La madura en llamas
La temperatura en la ciudad aumentaba. Tanto como la de mi cuerpo y el de ella, una madura excitante.
La ciudad estaba en llamas, el calor llegaba a los 42 grados y el fin de la tarde no auspiciaba algo mejor: una serie de cortes de luz convulsionaron toda la semana y ese viernes no fue la excepción. Otra vez el barrio empezó la noche sin electricidad. Los vecinos, cansados de la situación, comenzaron a llegar a una esquina estratégica y de mucho transito, para cortar las intersecciones y manifestarse ante los reiterados cortes. Vestido como estaba, bermuda y musculosa, fui hasta la esquina a hacer valer mi protesta. Al comienzo no había tanta gente, por eso podía reconocer a la mayoría de vecinos. Una mujer que vivía enfrente de mi departamento agitaba con fuerza un palo contra una olla de acero inoxidable. Nunca la había visto antes. Enseguida me llamó la atención la pasión que le ponía a la protesta. Sin embargo, lo más llamativo eran sus pechos: generosos, bien redondos y llamativamente conservados por la edad que yo suponía que pasaban los cincuenta años. Tenía una estatura baja, unas piernas bastante bien formado, pelo rubio y unos rulos vistosos. Me acerqué a ella despacio e intente iniciar alguna conversación. Pronuncié una queja al aire y después de enojarnos con la empresa eléctrica comenzamos a contarnos de nuestras vidas. Sofía era separada y vivía sola, ya que su hija se había ido a vivir con el novio unos meses antes. La charla era amena, al menos eso parecía, porque mi mirada decía lo contrario: solo enfilaba hacia esas tetas lujuriosas y poco prestaba atención a lo que ella me decía.
-¿Vos vivís solo? - me preguntó sin mucho preámbulo.
-Si, solito y solo -dije
-¿Y como un chico tan joven no tiene a nadie para compartir ese departamento?- añadió ella guiñando levemente su ojo derecho
La insinuación parecía evidente. Me atreví a sonreír. Contesté con un lugar común: todavía no encontré a nadie o algo así. Ella puso su mejor cara, mezcla de mujer sensible y prostituta callejera con su sonrisa que le ocupaba toda su cara. Nuestros cuerpos estaban cada vez mas cerca y el calor hacían estragos en mi; todo transpirado y con mi bulto que se estaba marcando por entre mi bermuda de solo observar esos pechos provocadores.
Espero que las bebidas en la heladera todavía se conserven, le dije a modo de invitación
Quien sabe, pero podríamos probar
Costo un poco subir los cuatro pisos por la escalera. Cuando llegamos a la puerta ella elogió mi estado atlético, ya que subí las escaleras con facilidad.
Todavía la luz del día nos guiaba hasta la heladera. Tomamos unas latas de gaseosa y conversamos un poco. Cada uno tenía un lugar en el sillón, estábamos relajados, con las piernas que cada vez se acercaban más. Sonreía. Yo vi un dejo de lujuria en sus ojos y quise averiguar hasta donde podía llegar con mis pretensiones con ella. Sin decir una palabra mi mano comenzó a recorrer una de sus piernas. Y ella se dejo encantada. La mano siguió hasta encontrar la tela de la bombacha por entre el vestido azul. La respiración de Sofía fue mas intensa, y los suspiros subieron el volumen cuando empecé a besarla por el cuello y por sus hombros. No pudimos aguantar mucho y las bocas se unieron con descaro, atragantandonos de lengua y mordiéndonos furiosos los labios. Así estuvimos algunos minutos. Creo que no llegue a darme cuenta como nos desnudamos, pero así estábamos: como Dios nos trajo al mundo.
¿El bebe quiere la teta de su mami? -preguntó con un toco maternal en su voz.
Yo no respondí con palabras, mi boca se dirigió sin preámbulos y con furia a esos pezones que ya estaban duritos. Los succionaba como si mi vida se fuera en esa chupada. Ella me tocaba cariñosamente la cabeza y yo alternaba sus hermosas tetas en chupeteos y mordiscos deliciosos. Podía haber seguido comiéndome esos pechos eternamente pero mi sexo estaba punto de reventar; me pare en el sillón donde estábamos y sin decir ni una palabra baje mi bermuda y le acerque mi verga para pasársela por toda su cara. Su miraba parecía perdida por la lujuria.
¿Te gusta el regalito que tenia para vos?, le dije .Un nuevo suspiro de ella y una respuesta que pareció un grito. No llegó a concluir afirmativamente cuando comenzó a lamerme la pija con una dulzura asombrosa. Pasaba su lengua por mi glande y luego metía toda su boca hasta el fondo de su garganta, para después volver a excitarme con su lengüita suave. La poca luz que había de afuera se estaba extinguiendo. Me pareció una buena idea ir al balcón y tomar un poco de aire, aun cuando el mínimo viento sea cálido. En el balcón siguió la chupada a un ritmo cada vez más vertiginoso. La música de fondo eran los ruidos de los bombos que provenían de la protesta. Mi respiración se entrecortaba entre cada embate de su boca. No quería terminar todavía y saque entonces la verga de sus labios y propuse cambiar de posición. Ahora mi vecinita estaba tomada de la baranda del balcón dispuesta a que la devolvieran el placer sexual que había perdido en su matrimonio. Sin perder tiempo tomé sus caderas con mis manos y penetré su conchita ardiente. El ritmo se aceleraba, los gemidos eran cada vez más intensos como mis embates. No podía creer la situación que estaba viviendo, pero no pensaba en eso. Mis energías estaban puestas en bombear sin parar y sentir los gemidos cada vez más intensos de ella. Mi pedazo de carne se deslizaba hasta el fondo.
Seguí, no pares, seguí pendejo - aullaba como poseída.
Descansamos no más de diez minutos en mi cama. Luego, mi vecina empezó a recorrerme con su lengua todo mi pecho. Su boca bajó por mi abdomen hasta mi sexo que otra vez volvió a tomar formar para la acción. Todavía no había llegado a una erección total cuando ella ya lo estaba comiendo entero.
que rica verga que tiene mi macho- decía ella al mismo tiempo que devoraba mis huevos con fruición
Pareciera que todavía me quedaban energías porque mi sexo continuaba con ganas. Sofía volvió a chupamela con gusto. A esa altura ya no quedaba luz ambiental y apenas se veían unos rulos rubios entre mis piernas. Entre la oscuridad solo sentí unos ruidos de movimientos. Pude enterarme segundos después que su culo transpirado se sentó firme contra mi cara. Se movían con paciencia y salvajismo, las redondas nalgas, y me rociaban con sus deliciosos jugos sexuales. Mi lengua recorría su concha y se detenía con la punta en su clítoris erecto. Sofía lanzo un grito que habría de callar cualquier manifestación. Mi boca bebió su orgasmo extasiado. Yo continuaba boca arriba. Otra vez sentí el movimiento de su cuerpo. Ahora, su culo se sentó arriba de mi verga. Demostraba Sofía que era experimentaba en el sexo, porque movía su cuerpo con irreverencia y distinción; puso las palmas de sus manos en mi pecho y sacudía su cuerpo de veterana de mil batallas. Un sinfín de gemidos y gritos fueron la antesala de nuestros orgasmos que se complementaron como un reloj. Sofía sintió, como ella quería, toda la descarga de semen dentro, toda la leche caliente en su hermosa concha.
Con el orgasmo volvió la luz. Pudimos observar nuestros cuerpos hastiados de sexo. Sonreímos. Nos besamos como dos novios que se acaban de conocer y nos prometimos sexo eterno.