La mañana siguiente.
Recordando lo sucedido entre tú y yo la noche anterior.
Espero que sepan disculparme, pues este es mi primer relato.
El calor comenzaba a hacerse notorio en la habitación, la cortina apenas impedía que los rayos de sol comenzaran a inundar el cuarto con su claridad y ya estaba bastante avanzado el día.
Abri los ojos poco a poco, siempre he sido un perezoso a la hora de despertarme, emití un leve chasquido con la boca, que aún conservaba el intenso sabor de tu sexo, y regresó a mi memoria lo acontecido en la noche anterior, en esa mezcla de realidad y fantasía con la que suele trabajar la mente cuando uno no está despierto del todo, cuando uno aún no ha conseguido despejar su cabeza para volver a la rutina que nos apresa. No sólo era mi boca la que conservaba el sabor de tu coño, de tus jugos que bebi agradecido mientras escuchaba tus gemidos de placer, sino que también las sábanas habían quedado impregnadas de nuestro sudor y de tu humedad, nunca pensé que llegarías a mojar tanto, pero dejos de desagradarme, eso me dio todavía más placer.
La noche anterior nuestra bocas se habían entrelazado en un frenético baile, en una danza en la que una chocaba contra la otra, se abrazaban, se intercambiaban la saliba, nuestras lenguas carnosas y vivas en un juego en el que, llegado un momento, no sabía cuál era la mía y cuál era la tuya. Mi pene se había endurecido, había adquirido una considerable erección cuando tus tibias manos se metieron dentro de mi pantalón y comenzaron a masajearlo. Mi boca fue bajando por tu barbilla, para seguir a tu frágil cuello mientras suspirabas y perderse en tu escote donde me sumergí largo rato, llenándote de mis babas. Poco a poco nos fuimos despojando de la ropa, acompañándonos de caricias hasta terminar desnudo yo y desnuda tú, y con la yema de nuestros dedos fuimos aprendiendo el cuerpo del otro, dibujándolo, como si estuviésemos creándolo a la par que lo tocábamos. La yema de los dedos supo a poco y luego las manos se fueron abriendo, abarqué tus senos, como también empecé a chupar tus pezones, pellizcándolos levemente con mis labios. Recorrí con mi boca tu espalda de arriba abajo, mientras un dedo mío hacía el recorrido contrario, y cuando llegué abajo vuelta a empezar. Volví de nuevo hacia abajo, te extrañaste cuando seguí a lamer tu culo, pensaste que eso me daría asco, pero no, aparté tus nalgas y fui bajando mi lengua hasta llegar a tu ano, donde me entretuve largo tiempo hasta empezar a atacar tu coño desde atrás. Mientras, tu mano acariciaba mi espalda. Te diste la vuelva y te acomodaste mejor en mi cama, con tus piernas bien abiertas mostrándome tu coño que empecé a recorrer con mi boca y mis dedos, mientras tú me guiabas, me ayudabas a conocer, a saber qué era lo que de daba mayor placer. Me entetuve también largo rato en tu coño hasta que me pediste que me acomodara mejor, de modo que tú también pudieras darme placer oral. Echaste hacia atrás mi prepucio y empezaste a saborear mi glande, haciéndome cosquillitas en el frenillo, hasta seguir bajando por mi tronco hasta mis testículos, que te metiste en la boca y llenaste de babas. Cada vez estabas más mojada, te metía y sacaba un dedo frenéticamente en tu vagina mientras empezaba a hacer con mi lengua circulitos acercándome a tu clítoris, a lo que tú respondiste empezando a dibujar circulitos con tu lengua en mi ano, a lo que yo me estremecí de placer. Aumenté mi ritmo de trabajo en tu coño, hasta que tus gemidos me indicaron que ibas a tener un orgamo, cada vez incrementando yo mi ritmo hasta que te arqueaste en un bello orgasmo, un grito de placer mientras te corrias en mi boca.
Dejé que recuperaras el aliento, pero al rato seguías con ganas de más, y yo también. Empecé a acariciar tu cuerpo hasta que me pediste que, por favor, te penetrara, te la metiera. Me dispuse a buscar un condón, pero me dijiste "No, no, así, a pelo". -¿estás segura? - pregunté - Sí, te sales fuera cuando te vayas a correr. - Eso me puso más cachondo y dirigí mi pene a la entrada de tu húmeda y cálida cueva. Se deslizó hacia dentro mientras nos mirábamos a los ojos, y empezamos a follar mientras nos besábamos tiernamente. Iba acompasando mi ritmo con el tuyo, hasta que pusiste tus piernas alrededor de mí, controlando el ritmo. Alternaba besos en su boca con besos en sus pechos, cada vez más rápido, estando largo rato así, hasta que yo empecé a notar que en breve me iría a correr.
Amor, déjame salir, que voy a correrme.
No te salgas, por favor, no me la saques - me responde jadeando - córrete dentro mío.
Pero.... no... no quiero correr el riesgo de dejarte embarazada. - dije con miedo.
Cariño ¡córrete dentro! ¿préñame? - me grita.
¿estás segura? Tengo miedo.
No, no lo estoy, yo también tengo miedo, no lo quiero, pero lo quiero a la vez, me pone cachonda este miedo - me dice mientras me aprisiona con sus piernas, me empuja no dejándome salir.
Sudando y con miedo a dejarla embarazada intento salirme, pero ella me aprisiona más, y empiezo a verter mi semen dentro de ella, mientras grito "me corro", y ella me responde, "Sí, así", y empieza a besarme. Empiezo a lanzar mis últimas sacudidas dentro de ella y a reducir el ritmo. Logro safarme y salir de ella, mientras jadeamos recuperando el aliento. La miro... su vagina está chorreando, y empieza a salir parte de mi abundante semen. La miro y me acomodo al lado de ella.
Cariño ¿qué hemos hecho? ¿estás segura? Estoy asustado.
Yo también, pero a la vez me exitaba el riesgo, estoy confundida.
Te abracé y besé en la frente. Luego en la boca, permanecimos largo tiempo abrazados. Luego tú te levantaste, te ayudé a vestirte, aunque antes de darte las bragas aspiré su aroma, nos besamos y te acompañé a la puerta, tenías que regresar a tu casa.
Me quedé pensativo, esa tarde volveríamos a vernos y tendríamos que reflexionar sobre lo ocurrido.