demás miraban y sonreian, abundandolos mas aún en su lujuria.

Cuando terminé, mas tranquila dije a Ricardo: "tu cuando te irás?  ¿quieres que te lo provoque?"  Me contestó: "si, pero aqui no.  Esta noche no.  Sino en nuestro dormitorio.  Nos iremos para ya ahoraí".  Pensé que dejariamos a los demás disfrutar allí.  Me daba igual.  Lo veia lógico.  Pero no.  Ricardo no quiso que gozaran de mi hija como animales.  Ellas y ellos.  Ella era muy importante.  Era mi hija!  Era especial.  De otra clase al servicio.  Así que dio por terminada la fiesta.  Mi hija se molestó bastante, pues estaba en casi su climax, pero la tranquilicé:

-"Hija en tu cuarto podras hacer lo que desees, pero sola.  No te quemes, mañana sera un dia muy especial.  Vienen inviitados a la piscina, y será festivo hasta el domingo por la mañana.  Reservate para ese día.  Hoy solo queriamos que te encontraras lo mas agusto posible."

-"Te entiedo mamá.  Lo he pasado genial, y no te aseguro que no vaya a acabar.. en mi cuarto.  Pero me reservaré, y haré lo que me pedis.  Esto es único!".

-"Gracias preciosa, no obstante, te comprendo.  Mira, en el tercer cajón de la comoda de tu cuarto, hay varios consoladores.  Si usas alguno, que sea el más pequeño, si?".

-"Mmmmm mamá, ya estoy deseando ir a mi cuarto, y.... ya veremos.  Te diré mañana."

Dicho lo cual nos fuimos cada cual a nuestras habitaciones.  Allí en la mia, Ricardo iba a disfrutar conmigo como él sabia y deseaba.  No le negaría nada.  Al revés, me haría lo que quisiera porque era mi dueño, y para mi eso era deseado y sagrado.  Por otra parte, le llevaba tres orgasmos de ventaja...  Mañana iba a ser otro gran día....