La mamada de los miércoles
Paula me hace una mamada los miércoles en su casa, mientras su mamá está en misa.
Yo llevaba ya trabajando para la empresa 3 años cuando Paula entró en mí mismo departamento, en un principio para un puesto temporal. Aún recuerdo cuando nos presentaron, con su pelo rubio teñido, pero bien llevado ya que blanca de piel, una sonrisa muy bonita, tetazas grandes que se notaban, 1 metro 65 de altura, un poco maciza de cuerpo, pero en la línea, de trato muy amable y ameno.
Al principio era una compañera más del departamento, eran más mujeres que hombres, por lo que el cotilleo estaba siempre en boca de todos, y ya le habían comentado a Paula que yo había tenido algo con otra compañera que había renunciado hacía más de 1 año.
Trato normal los primeros meses, cuando coincidíamos hablábamos de temas varios, nos fuimos haciendo confidentes hasta que en una actividad de compañeros de trabajo en la cual coincidimos fuera del horario laboral, se ofreció para llevarme hasta mi casa.
Ya en mi casa pusimos algo de música y nos caímos a besos como queríamos que pasara desde hace ya un tiempo. Al principio no lo hacíamos mucho, más que todo eran mamadas. Era divertido porque ella era muy penosa, las dos primeras mamadas, me dijo que no la viera, que me cubriera con una almohada, yo lo hacía dos segundos mientras ella bajaba a mi polla y luego obviamente me quitaba la almohada.
Alguna vez dentro de su coche, me di cuenta que los vidrios tenían esa protección que no deja que nada se vea para adentro, por lo que le propuse que me comiera la polla dentro de su coche y aceptó.
Fuimos al parking y nos subimos a su coche, ella en el puesto del piloto y yo de copiloto, la verdad es que, aunque fuera de día con sol al aire libre, no se veía nada para adentro. Allí nos dimos besos y me bajé los pantalones, ella no lo dudó y de una empezó a mamar. Era bastante morboso, porque al parking ser al aire libre, mucha gente pasaba al alrededor sin percatarse que dentro del coche azul a alguien le estaban haciendo una buena mamada.
Ella trabajaba bien la polla y la pajeaba, mientras yo sobaba por encima de su camiseta esas tetas que tanto me gustaban comer, tenía los pezones rosados, algo grandes. Después de unos 15 minutos, le dije que ya no podía más, me preguntó que dónde iba a acabar y le dije que me dijera ella que era su coche y no quería mancharlo, al final lo eché en su boca, abrió la puerta y lo escupió todo, tomó un trago de agua y nos fuimos a trabajar.
Volvimos a intentarlo la siguiente semana, una nueva mamada en pleno parking, esta vez cuando le acabé en la boca, se lo tragó, era su primera vez, yo no se lo pedí, pero ella lo hizo, se reía como quién hace algo pícaro, pero le gustó porque ahora cada vez que me comía mi polla, toda la leche terminaba en su estómago.
A pesar de que disfrutábamos mucho juntos, era complicado las mamadas, ella se asustó un poco con el tema del coche, y me dijo que iba a buscarle una solución.
Me imagino que estuvo dándole una vuelta al tema, porque pronto me comentó que su mamá todos los miércoles iba a misa en la tarde, y no volvía al piso hasta las 6pm. Nosotros hacíamos horario de 8 am a 5pm, mientras íbamos a nuestros vehículos y llegábamos a donde ella vivía, no pasaban más de 25 minutos, por lo que nos daba, aunque sea una media hora a solas para reemplazar la mamada del parking por esa mamada en su casa.
Ella igualmente, llamaba al teléfono fijo de su casa mientras íbamos en la vía, para comprobar que no hubiera nadie. Efectivamente, probamos ese primer miércoles, llegamos y el piso vacío. Lo bueno es que, para llegar a su piso, había que pasar por una reja que sonaba bastante fuerte al abrirla, por lo que si alguien venía mientras estábamos en plena mamada, nos daría tiempo a arreglarnos (como pasó alguna vez)
Llegábamos, ella acomodaba sus cosas mientras yo me sentaba en el sofá de la sala, Paula vino y se puso a mi lado y nos empezamos a comer la boca, yo le metía mano por donde podía, sus tetas eran lo que más me gustaba de ella, eran grandes, yo mido 1,80, no tengo las manos pequeñas, pero ese par de melones no me cabían en la mano.
Alguna vez le subía su camiseta o lo que trajera puesto, para comerle las tetas, sus pezones eran rosados grandes, yo chupaba todo lo que podía, pero generalmente con metérmelos en la boca y ver ese par de peras, ya mi polla se izaba al cielo lista para la acción.
Paula, se acostaba a mi lado en el sofá, para ponerse cómoda ya que iba a pasar un rato con mi polla en su boca. Frente a nosotros, había un mueble para la televisión, y abajo tenía un par de pequeñas puertas de vidrio, en los cuales yo veía que nos reflejábamos. Generalmente yo buscaba sentarme frente para ver su cara mientras me la chupaba.
Recuerdo las primeras mamadas que me hacía Paula, creo que no tenía mucha experiencia, al pajearme me agarraba la polla suave por lo que yo no sentía tanto la masturbación. Poco a poco fui enseñándole como hacer, y la práctica hizo que ella mejorara mucho.
Verla en el reflejo de como trabajaba mi polla y recorría cada centímetro era muy excitante. Ahora cuando se la sacaba de la boca para pajearme, lo hacía con fuerza como a mí me gusta (sin hacerme daño claro), cada vez yo duraba más y venía bien cargado cuando sabía que venía los miércoles, pasaba un par de días sin pajearme, por lo que acumulaba bastante leche.
A veces, ella me decía que se iba a atragantar con tanta que le daba. Me encantaba follarle la boca, tomaba su carita con mis manos, para tener un apoyo y empezaba a meter y sacar mi polla de su boca, sin querer a veces le llegaba hasta la campanilla y le producía arcadas, se reía y me mostraba las lágrimas que le salían.
Al final no había una vez que no se tomara su “biberón”, así le decía ella, que quería tomarse su biberón, solo con decírmelo ella sabía que ya me calentaba.
Duré 6 años con ella, al final no la vi más, pero Paula, donde quiera que estes, siempre recuerdo tus mamadas de los miércoles mientras tu mamá iba a misa, cuanta leche habrás tomado en esos 6 años.