La Mañana.

Cuando el llega temprano de su trabajo nocturno se llevara una sorpresa

Hacía poco tiempo que la luz del amanecer había estallado entrando, filtrada por las cortinas que se balanceaban por la brisa, a través de la ventana entreabierta.

Llevaba ya un rato despierta. En una cama revuelta, con las sábanas arrugadas y húmedas. Tumbada, recostada contra su cuerpo. Su muslo derecho sobre el muslo masculino. La cabeza en su hombro. Sintiendo como le transmitía su calor. Con una sonrisa enigmática disfrutaba de esos recuerdos, de los momentos vividos durante la noche. Esos momentos que aún la hacían estremecerse como si insistiera en revivirlos.

Miró el reloj. Llevaba haciéndolo casi un cuarto de hora. Lo contemplaba y pensaba – un poquito más – lo volvía a mirar y otra vez se decía – un poquito más -. Lo miraba estudiando su cara. Levantaba algo más la cabeza para ver su cuerpo extendido, relajado. Hasta llegar a su pene, hermoso, reposando un poco más arriba de donde estaba su rodilla.

Se mordió el labio, subió lentamente la pierna hasta que rozó el miembro. Cerró los ojos y disfrutó de la sensación de su contacto. Incluso así le emocionaba notarlo. No como se sentía al verlo erecto, convertido en una columna de carne curvada y ligeramente inclinada. Pero aun así le emocionaba rozarlo.

Él se agitó en sueños, seguramente excitantes, porque barbotó algo sobre tía que rica estas y que buena pero que buena. Eso la hizo sonreír. Era justo lo que él decía, mientras follaban como conejos. Mientras ella gemía cómo una zorra. Como una perra en celo. Así le hacía sentirse siempre que la tocaba. Así le había hecho sentir, toda una noche que parecía no tener fin.

Se habían revolcado encima de la cama buscándose con necesidad. Ella lo había cabalgado como una amazona sintiendo como se empalaba en aquella cosa inmensa. Para luego bailar con ella dentro un baile salvaje mirándole a los ojos. Un baile que les llevó a un orgasmo casi compartido.

Él la había tomado por detrás. Como se toma a una perra. Diciéndoselo. Diciéndole lo perra que se veía a cuatro patas. Mientras le daba brutales embestidas que enterraban su polla en su sensible coño. Ella no gritaba por vergüenza. Enterraba la cara en la almohada, ahogaba esos gritos, desesperados y escandalosos, que no podía controlar.

Para rematar aquella fiesta de sexo. El de pie se pajeó ante la cara de ella que, de rodillas sobre la cama, esperaba esa última descarga de semen, con la boca abierta como una puta bien entrenada. La leche saltando a golpes, golpeando, golpeando en su nariz, en sus pechos y el resto fue cayendo entre ellos, manchando, aún más, las sábanas.

Luego la relajación, el abandono, los besos suaves antes de dormirse.

Miró el reloj de nuevo. Imposible retrasarlo ya. Sacudió levemente el pecho del hombre. No respondía. Lo agitó más fuerte.

Abrió los ojos mirando sin saber dónde estaba. La miró y sonrió. La atrajo hacia él y la besó en los labios. Un beso intenso, deslizando la lengua dentro de la boca de ella, saboreando cada esquina, cada rincón. Finalizaron el beso.

  • Buenos días... Putón – se rio. Ella le golpeó el pecho riendo también.

  • Déjate de bobadas, son las ocho y media. No había forma de despertarte. - le mintió descaradamente.

Él abrió los ojos desmesuradamente. Pegó un salto de la cama mascullando en arameo buscando su ropa tirada por el suelo.

  • Pero donde coño están mis calzoncillos, joder. Joder- desesperado se empezó a poner los pantalones.

  • ¿Pero vas a ir así? Anda como te vea Aurora así – soltó una risilla maliciosa

  • Ni la nombres. No la mentes – la fulminó con una mirada que la hizo callar.

Ella se puso un camisón para no seguir hablando, aunque farfullaba algo sobre ella. Le siguió por el pasillo descalza, pensando que no sabía tampoco donde estaban sus bragas. Lo alcanzó llegando a la puerta.

  • Pero no me das ni un beso -le suplico

  • Deja. Joder, menuda bronca que vamos a tener. Nos vemos nena.-

Abrió la puerta y salió dejándola abierta. Ella se asomó para ver si alguien del rellano había visto algo. Cerró la puerta lentamente para que no sonara y se quedó apoyada en la puerta. Rumiaba lo de Aurora.

La muy zorra podría desaparecer – pensó.

Se fue por el pasillo camino del dormitorio cuando unos golpecitos en la puerta de entrada la detuvieron. Regresó sobre sus pasos. A través de la mirilla lo vio.

  • Pero. ¿Tan temprano? - miro el reloj – pero qué hace aquí tan temprano.-

Abrió con cuidado. Él entró con aire cansado.

  • Hola, cariño. Qué temprano vienes – le dijo mientras le besaba en la mejilla

  • Menuda nochecita. - masculló – odio los turnos de noche. Estoy reventado.

Ella le masajeaba los hombros mientras su cabeza hervía. -Dios. La cama, toda revuelta. ¿Y mis bragas? ¿Dónde están mis bragas? Oh y los calzoncillos… ¿La madre de...? ¿Dónde los habrá tirado?

  • Creo que me tumbaré un poco. - Le dijo mientras avanzaban por el pasillo con ella detrás masajeando los hombros

  • Mejor tomate un cafecito antes ¿No? - intentaba apartarlo del dormitorio.

  • No, no, estoy muerto. Me acuesto un rato y desayunamos. ¿Vale? - Ya estaba tirando del pomo, abriendo la puerta entrando en el dormitorio

Ante ellos la cama desecha, la colcha tirada en el suelo a los pies. - mierda... Los calzoncillos – ella los vio asomando un poco bajo la colcha. La sábana bajera se había salido de la esquina superior derecha y dejaba a la vista casi medio colchón. El olor era lo peor. Olía a sexo. Apestaba a sexo.

Él no parecía darse cuenta. Realmente estaba cansado del trabajo de la noche. Se sentó a los pies de la cama y ella, solícita, se acuclilló para quitarle los zapatos y calcetines. También aprovechó para empujar del todo el calzoncillo bajo la colcha. Le soltó el cinturón y abriendo el pantalón se lo fue bajando hasta sacárselo.

  • ¿Estás más cómodo? - él asintió sin fuerzas. Ella golosa le pasó la mano sobre la entrepierna. Sonrió notando como empezaba a crecer dentro del bóxer. Le gustaba ese bóxer. Se lo había regalado para su cumpleaños. Mientras él se había quitado el polo por la cabeza y se estaba dejando caer sobre la cama.

  • Para, de verdad. Estoy cansadísimo. - Balbucio a media voz

  • Tú déjame a mí – le dijo ella, mientras tiraba del bóxer, hasta que se salió el pene -déjame a mi cariño. - Lo tomó con dos dedos y su cabeza se fue acercando hasta que lo metió en la boca. El gruño un -cariñooo-

Empezó una felación lenta y profunda. Como a él le gustaba. Sintiendo como crecía en su boca. Cierto que el olor y el sabor era más fuerte del habitual. Pero eso ahora no importaba. Importaba que creciera tanto, tanto, como ella deseaba.

Se lo sacó de la boca. Mirándolo tiró de la piel abajo, haciendo que el capullo luciera en todo su esplendor. Le pegó varios lametones rápidos que hicieron que él levantara la cabeza para mirar. antes de volver a caer sobre la cama con un resoplido.

Ya. Ya estaba. Lista. Hermosa y gorda. Turgente. Caliente. Trepó sobre él. De rodillas con el cuerpo aplastado sobre el suyo. Notando su pene rozando su vientre.

  • ¿Estás muy, muy, cansado?- le susurró pegada a su oído.- él solo resopló.

Ella metió la mano entre ambos hasta que agarró el falo. Levantó el trasero haciendo hueco y lo fue dirigiendo, hasta que lo noto justo entre los labios. Entonces bajó las caderas y gimió al sentir como iba entrando a medida que bajaba.

-Dios, que no note la leche – pensó sintiendo que la polla penetraba con más lentitud. La sentía como si estuviera rodeada de algo pegajoso que la retenía. Se sabía todavía llena de semen. No le había dado tiempo a nada.

A medida que se iba clavando ella se iba irguiendo. Hasta que ya no le entraba más. Se miraba en el espejo de la cabecera mientras empezaba a balancearse adelante y atrás luego un giro lento de su trasero y volvía a balancearse.

Él bufaba agarrando las caderas. Ella se mordió los labios mirando, encantada de sentirse así de caliente y de cómo su cara lo reflejaba. Llevó las manos a los pechos y se los amasó mientras aceleraba sus movimientos. Gimió. No por el gusto que le estaba dando si no porque había visto un chupón en el lateral del pecho izquierdo.

-Por Dios.. que cabrón mira que le dije que no me hiciera marcas – pensó y se volcó de nuevo sobre él. Levantó un poco el culo y esperó. Él no tardo nada. Empezó a dar golpes de cadera arriba y dejándose caer, rápido, rápido.

A ella le temblaba todo. Él resoplaba cada vez más fuerte y gruñía. De repente, pegó un fuerte caderazo que hasta la levanto un poco y se quedó allí mientras su polla descargaba en su cervix. Mezclando su leche con la que ya lo bañaba.

Pensar eso hizo a ella gemir y se empezó a venir. Agarrada al cuello del hombre. Temblando como una hoja mientras sentía su vagina comprimiendo la polla. Exprimiendo hasta la última gota.

Estaba agotada, respiraba a golpes. Él, sin embargo, parecía que no le había afectado. Cuando consiguió calmarse un poco, aun lamiéndose los labios, se incorporó sobre sus manos mirándole a los ojos

  • ¿No te ha gustado? - le dijo algo pesarosa

  • Claro, cielo... Claro... ¿Cómo no me va a gustar? – contestó, pero ella sabía que algo pasaba. Él no se comportaba así.

  • ¿Es el trabajo? ¿Es por estar tan cansado? - le susurró cariñosa

No. no. Estoy cansado, pero no es por eso. - contestó mientras se llevaba las manos a las sienes y se las frotaba. Ella sentía como su pene se iba saliendo lentamente.

  • Entonces, cariño, ¿Qué te pasa?

Me he cruzado con él. En la puerta del ascensor. - balbuceó compungido

  • ¿Con él? ¿Te has cruzado con él?- le dijo ella desolada. Se abrazó a su cuello consolandole – Ya sabíamos que podía pasar – le susurró besándole la oreja.

  • Sí. Pero... Encontrarse de frente... No se... Ha sido... Duro..

  • No lo pienses. No lo pienses. Olvídalo – le susurraba dándole pequeños besos sin dejar de abrazarlo.

  • Está bien. Lo intentaré... Lo intentare – masculló él besando la mejilla.

  • Entonces... ¿Seguro que era él? ¿Seguro que era mi marido?