La madre de mi mejor amigo (4)

— ¡Beltrán, tenemos que hablar! —me dice mi madre con severidad...

Veo a mi madre y a Ana sentadas en el sofá de casa, una junto a la otra, ésta última tiene cara de enfadada, ¡no es para menos! —pienso para mis adentros.

— ¡Beltrán, tenemos que hablar! —me dice mi madre con severidad, pero manteniendo la compostura.

Busco un sillón un poco apartado y me refugio en él como si fuese mi castillo y en él hallase morada a salvo de las fieras que me acechan.

— ¡Beltrán, lo que me ha contado Ana Belén es muy grave! ¿Tienes algo que decir?

— No sé mamá, no sé lo que he hecho —matizo.

— ¡Lo que has hecho es muy grave Beltrán, atacarme así en mi propia casa!

Estalla Ana Belén, que hasta ese momento había permanecido callada.

Oigo sus palabras y no soy capaz de levantar la vista del suelo, efectivamente no sé qué decir y no digo nada.

— Beltrán, Ana Belén es mi amiga, su hijo es tu mejor amigo, no sabes lo mal que me he sentido cuando ha venido a contármelo —confiesa mi madre apesadumbrada.

La oigo y comprendo sus sentimientos, pero qué voy a hacer.

— Ha sido una locura, lo sé y estoy tratando de asumirlo.

— ¿Y eso es todo? —pregunta Ana Belén mostrando aún su enfado.

Encima estoy cabreado, porque no para de atacarme con sus palabras y me siento herido por quien más quiero en este momento.

— Bueno Ana, parece que lo ha entendido mujer —dice mi madre apiadándose de mí.

— Sí, lo sé Aderita, ¡pero es que me siento ultrajada por lo que ha pasado! —dice ella molesta—. Es que tu hijo, ¡me ha metido los dedos en el coño! ¿Entiendes? Y luego ha hecho… ¡ha hecho algo peor! —añade frustrada.

Jo, desde luego que la situación no podía ser peor, me siento fatal y comienzo a llorar desconsoladamente.

— ¿Por qué no le dices también lo que te he dicho en el baño? —le pregunto sin levantar la cara.

— ¿Cómo? —pregunta contrariada.

— ¡Sí, que por qué no  le dices lo que te he dicho! ¡Te he dicho que te quiero! —grito con rabia mirándolas a ambas a los ojos.

Ellas me escuchan y me miran, entonces veo el gesto de miedo en la cara de mi madre y el de odio en la cara de Ana Belén.

— Mira Beltrán,  tú eres muy joven para saber lo que es el amor —contesta Ana bajando el tono de voz.

Yo vuelvo a mirar al suelo y sigo llorando, creo que no hago más que empeorar las cosas con lo que digo.

— Bueno Ana, parece que lo ha entendido, ¡no ves cómo está llorando mujer! —protesta mi madre que ha empezado a defenderme.

— Si Aderita, lo veo, tal vez se ha dejado llevar por una loca idea cuando ha hecho lo que ha hecho.

— ¡Claro! Ya sabes que estos jóvenes son muy extremos con sus sentimientos —añade mi madre poniendo la mano en el hombro de su amiga para consolarla.

— Lo sé Aderita —dice ella dejándose consolar.

Mi madre deja unos segundos de silencio y continúa consolándola.

— Yo creo que una amistad tan bonita como la que tienen nuestros hijos merece la pena que siga adelante, ¿no te parece?

— Si, admito que son muy buenos amigos y me gusta que sea amigo de Carlos —admite finalmente Ana Belén más tranquila.

— ¡Exacto Ana! Anda, yo sé que te ha impresionado mucho lo que ha pasado, ve a casa y serénate que tu hijo estará al llegar ya, ¿vale?

Mi madre se levanta con ella y la acompaña a la salida. Cuando pasan por mi lado Ana se detiene, yo sigo llorando y no aparto la mirada del suelo, entonces siento su mano acariciar mi pelo en la nuca, lo que me produce un escalofrío y finalmente continúa su camino sin decir nada más.

Oigo la puerta cerrarse y siento como mi madre vuelve al salón sin apenas hacer ruido, como si temiese que alguna vecina estuviese escuchando por las paredes. ¡Entonces se acerca a mí y me abraza!

Su abrazo me reconforta y me libera en cierta medida de la opresión que sentía en el pecho hasta ese momento.

— ¡Hijo, sé que lo que has hecho es muy grave, pero es fruto de una locura! ¿Lo entiendes?

Asiento con la cabeza con mis ojos llenos de lágrimas.

— Anda, cálmate, que ya pasó todo y trata de olvidarlo. Ahora debes concentrarte en olvidar, yo creo que Ana hará lo mismo y por nada del mundo le digas a su hijo lo que ha pasado, ¿vale? —me advierte.

De nuevo asiento con la cabeza.

Pone la mesa y soy incapaz de comer anda con ella. Por lo que la retira y me saca a dar un paseo por el parque. Allí me coge de la mano como si fuese un niño pequeño y yo se la retiro, pues me da vergüenza que alguien que me conozca nos vea.

Me cuenta cosas de cuando era pequeño y al final de la tarde consigue hacerme olvidar lo ocurrido durante la mañana.

En la cena recupero el apetito y hablo con ella.

Nota del autor:

Comencé a publicar esta obra hace unos meses, ahora está terminada por lo que si quieres saber dónde

puedes seguir leyendo la novela completa, búscala en mi perfil de autor en esta página o en mi blog.