La madre de mi mejor amigo
Está bien Beltrán, te lo diré: Tu lengua bajo mis bragas
17
Ana se levantó aceleradamente y trató de despedirse rápidamente de mí.
—Bueno Beltrán, ¡uy qué tarde es, me voy ya!
Me levanté con ella y como buen anfitrión la acompañé a la puerta, donde mi madre ya estaba cerrándola.
Al girarse nos vio a Ana y a mi salir a su encuentro y entonces los tres nos quedamos parados al vernos, como si el tiempo se hubiese detenido y después, como si alguien le hubiese dado a “play”, continuamos.
— Bueno Beltrán, ¡gracias por los bombones! —dijo Ana Belén para disimular—. ¡Hola Aderita! Beltrán me ha regalado unos bombones y he pensado en agradecérselo y compartirlos con él, pero ya me iba.
—¡Hola mamá! Ya has llegado —afirmé estúpidamente para disimular también.
Mi madre nos miró a ambos y con mirada inquisitorial, aunque nada había pasado, quien sabe lo que ella estaba pensando en este momento.
—Hola, bueno, pues ya estoy aquí hijo, ¿me ayudas con las bolsas?
—¡Oh claro mamá! —dije yo saliendo a su encuentro.
—¡Bueno pues ya me voy! —dijo Ana Belén escabulléndose de la escandalosa situación escaleras abajo.
—Pero te dejas los bombones Ana —dije yo mientras iba a ayudar a mi madre.
—¡Bueno, mejor quédatelos y ofrécele a tu madre! ¿Vale? Me tengo que ir —sentenció y sin esperar más saltó entre las bolsas y se marchó con urgencia.
18
Al cerrase la puerta mi madre se dirigió a la cocina con las bolsas y yo la seguí con las otras.
—Bueno Beltrán, no te voy a preguntar qué ha pasado, porque eso es parte de tu intimidad, pero te confieso que me gustaría que me lo contases.
—¡Nada mamá! No ha pasado nada.
Le conté la idea y que Ana vino a darme las gracias y le hablé de nuestra conversación. Mi madre escuchó pacientemente y asintió mientras relataba la historia.
—Bueno hijo, entonces parece que ya está todo arreglado, ¿no?
—Si, bueno, ya al menos podré ir a jugar a casa de Carlos con tranquilidad. ¿Me has creído?
—Si me hubieses mentido lo habría sabido. ¡Por algo soy tu madre! —sonrió.
Preparó la comida y la ayudé a hacerlo, luego nos sentamos a comer y comencé una conversación íntima con ella.
—¿Te puedo preguntar algo mamá?
—Claro Beltrán —asintió tras tomar un bocado.
—¿Y tú por qué no sales con otros hombres? —me atrevía a preguntar.
Mi madre se tomó un tiempo para responder, pero finalmente lo hizo.
—Pues no sé hijo, imagino que desde que me separé de tu padre no he tenido ganas de conocer a nadie. Contigo estoy bien, no te tienes que preocupar por mí, yo me las arreglo bien para tener mis pequeños momentos de placer, igual que tú los tuyos.
—Sabes, el otro día te escuché masturbarte también te estuve espiando.
—¿Pero me viste desnuda hijo? —dijo ella sonriendo nerviosamente.
—¡No, no! —aclaré rápidamente—. Sólo te oía, pero estaba oscuro y sólo veía tu silueta en la sombras.
—¡Ah bueno!
—Sabes, cuando te oí también me excité —le confesé.
—¿En serio? —preguntó incrédula.
—Bueno sí, tengo que confesarlo mamá. Fue un poco raro, pero sentí que compartía ese momento íntimo y personal contigo y me excité con tus sonidos.
—¡Qué vergüenza hijo!
—Tranquila mamá, para mí fue algo natural, no te preocupes, lo entiendo. Luego me fui a mi cuarto y también me masturbé, no por que pensara en ti, sino porque me excité escuchando tus gemidos de mujer.
—¡Oh, Beltrán! Esto está siendo más difícil de lo que yo pensaba…
19
A la mañana siguiente hice rabona en el instituto tras las primera hora. ¡No podía dejar de pensar en Ana Belén!
Así que me dirigí directo a su casa y llamé al timbre, presa de una emoción y excitación que no podría explicar con palabras.
Sentí como se acercaba a la puerta, abría la mirilla y veía que era yo. No pude evitar pensar qué pasaría si no me abría, pero esto no ocurrió.
El pestillo sonó y la puerta se abrió poco a poco y ella apenas asomó la cabeza…
—¿Beltrán, qué quieres?
—Perdona que te moleste Ana, pero es que sentía que ayer mi madre nos interrumpió y quería terminar de hablar contigo —le dije para empezar.
—Pero, ¿de qué quieres hablar?
—Bueno Ana, no me gustaría hablarlo aquí en la puerta, ¿no me dejarás pasar? —le dije empezando a sentirme incómodo.
—¡Oh, claro adelante, pasa!
—exclamó ella como dándose cuenta de que la situación era incómoda para mí.
Pasé al interior mientras ella cerraba la puerta, luego tomó la delantera y la seguí por un pasillo oscuro. Llevaba unas mayas que silueteaban su figura perfectamente, su cintura, su culito respingón. Ana era una diosa para mí.
—Me estaba tomando un café, ¿quieres uno?
—¡Oh, no sólo un poco de agua gracias! —dije yo excusándome.
Volvió de la cocina y me trajo lo que le había pedido, bebí nervioso y dejé medio vaso para ir tomando conforme se me secara la boca, lo que preveía que iba a ser muy frecuente en aquella conversación…
20
—Tú me gustas Ana, ya te lo confesé ayer pero, ¿por qué me lo preguntaste?
—Ya te dije que lo nuestro no puede ser Beltrán, soy la madre de tu mejor amigo, ¿no es eso motivo suficiente?
En realidad eso convertía nuestra relación en clandestina, lo que la hacía más morbosa e interesante.
—Yo no lo veo así Ana, cuando duermo pienso en ti, cuando sueño deseo hacerlo contigo, cuando… —me paré un momento, temeroso de continuar—, cuando me masturbo pienso en ti —le confesé finalmente.
—¡Oh Beltrán, no me digas eso! —exclamó ella sorprendida aunque no me pareció ofendida.
—No puedo evitarlo Ana, se me pone muy dura, incluso ahora hablando aquí contigo, con lo nervioso que estoy.
—¡Beltrán para! Tus palabras son muy atrevidas para mí. Me sorprende que me confieses eso chico.
—¿Te sientes alagada? —le pregunté en un momento de lucidez.
—En cierta medida si Beltrán, hacía años que no me sentía deseada por un hombre, la verdad. Llevo mucho tiempo viviendo sola con Carlos y tras la muerte de mi marido no he querido salir con otros hombres.
Miré sus piernas, ella las abría y cerraba sin darse cuenta mientras sus manos permanecían posadas en sus rodillas. En la parte de arriba llevaba un top que se ajustaba a sus tetas como un guante de látex.
—Me pones mucho Ana, el otro día no pude evitar hacer lo que hice por ese motivo, aunque ya sé que te asusté y lo siento.
—El otro día me pillaste por sorpresa, pero hay algo que no puedo quitarme de la cabeza…
—¿El qué? —pregunté intrigado por sus enigmáticas palabra.
—Es que me da mucha vergüenza confesarte algo así —dijo ella reacia a continuar.
—Vamos Ana, estamos solos, te guardaré el secreto, ¡lo prometo! —dije solemnemente.
—Está bien Beltrán, te lo diré: Tu lengua bajo mis bragas…
La madre de mi mejor amigo es una obra de sesenta y nueve capítulos "cortos", gracias a ello la acción se desarrolla de forma rápida, espero que os estéis disfrutando de sus primeros capítulos. Mientras vea que la serie tiene apoyo seguiré publicándola, aquí os dejo su sinopsis:
En esta vida hay cosas que no podemos elegir. Una de ellas es de quién nos enamoramos, pues cuando el amor llega, nos sorprende, nos supera, nos eleva, nos aplasta, nos zarandea como el viento al junco y en esos momentos sólo hay dos opciones: o nos plegamos como el junco y nos entregamos a él, o nos resistimos y la locura hace mella en nuestra alma.
Tal vez digo esto como justificación, pues yo terminé enamorándome de la madre de mi mejor amigo...