La madre de mi novia

Relato de como un joven se lia con su suegra.

La primera vez que fui a buscar a mi novia a su casa, conocí a su madre, Esther, que así se llamaba mi novia, me había dicho que su madre era muy joven, ya que la había tenido cuando ella solo contaba con 16 años. Por lo que ahora tendría 35, pero además de joven era muy atractiva, rubia de ojos no muy claros, unos pechos que se intuían firmes bajo su blusa blanca, y un trasero muy hermoso, cuya forma dibujaba perfectamente aquel vaquero azul que llevaba puesto.

Me impresionó ver, que la persona que podría llegar a ser mi suegra, estaba más apetecible que la que sería mí esposa. Mientras Esther acababa de arreglarse, fui conociendo un poco más a Alicia, que volvió a sorprenderme una vez más su desparpajo a la hora de enfilar ciertos temas. Me comentó que se separara de su marido porque nunca la llegó a satisfacer y que para ella la sexualidad en la pareja es muy importante.

Yo casi empezaba a ponerme nervioso cuando apareció Esther por la puerta del salón, todo arregladita y muy hermosa, pero no tanto como su madre. Esa misma noche, llevé a Esther en mi coche hasta el Monte de Miragaia, donde van las parejas de mi ciudad a hacer sus deberes conyugales. Mientras hacia el amor con ella, no podía quitarme de la cabeza a su madre, imaginándola desnuda en el asiento de mi coche y pidiéndome que por favor no parara y que la hiciese disfrutar de una manera que el cabrón de su marido jamás había conseguido. Me sentía incómodo por que yo a Esther la quería mucho, y me daba la sensación de que no le estaba siendo fiel.

Al miércoles siguiente, Esther tenía clase toda la tarde en la Facultad, y yo no tenía plan ninguno, a no ser quedarme en casa y ver la tele tirado en el sofá, cuando de pronto sonó mi móvil y me sorprendió ver el número de casa de Esther en la pantallita de mi móvil. Descolgué, y al otro lado oí la voz de Alicia, que me invitaba a tomar café en su casa a las 16:30 para poder conocer mejor al novio de su hija.

Me presenté allí a la hora marcada, y me quedé halado cuando me abrió la puerta, con una blusita verde claro, atada la parte de abajo dejando ver un vientre plano perfecto, y con un escote que mostraba buena parte de sus senos. La minifalda que llevaba me permitía ver unas piernas preciosas y largas que muchos darían lo que fuera por recorrerlas con sus labios.

Nos sentamos en el sofá, empezamos a hablar, que cuales eras mis ideas, y ella no tardó en darse cuenta, de que yo era incapaz de sacar mis ojos de su blusa y de sus piernas. Además, también notó que tras la cremallera de mi pantalón había un pene excitadísimo, que buscaba una vía de escape y me dijo que su hija tenía mucha suerte al tener un novio con un pollón tan grande como el que se intuía tras mi cremallera. Ella de repente posó su mano izquierda en mi durísimo paquete, y segundos después bajó la cremallera del pantalón, metió su mano y tras acariciar mí miembro, al final lo sacó, que apuntaba firme al techo como el mástil de una bandera. Ella me pegó un empujón y me tumbó en el sofá, y ella enseguida se sentó sobre mi pene, momento en el que noté, que bajo su minifalda, no había nada más, y note la humedad de su coño en mi pene que se retorcía debajo de ella.

Desató el nudo de su blusa, y me mostró los mejores pechos que jamás había contemplado. Eran perfectos, con mis manos los acaricié y pellizqué esos pezones grandes y duros luego deslicé mis manos hasta su minifalda, que sin ningún esfuerzo le quité. Quedó completamente desnuda sobre mí y me maravilló el contemplar ese cuerpo perfecto que se movía frenéticamente sobre mi pene.

También me desnudo, y empezó a cubrí todo mi dorso con un traje de saliva confeccionado por sus dulces y carnosos labios, después de haberme estremecido con los mordisquitos que me dio en la oreja. Cuando llegó con su boca al abdomen, un escalofrío me recorrió por entero, más cuando con sus manos casi de porcelana, me agarró la verga, y poco a poco se la fue introduciendo en su boca. Casi me desmayo al sentir como su lengua jugaba con mi pene, y sus dientes mordisqueaban mi glande haciéndome sentir un placer que hasta aquel momento no había sentido jamás. Cuando lo sacó de su boca estaba a punto de corredme. Después se acomodó de tal manera, que su sexo quedó al alcance de mi lengua. Con ella empecé a juguetear con sus labios y su clítoris, y noté el sabor salado de los jugos que su chocho soltaba.

Después volvió a bajar y colocó mi verga, a punto de explotar, dentro de su vagina. Ella empezó a moverse con ardor, con unos movimientos en círculo, que me ponían muy difícil el aguantarme y no corredme ya a las primeras de cambio. Apreté mis puños, y pude aguantar hasta que ella, empezó a cansarse, momento en el que aproveche para erguirme y con sus piernas cruzadas tras mi espalda, empecé a embestirla con todas mis fuerzas. Ella se echaba hacia atrás jadeando con fuerza y yo, descargué toda mi leche en su interior, justo en el mismo momento en que ella alcanzaba su orgasmo. Seguí penetrándola durante un rato hasta que ya no pude más.

Este relato es ficticio, incluido los nombres, pero espero que les guste. Es el primero que publicó y les agradecería que dejaran sus comentarios en el espacio adaptado para ello, o mandando un mail a: gandalf73@hotmail.es