LA MADRASTRA ( y 4)

Fin de la serie de la hermosa y lujuriosa madrastra, con su niño adoptivo y el amigo de éste.

La Madrastra ( y 4)

Ya han pasado dos años desde que la madrastra y su niño iniciaron sus relaciones íntimas.   Han pasado bastantes cosas en este tiempo. La primera, que como era de esperar,  fueron descubiertos.  A pesar de sus muchas precauciones el riesgo era mucho.

Ocurrió un día a media tarde.  La hermana regresó del instituto mucho antes de lo previsto, ya que debido a una avería suspendieron las clases.  La madrastra no había tomado la precaución de cerrar la puerta por dentro para evitar imprevistos.  Así que la chica entró, escuchó el murmullo del amor y los sorprendió a ambos en la cama desnudos. Obviamente a una chica de catorce años ya no se le pueden contar cuentos, sobre que aquello era un juego, que si no era lo que parecía, etc.  La niña ya sabía bien lo que significaba ver a su  hermanastro encima de su madre y a la madre muy abierta de piernas.   Así que de inmediato se lo contó al padre y en consecuencia la familia se deshizo. Llegó el divorcio. Madrastra e hijo siguieron en la vivienda familiar, y padre e hija, que tenían más afinidad entre ellos, se trasladaron a otro apartamento de la familia.   Económicamente todos siguieron bien, pues el patrimonio familiar era importante.

De esta forma la madrastra y su niño iniciaron un nuevo proceso,  de amor completo y sin limitaciones.   Ahora hacían del sexo su bandera, en cualquier momento y en cualquier situación,  por toda la casa.  El pasillo, la cocina, la bañera… todo venía bien. Sexo intenso,  sin tabúes. Hacían pequeños viajes de fin de semana, en los que como dos recién casados apenas salían del hotel. Incluso en el viaje alguna vez apartaban el coche de la carretera para echar un buen polvo como dos furtivos.

También físicamente habían cambiado.  El chico se había rehecho, más fuerte, hombros y músculos más desarrollados, ya que acudía al gimnasio con regularidad.  Su timidez había desaparecido totalmente, era ahora un chico de veinte años muy seguro de sí mismo.  Ella, ya en la menopausia,  también había cogido algunos kilos, pero  le sentaban muy bien, era más hembra, más mujer.  Carnes más prietas, mas firmes, una talla más de vestidos y dos tallas más de sujetador, ya está en la 120.   Dos buenas tetas que ella, ya libre de marido, se encarga de lucir con buenos escotes, levantándolas con sujetadores adecuados. Se ha vuelto más atrevida y le gusta que los hombres la sigan admirando.

Pero en la vida lo que tiene sus ventajas,  también tiene sus inconvenientes. Ahora viven como marido y mujer. Han perdido esa frescura, ese encanto de lo prohibido.  Esos polvos rápidos,  aprovechando una salida de los otros miembros de la familia, ese morbo de poder ser descubiertos. Esos largos días que padecían de abstinencia al no tener ocasión y que luego encontraban remedio en un acto muy intenso. La rutina ahora se termina acomodando.

Son dos auténticos  lujuriosos, ambos tienen una tremenda carga sexual que han ido descubriendo juntos. La madrastra como madura, y el chico como joven,  ambos están en lo más alto de su capacidad sexual.   Y claro,  con esa cierta rutina, han tenido que continuar buscando el remedio a su lascivia fuera de la pareja.

El chico es un experto amante, cosa no habitual con veinte años.  Sus compañeros de universidad podrán algunos presumir de estar con chicas de su edad, pero no tienen su experiencia.  Dos años de sexo intenso  con una mujer de esa edad hace que un chico madure sexualmente de golpe y adquiera unas maneras y unas técnicas de lujo.  Las compañeras más liberadas  de su curso  se cuentan entre ellas ese buen hacer del chico y su buen calibre de polla y se lo rifan. Ya han pasado por su cama un buen número de ellas.

La madrastra por su parte se ha ligado a un hombre de su edad,  Gerardo,  un amigo del matrimonio con el que salían en pareja muchas veces.  Gerardo siempre le tiró los tejos a Carla, sin cortarse un pelo.  Aprovechaba cuando salían de copas y los otros matrimonios bailaban, para acercase a ella estando ambos en la barra de la discoteca.

-        Carla, cada día estás más buena…

-        Y tú, Gerardo, cada día más sinvergüenza, se lo diré a tu mujer…

-        Jajajajaa, no te atreverás.

-        Ahhhhhhhh, pues ten cuidado, no te fíes.

-        Estoy seguro que tu marido es un soso en la cama. Anda, dame una oportunidad.

-        Pues sí, soso es y mucho, no lo niego,  pero de momento no me atrevo, Gerardo.

La madrastra ya era amante de su niño y estaba bien atendida. Pero el maduro, siempre le había gustado, le costaba decirle que no, pero de momento no se decidía.

Ahora las cosas han cambiado.  Los amantes buscan emociones nuevas y de común acuerdo entre ellos, nada se ocultan. Carla sabe que su niño se cepilla a todo lo que se mueve.   Gerardo ahora,  tras la separación de la madrastra, se ha vuelto más atrevido e insiste más.

Al final Carla decide aceptar.  Es ella la mujer y es ella la que se seduce y la que se lleva al maduro a la cama, no al revés, como habitualmente y por error piensan los hombres. Ella decide el momento.

Aprovecha un fin de semana en que el chico está de excursión.  Ella no se lo oculta y le dice que ese día vendrá Gerardo a casa.  El niño  felicita a su madre y le dice que aproveche, que disfrute como él también hace.  La madrastra ha llegado así a una nueva pasión, descubrir un nuevo goce, sentir dentro de ella a  un hombre nuevo, otro buen experto como amante, que la deja también satisfecha.  Si no es el niño, es el maduro, y entre ambos sale como mínimo a una media de un polvo diario y está encantada de la vida.

Ambos simultanean su pasión, que aunque algo mermada como se ha dicho,  sigue viva y alentada con esos nuevos contactos.  Se cuentan incluso los detalles.

Esta tarde ambos están sentados en el salón y ven distraídamente una película, esperando la hora de salir cada uno por su lado a dar una vuelta.

En la TV pasan una película y en ese momento  hay una escena de sexo,  muy exagerada de actuación.  La actriz gime como  una posesa, pero con cara de aburrida.

-        Qué mal lo hace la tía, joder, que poco arte….¡¡¡

-        Así es –corrobora ella-  demasiado fingido.  El cine a veces se aparta de la realidad y crea una imagen absurda del sexo, irreal…

-        Así es en este caso, mamá… Nada que ver contigo, que lo haces muy real….ajajajaa.

-        No seas mamón…. Seguro que tus niñatas también se corren y gimen como locas…

Ambos siguen mirando a la TV, aunque sin demasiado interés. Al rato, la madura continúa la conversación.

-        Dime cariño… ¿Te has follado ya a Amelia, la gordita de tu clase?.

-        Estoy en ello, mamá…

-        ¿Y te gusta de verdad esa chica? ¿No está demasiado gordita?.

-        Un poco sí…  Pero tiene unas tetas preciosas, mamá….¡¡¡.  Y unas caderas hermosotas, grandes… tengo ganas de subirme encima de ella toda una tarde…

-        Joder… te has vuelto un auténtico macho cabrío, hijo… Todo te viene bien.

-        No sé, mamá…quizás me he vuelto vicioso.  Pero esa chica me gusta, nunca me follé a una gorda y quiero saber como es.  Pero ella es algo reticente, creo que no tiene confianza en sí misma, quizás se avergüenza de su cuerpo. Yo procuro animarla, decirle que está buenísima, que es muy atractiva y sexy.  A ver si poco a poco la convenzo.

-        Lo conseguirás, tienes estilo y experiencia  y la chica estoy segura que bebe los vientos por ti.  Lo noté el otro día cuando vino a casa, como te miraba…Como mujer que soy,  estoy segura que en poco tiempo la tendrás abierta para ti, ten algo de paciencia.

-        Así lo haré, mamá…  Y de verdad que me la imagino abierta y me empalmo…¡¡¡

-        Jajajajajaa….Cabronazo que eres, cariño….¡¡  Consigues calentarme siempre, me pongo cachonda con tus historias.

La mutua confianza entre ambos hace que se pongan de acuerdo para recibir a sus respectivos amantes.  Si el chico o la madrastra tienen plan,  el otro se ausenta de compras, al cine, a lo que sea.  Cuando ha terminado la sesión,  el que está en casa llama al otro para que pueda volver.  Todo bien montado.

Continúa otro rato de silencio.

La madrastra vuelve con nuevo tema, pero centrado en el sexo.

-        Oye, cielo… ¿y a Hugo como le va en el tema de las chicas?.

Hugo es ese amigo, que salió a relucir brevemente en el capítulo 3 de esta serie, ese chico serio, responsable, como un hermano,  siempre juntos como amigos desde niño, que siguen estudiando juntos en la Universidad.  Hugo es también muy tímido, como era el chico de la madrastra, pero no ha tenido la suerte que todo joven desearía, que una madura le inicie en los placeres.  Esa timidez hace que aún siga virgen y está bastante acomplejado.

-        Pues le va mal, ya sabes el problema que tiene… No acaba de superarlo y a medida que pasa el tiempo, creo que peor.

-        Pero tú lo animas, te lo llevas con las chicas….

-        Sí, pero nada, no cuaja nada….Las chicas al verlo tan tímido se apartan, se sienten algo incómodas.

-        Qué lástima, con lo guapo que es… ¿Y ninguna hace un esfuerzo…?

-        No lo consigo. Incluso a una chica, Lola, ya sabes quien es,  le hice chantaje.  Ella estaba colada por mí, habíamos echado dos o tres polvos, quedó encantada y yo le dije,  que para seguir con ella, tenía que acostarse con Hugo.

-        Jajajaajaja…..Serás cabrón…..¡¡¡¡¡  ¿Y ella que dijo?

-        Me mandó a la mierda….ajajajajaa

-        Normal, lo tuyo es muy fuerte.

Nuevo tiempo de silencio.  Ahora el hijo toma aire para atreverse a preguntar.

-        Mamá….

-        Dime, cariño…

-        ¿Por qué no desvirgas tú a Hugo?; le harías muy feliz…

Silencio de nuevo.  La madre hace como si no hubiese escuchado.

-        ¿Me has oído, mamá..?

-         Perfectamente, cariño…

-        ¿Y que me contestas?. ¿ O prefieres contestarme más adelante?

-        No sé, hijo, me dejas muy perpleja.

Siguen viendo la TV, pero en el fondo ninguno la atiende. El pensamiento de ambos está en el tema que se acaba de plantear.  El hijo insiste.

-        Mamá, tu sabes bien que a Hugo le gustas mucho…

-        Lo sé, cariño, lo sé….

-        Eres su musa erótica. Eres cariñosa con él cuando viene a casa, eres algo atrevida, la única mujer que le da un morrito cariñoso en la boca cuando llega, que le enseña algo de escote. Eres generosa con mi amigo.  Y para él eres su referencia como mujer, está como odiando a las chicas de nuestra edad debido al rechazo que le hacen.

La madre no contesta, sigue mirando a la pantalla, con la mirada perdida.

-        ¿Sabes, mamá?.  Hugo me ha comentado que se pajea casi todos los días pensando en ti… Yo le he contado nuestra relación y el pobre me tiene una envidia sana.

-        Un honor para mí cariño, puedes incluso decírselo,  que me gusta que se masturbe pensando en mí, no me importa…

El chico está ya lanzado.

-        De veras mamá, sufro por Hugo.  Es mi hermano, tú lo sabes.  Cada día está más acomplejado.  Si no fuese por eso, no te insistiría.  Te considero toda una mujer, que puede hacer muy feliz a un hombre.  Recuerda ahora, hace dos años, cuando me iniciaste a mí… Lo feliz y lo hombre que me hiciste de golpe, fue algo precioso.   Ahora puedes hacer lo mismo por Hugo, como si lo hicieses por mí.  Él te estará agradecido de por vida, como lo estoy yo, y tú orgullosa de ser una vez más mujer completa, que hace feliz a un joven inexperto.

-        Vale, vale… No insitas más hijo… Ya te daré  una respuesta, ahora me voy a cambiar y a salir un rato con mi amiga Maruja.   Te veo después de la cena.

-        Vale, mamá, gracias, gracias por al menos pensarlo.

Se incorporan y el chico da a su mamá un abrazo y un beso de inmenso cariño y agradecimiento. Ella se emociona un poco.

-        Eres el mejor regalo de mi vida, hijo….

Han pasado varios días y hacen vida normal  Ninguno ha vuelto a mencionar el tema, pero el hijo sabe bien que la madrastra lo medita e incluso está seguro que aceptará su ruego.  También ella quiere a Hugo como a un hijo.

Unos quince días después, desayunado,  la madrastra por fin se pronuncia.

-        ¿Sabes, cielo?.  He decidido que Hugo venga cuando tú no estás y poco a poco veremos que se puede hacer….¿vale?.

-        Sí, mamá, vale así…  Poco a poco, tampoco hay que precipitarse.

La táctica será que Hugo venga, y se vaya acomodando a  las insinuaciones de la madrastra, mientras el hijo o bien se ha marchado en ese momento, o bien está en el baño, etc.  Por supuesto,  Hugo no debe de saber nada del plan, debe de ser una sorpresa para él esta fase previa de preparación.

Hugo ha venido muchas veces a casa, pero se queda junto a su amigo en el salón viendo TV o charlando, o se van a su dormitorio, donde pasan tiempo con el ordenador, los temas de estudio, etc.

Ahora Hugo es invitado como otras veces.  Pero cuando llega su amigo suele estar en el baño, dándose una tranquila ducha, sin prisas.  Otras veces se ha ausentado.    La madrastra recibe a Hugo en estos días muy ligera de ropa.

-        Hola, Hugo, buenas tardes. Tu amigo está en el baño tardará un poco, yo te acompaño, mientras tanto.  ¿Quieres tomar algo, una coca-cola?.

-        Sí señora, muchas gracias.

-        ¿Cómo que señora?. Me haces muy mayor, dime Carla y de tú…

-        Bien, gracias, Carla.

Lleva la madrastra un vestido ligero de verano.  Algo corto, escotado.   Sirve la bebida a Hugo, echándose exageradamente hacia delante.  El chico, sentado en el sofá,  puede observar con detalle los grandes pechos oprimidos por el sujetador negro, de media copa.  La mujer se sienta enfrente, con un estudiado cruce de piernas.  El chico suda de los nervios y de deseo.  La madrastra ríe divertida para sus adentros.

A los dos o tres días, nueva visita de Hugo.  Esta vez la madrastra aún más atrevida,  lo recibe con una camiseta muy corta, sin sujetador.  No lleva falda, de forma que se exhibe con unas bonitas bragas.  Los pechos se bambolean orgullosos bajo la camiseta.  El chico se queda casi mudo y solo acierta a balbucear un poco…

  • Perdona, Hugo, que te reciba así… Pero ya tengo confianza contigo, espero que no te moleste, ya sabes que te considero un hijo.  Estaba cambiándome para salir. Tu amigo ha bajado al garaje,  tenía un problema con la moto, andará por ahí intentando solucionarlo.

  • Pue…puedo,  puedo bajar, a ver si lo veo…

  • No, no, me ha dicho que te quedes aquí. Seguro que ha salido a la calle a probar la moto. Ya volverá.

Le sirve una bebida como otras veces y se sienta a su lado, cómoda, exhibiendo sin pudor los hermosos muslos bronceados y la braguita negra de encaje.  El chico mira de reojo extasiado. Ella cruza y descruza las piernas constantemente,  mientras al joven le hierve la sangre.

-        ¿Y que tal te va el curso, Hugo?.

-        Bien, bastante bien, lo voy superando todo…

-        Así me gusta, que seáis los dos tan estudiosos y responsables.  Y de chicas ¿cómo te va?.

-        Pues, pues…mal.   Tu hijo te lo habrá contado.  Tengo mucha timidez, me rechazan y lo paso mal.

-        ¿No te has estrenado, verdad, cariño?. Perdona la pregunta, pero me gusta saber tus cosas.

-        No, no…  -El chico está muy azorado, se pone rojo-

-        Ya, no sufras por ello. Las chicas a vuestra edad están muy tontas y presumidas.  Ya te llegará el momento.

-        Me hubiera gustado tener la suerte que tu hijo ha tenido contigo…

Tras soltar la frase el chico se da cuenta que ha metido la pata con ese comentario.  Se atraganta, pide perdón, no sabe donde meterse ahora.

-        Pe..perdón, Carla. No..no quería decir eso.. disculpa.

-        Jajajajajaaaaaaa.  No pasa nada, cariño.  Sé bien que mi hijo te lo ha contado todo. No tenéis secretos.  Tampoco conmigo, sabes….  También me ha dicho algunas cositas tuyas…jajaajaja.

-        ¿Qué, qué cositas…?.  -El chico se pone verde, rojo y hasta amarillo-.

-        Pues que yo te gusto un poquito.  Que te haces alguna pajita pensando en mí….Jajajajaaja.  No te de apuro, eso es un síntoma de que eres todo un hombre.  Yo me siento orgullosa de que los jóvenes me deseen y por eso quiero ser  generosa contigo.  Ya has visto como voy vestida, bueno, casi desvestida…ajajajaa. Lo hago por eso, para halagarte, para hacerte feliz, lo mereces.

Ahora al chico ni siquiera le salen las palabras, está mudo. La madura se pasa ahora las manos por sus piernas.

-        ¿Te gustan? Mira sin miedo,  las tengo así para ti, cariño.  Ven, dame la mano, comprueba que suaves están. Yo cuido mucho mi piel.  ¿Qué te parece?.

Agarrando la mano del joven, la mujer la pasa arriba y abajo por sus muslos, mientras el chico exhibe sin darse cuenta  un tremendo bulto bajo el pantalón.

-        ¿Te gustaría quedar una tarde los dos aquí solos?.¿Sí? ¿Te haría feliz?-

-        Mu…mucho, Carla… pero me da vergüenza.  No sé como hacer….

-        Yo te enseñaría, no te preocupes.

No hay tiempo ahora para más. Suena la cerradura de la puerta y el hijo entra.

-        Holaaaa….¡¡¡. ¿Está ya Hugo aquí, mamá?. Ahhhh, sí.  Perdona por hacerte esperar.   Huuuyssssssssssss, mamá…. Que sexy estás….Así vas a provocar a Hugo…jajajajaa.  ¿Qué te parece mi mamá, Hugo?.  ¿A qué está buenísima?.

Ríen los tres al unísono,  Hugo como siempre bastante avergonzado.

Está situación se repitió durante varios días más,  todo bien estudiado por parte de Carla a fin de que el chico fuera tomando confianza.

Por fin se decidió a fijar el día.

-        Cariño… -le dijo a su hijo a principios de semana- . El sábado será el momento.  Creo que si espero más, tu amigo revienta.

-        Perfecto, mamá.  Yo me inventaré una buena excusa para irme.  Avisaré ya a Hugo y le diré sin tapujos lo que va a ocurrir.

-        Dale algún consejo, si te parece.

-        ¿Por ejemplo?.

-        Pues que no se masturbe en toda la semana, que aguante. Lo quiero con los depósitos bien llenos.  Luego que no se apure, que no haga nada, que se deje llevar, yo haré el trabajo para enseñarle bien.

-        De acuerdo, mami….  ¿Sabes?...Estoy emocionado yo también.

-        Y yo, y yo, cariño…jajajaaa.  Es una bonita experiencia que espero que salga muy bien, pues quiero a Hugo muy sinceramente.

Esa tarde de sábado se presentó Hugo, más arreglado que otras veces.  Se le notaba muy limpito, perfumado…Y muy nervioso, claro.  No preguntó por su amigo, suponía bien que se había ausentado por un buen tiempo.

La madura salió a recibirlo solamente con una toalla de baño enrollada en el cuerpo.  Pero perfectamente maquillada y peinada.

-        Disculpa, cariño, que esté así. Acabo de salir de la ducha.  Me falta algún detalle para terminar, no te importará que termine aquí en el salón mientras te tomas tu coca-cola…

-        No, no….haz lo que desees.

Le sirve la bebida como siempre y ella se sienta enfrente, en el sofá, con varios artículos de belleza. Apoya un pie en la mesita de centro y comienza despacio a pintarse las uñas de los pies.

La toalla se levanta inevitablemente. Otra vez lucen esos poderosos muslos. Ahora el chico ya se atreve a mirarlos sin miedo, sus ojos relucen de deseo. Ella está un rato con un pie, luego lo baja y sube el otro, todo pausado y estudiado.  Con esos cambios abre también las piernas como sin darse cuenta.

No lleva nada debajo de la toalla.  En esa postura, con el culo hundido un poco en el sofá,  el sexo no se le puede ver,  pero si el pubis, el monte de venus.  La mujer después de mucho tiempo de depilarse totalmente el sexo, ahora ha cambiado de gusto y lo lleva al estilo de ingle brasileña,  depilado a ambos lados del sexo, pero encima una generosa tira de vello negro y espeso, bien cuidado y arreglado.

En esos supuestos descuidos, Hugo ha podido ver esa mata de pelo. Por supuesto nunca había visto a una mujer desnuda y esa visión le transporta a las nubes. Ella se hace un poco la tonta, pero se vuelve a insinuar.

-        Cariño…¿Te gusta lo que ves?.

-        Eh, eh….no, no sé…¿.a que te refieres?.

-        Jajajajaja.  Lo sabes bien, mi cielo…. A esto, me refiero a esto….

Ahora la madrastra se echa hacia atrás, apoyándose en el respaldo y sacando un poco las caderas hacia fuera.  Abre las piernas un poco más. Ahora sí, ahora aparte del vello del pubis, asoma la parte superior del sexo,  los labios carnosos,  algo entreabiertos.

-        ¿Qué te parece, mi cielo?.

-        Pre…precioso, Carla…precioso.

-        Gracias, gracias, cariño….

Ahora vuelve la madura a esa tarea de repintar las uñas.   La toalla se ha aflojado algo y uno de los soberbios pechos de la  mujer amenaza con salirse.  Está desnudo hasta la mitad, incluso se ve parte de la enorme areola del pezón.  Hugo  que tiene el vaso en la mano, da un respingo y a casi se le cae, derramando un poco de bebida.

-        Perdona, perdona, Carla, ahora lo limpio…

-        Tranquilooooooooo…. No pasa nada, cielo….Espera, te ayudo.

Ella cambia de sitio y se sienta  a su lado. Con una servilleta de papel limpia las gotas que han caído. Se arrima ahora bien al chico.

-        Me gusta ese perfume, me agrada…es muy varonil.

El chico querría decirle que a él si que le gusta mucho el olor de ella, pero no le salen las palabras.

La mujer pasa un brazo por encima de los hombros de Hugo.

-¿ Has besado a alguna chica?.

  • Un par de veces, pero poco tiempo….creo que no aprendí bien.

  • Yo te enseñaré ahora, mi cielo….ven. Espera, quítate la camiseta, así…

Ella se reclina sobre él.  Le hace apoyar la cabeza en el respaldo, relajado. Inicia una serie de besos, largos.  El chico, efectivamente, tiene poca idea.  Pero ella lo trabaja bien.  Besos jugando con la parte interna de los labios, con la boca abierta, introduciendo su lengua.  Descansa de vez en cuando un momento, sonríe al chico para relajarlo y continúa.

Él, torpe al principio, va aprendiendo y se acopla poco a poco al ritmo de ella. Abre también la boca,  y se atreve a responder con su lengua en la boca de la madura.  Le gusta el sabor dulce,  limpio, de la boca de la mujer.  Todo en ella es exquisito.

-        Bien, bien, mi amor…aprendes rápido,  eres una copia de mi hijo. Estoy orgullosa de ti.

La dama da ahora un tirón casi imperceptible a la toalla, para que resbale hasta la cintura.  Los pechos quedan desnudos.  El chico, con la cabeza apoyada en el sofá y echado un poco hacia atrás no se ha dado cuenta de momento.  Ella se echa ahora un poco más encima de él, y  aprieta  un seno sobre el pecho del chico. Ahora sí,  el joven se da cuenta de que eso no es la toalla, ahora hay una nueva sensación,  el contacto suave, cálido,  del seno. Incorpora un poco la cabeza y abre desmesuradamente los ojos ante la visión de los formidables pechos de la mujer. Intenta agarrar uno, pero ella le sujeta la mano.  Lo obliga a echarse de nuevo hacia atrás y le sigue besando.

-        Tranquilo, cielo… ya gozarás de mis tetas dentro de un poquito…

El ligero pantalón de verano del joven luce a la altura de sus genitales una mancha grande; es el líquido preseminal, el joven está en tremenda erección y eso va teniendo sus consecuencias.

El tiempo vuela, sin que ellos se den cuenta.  Están muy relajados, disfrutando de los placeres mutuos.   Ella recuerda tiernamente cuando inició a su niño.  Hugo por su parte recuerda  a las estúpidas compañeras que le rechazan.

-        Hijas de puta..-dice para sí mismo-.  Me gustaría que me vieran ahora.

Llevan así ya más de media hora.  La madura decide que es el  momento de continuar a términos más decisivos.

-        Ven, cielo, vamos…

No dice donde van, pero los dos lo saben.  Le agarra de la mano y le lleva camino del dormitorio. Por el pasillo la mujer deja ya caer la toalla al suelo y queda totalmente desnuda.  El joven, algo más envalentonado,  pasa la yema de los dedos por el sexo de la mujer, que levanta una  pierna para facilitarlo.

-        ¿Está mojadito, verdad, cariño?.

-        Sí, sí, me gusta mucho, mucho…Que suave es, que agradable sensación al tocarlo…

-        Pues espera, espera a meterla dentro, ya verás, cielo…

Llegan a la cama.  La mujer ayuda al chico a quitarse toda la ropa.  El joven, nervioso, algo agobiado, no sabe muy bien que hacer ni a que parte de la mujer atender, le gustaría tocarla toda.  La erección es tremenda, el miembro está totalmente pegado al vientre, vertical, rígido.

-        Uffff…  -piensa la madrastra-.  Este chico se me corre ya mismo y me pone la sábana perdida, sin darle tiempo a más.  A ver si lo relajo…

-        Tranquilo, cielo, tranquilo….no hagas nada, déjate llevar.  Relajado, échate de espaldas, así… no te muevas, disfruta de lo que yo te voy haciendo, procura contenerte, aguanta, así disfrutaremos mucho más tiempo, no hay prisa.

El joven se tiende boca arriba con el mástil derecho como un poste.   La mujer lo cabalga despacio, lentamente, con movimientos estudiados, exhibiendo el cuerpo para que el chico disfrute con la vista también.   Ella, después de dos años de amante con su niño, es ahora una experta folladora y además ya experta en machos jóvenes. Sabe como responden,  como tratarlos, maneja bien los tiempos.

Se deja caer muy despacio sobre el miembro duro y dada la lubricación natural de su abertura, entra con suma facilidad.  No es tan gordo como el de su niño, pero también tiene un buen tamaño, es algo más largo y delgado.  Mientras se la introduce suelta un gemido largo y examina con atención el rostro del chico para captar sus sensaciones. Hugo tiene los ojos medio cerrados, como si hubiese entrado en trance, medio desmayado de placer.

La mujer se deja caer con todo el peso, abriendo bien las nalgas.  Siente en su interior al hombre, muy adentro.  El joven capta por primera vez la dulce sensación de estar por primera vez dentro de una hembra. El corazón le late acelerado.

Lento subir y bajar de la dama.  Despacio…Saboreando el momento. .Muy pendiente de la expresión de él.  Cuando nota que se agita, se levanta sobre sus rodillas y se aparta del miembro, para evitar que el chico se corra.

-        Tranquilo, tranquilo, mi amor………así, así………..vas muy bien,  lo tienes durísimo, me haces gozar como una perra.   Serás un magnífico amante, como tu amigo.

El chico se siente arropado con los comentarios de la madura  y no siente ya ningún temor.  Se deja llevar por el cariño de la mujer.

A pesar de haber tenido un matrimonio poco gratificante con el sexo, la mujer aprendió mucho en estos años como amante del  hijo. Por ejemplo su capacidad para llegar a la llamada eyaculación femenina.   Su excitación durante el coito es tan grande, que suelta auténticos chorros de líquido de forma continua.  Pone la cama llena de manchas.   Nunca pensó que eso existía. Cada vez que lo hace siente un pequeño orgasmo.

La técnica para conseguirlo es la que siguen muchas mujeres.  Unos movimientos de penetración muy rápidos, cuatro o cinco mete y saca enérgicos, cuando ella está ya muy cerca del orgasmo final.  En ese momento el hombre sale de ella y se queda quieto. El orgasmo definitivo se detiene y viene en su lugar ese chorro de líquido. Así una vez y otra.  Su niño sabe ya muy bien como hacerlo.

Como Hugo lógicamente ahora es inexperto, es ella la que trabaja.  Cuando nota que el chico se ha relajado y no corre riesgo de eyaculación, sube y baja sobre su pollón tieso varias veces de forma rápida. Luego se incorpora sobre sus rodillas, se aparta del miembro y cae ese chorro sobre los genitales o sobre el vientre del chico, que se incorpora un poco, sorprendido de lo ocurre y observa la vulva de la señora,  tan abierta, tan mojada, chorreando.

El joven siguiendo el instinto de penetración de todo macho y cuando eso sucede levanta con fuerza sus caderas buscando el sexo de la mujer para penetrarla.   Lo consigue alguna vez incluso por el sitio equivocado.

Así es, la mujer está tan relajada, tan caliente, tan mojada en toda la zona, que en uno de esos empujes de ariete el miembro del chico ha equivocado el camino y de un solo golpe se lo ha introducido prácticamente todo por el culo.  La mujer da un respingo tremendo, se alza y se lo saca, muy dolorida.  Aunque practica sexo anal con su chico y con su otro amante,  la penetración tan brutal le ha quedado el recto muy sensible. Se echa hacia delante, para apartarse del riesgo de nueva penetración,  le pone las tetas en la cara al joven y ella hunde la cabeza en la almohada para recuperarse del golpe que ha recibido. Poco a poco el recto se relaja, termina el dolor y ella se ríe para sus adentros.

-        Joder, con el niñato….. vaya pollazo que me ha dado…ajajajaa.  Es tremendo todo esto.

El chico por supuesto no tiene ni idea de lo que ha ocurrido.

-        Despacio, despacio, Hugo… mi vida… no des esos saltos hacia arriba, me puedes hacer daño, tu quieto, déjate hacer….

Permanece así un rato echada hacia delante,  lo que aprovecha el chico para mamarle bien las tetas.  Ahora las areolas has disminuido de tamaño y en su lugar han crecido los pezones, duros y desafiantes.  Con la boca en las tetas de la mujer, el joven echa las manos a su rollizo trasero y lo palpa y apretuja a placer.  Que gozada, todo es tan rico, tan delicioso… Las espléndidas caderas de la dama, en esa postura, sobresalen a los lados del cuerpo del chico.

La señora puso antes de comenzar una música suave,  que contribuye a una relajación mayor.  Ahora el olor a sexo de la hembra se capta en toda la habitación.

No tienen ni idea del tiempo que la madura cabalga al joven.

No hay prisa.  Ambos se están entendiendo muy bien. Para ser la primera vez todo está saliendo mejor de lo previsto.

Por su parte,  el hijo,  está en la calle.  Hace mucho calor en este verano madrileño.  Se ha ido a una biblioteca cercana donde está fresquito. Han pasado cerca de dos horas y piensa que el acto sexual de su amigo y de su  madrastra debe de haber terminado.

-        Creo que mamá se ha olvidado de llamarme para que regrese. Estará agotada y no ha caído en la cuenta.

Así que vuelve tranquilo a casa.  Además, aunque piensa que han terminado, una idea rara,  morbosa, le pasa por la cabeza.  ¿Y si estuviesen todavía en pleno coito?.  Podría ser bonito ver a su buen amigo gozando y a su mamá también… ¿Sería correcto verlo o no?.

Llega a casa y abre la puerta despacio.  Escucha sin hacer ruido. Siente la música en el dormitorio.

-        Quizás se hayan dormido o mi madre se ha  quedado sola ya…

Sigue pasillo adelante y se asoma al dormitorio.

-        ¡¡¡ Pero si siguen follando….¡¡¡¡.

El cabecero de la cama está al otro lado de la puerta.  Por tanto él ve a su madre, de espaldas a él, sentada y abierta sobre su amigo.  No puede ninguno de los dos verlo asomado en la puerta, ya que Hugo tiene delante el cuerpo de la madura.

El hijo se queda clavado.  Sin saber bien qué hacer.  Piensa que debe de salir discretamente, sin molestar a los amantes.  Pero se queda allí mirando, mirando el lento subir y bajar de la madre, que ahora está totalmente vertical y caída sobre el chico, por tanto soportando la penetración total. Observa las poderosas nalgas de la madre y su espalda recta, tersa, perfecta. El pelo, con el peinado deshecho, cae revuelto sobre la nuca, que brilla de sudor. De vez en cuando se echa hacia delante, para besar al  joven o bien para ofrecerle otra vez los pechos  y entonces, desde su situación, el hijo ve perfectamente el miembro de su amigo, como el acero,  clavado en el sexo abierto de su madre.  Los genitales de ambos brillan llenos de flujo.

  • Joder, que sexy, que bonito….

El hijo se alegra por los dos amantes, tanto por su buen amigo, ese hermano del alma y también por su madre adoptiva que tantas cosas le ha dado.  Ambos se merecen lo mejor.

Mientras observa, ahora la voz cálida de la madrastra se oye en el dormitorio.

-        Hugo, cariño, ven, vamos a terminar, llevamos mucho tiempo. Tu amigo puede volver y estoy ya algo agotada.  ¿Te parece bien?.

-        Sí, sí, Carla, sí… No  puedo aguantar tampoco ya.

Ahora se acelera bien el ritmo de la mujer que sube y baja frenética.  El chico también se acopla a ese ritmo y ahora no se está quieto. Sus caderas suben en un movimiento tan poderoso que levanta en vilo a la mujer, que orgasma de esa forma, subida en lo más alto.  Gimen ambos.  El chico por primera vez insemina a una mujer con un chorro interior, acumulado de varios días de mucho deseo,  que de no ser porque la mujer lo recibe adentro, hubiera llegado a la lámpara del techo.

  • Carajo, que corrida más espectacular  -dice para sí mismo, el hijo desde la puerta-.

Los amantes se relajan. Se dejan caer uno junto al otro.  Carla le da al chico un beso muy tierno.

-        Qué bien te has portado, Hugo, que bien…Enhorabuena.

El hijo en el pasillo no sabe que hacer.  Si salir a la calle, pero ahora ya terminado la sesión de sexo pueden descubrirlo con más facilidad. Piensa que será mejor encerrarse en su habitación y hacerse una buena paja,  ya que tiene una erección tremenda, se ha excitado al máximo con la escena.

Pero no le da tiempo a decidir. La madre, desnuda, aparece en el pasillo camino del baño.  Va a dar un pequeño grito de sorpresa al ver a su hijo, pero él le pone la mano en la boca para imponerle silencio. La lleva de la mano hasta el baño más apartado y cierra la puerta.  Hablan muy bajito para evitar que Hugo los oiga.

-        ¿Pero cielo, qué haces aquí?..

-        Pensé que habías terminado, mamá…..Tardabas mucho en llamarme.

-        ¿Nos has estado mirando?.

-        Sí, sí, disculpa, mamá…

-        ¡¡ Que vergüenza, hijo, que apuro…¡¡¡

-        No, no, ha sido precioso, precioso, mamá, me he excitado, mira…

Se saca el grueso pollón totalmente erecto. Hay en su mirada un brillo de deseo  que asusta  a la madrastra. La agarra por la cintura y le da un beso fuerte,  pasional, casi doloroso.  Le  hace dar la vuelta, y con la mano en la nuca de ella la dobla por la cintura para apoyarla en la bañera, quedando con el culo expuesto.   Separa sus nalgas.   En esa posición, desde la vagina de la mujer hasta su clítoris gotea un líquido blanquecino: es el flujo de la hembra mezclado con el semen de Hugo. La madre,  sorprendida, intenta evitar ese acto impuesto, intenta empujar al chico hacia atrás para apartarlo,  pero al final comprende que nada puede hacer ante el deseo imparable de él, además no quiere que Hugo note el escándalo.

-        Por favor, cielo, por favor, déjame por lo menos lavarme un poco, me siento sucia.

-        Yo te quiero así ahora, mamá, así… muy sucia, muy guarra, muy puta…

No le importa que la madrastra esté llena de semen.  Es el semen de su amigo y han compartido muchas cosas en su vida.  También pueden mezclar su esperma dentro de la mujer a la que ambos aman y desean tanto.  El niño, su niño, está dispuesto ahora a poseerla, casi en una media violación.  Al separar las nalgas de la hembra, el chico observa su sexo recién follado: los labios mayores muy henchidos, y los menores también crecidos que sobresalen muy mojados, como si fuesen alas de mariposa.

-        Qué zorra eres mamá….Dámelo, dámelo también a mí…

El chico dirige su duro falo al coño de la madrastra, donde lo entierra de un solo golpe hasta el fondo. La madre, nerviosa, resiste la dura penetración con algo de dolor, parece como si el poderoso miembro hubiese crecido.   Tiene que apoyarse  con una mano en la pared para evitar que los envites del  hijo la caigan dentro de la bañera. Está realmente asustada, deseando que aquello termine pronto, nunca había visto a su niño así, tan sexualmente agresivo.

Cuatro, cinco, seis penetraciones fuertes, violentas, poderosas. Agarrando a la madre fuerte por la cintura. No hacen falta más, el niño no está para perder tiempo; un instinto poderoso lo lleva a querer eyacular rápido, quiere hacer suya a la madre, tal como lo ha hecho su amigo. Como si fuese la primera vez.  Para que ella no se olvide que hay otro hombre en su vida, el macho dominante. Para que  reciba también  su esperma en un deseo primitivo, animal,  de reproducción.   El hijo se vierte de inmediato en ese coño ya inundado, soltando un potente chorro que llena aún más la ya castigada cavidad femenina.

El chico se relaja unos instantes,  apretando fuerte contra el culo de la mamá.  Luego se la saca despacio y goteando. Es un gesto que recuerda más a un equino que a un humano. Ella se incorpora como vencida, muy agotada, mirándole con una expresión algo descompuesta, mezcla de rechazo  y de sorpresa.  Su niño, una vez satisfecho parece volver a la realidad, avergonzado se disculpa casi con lágrimas en los ojos.  Esa humildad del chico hace que la madre pierda su angustia y se relaje también.

-        Perdona, perdona, mamá, te lo he hecho a la fuerza  y encima te he llamado puta…

-        No pasa nada, hijo, no pasa nada… -la mujer acaricia la cara y la cabeza del chico mientras le habla-. Me has asustado un poco, pero tú has hecho de mí ya una puta hace tiempo y ahora soy vuestra puta, de los dos…Esa es la verdad y no me desagrada. Me hace más mujer. No te preocupes.

La mujer se mira ahora entre sus  muslos, que chorrean abundantemente.

-        Uffff, que locura, me sale el semen casi por los oídos, tengo que ir a asearme enseguida. Ahora no te muevas de aquí, quédate quieto, hasta que Hugo se vaya, no debe saber esto, no está  preparado para emociones tan fuertes. Ahora es un novato aún.

Desde el baño escucha el hijo la voz suave de la madre, hablando con Hugo, animándolo, felicitándolo. El chico seguía como medio muerto en la cama, abrumado por la emoción de su primer acto sexual.  Ella le ayuda a incorporarlo y lo lleva al otro baño.  Se oye el agua de la ducha.

-        Se están duchando juntos… me alegro tanto por Hugo….

Nuevas voces tenues, mientras el amigo se viste para marchar.  La voz de la madura despidiéndole, un beso tierno…

-        Espero que vuelvas pronto, Hugo… me has hecho muy mujer…

-        Gracias, Carla, gracias siempre a ti.

Al rato,  el hijo llama a su amigo, como si no supiera nada.

-        Hugo… ¿Qué tal te fue?

-        Prefiero decírtelo personalmente, amigo mío…

-        Bueno, pues ahora voy a casa a cambiarme y quedamos dentro de una hora en el bar de siempre.

-        Vale.

La madura también se viste para salir un rato con su amiga Maruja.  Hoy más feliz que nunca. Más follada. Más hembra. El sexo está como encalambrado, exhausto.  Se pone su traje preferido del verano, ese vestido cortito, negro, a medio muslo y un buen escote. Y sus zapatos de tacón.

Ya en la calle, con sus gafas negras puede bien observar las miradas de deseo de los hombres y de envidia de algunas mujeres.

No falta el tipo que le dirige el típico comentario machista.

-        ¡¡¡ Tía buenaaaaaaa……..anda, que contigo hacía yo maravillas….¡¡

La mujer se sonríe ligeramente y le entran ganas de volverse para decirle al tipo que no hace falta, que dos hombres, dos machos jóvenes acaban de disfrutarla y que está muy bien atendida y satisfecha.

Lo que a partir de ahí sucedió es fácil de adivinar.  Hugo visitaba a la mamá dos o tres días a la semana,  con el común acuerdo del hijo de estar fuera (no repitieron la escena de voyerismo, de la que Hugo nunca supo nada). Ambos la comparten con entusiasmo y buena compenetración. El hijo no volvió tampoco  a tener ese arrebato de lujuria y acepta muy  bien a Hugo como compañero de cama de su madrastra. Le beneficia el hecho de que esté bien satisfecha y él pueda prestar más atención a las compañeras de clase. La madrastra despidió a Gerardo como amante, ya no le hacía falta, prefería a sus dos  hombrecitos.

La puesta  a punto de Hugo como amante duró todo aquel verano.  Después, el chico se convirtió también en un auténtico semental.  No era para menos, con tan buena profesora.

Tan felices los tres, sobre todo ella.