La madre de mi mejor amigo (5)

Mi madre se queda callada, pienso que eso la ha terminado de escandalizar.

— ¿Recuerdas cuando me preguntaste en quién pensaba cuando me masturbaba? —le pregunto.

— Si Beltrán, lo recuerdo, tal vez no sea buena idea hablar de ello ahora —me advierte viéndome venir.

— Lo sé mamá, pero quiero hacerlo. Pensaba en ella, no puedo evitarlo mamá, me siento atraído por ella.

Mi madre guarda silencio, tal vez piensa lo que decirme.

— Eso ha sido una sorpresa para mí, ¡créeme, Beltrán! Pero eres muy joven y lo que crees que es amor es un simple encaprichamiento, fija tus pensamientos en una chica joven de tu edad y verás cómo desaparecen.

— ¡No mamá, es que me gustan maduras! ¿No lo entiendes?

Contrariada tuerce el gesto.

— ¡Está bien Beltrán! lo que te pido es que te fijes entonces en otra mujer y tengas tus fantasías sexuales con ella, ¿vale?

Asiento por respuesta y ella me acaricia el pelo conciliadoramente.

— La he visto subiéndose las bragas después de hacer un pis en el baño —le digo para su sorpresa.

— ¡Oh Beltrán, sí que eres cabezón! —protesta mi madre ante mi nueva confesión.

— ¡Lo sé madre, pero es que no puedo quitarme esa imagen de la cabeza! —le digo con cierto cabreo.

— Bueno, no pasa nada —dice de nuevo conciliadora—. Esas imágenes tardarán en irse pero se irán si pones empeño en ello, ¿vale?

— Vale, lo intentaré.

— ¿Oye, siento curiosidad por saber qué es eso que le has hecho y que no se ha atrevido a contar Ana Belén?

— Pues, bueno. Es que me he arrodillado delante de ella y le he… le he lamido las bragas —le confieso avergonzado.

Mi madre se queda callada, pienso que eso la ha terminado de escandalizar.

— ¡Oh bueno, pensaba que había sido algo más grave hijo! Eso es todo, no sé, tal vez que le hubieses hecho algo más inconfesable, pero bueno, supongo que lamer las bragas tampoco es tan malo —me dice para mi sorpresa.

Ambos reímos por el tono irónico en que lo menciona.

— Oye, si lo tuyo es lamer bragas, te dejo unas mías, ¡o mejor le robo unas a Ana de la colada sin que se dé cuenta! —añade en tono sarcástico.

— Está bien mamá, realmente parece gracioso cuando lo cuentas —admito.

— Pues claro hijo, eso ha tenido su gracia, confieso que para Ana no, ya que la has asustado, pero en el fondo ha sido gracioso. Imagino que ella lo olvidará y no le dará más vueltas.