La mamá de Lauri
La mamá de Lauri trata de seguir el ejemplo altruista de su hija, ofrece su ayuda al viejo Juan pero este le pide ayuda para su nietecito.
Juan entró a la casona de sus patrones por la puerta de la cocina que daba al patio trasero, Toña la cocinera le dijo que la Señora Mariana quería hablar con él en el privado, al entrar Juan al privado de Don Rubén, el jefe de la familia, encontró a la Sra. Mariana sentada en una de las dos sillas frente al escritorio de su esposo, le indicó a Juan que se sentara en la otra silla, así que quedaron cara a cara.
Mariana estaba guapa como siempre era una mujer atractiva, se había casado muy joven y a sus 38 años era la hermosa madre de una chica de 18, de pelo castaño y muy lacio usaba corte moderno y muy corto que la hacía ver más joven aún.
-Juan, te he notado un poco triste desde la muerte de tu esposa, ¿Cómo has ido sobrellevando esa situación?
-Pues la verdad es que ha sido muy difícil, fueron muchos años de felicidad vividos con ella, y acostumbrarse a estar solo no es fácil, pero creo que poco a poco lo estoy superando, en estos días ver a la niña Lauri me ha hecho muy feliz.
"Claro que te ha hecho muy feliz" pensó Mariana, notó que el rostro de Juan se iluminaba y aunque esperaba notar cierta malicia en el rostro del chofer al evocar a Lauri, no fue así, su felicidad era auténtica y parecía no tener relación con lo que entre Juan y Lauri había sucedido días antes.
-Si hay algo que pueda hacer Yo para que te sientas mejor Juan, ten la absoluta confianza de decírmelo, ten por seguro que estaré feliz de ayudarte en lo que sea.
-Muchas gracias señora, tenga por seguro que si necesito algo no dudaré en pedírselo, por ahora creo que no necesito nada.
"No entiendes mi ofrecimiento o es que después de cepillarle la boquita a Lauri, no necesitas nada" dijo Mariana para sus adentros, y se levantó de la silla, se acercó a la silla de Juan, se inclinó y puso sus manos sobre los descansa brazos de la silla del chofer que la miraba sorprendido y también sorprendiéndose a si misma Mariana se escuchó decir con voz muy suave:
-Cuando dije "en lo que sea", Juan, quise decir que en cualquier cosa que se te ofrezca, cualquier cosa que tu creas que yo puedo darte no dudes en pedirla.
-Si entiendo señora, dijo Juan más sorprendido aún.
La madre de Lauri, puso una mano sobre la entrepierna de Juan.
-Cualquier cosa Juan cualquier cosa que necesites
-Gracias señora tendré en cuenta su ofrecimiento, por ahora no necesito nada
"Claro! Mientras Lauri esté aquí y tengas su boquita a tu disposición nada más eso vas a necesitar!" pensó Mariana mientras se apartaba de Juan y volvía a su silla.
-Aunque bueno no sé si su ofrecimiento se pueda hacer extensivo a Chico si es así, él estaría feliz de recibir su ayuda.
Mariana casi no recordaba a Chico, era nieto de Juan y sabía que Juan lo consideraba casi como su propio hijo, era apenas un niño cuando iba a visitar a su abuelo a la cabaña que habitaba ahí en el terreno de la casona, ahora debería andar rondando los 18 años, en esos tiempos era un niño debilucho y alto, pero hacia mucho tiempo que no lo veía.
-¿Tu nieto?
-Si, después de varios años sin venir, sus padres lo han mandado a que pase unos días de estas vacaciones conmigo.
Juan señaló con su brazo hacia la ventana del privado, Mariana miró a través de la ventana y vio frente a la cabaña de Juan a un joven negro, muy alto y muy fornido, vestía una camisa sin mangas, como las que usan los físico culturistas y Mariana pudo ver los musculosos brazos del joven Chico, imaginó que ese aspecto debió haber tenido Juan en su juventud, la voz le tembló al decir:
-Chico también puede usarme mi, usar mi quiero decir, usar mi ofrecimiento de ayuda, cuando quiera
-Gracias señora, ahora mismo se lo diré, tenga por seguro que él se va a venir para acá inmediatamente. Dijo Juan ahora sí con algo de malicia.
Mariana permaneció en el privado de su esposo y unos minutos más tarde escuchó que alguien tocaba la puerta.
-Señora, soy Chico, el nieto de Juan.
-Adelante Chico, entra.
Chico entró al privado, al verlo de frente Mariana no pudo creer lo grande que era aquel niño que no había visto en años, seguramente jugaba basketball o football americano, debía medir arriba de 1.90 metros.
-¿En qué puedo ayudarte Chico?
-Me ha dicho el abuelo que bueno, me da algo de pena me dijo que usted podía ayudarme a a domar a la fiera
-Claro que si Chico, ahora déjame ver a esa fiera y todo lo demás.
Chico se quitó la camisa, en definitiva tenía el cuerpo de alguien que dedica horas al gimnasio, se quitó los zapatos y luego se despojó de los pants deportivos que vestía, Mariana descubrió que Chico en realidad era enorme, largo y cabezón, se acercó a el, recorrió con la mirada el cuerpo que tenía delante, luego paseó sus manos por el pecho del joven, sus manos blancas hacían contraste sobre la negra piel de Chico, sus músculos eran duros y firmes, sitió que algo la tocaba en el vientre y al bajar la vista vio a la fiera, el enorme miembro más que una fiera le pareció una boa negra, dura, enhiesta y amenazante, la tomó con ambas manos, la sintió caliente y palpitante, le llamaron la atención dos cosas, primera, el tamaño de la cabeza de aquel monstruo y segunda, la longitud, Mariana sostenía aquello con ambas manos y aún así no podía cubrir toda la extensión de ese enorme falo y mucho menos aquella cabeza, Chico podía decir aquello de "Me la peló a dos manos y le sobraba tronco y cabeza", pero el muchacho no conocía esa frase, así que ni lo pensó.
Mariana pensaba en lo que pensarían sus amigas de la alta sociedad si la vieran haciendo lo que estaba a punto de hacer, ese grupo de señoras conservadoras con las que jugaba canasta una vez al mes seguramente la expulsarían de su conservador grupo, sin dejar de pensar en ello condujo a Chico tomado del miembro hasta la silla ejecutiva de su esposo, tenía muchas ganas de sentir dentro aquella fiera, quería montarse en aquel monstruo y dejar que obrara maravillas en su interior, se quitó la blusa y el sostén, sus pechos quedaron al aire, rotundos, suaves y blancos como la leche, Chico los tomó en sus manos y los apretó un poco, lo justo para que los pezones se enderezaran, los pezones de Mariana eran largos y gruesos, producto de haber amamantado a Lauri durante los meses de lactancia y también de años de dejar que su esposo los mamara y mordisqueara cada vez que se le antojaba.
Ella se levantó la falda, y Chico le arrancó las bragas de un tirón, lo miró y se dio cuenta de que el muchacho no estaba ya para andar con rodeos, tenía la sensación de que lo que se avecinaba no sería nada suave ni lento, lo que siguió le confirmó aquella sospecha, Chico la tomó por las piernas y la hizo subirse a la silla a horcajadas sobre él, Mariana vio en su vientre el lugar hasta el que llegaba la cabeza de aquel tremendo miembro y pensó que no había forma de que aquello cupiera dentro de ella.
Chico levantó a Mariana tomándola por los muslos, maniobró para dejar la bulbosa cabeza de aquello que él llamaba la fiera, tocando a las puertas de la feminidad de Mariana, y de golpe, sin decir nada, soltando tan sólo un "aaah" de alivió, dejó caer a Mariana sobre aquel negro obelisco, ella sintió como su piel se estiraba y sus labios vaginales eran por un momento arrastrados hacía dentro, arrastrados y arrasados por la fiera fálica que buscaba su guarida dentro de ella, se llevó las manos a la boca para tratar de ahogar un grito de dolor, lo consiguió a medias, ¿lo habría escuchado alguien en la casona? En ese momento recordó que la puerta del privado no estaba cerrada con seguro, pero no le importó demasiado, ahora lo que le preocupaba era intentar cabalgar sobre aquel garrote que se le había insertado tan dentro que el dolor aún le subía en oleadas por el vientre.
La fiera de Chico estaba insertada en toda su extensión dentro de Mariana, aquel palo monstruoso la había horadado de un solo golpe y se había alojado en un lugar al que seguramente su esposo nunca había llegado y seguramente nunca llegaría.
Chico estaba extasiado, con la cabeza echada hacia atrás y las manos caídas a los lados, parecía satisfecho con lo realizado, Mariana empezó a cabalgar, empezó el sube y baja lentamente sobre el miembro de Chico, hasta que él la tomó de las caderas fuertemente y comenzó a hacerla cabalgar realmente rápido, sus movimientos eran frenéticos, Mariana subía y bajaba como una muñeca de trapo, con sus manos sobre el respaldo del sillón trataba de darle apoyo a su cuerpo para que este no se empalara tan duramente en aquel garrote, sus tetas saltaban de arriba abajo y se restregaban sobre la cara de Chico, él intentaba capturar con su boca los pezones, cuando lograba atrapar uno, lo mordisqueaba, lo soltaba e intentaba con el otro y así.
Mariana no podía creer lo que sentía, el dolor del empalamiento inicial se había transformado en puro placer, sus ojos en blanco, en un estado de extásis que sólo se interrumpía cuando los bruscos movimientos de sube y baja inducidos por Chico hacían que la fiera saliera por completo de la vagina, entonces Mariana volvía a sentir el dolor de la perforación inicial, luego, una vez más su cuerpo se acostumbraba y solo se escuchaban sus gemidos, los chasquidos de ese miembro negro que ahora estaba bañado en los jugos de Mariana y el golpeteó de sus nalgas sobre las piernas de Chico.
-Me voy a venir. Dijo Chico
Al darse cuenta de que él se vendría dentro Mariana intentó levantarse, la sola idea de que Chico eyaculara su semilla en ella sin ninguna protección le impidió llegar al orgasmo, ella intentaba levantarse pero no pudo, las manos de él la sujetaron con más fuerza, era evidente que era la primera vez que Chico tenía acceso a una mujer como ella y no iba a desperdiciar su momento viniéndose fuera de la húmeda cavidad de Mariana, su lucha por levantarse sólo logró que el enorme palo de Chico entrara en ella en otras direcciones, generándole nuevas oleadas de dolor, Mariana se preguntaba si después de aquel ensanchamiento su sexo recobraría su tamaño habitual, mientras, Chico la seguía moviendo cual marioneta, de repente él emitió un gruñido, la ensartó fuertemente en su miembro, sus movimientos cesaron, se vino dentro de Mariana, ella sintió chorro tras chorro de leche ardiente inundando hasta el último rincón de sus entrañas y entonces se dejó llevar y un demoledor orgasmo la llenó por completo.
Cuando la niebla que aquel orgasmo provocó en su sentidos se dispersó, Mariana se encontró abrazada fuertemente a la cabeza de Chico, la cara del joven completamente enterrada en medio de sus tetas, jamás había sentido algo igual con el padre de Lauri.
Cuando por fin Chico la soltó, Mariana con esfuerzo se levanto, poco a poco la negra fiera ahora doblegada y flácida salió de su interior, leche de Chico y jugos de Mariana le corrieron por los muslos, se acomodó la falda, se puso la blusa y los zapatos de tacón, con la respiración entrecortada se dirigió a la puerta del privado para salir e ir cuanto antes al bidet a hacerse un lavado, antes de abrir la puerta, Chico le dijo:
-Muchas gracias por su ayuda, señora Mariana.
-No tienes nada que agradecer, ha sido un placer. Contestó Mariana y salió del estudio pensando en lo maravilloso que era ayudar a la gente a resolver sus necesidades, ahora comprendía completamente el altruismo de Lauri para con el viejo Juan.
Chico agregó:
-¿Su hija es tan buena como usted ayudando a las personas?
Pero Mariana ya no estaba cerca como para escuchar esta pregunta.
Continuará