La madre de Nadia Lerma

Jaguarinside participa en el ejercicio con un micro sugerente que cuenta una historia que no acabó en orgasmo porque llegó la hija.

En la intimidad de la cocina, casi a oscuras, la mamá de Nadia Lerma lavaba los platos de la cena mientras su hija iba a la tienda por aspirinas.

Mujer madura de músculos suaves, piel curtida por el sol, pequeñas arrugas que acarician sus ojos y una sonrisa de bienvenida y tibieza acogedora.

Ella respiraba profundamente al hacer su quehacer, sus piernas tensas, incitantes y su cabello olía a champú de durazno al acercarme a besar su cuello.

Me transportaba el repentino deseo y ella comenzaba a respirar por la boca dejándome llevar a cabo mi juego inconsciente, quizá demente, estando su marido dormido en la recámara de ambos.

-"No puedo más"- le murmuré al oído a esa hermosa mujer madura al acercarme a su espalda y meter las manos bajo su vestido.

Ella mordió los labios y puso sus manos llenas de espuma de jabón en mi cadera.

Apreté mi erección contra sus nalgas y metí uno de mis dedos en su sexo ardiente y húmedo.

Ella gimió y onduló su cuerpo contra el mío, besé otra vez su cuello sudoroso, salado, esplendoroso y hundí mis dedos más en ella.

Ella puso su mano en mi nuca y guió mi boca a la suya. Solo se oía el tintinear de platos, nuestras respiraciones y el crujir de ropas.

Bajé sus pantaletas hasta las rodillas y me hinqué a besar sus otros labios rosas, su tupido pubis, sus muslos y subí otra vez a besar su boca.

Bajé mi bragueta. Mi rostro de frente muy cerca al suyo, nuestros labios a un centímetro de distancia, nuestros alientos agitados mezclándose en el espacio entre ellos.

Tomé mi erección, afiné puntería

cuando escuchamos la puerta de entrada abrirse.

Nadia me encontró sentado a la mesa con las mejillas sonrojadas y su madre frente al fregadero lavando la vajilla como siempre.

-"¡Dios, como me duele la cabeza!"- dijo al retirarse a su recamara dedicándome solo una mirada pasajera.

Me puse de pie y besé en la mejilla a la madre de Nadia Lerma dejándole al irme las palabras que me mantendrían la puerta abierta.

"Y a mi como me duele no tenerte… todavía"-